Hace unos años, antes incluso de que la crisis afectara a todos y no solamente a los pobres, una amiga de una amiga se alteraba y se preocupaba porque no encontraba trabajo. Quería ser visitadora médica, ganar un mínimo de 30mil al año, coche de empresa, 6 semanas de vacaciones y además estaba muy triste porque no había encontrado al hombre de su vida.
Otros, mucho menos ambiciosos, teníamos las manos llenas de heridas de abrir y cerrar cajas de metal barato con el que se hacen los ordenadores de sobremesa.
He de reconocer que tras años de espera encontró a un buen muchacho y un trabajo aceptable en el que puede lucir zapatos de tacón que resaltan sus formas y asegura, sin dar cifras, que vive muy bien pero nunca le vi pagar dos rondas seguidas.
Cuando veo las
fotos de Cuba siempre me queda ese pequeño saborcillo a grandes épocas pasadas, como si fuera la
sección de abandonos de Fogonazos, en el que una población que ha agudizado el ingenio sobrevive con la tranquilidad de tener que estirar sus preciadas posesiones de tiempos mejores mucho más allá de la obsolescencia programada de la modernidad.
No es extraño pensar que en el futuro de recortes, prieteces, estiramientos temporales de neveras que hacen ruido por la noche y pagos a plazos del ascensor de la escalera lo que nos quede por delante sea algo parecido al extremo cubano.
En la cola para pagar de los centros comerciales no ves a nadie con grandes y carísimos regalos. En las calles no te encuentras televisiones de tubo abandonados que han sido sustituidos por carísimos monitores 3D con internet. Todos esos productos se han ido a satisfacer a la pudiente clase media China y yo me paso el dia recuperando para la vida a reliquias con corazón de Pentium III que respiran tan mal como una trucha sobre la barca recien pescada. Técnicamente hablando una tablet, que es un producto de ínfima potencia pero muy cool, es un buen ejemplo del usuario que quiere sentir lo nuevo por menos importe que pudiera suponer lo de verdad
¿Nos vamos a convertir en una sociedad en la que los niños, como se hacía hace 40 años, hereden los abrigos de sus hermanos, los libros de sus primos y las madres aprendan a coser coderas y rodilleras para ir al pueblo con el coche de toda la vida de la familia?. Probablemente. ¿Es malo?. Probablemente no.
Como es lógico y es lícito la aspiración humana siempre puede querer más. Un trabajo adecuado a nuestras aspiraciones. Una remuneracion apropiada. Una cantidad de sexo aceptable. Una piel suave. Unas vacaciones pagadas. Un climatizador. Una tele LED con sonido envolvente. Una erección de más de dos horas. Un orgasmo de más de los 18 segundos que dicen que tienen las mujeres (contra los 3 que nos dura a nosotros)
Yo he revisado mi coche, aquel que me compré hace una buena cantidad de años y cuando quiero climatizarlo bajo las ventanas. Estoy en terapia para aprender a valorar los 3 segundos de felicidad que me quedan, prorrateando, una vez al mes y sigo con heridas en las manos.
Aspiro a más, me merezco más. La preparación que me guardo y los conocimientos que despliego así lo afirman. Me gusta quien soy pero no donde llegué, porque, como a ti, me parece insuficiente. Tengo un amigo que siempre se quiere follar a la más espectacular. Yo aprendí que la felicidad nunca está en ese camino porque cuando se desnudan te decepcionan y además no entienden tu humor.
Afortunadamente para mi y aunque siempre ha sido por debajo de mis aspiraciones no he dejado de trabajar nunca. Soy un privilegiado que cuando podía ganar 100 también gané los 50 que gano ahora. No me pedí un crédito para la playstation que no tengo, el smartphone que no tuve, ni para comprarme un BMW M3 con las pagas extra de una obra en la que estuviera levantando tabiques sin el título de albañil. Considero que en los años que nos quedan por delante habrá que mirar a los ajustados años 60 más que los despilfarradores años 90, porque estoy seguro que las coderas y las rodilleras se van a poner de moda.
Y los coches clásicos y, espero, el pensamiento racional en el consumo y los trabajos bien hechos.
Ahora solo queda dejar de quejarse y aprender a hacer las cosas bien para que nos duren más. Si hablamos de empresas, de negocios y de algunas personas sin seis créditos personales para pagarse las vacaciones, ese era el camino correcto. A todos aquellos que se creyeron que se merecían vivir por encima de sus posibilidades, que se jodan.
Ahora tenemos un único camino. Estoy convencido que no tiene por qué ser infeliz porque nadie dijo que la felicidad fueran 35 días de vacaciones o tanta nómina al mes, sino 52 semanas al año: de vida.