Hay enfermedades de transmisión sexual que, básicamente, son portadas por el hombre y quienes las sufren son las mujeres. Una de ellas, quizá extendida y no catalogada como tal, es ese corporativismo tan radical que habita en el cerebro de alguna fashion victim poseída por lo cool.
Aparece sin mostrar muchos síntomas: se ha comprado un teléfono, uno de apple que son los que molan. Entonces descubre, como quien descubre el extraño entumedecimiendo del myolastán, que hay una cosa que se llama funda. Es una obviedad que aquel dispositivo y tecnológico hay que protegerlo. Así que compra una funda blanca, otra negra y otra multicolor, para que vaya a juego con la ropa de ese día o con con el bolso que corresponda. Se sienta en una terraza, se pide un café descafeinado solo de cafetera con hielos y pone el teléfono junto al paquete de tabaco. Tú, que no quieres ser menos, dejas el tuyo, desnudo como un niño recién nacido, junto a tus cosas.
-"Pero"- te dice como si hubieras profanado la tumba de su gato- "¿no tienes una funda?"
Entonces te intenta convencer que tener una funda es la quinta esencia de la verdad en el mundo de la telefonía. Te dice, como si fuera la única persona que lo supiera, que hay una aplicación que se llama whatsapp y que puedes mandar sms gratis a quien quieras. Te explica, cogiendo el móvil, sacándolo de la funda y pulsando torpemente la pantalla, cómo funciona sin que te de tiempo a decirle que, aparte de saberlo de antemano, no te importa. Pero, como eres un cabrón, le dices:
-"¿No tienen más aplicaciones los teléfonos con android?"
-"No"- te responde automáticamente y de forma categórica. "Ademas este tiene pantalla del tipo retina"
Así que dejas pasar el tiempo y vuelves a verla unos meses después. Entonces se sienta en la mesa, pone el tabaco, aparta el bolso y suena una melodía. "Disculpa"- te dice sonriendo. Y saca un teléfono con Android. Cuando termina de hablar le preguntas: "¿Y tu iPhone tan maravilloso?". "Ahora tengo este, que es mucho mejor". Y entonces decides no insistir.
Decides no insitir porque sabes que es de ese tipo: es una mujer corporativa. Hoy defiende a ultranza las bondades y maravillas de la gran empresa en la que trabaja porque se preocupa por el empleado y por la conciliación laboral mucho más que la competencia en la que estuvo antes. A aquella empresa que defendió de la misma forma que atacaba con cólera desbordada a todo aquel que no era del mismo equipo de fútbol del que ahora no se acuerda. Se hizo del de su novio, que es mucho mejor amante y persona que el último. Aquel era maravilloso hasta que se volvió un cabrón malvado aparcado en el olvido. Es la misma mujer corporativa que intenta que vayas al gimnasio porque va ella y porque es "lo que debes hacer" aunque ella había defendido durante años que andando un poco y con comida sana podía estar en forma. Es la misma que se escandaliza de que no te sepas el nombre de las protagonistas de Sex In the City o Mujeres desesperadas porque "es lo que debes ver". Es la misma que te pide aparcar un par de calles más allá para que no la vean salir de un coche de tercera mano y si la encuentras oyendo canciones de Rocío Jurado te jura que lo hace porque "es un clásico que deberías de escuchar".
Y, en definitiva, se empeña en que seas ella porque, probablemente, carece de criterio y defender sus decisiones, volátiles y caprichosas, es la forma que tiene de no sentirse perdida.
La tecnología, el deporte como mantenimiento, las series de televisión e incluso las fundas con forma de patuco que tienen los teléfonos estoy seguro que es algo que, por una cuestión de estadística laboral, las hemos creado y portado algunos hombres pero nunca nos dimos cuenta que son enfermedades que habitan en mujeres, si es que tienen desarrollado el gen del corporativismo. Y son de trasnmisión sexual porque se excitan cada vez que defienden sus posturas.
Facebook lo inventó un señorito, pero las que más granjas y
amigos tienen siempre son mujeres. Las mismas que borrarán su perfil diciendo porque lo nuevo "es mucho mejor" sin darse cuenta que hace tres días defendían, sacando las uñas, lo contrario. "Deberías de borrarte"- te dirán como si no hacerlo te castigara a vivir en el infierno.
Pd: Hay mucho varón también que hace lo mismo, pero con los accesorios del coche.