Mal dia para buscar

12 de octubre de 2011

Era dulce, acabó amarga.

Han publicado un estudio que viene a decir que aquellas personas que tienen cierta deferencia por los sabores dulces o, por ejemplo, el chocolate, son vistas por los demás como más tiernos, más agradables. Es como decir que si te gusta el dulce eres dulce. Es como decir que si tu novia te regala una caja de bombones quiere que te vuelvas más cariñoso y que si te llevan a cenar a un restaurante mejicano (o indio) es que esperan algo picante de ti, si es que le intentas buscar algo positivo porque puede que quieran que te quede el saborcillo fuerte durante varios dias, quien sabe.

También podría ser, si te pides un Gin Tonic, que te gustan las cosas con sabor amargo (por eso dicen que es la bebida favorita de las divorciadas). Lo cual, dependiendo a lo que lo asocies, podría ser picante y, en consecuencia, hasta una resaca dulzona.

Parece ser que las zonas que se estimulan en el cerebro con el sentido del gusto pueden llegar a parecerse a las del placer. Decían que la zona del cerebro que se activa cuando se gana compulsivamente dinero es idéntica a la que se activa cuando se consume cocaína de la misma forma. Cuando nuestro organismo está carente de alguna substancia reacciona placenteramente a la ingesta de la misma. Dicen, los que estudian estas cosas, que hay cuatros sabores básicos -el dulce, el amargo, el salado y el picante- y son procesados por distintas áreas de la materia gris.

Aunque probablemente el estudio inicial se asocie a la interpretación cultural que tenemos de dichos sabores. Si vives en la casa de la piruleta, justo al lado de la esquina de chocolate en el barrio de la guinda, cuando te den a probar un entrecot con patatas fritas es probable que tu sentido del placer llegue a estados nunca conocidos con tanto azúcar. Al fin y al cabo lo que siempre triunfa es lo diferente, si es que nos remitimos al concepto del placer.

Lo curioso de todo es que hay momentos en los que asocias sabores distintos a los mismos elementos, aunque sean de diferentes personas. Soy capaz de recordar fuertes sabores y días en los que aquello sabía a agua mineral (sin gas). Recuerdo muy dulces los primeros labios que besé e incluso el salado gusto que me podían dejar algunas pieles sudadas a mi lado en la cama. Recuerdo cómo hay quien disfruta escondiendo sabores con chocolates blancos o caramelos de menta. La televisión está llena de sabores a piña colada para resbalarte antes de dormir, justamente antes de despertarte o, si tienes suerte, a media noche. La media temperatura de algunos sitios y la cara con la que miras y te miran si tienes la suerte de tener algún espejo que, probablemente, también tenga el sabor que impregna algunas habitaciones en las que nos damos banquetes.

"Era una chica muy dulce". "Era una relación amarga". "Fueron unos meses de miel". "La despedida supo a derrota". También es un sabor: el contrario a los Peta Zetas de la primera vez.

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