Hace dos años, paseando con mi padre por el barrio de Lavapiés de Madrid, tal que aquí:
Me confesaba que justamente en esa esquina había una farola que era el lugar donde esperaba a mi madre y donde se despedía de ella porque podía besarla sin que mi abuelo materno les viera, ya que estaba a la esquina de sus ventanas.
En aquellos años Franco mandaba con mano de hierro y mientras
mi abuela paterna vendía pastelillos frente al hotel Palace (y velas para los devotos que entraban en la iglesia del Cristo de Medinacelli) la madre de mi madre hacía camisas que sus hijas entregaban a los adinerados que vivian en las proximidades de la Puerta de Sol.
De eso hace 50 años.
Y durante los siguientes 50 se dedicaron a hacer lo que les habían enseñado para sobrevivir: trabajar.
Quizá nunca se quejaron. Tampoco tenían tiempo para mucho más porque las obligaciones que nos buscamos lo pueden todo.
Ahorrar, sacrificarse, hacer los deberes.
Supongo que no es una diferencia muy grande de los padres de aquellos que nos acercamos (o superais) sospechosamente los 40.
En todos estos años la concepción de la propia valía ha ido en detrimento de la obligatoriedad por parte de estado en responsabilizarse de la satisfacción de sus ciudadanos. Dicen que en los países del norte de europa las familias viven en una relajación mayor porque saben, tienen la convicción, de que los medios estatales no van a permitir que les falte de nada.
Dicen también, que esa idea, aunque más tarde, está calando con fuerza entre los países más mediterráneos.
La única diferencia que encuentro es que las maquinarias de los gobiernos son bien diferentes y están engrasadas en unos casos con el apoyo, por ejemplo, de 4millones de noruegos convencidos que ese alto nivel impositivo es lo que después les permite tener tanta tranquilidad frente a 47millones de españoles que se meten en la cama pensando cómo rapiñar parte del iva de la factura del escayolista pero luego se alteran cuando los médicos están en huelga porque el gobierno no les paga debido a una bajada de la recaudación entre otros motivos porque todas esas rapiñas suman una cantidad considerable de dinero que ZP no tiene para distribuir (o regalar, dar a marruecos, a somalia o a su primo don Emilio).
Mientras tanto alguién escribirá dentro de 50 años, haciendo un link a
microsoft maps (tiempo al tiempo), que en tal o cual descampado (ahora desértico) sus padres copulaban para después fumarse un porrito oyendo a
Dj Tiesto.
Contará que los años siguientes se manifestaron contra el cambio climático, por la ayuda al tercer mundo, por un consumo justo, contra las petroleras, contra las centrales nucleares, por un salario digno, contra los desmanes de los gobiernos emergentes...
...y que, poco a poco, mataron esa punzada que te aprieta a la izquierda de la nuca llamada responsabilidad porque se suponía que el gobierno, como un padre que nunca te deja huérfano, se iba a encargar de todo.
Y yo, que tengo la desagradable virtud de pensar que nuestra vida la hacemos nosotros, descubro con amargura el salto generacional que existe entre mí y los que vienen por detrás en sus coches tuneados esperando que por el mero hecho de existir les regalen la vida que mis padres tuvieron que labrarse a base de trabajo y responsabilidad.
Y lo hicieron bien.