Basado en hechos reales:
El primer crédito que me dieron, allá por el año 1994, me lo dieron en unas ventajosas condiciones del 13% en un banco (que ahora no existe) que decía que apoyaba a los jovenes emprendedores. Por aquel entonces mi abuela vivía de los intereses que le daban sus ahorros. Es más, el Banco Bilbao le mandaba unos relagitos chulísimos todas las navidades.
Así que no tuve ningún sueldo durante un año entero y devolví el crédito como un campeón en menos de 12 meses.
Después contraté a un empleado. No sabía lo que era ni la responsabilidad que lleva consigo, pero si quería vivir de esto debía arriesgarme poco a poco. Ese empleado se convirtió en 10 y el crédito bajó exponencialmente al volverse una cuenta de crédito con un interes cercano al 5% (sobre lo dispuesto). Supongo que eran, como decía mi abuela, las épocas de las vacas gordas.
Se pagaba todo, te pagaban todo y los clientes entraban con soltura por la puerta con sus billetes en la mano. Empleados sin experiencia ganaban 1200€ sin problemas y había dinero para todos.
Entonces algo se torció.
Uno de aquellos cogió una baja por estrés laboral el día que le dije que no iba a cobrar más. Otro, con un supuesto problema de rodilla, se iba a jugar al baloncesto con el primero y yo empecé a recibir cartas de sindicatos hablando de categorías laborales y de normativas sobre la hora del bocadillo. Pregunté cuánto dinero nos quedaba pero no quedaba mucho porque, en realidad, habíamos crecido a base del sustento bancario del endeudamiento, que es como tener una amante que no te abraza el dia que lo necesitas.
Las dos bajas se convirtieron en 4 (3 firmadas por el mismo médico) y nunca llegué a entender el motivo por el que ni los clientes, ni la organización, ni haber conseguido financiación al 3%, ni haber apostado por contratos indefinidos como muestra de que somos un equipo se volvió en nuestra contra hasta que mi soció reventó y abandonó el barco.
Entonces comenzaron los buitres de la abogacía. Me dejó la novia. Se me rompió el coche. Me reservé una silla en el juzgado de lo laboral y el equipo que había llegado a 22 se había quedado con 2 personas que apretábamos los dientes cada mañana para seguir adelante después de ver cómo la leche de aquellas vacas gordas se había ido por el sumidero de las indemnizaciones que pagaron viajes a Brasil, alguna playstation y coches con alerón, doy fe.
Decidi volver a empezar, 10 años más viejo.
Contraté con cuidado y no volví a fiarme de los golpes de suerte. Aprendí los convenios, me hice amigo del abogado, seguí trabajando 10 horas al dia seis días a la semana.
Y volví al banco a pedir dinero.
Me lo dieron (hace un año), pero al 6% y en una cantidad menor y con caducidad.
Hace unas semanas volví a renovar el crédito. Me pidieron el 8% contándome que la prima de riesgo impide la financiación del banco. "Eso o nada". Sentí que era "eso o morirme".
Y cuando eres pequeño no sabes si prefieres morirte de golpe o morirte poco a poco.
Para el banco será mucho más rentable la decisión que tomé, que es morirme poco a poco, como todos los autonomos que siguen luchando y aguantando el temporal que le llega en los momentos buenos y en los momentos malos, porque son la primera línea de fuego en el campo de batalla del mundo capitalista.
(Un mundo que si no hubiera sido como fue ahora tendría 22 puestos de trabajo más, al menos por mi parte)