Se me acerca un amigo, joven y glamuroso, para decirme que, entre todas las actividades de su fin de semana ha estado, casi como punto álgido y en una erección de satisfacción, en el concierto de Rihanna. "!Qué espectáculo!"- me dice. "!Qué manera de bailar!"- afirma como si no hubiera visto bailar a nadie jamás.
Yo sonrío por no llevarle la contraria y con el desconocimiento completo de la concepción de espectáculo disfrazado de culturilla musical que tienen las beyoncés, las rayanas, las gagas, las espears y toda la troupe similar. Reconozco que son las réplicas, casi como terremotos, de aquel fenómeno mundial que supuso ser Madonna.
En cierta ocasión un crítico musical afirmaba que las grandes estrellas son aquellas que han hecho algo, lo que sea, por primera vez. Ponía como ejemplo a Bowie porque, en realidad, fue quien inventó el glam y el fenómeno de fans adoradoras de alguien casi de otro planeta (Véase Starman). Ponía como ejemplo a Michael Jackson, a U2 (con reservas), a Madonna y, por supuesto a esos dos grandisimos que murieron el mismo año y a la misma edad como fueron Janis Joplin y Jimmy Hendrix.
En realidad la música, como cualquier otra actividad cultural, se compone de genios y de imitadores. Luego, como en la cartelería comercial, están aquellos que hacen negocio usando las técnicas que dan dinero.
Recuerdo una conversación con el mismo muchacho en el que, afirmando que la visita de RadioHead era un acontecimiento, tuve que explicar el motivo por el que resulta ser un grupo TAN grande. También he de reconocer que el hecho que Iron Maiden tocara el dia siguiente en el mismo lugar produce un fruncido de ceño apercibible de repulsa en ese riahnoso seguidor musical que no sabe diferenciar a AcDC de los maiden o a los Rolling de los Beatles.
Y es que muchas veces la incultura es la base del atrevimiento.
A mi no me ha gustado Prince, pero reconozco que es un genio. Maceo Parker es un semidíos pero nunca tendrá el éxito que se merece. Yo veo programas de televisión y consumo música que sé positivamente que es una bazofia. Eso sí: lo admito. Supongo que es un paso.
La verdad es que nos resistimos a admitir cosas que suelen ser obvias. "Soy viejo", "Mi novio es feo", "Telecinco es escoria", "Uso internet para ver pornografía". Por el contrario el 99% de los adolescentes que van a comprarse un ordenador con sus padres de la mano afirman que lo quieren para poder estudiar y después, cuando aparecen con cinco toolbars y cincuenta troyanos, tienes que quitar el utorrent y el ares de la secuencia de inicio, tienes que recordarle que badoo no es precisamente un lugar en el que preservar la virginidad y, aún así, siguen pidiendo que lo arregles con urgencia porque tienen exámenes. Más o menos como intentar defender que Rihana es un faro musical que todo lo guía.
Es curioso admitir que en estos tiempos de sobreinformación tenemos muchos más medios para poder llegar a conclusiones ciertas sobre cultura, política, educación y arte. Sin embargo ese hecho de que sea fácil nos ha convertido en fanáticos de los virales culturales haciéndonos olvidar, como se olvida un favor debido, cual es la verdad y la historia que llevamos a las espaldas. Se nos olvida donde está lo genuino y donde los imitadores comerciales del arte verdadero.
Y, aún así, no nos da la gana admitir la verdad.
Ni en música, ni en lo demás.
Ni en música, ni en lo demás.