Mal dia para buscar

13 de noviembre de 2021

Argumentario ideal.

No hace demasiado tiempo pero sí el suficiente describí una situación en la que un tipo, después que la gente de casa se fuera a la cama a dormir, se sentaba frente al televisor para ver Intereconomía en secreto.

Hace menos se me escapó algún párrafo sobre la ordinariez de la vida y cómo, aunque pienses que el futuro es de una forma, la realidad llega y te salpica a la cara.

Y la situación del mundo actual, plagada de obviedades y tuertos que se hacen los ciegos, exagera y complementa las ideas subyacentes de aquellos textos y la base, tan absolutamente cierta como el frio del invierno, de que la integridad y la coherencia son fantasías en la gran mayoría de los casos. Como el perdón verdadero, como asumir los errores, como dar la razón cuando la tiene el otro.

Si hay que estar a favor de un mundo limpio habrá que defender las energías renovables y mirar hacia otro lado cuando hablemos de tirar las baterías de los coches al pozo de los residuos nucleares, o cuando tu jodido móvil termina en un descampado de Mali sobre el que juegan unos adorables niños pobres buscando y separando tipos de plásticos. Habrá que poner la serie de Chernóbil en la tele encendida con las nucleares francesas.

Si hay que estar a favor de la libertad sexual del individuo pongamos una Ana Bolena negra bajo el epígrafe de "drama histórico" o un superhéroe transexual cuando, hasta ahora, lo que nos importaba es que hubiera unos efectos especiales chulos y un argumento entretenido. No importa que la calidad cinematográfica sea alta pero sí que seamos inclusivos. No importa que sean los mejores los que tomen las decisiones que nos afecten pero sí que haya la mitad de mujeres, un 25% de afroamericanos, un trans, dos gays y alguien no binario. Y cuando alguien, que es mi caso, se sorprende, le cuentan que la meritocracia es un invento capitalista, contaminante y fascista.

Es entonces cuando me doy cuenta que más de uno cree que si algo tiene la etiqueta de "coche" es siempre lo mismo. Que un Renault Clio y un Porsche 911, para algunos, parece que es lo mismo como son las personas. Que los primeros discos de Tangana y la quinta de Beethoven son música igualmente. Que una vivienda y el ático de 200m en Gran Via son espacios habitacionales. Pero, hijo de puta, cuando puedes elegir te quedas el bueno. Hay solidarios que lo son exclusivamente cuando les toca recibir. Hay demasiados cortoplacistas que van dando lecciones de moralidad en las puertas de los bares jurando que el porro que se están fumando es mucho más sano que tu cigarro y menos contaminante que las ventosidades de una vaca asturiana.

Si algo ha pasado estos últimos años es que la realidad ha llegado y ha azotado en la cara a algunos. Y hay discursos que solo pueden evolucionar de dos maneras: radicalizarse o deshacerse. Claro, que como a nadie le gusta aceptar que estaba equivocado, nos empiezan a negar la verdad y la obviedad.

No bajó la luz. No nos volvimos más solidarios. No compramos masivamente vehículos eléctricos. No se compró más en el barrio. No miramos la etiqueta antes que el precio.

Lo que aprendimos a hacer es que lo que hacemos en la intimidad o cuando la realidad nos azota la cara, aquellas acciones insolidarias, contaminantes y discriminatorias, las achacamos siempre a quien no piensa como nosotros.

Y algún tipo recoge un pedido de Amazon a traves de la app de su móvil con coltán pagado con lo que pudo cobrar de un pequeño fraude a hacienda y alguna ayuda que no merecía mientras comprueba si el coche de combustión está bien aparcado. Mientras se rie en la intimidad con chistes de mal gusto y apaga interecomía para masturbarse con porno italiano amateur.

Después te habla del comercio de proximidad, las energías renovables, la igualdad entre las personas y lo miserables que son los demás.

Todo es mucho más fácil cuando en tu argumentario eliminas lo que haces y, por supuesto, la verdad.

Cuando enfrentas algo idealizado contra la realidad llena de imperfecciones, gana lo ideal. Y si es gratis, mejor. A ver si además voy a tener que pagar por el trabajo de otros con lo poco que me pagan a mi.

4 de noviembre de 2021

Josué y Erlantz

 ( os tengo abandonados, pero os puedo dejar pildorillas del libro nuevo)


Erlantz tiene más de un dedo roto. Es duro. Estar convencido de algo y haber visto demasiadas películas americanas le da cierta capacidad de aguante. En un momento, algo cansados de no avanzar, le tumban sobre una mesa, inmovilizándole de manos y pies. Un tipo se acerca con una especie de regadera sin alcachofa. Le tapan la cara con un paño y empiezan a verter agua sobre su cara, tapándole la nariz y la boca con ella. No se ahoga pero sufre la misma sensación que se tiene justo antes de desfallecer bajo el océano. -Esto me lo enseñaron los tipos de Guantánamo- le decía mientras volvía a llenar el agua.

Josué, que así se llama el tipo que sabe de Guantánamo lo que vió en tres videos de Internet, es pulcro y obediente. Nadie le obligó jamás a ser la persona en la que se ha convertido. Tortura a alguien como si parte unos troncos para la leña o te ayuda a subir un sofá a un cuarto piso. Es, casi en la definición del término, una bestia. Le gusta ser así. Se siente importante y en realidad es un arma con camiseta. Nació, casualmente, al sur de Madrid. Podría haber nacido en Kabul o en Medellin pero tuvo a bien hacerlo allí. Nunca fue un niño brillante, al contrario. Disciplinado, limpio, ordenado, educado pero brillante no. Y los niños, entre ellos, siempre son crueles. Así que le tocó ser al que pegaban en el colegio, al menos los primeros años. No porque tuviera gafas o fuera gordo, porque no lo era. Solamente porque era algo más lento que los demás y porque a alguien hay que pegar. Claro que, como sucede con los chicos, a eso de los diez o doce años empezó a hacer deporte y eso le resultaba fácil. Repetir ejercicios de manera cíclica no era lo mismo que hacer quebrados. Eso hacía. Con ello sintió que algo le salía bien y, además, ganó una importante masa muscular. Casualmente el resto de los niños, que son crueles pero cobardes, dejaron de pegarle porque ahora podía defenderse. Y aquellos que se divertían con su sufrimiento le invitaban a abusar del nuevo niño objetivo. Así que se sentía importante y, exactamente igual que con el deporte repetitivo, aprendió a sobrevivir ejecutando órdenes sencillas. En realidad daba igual pegar a un niño de quince años, enfrentarse en una estación de metro con una banda de sudamericanos o coger a su mujer y los niños para mudarse a Bilbao gracias a un trabajo en seguridad que le consiguieron. Claro que cuando Eta en el 2011 anuncia el cese de la violencia armada se queda sin trabajo y va dando tumbos entre puertas de discotecas, campos de futbol y conciertos. Ahora ha vuelto a sentirse algo parecido a importante y su mujer ha visto en sus ojos el brillo de que todo volverá a ser como antes: viéndole codearse con las personalidades, de traje e imponente en la televisión. Ganando una buena cantidad de dinero. Cambiar de coche. Eso les vendría bastante bien.

-Josué- suena desde un lado.

Se acerca y le susurra algo al oído. Él vuelve a Erlantz y le quita el paño. Comprueba las bridas que le sujetan y dice “tú no te vayas”. 

Al cabo de un rato reaparece. “Todo solucionado”- le dice sin pudor a su compañero- “A Gloria se le ha parado el coche llevando a la niña al colegio”. “Joder”- dice para sus adentros pero se le oye- “Tengo que cambiar de coche”.

-Bueno- y le mira a Erlantz- Siento el retraso. ¿Por dónde íbamos?

Josué sabe que los trabajos jamás se dejan a medias. Lo que no sabe ninguno de los dos es que si hubiesen nacido en lugares diferentes se iban a encontrar en la misma situación pero con los papeles cambiados.

-Por tu puta madre- responde Erlantz con las fuerzas que ha ganado en los anuncios de la película de su tortura. Al borde de las bridas, su reflejo, agarra el cuello, tensa el codo, le mira con la misma compasión de Amon Goeth, históricamente reconocido como “el carnicero de Cracovia”, y le parte la rodilla de un golpe seco.

Los Beatles tenían a los Rolling. Los Eagles a Lynrynd Skynryd. Blur a Oasis. Nirvana a Pearl Jam. Beyonce a Lady Gaga. Platero a Extremoduro. La Pantoja a la Jurado. Kortatu a los Nikis y los Lehendakaris Muertos. Josué a Erlantz.