Hace 17 años, cuando te comprabas tu estupendo pentium100, un cúmulo de piezas aparecían en tu vocabulario: tarjeta gráfica, tarjeta de sonido, placa base, procesador, memoria, disco duro... todo ello era uno de esos misterios maravillosos que conseguían, por un arte que era difícil de entender, que sentado delante de una pantalla con un tamaño aceptable pudieras, tras el sonido agudo, ronco e intermitente de tu módem, ponerte en contacto casi con cualquier persona que estuviera tan tecnológicamente avanzada como tu.
Después empezaron a ponerse a tiro de precio los portátiles y ya habían desaparecido las tarjetas de sonido de los puertos pci para integrarse en las placas base. Algún fabricante empezó a hacer las torres más pequeñas haciendo lo mismo con las tarjetas gráficas y cuando aquella pareja venía con la ilusión de renovar su ordenador ella miraba con deseo irrefrenable al pequeño aparatito que estaba estratégicamente puesto en la vitrina cercana al lugar donde yo mismo hacía los presupuestos.
Daba igual que fuera menos potente o que incluso tuviera un precio sustancialmente más alto. La excusa que uno se busca (el tamaño del apartamento, llevarlo al piso de veraneo...) era suficientemente importante para incrementar esa querencia, como si fuera la muletilla gualda del consumo tecnológico, que (sobre todo ellas) siguen teniendo respecto de la miniaturización.
Los portátiles ganaron terreno de una manera irrefrenable al ordenador convencional que se había convertido en una rémora para algunos que no eran capaces de darse cuenta que prácticamente cualquier equipo de sobremesa puede volver a la vida por menos de 200€ (en el peor de los casos). Es un dato poco valorado que la vida media de un ordenador de verdad supera los 5 años cuando la mayoría de los portatiles, con eso de la imposibilidad física de las ampliaciones y que tiene más formas de morirse que Kenny (South Park), suelen moverse entre los 3-4 años.
He visto, como si fuera un replicante, morir portátiles sumergidos en Tequila, en Natillas, en leche desnatada. Los he visto pisados por el despertar del usuario que lo deja a los pies de su cama tras estar chateando por la noche, doblados en su toma de corriente porque nos encanta conectarnos sobre un cojín mientras estamos delante de la tele o sobre la cama (si es que, al tapar las salidas de aire no lo hemos quemado). He pasado presupuestos de cambio de panel (pantalla) de 200€ porque los fabricantes no dan facilidades para lograr ese componente. He insultado al aire porque para cambiar esa tecla rota haya que cambiar el teclado y la toma interna tenga un giro imposible que me haga pedir a Manchester el teclado en cuestion (60€+20€ (portes)+10minutos de mano de obra))
Ahora los usuarios sonríen teniendo una tablet en la mano, como si con ello fueran a ser más felices. Aparecen por la puerta con ese brillo en los ojos del que quiere sentarse como quien no quiere la cosa en la sala de espera del aeropuerto y jugar con su dedo sobre la pantalla táctil esbozando pequeñas sonrisas. Mi madre (y algún ministro de educación) cree que están trabajando duramente o culturizándose cuando, en realidad, está demostrado que el 90% del uso de un tablet es para el ocio, aunque obviamente jugar con un tablet es un imposible. (Y jugar de verdad, que no al solitario, en un portatil (de menos de 700€) también).
Todos los equipos de sobremesa terminan reparados de una forma u otra. Tengo dos estanterías para los portátiles. Una tiene equipos con cambios sencillos (wifi, hdd, algún inverter...). Otra está llena de "no merece la pena reparar" y lleva implícita la explicación de la facilidad con la que se rompen, que no hay que tenerlos encendidos a todas horas, que no hay que agarrarlos por la pantalla para llevarlos a otro sitio, que no hay que limpiarlos con la vaporetta, que no hay que pisarlos, mojarlos como si fuera un gremlin e incluso darles de comer galletas a partir de las 12 de la noche (si, también tengo con galletas entre el teclado).
Hemos empezado a acumular tablets para tirar y, sin embargo, se venden mientras me preguntan la manera de instalar el fatídico Ares o, incluso, alguna versión del medal of honor (esta consulta es cierta).
Parece un ordenador, tu cuñado te dice que es un ordenador pero, creeme, no lo es. Usarlo como un equipo de verdad lo único que va a conseguir es matarlo (de la misma forma que romperás tu coche con tapicería de cuero si lo usas todos los días para llevar sacos de cemento) aunque puedas entrar en tu perfil e incluso ver una película descargada (con otro ordenador).
Y cada vez que se rompen van directamente a la basura. Los fabricantes saben que ese usuario volverá a comprar el mismo tipo de producto. ¿Es obsolescencia?. Si, pero está tolerada por tí. El PC no está muerto, pero lo matas mientras lo vas sustituyendo por placebos tecnológicos.
Pd:Tu antigua televisión de tubo aún funcionaba cuando la cambiaste por aquella tan plana que se te rompió (sin posibilidad de arreglo factible) hace un mes. Llevo 17 años vendiendo (y reparando) ordenadores y todos los años oigo a algún "gurú" decir que el ordenador está muerto.