Mal dia para buscar

30 de mayo de 2012

Eramos lo que escuchábamos

Enrique Guzmán (1943) formó en Mexico Los Teen Tops que fueron, en definitiva, un grupo de éxito adaptando los éxitos de rock&roll americano que consumían nuestros padres cuando en España estaba prohibido triunfar en inglés. De ellos viene la letra de La Plaga, Popotitos, Presumida, Speedy Gonzalez y muchas otras canciones que somos capaces de recordar más de 50 años después, al menos más de uno.

Lo cierto es que a lo largo de aquella época las canciones llamaban a ese contagio de felicidad y ganas de vivir necesario para sobrellevar los rigores de haber pasado por una guerra nuestra, otra de todos los demás y las consecuencias de que hubieran ganado, por lo menos en un caso, los menos indicados. Eso no quita que a mi madre, de la que soy fan cuando ahora supera los 80, se le iluminen los ojos al contarme cuando se iba a bailar a más de un baile universitario donde le salió más de un novio que quedó automáticamente olvidado el día que conoció a mi padre.

Supongo, porque no tengo constancia más allá de lo que me han contado y lo que he leido, que eran unos tiempos en los que había que disfrutar al máximo de las pequeñas cosas que uno podía disfrutar, aunque fueran, casi como una camisa china, copia del original. Miguel Rios fué nuestro Enrique Guzmán particular hasta que descubrió el europeismo máximo y la venta de discos de 1970 en todo el mundo con el Himno a la Alegría.
Después, muerto Franco, empezamos a volvernos exultantemente prolíficos como cuando sueltas al perro por el parque y empieza a correr sin rumbo. Almodovar y Alaska, que son dos tipos bien listos porque siguen ahí, cantaban "Suck It to Me" o demostraban el atrevimiento contenido que palpitaba en el corazón de cada españolito usando la capacidad creativa de Mcnamara o del gran Berlanga.
Por supuesto que desde entonces la música ha pasado por muchas fases. Cuando el dictador estaba cerca de morirse aparecieron un buen puñado de sosísimos cantantes con guitarra y olorcillo a porro a los que se les llenaba la boca con palabras como libertad e igualdad. Yo mismo tengo aún en el cerebro más de una letra de Pablo Milanés o Silvio Rodriguez, al que odié un poco cuando me contaron (verdad o no) que vivía como un jeque en la pobrísima Cuba pero al que perdono cada vez que oigo "quien fuera". Tuvimos a Rosa leon, a Cecilia, a Sabina sentado en una pared en el programa de Tola más o menos por la misma época en la que Mercedes Milá hacía periodismo y no espectáculo deprimente, pero los tiempos han cambiado casi lo mismo que ella.

Luego entendimos muy mal el concepto del glam o de la modernidad, porque Locomía se puso de moda y mientras en el mundo triunfaba el pop y los nuevos románticos nosotros alternábamos los éxitos de Georgie Dann con el Ibiza Mix sin darnos cuenta que el punk de Siniestro brillaba por si mismo o que incluso Miguel Bosé podría llenar las inquietudes musicales de algunos. Claro que nos encantaba, por aquel entonces, creer que Laura Pausini, Complices (ese mal resultado de descafeinar a Golpes Bajos) o Presuntos Implicados eran la punta de lanza de algo.

Sin embargo esa era la música que nos arrastraba y la que, probablemente, generaba nuestros estados de ánimo hasta reconocer que casi todos dedicamos aquella canción de Rosana o el "dime que me quieres" de Tequila, a alguien.

De un tiempo a esta parte, como si fuera la degeneración espontánea de los asuntos de viejunos que ya no interesan a las nuevas generaciones, la música se ha ido convirtiendo en un sonido que acompaña a los anuncios o que tapa el sonido atronador de un BMW de tercera mano con algún niñato al volante. Quizá ha vivido la misma degradación que ha sufrido, a golpe de talonario, la lista de los 40 principales que antes tenían a U2 y ahora a Pablo Alborán. Antes los locutores sabían quienes eran Oasis, Billie Holiday, Neil Young, Miles Davis, Jimmy Hendrix o Van Morrison y ahora se confunden entre Nike y Adidas, entre "Hombres, mujeres y viceversa" y "Gran Hermano".

Aún así existe un grupo aceptablemente interesante que sigue buscando (y encontrando) a quienes continúan soñando con sobrevivir en el mundo de la música actual sabiendo positivamente que la masa sorda idolatrará a ídolos con pies de barro y remezclas sin instrumentos pero con una mercadotecnia potente. De la misma manera que a más de uno no le suena Góngora pero habrá comprado el libro de Mario Vaquerizo (y se creerá un intelectual) tenemos que admitir que Iron Maiden y Los Ramones se han convertido, para muchos, en marcas de camisetas.

Y que la banda sonora de la España más actual fluctúa entre los herederos de Rocío Jurado, las múltiples formas que tiene de mostrarse la maldad operacion triunfo, la miseria del regetton que quieren llamar hiphop, más de un nostálgico del pop tontuno de los 80 y cien millones de grupos tristones que se han colgado la etiqueta de Indie.

Es decir, que si somos lo que escuchamos nos hemos convertido en una sociedad sin ninguna dirección.

Dentro de unos años no tendremos nada en común los unos y los otros. Mientras, mi madre y sus amigas aún mueven los pies cuando escuchan a Enrique Guzmán, mi hermana mayor sonríe cuando tararea Perlas Ensangrentadas y mis compañeros de trabajo y yo vivimos la crisis pasando de los Smiths a los Black Crowes. En ese momento el más joven de la empresa nos pregunta, sorprendido, qué es lo que suena.

Y no, no tiene ni idea. Tampoco es capaz de diferenciar a los Rolling de los Beatles.

Quizá es que las referencias que perdurarán serán los memes de internet que nos hacen reir y no la música que oímos pero no escuchamos.

Te lo digo dentro de 10 años.

29 de mayo de 2012

Javier y el exilio

Javier Krahe (esto es un link) ha dicho en el juicio que tiene por Cocinar a un Cristo (en 1977) que si le condenan, se exilia.

En realidad es uno de esos juicios absurdos amparados por la exaltación de lo justo y lo necesario, grande y libre que vivimos con tremenda cotidianeidad, como si en este pais se pudiera demandar a cualquiera que te caiga mal, sobre todo si eres de esos derechones (o izquierdosos) que se creen en posesión de la verdad suprema porque Dios (sin IBI) (o la globalidad de los pobres y Apple) está a tu lado.

Se puede demandar a todos los vascos y a todos los catalanes porque han aprendido a silbar.
Se puede demandar a los homosexuales porque se han alejado del sacrosanto camino de la verdad.
Se puede permitir que los comercios chinos hagan lo que les de la gana pero no se puede permitir que algún desaprensivo edifique una mezquita, porque los moros siempre han sido muy malos.
Se puede ayudar a un banco y permitir deshaucios injustos mientras se muere la investigación
Se puede demandar a uno que se pregunta el motivo por el que hay muertos en las cunetas sin haber demandado al asesino.
Se puede, incluso, seguir pensando y diciendo muy seriamente que el 11-m fue ETA.
Se puede, además, mantener todo eso mientras tiras el dinero público sin ninguna Esperanza de recuperarlo como un mensaje en una Botella.

Nos encanta proclamar que no somos racistas, ni machistas, ni belicistas... vamos, ningún "ista" en general... pero si hay alguna pequeña mota de polvo que nos toca las narices nos vamos correteando hacia el juzgado más próximo con la indignación en una mano y con la estupidez en la otra haciendo gala de la intransigencia que algunos confunden con libertad y que son los mismos que creen que la libertad consiste en hacer lo que ellos consideran correcto.

Será que han oído muy poco de las grandes enseñanzas del gran Javier Krahe porque pasaron de los pasodobles al regetton

A ver donde te exilias, Javier. No nos dejes solos con Belen Esteban.

28 de mayo de 2012

Corrompámonos al 94%

Me he enterado de rebote que existe una cosa llamada el "índice de percepción de la corrupción" que mide la percepción de corrupción que se siente a cerca del sector público en cada uno de los paises del mundo. En el número uno está Dinamarca y España el nº 30 que es, más o menos, en la frontera existente entre los países desarrollados y los grisáceos estados de segunda fila.

También leo que el 94% de los directivos españoles consideran probable la utilización de "atajos" (sobornos, regalos...) para la consecución de sus objetivos frente al 56% de la media europea.

La primera vez que me vi involucrado en una especie de soborno fue, aproximadamente, hace 17 años.

Presenté un proyecto de implantación informática en un departamento universitario. Incluía un buen montón de cable de red, una serie de equipos, un sistema integrado de impresión y unas cuantas cosas más. Ajusté los costes, comprobé una y cien veces el cumplimiento exhaustivo de todos los requisitos de la instalación solicitada y me presenté orgulloso con el proyecto en dicho departamento donde conocía a uno  de los responsables. Unos días después dicho responsable me llamó. Me citó, como se citan los mafiosos, en un bar. Allí me estuvo explicando, mientras se lo bebía, el arte de la creación de un buen escocés y las diferentes capas que lo componen. Más tarde y a media copa, sacó mi presupuesto.

-"Veo que no sabes hacer prespuestos"- me dijo sonriendo.
-"¿Por qué?"- pregunté como un estudiante que ha cometido un error infantil en su examen
-"Vamos a ver...¿cuánto cuesta un portatil de última generación?"- preguntó- "¿200.000ptas?"
-"Más o menos"- respondí.
-"Pues pones un poco más de cable de red por aqui...y subes el precio de este servidor de impresión junto con un poco más a cada equipo y mil pelas más cada hora de mano de obra..."- dijo mientras tachaba y corregía con un bolígrafo dorado- " !Y ya está!"- sentenció sonriendo.

Dos días después estaba en su casa, mientras mi equipo ya empezaba a tirar cable de red, desembalando un portatil de 200.000 ptas.

Reconozco que me sentí mal pero también tuve la sensación de que esa era la única manera de conseguir aquel trabajo. Reconozco que negarme a sobornos o fraudes contables me ha hecho perder mucho dinero todos estos años pero, en ese sentido, duermo más tranquilo que un jardinero fiel.

La corrupción es una de esas actividades miserables que se parecen a conducir a más de 120km/h en algunas partes de autopistas: si vas más despacio la conducción empieza a ser peligrosa.

Deduzco, porque nada es definitivo ni infalible en cuestiones de ética, que la corrupción mayor o menor está directamente relacionada con la moralidad del individuo y con las reglas del juego que queramos cumplir mientras asumimos los riesgos. Por una parte existen los corruptos profesionales que no tienen excusa alguna para salir airosos del juicio moral (y judicial) al que deben ser sometidos. Pero por otra parte estamos en una situación en la que más de 170.000 empresas han bajado la persiana y de esa cantidad global muchas se han visto arrastradas por la quiebra de algunos que se han descubierto como grandes defraudadores en forma de constructora o por impagos que no deberían de haber tenido fruto toda esa dinámica indecente que consistía en gastar lo que no se tenía. En ese caso más de una empresita se encuentra en la disyuntiva moral de plantear cierto grado de fraude para poder seguir adelante.

¿Es éticamente aceptable?

Viene a ser como la excusa de robar para comer. Sigue siendo un robo. El 94% de los directivos españoles está, más o menos, de acuerdo. Yo sigo siendo uno de aquellos idealistas que creen que si haces bien tu trabajo sales adelante pero la semana pasada cerró una empresa, ahogada por los impagos, que tenía la misma política que yo.

Nunca sabes si la próxima ficha que se caiga del domínó vaya a ser la tuya. Hoy en día me deben bastante más dinero del que debo yo y los bancos se han convertido en algo parecido a un amigo de los de "me tienes para todo" que no te puede atender. Tengo, literalmente, los huevos de corbata creyéndome en el 6% porque en este lado del rio ético se está muy solo.

26 de mayo de 2012

Hombres, mujeres e Hipermnesia

La hipermnesia es la enfermedad de recordarlo todo.

Yo no la tengo por muchos motivos. Uno es porque tengo que pararme a pensar en el dia del cumpleaños de mi madre y soy capaz de recordarlo si lo asocio a algún otro dato que sea de más facilidad para mi. En realidad la memoria o la manera que tienen los recuerdos de quedarse en nuestro cerebro es un misterio insondable. Cuando entras en una fiesta, dicen, los hombres pueden recordar perfectamente la ubicación de las puertas de salida y las mujeres los acompañantes de cada pareja. Afirman que eso es debido a que en el fondo somos unos neanderthales donde los hombres salían a cazar y aprendían como escapar de los mamuts enfurecidos y ellas cuidaban de sus niños en las cuevas, por lo que conocer la ubicación de cada uno mejoraba las posibilidades de supervivencia.

Hoy en día yo puedo decirte los títulos de los discos que hay en tu salón o la marca y modelo de tu ordenador y más de una habrá adivinado al llegar y de una miradita la tienda donde compraste las cortinas.

Una de las situaciones que más puede atormentar a un hombre es que le cambies la contraseña del ordenador por la fecha del día en el que os conocisteis. Una de las cosas que muchas mujeres son incapaces de recordar es la marca y modelo del coche en el que viajaron, aunque recordarán perfectamente el color. Es más, podrán recordar hasta la tonalidad del color porque, a diferencia del espectro masculino, azul turquesa, azul cielo y azul marengo son diferentes.
CONTRASEÑA

La hipermnesia es una enfermedad, y así está definida, porque recordar cada minúsculo detalle de tu vida puede llegar a ser especialmente doloroso sobre todo porque aquellas cosas que duelen tendemos a olvidarlas (me refieron a las personas sanas) con mucha más facilidad.

Supongo que ellas olvidan de una manera más global y cuando te olvidan lo hacen de manera grupal llevándose por delante lo bueno y lo malo. Nosotros nos olvidamos de las mil millones de putaditas y nos quedamos con algunas risas y la imagen fotográfica mental de la desnudez, porque somos pornógrafos y no nos gusta perder.

Pero si te la encuentras diez años después por la calle y le preguntas cual fue el dia en el que os conocisteis y qué ropa llevabais puesta, acertará. Además te recordará que te dejó porque el siete de marzo quedasteis para tomar una cerveza y a ti se te olvidó (porque eres un miserable desaprensivo).

Las mujeres de tu vida son, genética y en referencia a las relaciones que tienen contigo, hipermnésicas.

Al menos para las cosas que los hombres no son capaces de recordar.

25 de mayo de 2012

Mi vida como un chino


Como es de suponer resulta una frase tremendamente desafortunada. Primero por hacer esa diferenciación entre "ellos" y "nosotros" como si las reglas del juego fueran diferentes. Después por hacer hincapié en esa idea tan actual y machacada por la crisis en la que los ciudadanos somos piezas generadoras del dinero necesario para seguir engrasando un sistema algo reseco.

Cuando yo era pequeño fui un niño aplicado. Recuerdo que estudiaba cuando había que estudiar, comía cuando tenía que comer y dormía cuando mi adorado progenitor lo estimaba conveniente. Es más, podría llegar a afirmar que incluso jugaba cuando, a que y con quien se consideraba oportuno. Se podría decir que vivía bajo el gran hermano (al estilo Orwell, que no Milá) que había decidido por mi (creyendo que su acción era la adecuada). Así que hoy no tengo un recuerdo especialmente feliz de mi infancia pero poseo un currículum del que podría sentirme orgulloso. Es más, trabajo como un chino porque lo tengo grabado a fuego como la manera correcta de hacer las cosas y porque soy tremendamente autónomo.

Pero se me olvidó aprender a ser feliz y a distinguir aquellas aficiones, aquellos juegos e incluso a tener  amigos que es algo que un niño tiene marcado en su propia identidad de ser social, que es lo que somos.

Ahora, que estoy aprendiendo a relacionarme con la gente de una forma natural, mi psicólogo es rico.

Y creo entrever que muchos de nuestros dirigentes se empiezan a comportar como mi padre olvidando que una persona es mucho más que un generador de dinero y de impuestos.

Porque somos seres sociales. En la literatura griega existe una historia en la que a un personaje se le castigaba, por parte de los dioses, a repetir eternamente la misma conducta errónea.

Cada vez veo más chinos en discotecas y menos "autóctonos" divirtiéndose, Sr Azkuna.

24 de mayo de 2012

Eurovisión, cuervos y orgullo

En 1974 ABBA (que llegó a factura más que Saab convirtiéndose en la primera empresa sueca) ganó Eurovisión con 302 votos. De eso hace 38 años. España se presento con Peret, que sacó a relucir el "canta y sé feliz" quedando décimos de 17. En el festival de la OTI del mismo año quedamos cuartos con una cantante llama Lia Uyá, porque la OTI era el festival donde secábamos nuestras lágrimas europeas.

Si tengo que recordar el festival de Eurovisión me viene a la mente Martes y Trece imitando el Lalala de Massiel (1968) y a toda la familia alrededor de la televisón deWalt haciendo apuestas en el apasionante momento de la votación mientras esperábamos que Portugal nos votara un poco más. En realidad la votación de Eurovisión siempre ha sido el momento más emocionante.

Después vivimos la humillación estatal de sacar 0 puntos con Remedios Amaya en 1983 tras habernos creído capaces de todo organizando el mundial de futbol al estilo naranjito un año antes. Fue, hay que admitirlo, un "Zas, en toda la boca".

Después, casi como si fuera un efecto postraumático, casi nadie es capaz de recordar mucho de Eurovisión. El "bailar pegados", quizá. A David Civera (que es un tipo encantador). Quizá recordar a las Azucar Moreno exigiendo que, cual estrellonas incomprendidas, les dejaran repetir la actuación. Por supuesto que  ver que Europa no sentía fascinación por nuestros ganadores de Operación Triunfo tampoco ayudó.

Del resto, poca cosa. Sabemos que llegaron cien países del este que se votan entre ellos, como los familiares que se casan entre sí y descubrimos gracias a la mente preclara de Jose Luis Uríbarri que cualquier cosa era más importante que una buena canción.

Como muchas cosas de la vida el éxito no suele ser para el mejor sino para el mejor relacionado.

Y como otras cosas de la vida, casi como una boda, existe una línea finísima entre la elegancia de esos vestidos largos, esa orquesta en el foso ante cantantes de voz para premio y ver a Rodolfo Chikilicuatre con la guitarra de un chino haciendo eso de que "como no voy a ganar me voy a reir". Hay una delgada línea entre la admiración por el lujo que podría tener Grace Kelly o la voz de Barbra Streisand y los modelos que llegan en coupés de segunda mano con alerones a una boda gitana mientras dentro se canta a gritos "paquito el chocolatero" o su equivalente croata.

Con este festival se ha vivido el desgarro moral que puede sufrir un ladrón de guante blanco cuando descubre que ha dejado de robar brillantes para quedarse, como un cuervo ciego, con una colección completa de complementos de Bijou Brigitte.

Tuve una amiga, de esas que te duran hasta que uno va hacia la izquierda y el otro a la derecha, que trabajaba en una de aquellas tiendas de bisutería barata y aparente. Me confesaba que sus mejores clientes no eran las señoras ansiosas de poder cambiar a diario de enjoyamientos. Sus mejores clientes eran un par de strippers, algún pastillero poligonero despistado y todo el grupo de plumadas mariconas que frecuentaba la zona y se volvían locas con los brillos y los reflejos.

Las mismas que esta semana se hacen llamar eurofans.

Porque Eurovisión se ha convertido en la ceremonia del orgullo gay si lo vemos desde el otro lado de la televisión, aunque TVE siga diciendo que es un festival de la canción.

Cuando presentemos a la reina drag del carnaval de Tenerife ganamos, seguro.

23 de mayo de 2012

Domingos, hijos, felicidad y valentía

Creo que era un domingo luminoso. Ni siquiera era mi casa. Dejé los pasos atrás haciendo ventosa sobre el parquet del pasillo y aproveché el conocimiento previo que tenía de la cocina. Hice café con una de esas cafeteras italianas pequeñas que viven en las casas de las solteras y me dispuse a preparar un par de tostadas. A mi espalda, casi como una aparición, llegó con unas zapatillas blancas, el pelo despeinado y un albornoz. Su culo se movía despacio mientras se apoyaba sobre media naranja exprimida. El motor del exprimidor lo llenaba todo y cuando me quise dar cuenta sobre una pequeña mesita había dos manteles, mantequilla de esa que se compra envuelta en papel, un par de cucharillas, el azucarero blanco, una vasija también blanca y pequeña con leche y ella sentada en la silla del centro. Yo me senté en un lado de la mesa y untamos las tostadas convirtiendo lo blanco de la mantequilla en esa grasienta y amarillenta capa que abriga al pan como un papel transparente.

-He pensado- me dijo y la miré- que me gustaría tener un hijo.
-¿Cuando?- respondí
-En verano.

Lo siguiente que recuerdo es que todo se estropeó.


Deduzco que es el beneficio que produce la valentía que no pude, no quise o no tuve mientras alargo mi adolescencia hasta límites insospechados.

22 de mayo de 2012

Aguirre y la demostración de la igualdad de sexos.

Ayer lei una frase, atribuída a una mujer con poder y referente a la igualdad de sexos, que decía: "La igualdad de sexos tan sólo se habrá logrado cuando pongan a una mujer inútil en un cargo de responsabilidad".

En España, que en eso de los sexos hemos dado pasos de gigantes en los últimos años, tenemos a Esperanza Aguirre.

Deduzco, entonces, que hemos llegado a la igualdad de sexos.


Supongo que por eso dicen que el fútbol es algo más: una espoleta para los idiotas.

21 de mayo de 2012

No, no es la mejor generación.

Llegados a este punto quizá ha quedado bastante claro para más de uno que cuando un pais o un continente entero se dedica a pensar que el dinero es un bien infinito por el que solamente tienen que luchar los pobres pero nosotros somos ricos y nos llueve de las nubes subvencionadas... nos vamos directamente a la mierda que es donde estamos ahora.

Y donde estamos es en un punto de excusas y quejas, de rabia y eliminación de la culpa porque vamos a tirar por tierra la mejor generación que hemos tenido nunca.


Porque aunque es cierto que tienen más títulos que nunca también me puedo sentar a pensar que cuando yo estudiaba la carrera el padre, también ingeniero, de mi compañero de pupitre se entretenía haciendo las integrales eulerianas que teníamos como ejercicios y yo, a día de hoy, juego mejor al Angry Birds que hacer un integral sencilla.

Probablemente aquella notaza que saqué en cálculo de segundo se quedó en el mismo sitio que mis apuntes: olvidados.

Tenemos una generación que ha vivido al abrigo de esa titulitis que nuestros padres nos inculcaron porque en su época tener un título era sinónimo de éxito y exclusividad. Hoy en día, en el que casi todo el mundo tiene una orla en su casita, tener un título es una razón más para quejarse. Tienes un título, dos máster, tres o cuatro idiomas y aún no has llegado a los 30. Tus padres están orgullosos y te sientan en una mesa con una integral euleriana para resolver.

Y no puedes.

Porque hemos estudiado como caballos desbocados al galope para la consecución de un título pero, ¿quisimos aprender?.

Ni siquiera me pregunto si la mayoría se preocupó por pensar durante todos esos años en los que a la sociedad española lo único que le importaba era cagar titulados desde un, cada día más sencillo, quebradizo sistema educativo incompatible con el futuro que ahora es presente.

20 de mayo de 2012

Desayunando whatsapp

Aclaraciones prácticas sobre las dos dudas de whatsapp más habituales:
1-Un tick verde significa que el mensaje se ha enviado correctamente a los servidores de WhatsApp Messenger y cuando aparece el doble check verde significa que el mensaje se ha enviado desde el servidor de WhatsApp Messenger al móvil de la persona destinataria, pero no indica que obligatoriamente lo haya leído.
2-La hora de conexión corresponde a la última hora que el otro usuario ejecutó whatsapp. No significa que a esa hora haya mandado un mensaje sino que ha ejecutado el programa. Puede, simplemente, estar psicótico perdido mirando a la hora a la que te conectaste tú (y esa hora no cambia por recibir ningún mensaje).

19 de mayo de 2012

Dionis de ayer y hoy.

Uno de los días más freak de mi vida lo viví en un pueblo de la zona norte de Madrid llamado El Molar. Ïbamos, aún no recuerdo el motivo, la novia que tenía hace 20 años y yo a visitar a su antiguo novio, motivo por el que yo tomé prestado el opulento coche de mi padre y ella se puso un vestido que todavía me excita al recordarlo. Son, en definitiva, esas acciones estúpidas que haces intentando parecer alguien que no eres. Así que aparecimos casi como jóvenes estupendos con posibles en las fiestas de aquel pueblo donde encontramos al susodicho montado en una Mobilette Cady roja entrando hasta el fondo de un bar vestido con la ropa sudada y deportiva de un evento en el que había participado. Entró en el bar, lo atravesó, dejó la moto junto a la puerta del baño, hizo aguas menores con la puerta cerrada, arrancó y salió diciendo que en quince minutos volvería. La novia que tenía aquel muchacho nos miró con cara de vergüenza, pero se quedó e incluso creo recordar que era una chica bastante agradable y aceptablemente comedida, porque creo que cuando, en una pareja, uno se excede, el otro se coharta.

El caso es que después, en el momento de cenar, Luis (que ese era su nombre) nos llevó a un pequeño local en un alto y nos presentó al dueño. El local se llamaba "El furgón del Dioni" y el dueño, como era de esperar, resultó ser ese hombre de fama encontrada, robo celebrado, peluquín obvio y mirada perdida que es El Dioni. Creo que Sabina ya le había hecho la canción.


Así que El Dioni, copa en mano, música infumable en el ambiente y cigarro entre en índice y el anular, nos contó, casi como el niño que cuenta una y otra vez aquella gamberrada que hizo una vez y al estilo del artista que tiene un único éxito en su vida, toda esa historia debía de ser contada para que no se le olvidara ni a él ni a su fama encontrada.

Y se sintió tan reconfortado al vernos escucharle que hasta nos pagó las copas y nos sacó un plato con chorizo.

 
Aquel día volvimos por un paseo de la Castellana iluminado y vacío que era un preludio del verano.
 
Ahora, unos años después, los robos de furgones son noticias menores. Y los ladrones son más. Es más, ni siquiera te pagan las copas.

18 de mayo de 2012

Gerentes (y animadores de las fiestas)

Martha Nussbaum ha ganado el premio Príncipe de Asturias por, básicamente, demostrar que la economía y la ética son dos aspectos del mundo en el que vivimos que deben de ser considerados en conjunto y que haberlos creido separados durante los años en los que estábamos en disposición de unirlos nos ha llevado hasta el lugar donde estamos, que es un sitio bastante puñetero.

En realidad corresponde a una visión chulísima de la vida.

Ayer mismo, justo entre la copa de vino que entra fenomenal y la sexta y la séptima que te dejan la cabeza tal y como la tengo ahora mismo, mantuve una conversación simplista y alterada sobre un tema similar.

Una de las personas que se sentaba a la mesa hablaba de cómo en su empresa se habían iniciado unas jornadas de reflexión sobre la compañía con el fin de optimizar el rendimiento de los componentes de la misma que son, en su cómputo global, cinco personas. Mantenía, con una serie de razonamientos basados en la humanidad y la visión globalizadora e igualitaria del mundo, que los gerentes de su empresa no estaban capacitados para serlo porque durante un tiempo las actitudes de otros empleados eran criticables y destructoras para la empresa.

En el otro lado de la mesa alguien le daba la razón.

Así que, en un alarde beligerante, pregunté: "pero... ¿la empresa gana dinero?"

"Eso se da por hecho"- me respondieron como si por si la mera razón de ser "empresa" se sobreentendiera el beneficio.

"Entonces"- dije- "el objetivo primario de un gerente, que es ganar dinero, está bien"

Como era de esperar en ese momento se avalanzaron sobre mi los dragones de la modernidad echando los futbolines de Google como fuego por la boca. "La responsabilidad de un gerente es hacer que sus empleados se sientan tan bien en los brazos de la empresa que se obtenga el mayor rendimiento posible de ellos". Lo cual es una afirmación que consideré lógica, pero secundaria.

Al trabajo se va, en mi simplista punto de vista, para obtener dinero. Si un gerente gana dinero ha cumplido su objetivo primario. Si no lo hace puede que no sepa motivar a su plantilla o gestionar el activo circulante. Considero que la gerencia, como la ingeniería y como la bioquímica, es mucho más sencilla de lo que parece y que las grandes mentes son aquellas que se permiten simplificar la realidad en vez de enfangarse en community managers o jornadas de confraternización que son exactamente lo mismo que irnos todos a tomar unas cervezas. El objetivo primario en muchas facetas de la vida se suele quedar oculto entre el bosque de las formalidades o más de un tecnicismo. Si mi gerente fuera mi pareja podría decir que el objetivo primario es poder llegar a esa sensación de "casa" que te reconforta muchas veces. Si, además, me excita sexualmente y tenemos unas relaciones dignas de más de alguna página porno amateur, mejor. Si, aparte de todo eso, tenemos una mesa de billar en el salón y no se indigna cuando me comporto como un imbécil... entonces estoy casado con recursos humanos de Google.

Pero si me invita a su casa, me enseña la mesa de billar y me siento incómodo, entonces el supuesto objetivo primario no está satisfecho, por lo que todo lo demás sobra.

A eso me refería con aquello de que la primera responsabilidad de un gerente es que el balance sea +1. El secundario es convertirse en el animador cultural de la compañía disfrazándose o contratando a Ronald McDonald.

Y, tal y como están las cosas, a más de uno se le olvida en este momento en el que muchas compañías tienen vacías las guarderías para los hijos de los empleados y las mesas donde debería de haber empleados y sólo quedan huellas de parados.

Es un caso de objetivos primarios sedados por la crisis.

17 de mayo de 2012

La historia de mi vida

Claro, que no pone lo que hace el niño en el hipotético caso que la niña diga que si. He de suponer que se queda bloqueado, se asusta, y se va.

16 de mayo de 2012

Marca de País.

Hace bastantes años las marcas con sello de calidad de pais se vendían bastante bien. Supongo que un tiempo antes de descubrir que nuestro planeta es pequeño. "Es un producto americano"-y eso se decía abriendo los ojos como si tanta modernidad no pudiera entenderla el españolito de a pie. "Es un invento japonés"-y sabíamos que tendría botones y alguna pantallita. "Es un coche alemán" y no hacía falta que fuera más austero que la vida de postguerra de mi abuela.

Luego lo convertimos en un "Es un producto chino"-con lo que sabíamos que era un horror muy barato e incluso "un producto italiano" resultaba ser de diseño pero mal acabado. Desconozco, porque supongo que no me va a gustar, lo que "un producto español" podría llegar a significar en el resto del mundo (si es que no era una figura de sevillana o un toro con torero para poner encima de la tele de tubo)

Después los productos fueron continentales: "producto europeo", "producto asiático", "producto americano" (eliminando en "americano" la parte de América del Sur)

Con el baloncesto y con el cine se puede ejemplificar.

El cine europeo es lento, sesudo, gris.

El baloncesto europeo es inteligente, con cambios de ritmo y hasta complejo.

En EEUU las estrellas saltan mucho, hacen ruido y estoy convencido que terminarán poniendo fuegos artificiales en los marcos de las canastas para que se activen con algún mate desde la línea de tiros libres que, aunque vale lo mismo que meterla con una sosa bandeja, parece que cuenta como siete porque 5 son de espectáculo.

El cine americano tiene que tener unos cuantos tiros, un par de coches rotos, una venganza ciega, un retorno de la justicia y hasta un equilibrio moral mientras ondea la banderita al fondo como si fuera el colofón adecuado a dos horas de entretenimiento que mañana habremos olvidado.

Según van pasando los años todos esos conceptos, desconozco si es por mi propia madurez o porque empieza a aburrir tanta tontería, se han ido difuminando. Algunos van a espectáculos profundamente americanos a dejarse llevar por los gritos y el "we will rock you" que suena por megafonía sabiendo positivamente que están siendo sometidos al embriagador y falso prostíbulo de la publicidad. Otros llegan a creer que ese es el destino de la modernidad. Existen aquellos que se han pasado el té de hierbas, se sientan en el suelo, escuchan mientras cierran los ojos el sonido de un gong, meditan y tienen erecciones con hentai. Un porcentaje de la población admira el enraizado culto a la historia, el arte y las costumbres de la europa más ancestral mientras se castigan por no haber hecho un viaje con mochila y en interrail para terminar borracho , después haber hablado sobre las bases de la democracia, en la cama de una checoslovaca. En definitiva, ya no hay un concepto, un arquetipo o incluso una manera de hacer las cosas que esté moralmente por encima de las demás sólo por el hecho de venir acompañada de una marca de país.

Es como si se hubiera diluido en el ácido del tiempo todo aquello a lo que queríamos parecernos.

Y creo que es bueno, pero desconcertante.

Pd: con tipos de mujeres también se podría explicar (porque la voluptuosa americana neumática ya no está de moda, la asiática casi pueril parece un delito de viajero vicioso, la europea moderna de pelo corto y cigarro entre los labios asusta, la sudamericana con demasiados accesorios que salió de una teleserie parece excesivamente servil y la árabe siempre pienso que tiene bigote), pero últimamente eso me excita demasiado.

15 de mayo de 2012

Duda patológica: epidemia del XXI

En una entrevista que publica La Vanguardia a Giorgio Nardone se dan pistas sobre el concepto de Duda Patológica.

Más o menos se refiere a todas esas preguntas que nos hacemos pensando que si nos esforzamos con la suficiente energía encontraremos una respuesta correcta porque, en definitiva, el ser humano está absolutamente convencido que vive en un mundo racional en el que todo lo puede resolver con la suficiente inteligencia.

Duda patológica es preguntarse continuamente si Dios existe, si cerré bien la puerta de casa, la del coche o estar preocupado mucho más por no saber cuando te vas a morir que por el dramático momento de la muerte. En realidad es la preocupación por la preocupación, casi como si fuera ese el objetivo (estar preocupado) que la mera búsqueda de la respuesta a una u otra pregunta.

En su caso extremo, como es lógico, se convierte en un transtorno obsesivo compulsivo muy relacionado con la ansiedad como enfermedad.
La duda patológica es ese pensamiento que te persigue sin poderte deshacer de él. Es el miedo contínuo a que todo vaya a peor, a encontrarte a tu mujer en la cama copulando con furiosa cólera con un atlético muchacho de fibrosa figura, a que te hayan robado el coche por la noche, a que te pillen meneándotela como un mono delante de un video porno que apareció sin avisar o a que ese dolor del pecho sea un cáncer en vez de una mala postura.

La mayoría de las veces esa duda reside en una pregunta incorrecta que nos hacemos, en un planteamiento incorrecto que nos bloquea, en un término que no podemos cambiar, entender o arreglar. Podemos preocuparnos viendo la televisión porque la bolsa ha bajado, porque va a llover o porque han hecho un estudio afirmando que la calidad del esperma ha bajado de una forma considerable. Asumimos, entonces, la negatividad como un problema que nuestra inteligencia debe de resolver, casi como si fuera una obligación, y no encontramos solución mientras nos martillean las preguntas.

Algunos estudios hablan de contagio emocional. Quizá se refieren a influencias recibidas en la educación pero lo que es cierto es que toda esa inseguridad y obligatoriedad hace tiempo que se convirtió en algo habitual en el ser humano contemporáneo.

Nos preguntamos si acaso ella nos quiere o nos desea, aunque sabemos que también, en otro momento y en otro lugar, quiso y deseó a otro. Nos preguntamos si pudiéramos encontrar una sociedad más justa, aunque sabemos que el ser humano tiene un componente egoísta e hipócrita con el que hay que contar. Nos preguntamos si no estamos desperdiciando el tiempo con tanto trabajo y tanta economía, pero nos gusta competir en juegos que sólo existen entre seres humanos del industrializado y laboral siglo XXI. Nos preguntamos sobre la globalidad, pero luego nos hacemos pequeños debajo de las sábanas tapándonos hasta la nariz. Nos preguntamos sobre demasiadas cosas que no tienen respuesta o al menos una respuesta determinante.

Y mientras estamos pensando (y asustados), pasa el tiempo.

Y el truco no está en no pensar, sino llegar a la conclusión que algunas preguntas obsesivas que nos graban a fuego en la cabeza, no tienen respuesta. En definitiva, hay momentos en los que parece que la gran epidemia de este principio de siglo es la duda patológica en la que nos invitan a vivir y en la que muchos nos hemos acomodado durante mucho tiempo para no hacer nada, salvo castigarnos como si la vida fuera excusivamente una canción paranoica con Tom Yorke cantando.

14 de mayo de 2012

¿Donde está MI dinero?

Una amiga, directora de sucursal, me contaba en cierta ocasión que un anciano pasaba todos los viernes por la oficina para ver su dinero. Le llevaban a la caja fuerte y le enseñaban unos fajos de billetes asegurándole que eran los suyos y, de esa forma, se marchaba tranquilo hasta la semana siguiente.

En realidad, y como es lógico, el dinero que depositas en el banco y que es tuyo nunca está esperando en una cámara acorazada a que decidas ir a visitarle. Eso pasa con los enfermos y con los presos, pero no con los euros.

Se va de viaje hacia construcciones financiadas, hacia préstamos por los que cobran más de lo que a tí te dan y que unos señores en unas oficinas han calculado estadísticamente que repercutirá en determinados beneficios para la entidad.

En definitiva los bancos toman el dinero que algunos consideran que les sobra para dejárselo a otros que lo necesitan pagarán más. Una pequeña cantidad es la que se queda en cada caja fuerte por si te has quedado sin billetes para pagar la cuenta del tomate frito en el supermercado.

Hasta aquí es lógico.

Sin embargo algunos se escandalizan al saber que si todos fuéramos a sacar nuestro dinero del banco no habría para todos y creen que lo que ha sucedido es que unos banqueros disfrazados de vampiros se han hecho mansiones con ello. Otros se asustan porque nadie supuso nunca que los que se comprometieron en pagar los créditos no lo iban a poder hacer y más de uno piensa que un mundo sin bancos es una utopía maravillosa que se puede alcanzar en un hipotético mundo justo.

Sin embargo pienso que si un banco, que es un negocio como otro cualquiera, cierra, aquellos que esperan que sus monedas vuelvan a sus bolsillos el día que las necesiten, se quedarán sin ellas.

Por supuesto, en ese caso, alguien que ha luchado por ahorrar no puede, en ningún caso, quedarse sin su dinero.

Así que, como todo en este mundo en el que los gobiernos tienen la obligación de cuidar por el bien global, para que mi madre pueda sacar algo de dinero de la ventanilla resulta que el gobierno quita dinero de la sanidad para dárselo al banquero y así no llegar a un mal mayor (porque, al final, quien pierde es el más débil, que es el que dejó su dinero en un lugar que tanto el gobierno como el banquero le aseguraron que era de confianza).

Y el banquero lo sabe.

Y el gobierno lo sabe.

Y hasta mi madre lo sabe.

Quizá es una de esas cosas que todo el mundo sabe pero que nos molesta admitirlo como admitir que no siempre fuímos buenos, que nos pusimos dos días seguidos la misma ropa interior, que ayer no hicimos la cama, que mentimos en un currículum o en un bar, que creemos en un mundo justo pero sólo si nos deja en buen lugar y que hemos comprado ropa que sabemos positivamente que esclaviza a niños en su confección.

Mientras tanto mi amiga acompaña al señor a la caja fuerte y le deja ver un fajo de billetes haciéndole creer que es el suyo. Es parte de las mentiras que nos encanta creer.

13 de mayo de 2012

12m15m

Que conste que el año pasado, cuando miles de personas se lanzaron a la calle bajo un perfil mayoritariamente joven, llegué a emocionarme. Por supuesto que, en medio de alguna asamblea y dentro de alguna acampada, viví esa dualidad extraña que puedo llegar a sentir cuando la prioridad era, para algunos, que los vecinos abrieran sus redes Wifi para poderse conectar con sus iPads. Sin embargo la publicidad, la atención, la idea primaria, la convocatoria y hasta la ejecución de la misma resultó digna de la mejor campaña de marketing social de los últimos años.

Un año después, casi como si fuera un buen anuncio de un producto que no hemos consumido, se vuelve a salir a la calle para desafiar en medio de los primeros calores del verano a un gobierno injusto que cercena los derechos de las mayorías (que es lo mismo que pasaba con el anterior gobierno injusto, con todos los gobiernos injustos y probablemente con todos los gobiernos).

Y nos quejamos. Hablamos del dinero que se da a los bancos y se quita de educación con furiosa cólera. Hablamos de los miles de jóvenes que salieron a buscar su gran empleo en Alemania y sirven copas por 400€ de sueldo en Berlín, que es más que nada en un Chriringuito de Matalascañas. Hablamos de la desfachatez de los poderosos. Hablamos de la subida de los bienes básicos y pensamos que esta vez sí que nos vamos a ir al desastre.

Y, más tarde, todos a casa. Nos vemos el año que viene.

A veces tengo la sensación que detrás de ese gran oropel publicitario no hay producto de calidad para vender. De eso va la viñeta.

11 de mayo de 2012

Tenemos que hablar

- Tenemos que hablar.
Esa es una frase que normalmente está llena de reproches y que casi nunca acaba bien.

La biblioteca británica ha puesto en marcha un proyecto que trata de guardar, como si fueran documentos históricos, las conversaciones comunes que mantienen los habitantes contemporáneos para que, a base de escucharlas, los investigadores del futuro sean capaces de entender mejor la complejidad de la sociedad actual en la que vivimos. Sinceramente me parece una idea excelente porque las grandes conversaciones y los mejores momentos, si nos centramos en el mundo de lo personal, suelen venir marcadas por todo aquello que, disfrazado de banalidad, va configurando nuestras realidad y nuestras decisiones.

Sin embargo estamos poseídos por toda esa parafernalia de citaciones, reuniones marcadas, turnos de palabra y puntos a tratar que nos encanta establecer como un paso previo a la toma de decisiones.

Existen, para explicarlo, dos tipos de cine: en uno hay un momento en el que el bueno jura venganza y acaba en el preciso instante en el que mata al malo, justo detrás de un par de persecuciones y un buen montón de tiros. En otro tipo de cine, mucho más lento y lleno de argentinos en su faceta más comercial (si es que sale Ricardo Darín) las conversaciones son las que lo dicen todo sin que ningún efecto especial te distraiga de la verdad. Quizá, casi como si fuera "El mismo amor, la misma lluvia", "Martin Hache", "Leolo", "Todo es mentira" o el final lacrimógeno y maravilloso de "Cinema Paradiso", no hace falta más.

A veces las grandes conversaciones están disfrazadas de casualidad. A veces, dicen, el 93% de la comunicación ni siquiera es verbal.
El dia que la conocí, si aún soy capaz de recordarlo, hablamos de nuestras vidas sin miedo a usarlas como agravios comparativos, hablamos del tiempo y de música, creo que pregunté qué es lo que quería tomar. Ni siquiera recuerdo la conversación exactamente, sólo se que esa noche quería volver a verla.

Una vez, quizá antes de perderla, dijo: "tenemos que hablar".

Esa conversación no se guardará en el archivo de conversaciones de la biblioteca británica. También he oido que la nostalgia genera calorcito en el ser humano. Supongo que por eso intento recordar las conversaciones donde no decíamos nada importante cuando aparecen los momentos en los que me arropo.

9 de mayo de 2012

If you love Distrés, set them free

Hace un par de semanas me decían, txakolí arriba, txakoli abajo, que hay veces al escuchar a algunas personas da la sensación que viven sumergidos en medio de una telenovela de tercera división. Reconozco, admitiendo que no es algo sentimental sino extensivo a todas las facetas de la vida, que hay un componente de verdad en todo ello. Ayer me enviaban, con la verdad de saber precisamente a quien se lo estaban enviando, una entrevista a cierto cirujano preocupado por la salud mental de las personas, en la que viene a decir que en más de una ocasión nuestro cerebro, que es el órgano que nos afecta físicamente al resto del organismo, nos hace pasar malos ratos irracionales porque tenemos una querencia absoluta al dramatismo y a las telenovelas de tercera.
En el fondo los dos mensajes, aquel que se basaba en una dramática conversación ajena sobre el desamor y los deseos no cumplidos y el que me viene a reafirmar que siendo un pesimista existencial no se va a ningún lado que no sea el distrés (que es ese estrés negativo que hace que el cuerpo se revuelva como si le hubieran pataleado), son el mismo mensaje.

La fuerza de nuestro cerebro es casi infinita. Sin ser prácticamente nunca cierto nos permite castigarnos, dejarnos sin dormir, ilusionarnos con estupideces, querer como si nadie hubiera querido antes, odiar como si se hubieran meado sobre la tumba de nuestro gato e incluso, en algunas ocasiones, hacer como si hoy fuera un primer día para empezar de nuevo en un sitio mejor al que dejamos atrás. Las adolescentes abandonadas se sientan en los bordillos de la acera a llorar desconsoladas porque su cerebro les dice que se acabó el amor de su vida cuando todos sabemos que esos son pasos obligados en la vida que nos toca vivir.

En ese caso Sting cantaba: If you Love Somebody, Set them free.

Es un buen consejo. Claro que mientras siempre pensé que ese alguien a quien quieres y debes de dejar atrás era otra persona quizá ahora a quien debes de dejar atrás es a la persona que quieres, que es tú mismo y que debe de empezar a ser otro. Al menos con otro cerebro, otra manera de encajar las cosas que te pasan. Al menos en un sitio que no sea una telenovela donde los amores se van para siempre, los abismos laborales son pozos sin fondo y la lluvia nunca deja de caer.

Y si ves que te sales del camino: respiras y empiezas de nuevo. Nada de lo que te martillea importa porque esa migraña la alimenta el enemigo que va con una armadura de pensamientos irracionales escritos por un guionista atormentado.

8 de mayo de 2012

Europa: ni una, ni libre

Definitivamente hay cosas que no soy capaz de entender. Supongo que son debidas a la simplificación del mundo que me gusta hacer de vez en cuando. Voy por partes. Se supone que nos hemos metido la bofetada que nos hemos metido porque hemos considerado que el dinero era un bien infinito al que teníamos derecho y que la política expansionista basada en la recaudación por impuestos indirectos que puso en marcha el Sr Rato (el mismo que ha logrado que Rajoy haga un "digodiego" con Bankia) hizo que nos gastáramos todo lo que no teníamos para comprar coches, pisos, pikachus de peluche y cremas de baba de caracol  hasta que nos dimos cuenta que el saco estaba vacío. Entonces el gobierno de ZP hizo un "no pasa nada, dejarme sólo" y empezó a gastarse el dinero en comprar votos a base de 400€ por cabeza, agrandar todas las aceras de España con el plan E y dar dinero a los bancos para que pagaran las indemnizaciones millonarias de sus directivos. Como los bancos se quedaron sin dinero dejaron de dar créditos y tu vecino frutero tuvo que cerrar. Entonces ya nos dimos cuenta que las cosas no podían seguir como estaban y quebró la empresa de babas de caracol.

Así que llegaron los alemanes y dijeron que quizá no podíamos dedicarnos a gastar como puercos. Y el frances dijo que estaba de acuerdo. Los ingleses dijeron que ellos estaban muy ocupados tomando té y que no les daba la gana de ayudar a un grupo de griegos que se habían gastado lo de ellos y lo de los demás mientras Berlusconi se lo pasaba estupendamente bien con jovencitas pagadas de dinero suyo, que al fin y al cabo es italiano porque Italia es suya.

Claro que si no gastas tampoco sobrevive el carnicero de tu calle, que tiene la desagradable costumbre de comer a diario del porcentaje que deja lo que tú te gastas.

Entonces pensaron que había que subir los impuestos, que es una cosa muy de derechas cuando se hace democráticamente a todos y muy progre cuando se hace solo a los ricos (los mismos que ya tenían el dinero en paraísos fiscales). Se subieron. Se pensó que hay muchas cosas con las que, si no están, se puede vivir (que es lo mismo que cuando yo no compro ginebra). Se quitó de fotocopias, de líneas de móvil, de sueldos de funcionarios (administrativos, profesores, médicos y comisarios de exposiciones de arte moderno). Se quitó de investigación, porque se presupone desde el gobierno que somos incapaces de inventar nada. Se quitó de ayudas a ONG, porque al fin y al cabo los pobres, por definición, no tienen dinero. Y luego tuvimos elecciones y los de la izquierda nos dijeron que teníamos que tener cuidado con la derecha.
Y la derecha volvió a subir los impuestos, ayudar a algunos bancos, joder a los pobres, cobrar peajes, cerrar hospitales, castigar la investigación y sentarse muy serios a decir que no había más remedio que generar un paisaje lunar en este país en el que ya nadie invita a una ronda en ningún bar. Así que el bar de al lado del la antigua frutería, ese que estaba junto a la carnicería, cerró.

Entonces casi asuminos como lógico que había que apretarse el cinturón. Al fin y al cabo los portugueses, los griegos, los británicos y hasta los franceses se habían propuesto dejar de gastar como quien va de rebajas con las visa de otro.

Pero, de un tiempo a esta parte, han empezado a decir que si seguimos sin gastar no habrá dinero para la pequeña tiendita de informática que subsiste reparando los PentiumIV que compraste cuando te creías rico, que si la gente no compra coches no podrán pagar a los operarios de Almusafes, que si se queda el poco dinero que nos queda quietito en un rincón nos vamos a convertir en el Sahara del consumo.

Así que aparece un francés y cuenta que se va a pasar por el arco del triunfo lo de ahorrar, que la alemana le cae gorda. Y gana las elecciones.

Y en Grecia muchas personas votan a una banda de nazis que creen que la culpa de todo es de los turcos.

Y en el Reino Unido pierden más dinero del que cobran, aunque tengan olimpiadas y kebabs con ese pan enrollado que abren hasta las tres de la mañana haciendo la competencia a los fishs&chips.

Así que ahora las cosas están así: los griegos y los portugueses no tienen de donde ahorrar más. Los españoles estamos recortando de sitios que duelen más que seccionarse los genitales (aunque Patxi Lopez, más cadaver que Abu Simbel, diga que la sanidad y las inversiones van a ser el nuevo maná vasco). Los franceses van a agrandar las aceras con el dinero de los fondos europeos. Los Alemanes jugarán a ser el gran padrino de Europa. Los polacos hacen casas como en Marina D'or y los rumanos que quedan en rumanía buscan vuelos baratos a Italia, donde esperan que Berlusconi no vuelva pero siguen cobrando el tabaco en los hoteles de Venecia sin factura.

Así que supongo que Europa es una, pero cada uno hace lo que le da la gana.

Y yo, en mi tienda de informática, me asusto de pensar que si antes tenía la sensación que el dinero estaba quieto esperando ver qué pasaba, ahora creo que el tipo que no me paga es porque, sencillamente, ya no tiene.
Va a ser un verano de larguísimos paseos, porque pasear, casi como aquel estado, genera bienestar (y es barato).
Pd: y, mientras tanto, en vez de leer (que es gratis)...

6 de mayo de 2012

Calatrava: el ejemplo de la falsa España

Santiago Calatrava personifica, de una manera excepcional, la España del éxito y el dinero, de las construcciones megalomaniacas y de los apretones de manos entre políticos y personajes relacionados con la construcción que se pagaban con el dinero de todos y que más de uno consideraba (bien sea a la dercha o a la izquierda) que era infinito.

Representa, porque sigue en activo haciendo una y otra vez el mismo puente, ese producto aparente, elegante, diseñado pero inutil que ha representado de una manera visual esa España en la que hemos creído vivir como si el coche deportivo tuviera, en su interior, el motor de un Seat 124 1430cc. Porque España ha sido durante mucho tiempo y porque nos encanta despertar el alma de nuevo rico opulento que llevamos dentro el Hyunday Coupe de la europa contemporánea. 

Así que ahora, cuando nos sorprendemos de los puentes blancos que resbalan, los aeropuertos blancos en los que esperar al pasaje es equivalente a morirse de frío, las ciudades blancas que tienen cascotes y vacío en sus calles o aceptar que el puente más feo de Venecia lo ha firmado el mismo que todo lo anterior, ahora destapamos a uno de los ejemplos de lo que creímos ser. Es por eso que le han hecho una web recopilando sus greatest hits.

Calatrava ha sido durante mucho tiempo el amante elegante, gracioso y glamuroso, que aparecía en tu cama los días que querías sentirte especial. No importaba que te robara el tiempo, que te amara de esa forma infame que hacen los farsantes y que todos los puentes que fue capaz de inaugurar sobre tu pecho no resultaran más que apariencia. Esa apariencia es cara por tres motivos: por lo que se llevó, por lo que significa y por lo mucho que va a costar hacer las cosas bien, aunque no sean tan chulas.

Creo que Calatrava aún manda mensajes de amor a los políticos que le creyeron por si da la casualidad que en ese momento se encuentran solos.

4 de mayo de 2012

En en origen (y ahora) fue la estupidez

Llevo todo el día dándole vueltas a un titular escondido en una entrevista:
Peter Brook
 "En el origen fue la estupidez, no el pecado"

Supongo, aunque es más que probable que eso sea mucho suponer, que la estupidez es la excusa perfecta para esconder esa tendencia innata al pecado del ser humano. Supongo, porque eso es lo que hago, que la estupidez es la manera perfecta de convertirnos en pecadores. Y supongo, porque para eso está la cabeza (para suponer) que lo que consideramos pecado es fruto de aquello que hemos creído como cierto pero que no tiene por qué ser un mandato universal. En fin, que la línea que separa ambas cosas es probable que esté marcada por la conciencia.

Así que peca el que es consciente.

Se castiga el que sabe que aquello que hace, sea lo que sea, no es precisamente lo que debería hacer.

Así que si nos volvemos estúpidos matamos la conciencia.

Si matamos la conciencia podemos utilizar a presos políticos alemanes para hacer nuestros muebles suecos y hacer anuncios sobre la familia feliz. Si matamos la conciencia podemos recortar las alas a nuestros vecinos y subirnos el sueldo, cual político que sonríe en los carteles electorales y vive como diPutado, que tiene una parte de meretriz. Si echamos lejía sobre el pequeño duende que habita en alguna parte del piso de protección oficial de nuestro hipotálamo nos llevamos las fábricas que antes pasaron de Europa a Asia hacia Africa y utilizar la excusa del desarrollo global para pagar menos de un euro la hora, como si nos importara la calidad del agua corriente de la república democrática de El Congo. Las excusa, cuando no hay conciencia, son infinitas.

Así que volverse un estúpido, un optimista convencido y una de esas personitas que esperan dar y recibir abrazos sin el componente comercial que tiene la convivencia de 7mil millones de seres humanos resulta ser la manera de sobrevivir.

Pero sobrevivir no significa avanzar.

Así que supongo que sólo avanzan los pecadores.

Y lo hacen muy a su pesar.
Pero un pecador siempre será un ser imperfecto en este mundo lleno de exigencias convertidas en felicidades farsantes. Cuando admití que era un pecador, me castigó para siempre.

3 de mayo de 2012

Prínpipe

De la mano, por la calle. El sobrino y la tia. Algo más que treintañera y resuelta. De esas que andan como si supieran siempre hacia donde van, que cogen de la mano al que podría ser su hijo de 4 pero no lo es y por eso le malcrían.
-Tía.
-Dime
-¿Por qué no tienes apá?
-Claro que tengo. Es tu abuelo.
-No. Eso no. Amá tiene apá. La abuela tiene apá- y se refería al abuelo.
-Pues no tengo.
-¿Y por qué no tienes?
-Porque no lo he encontrado o porque no quiero. Bueno. Te tengo a ti
-Vale. Pero yo soy un niño... Si me esperas yo seré tu "Prín-pi-pe"

2 de mayo de 2012

Córcholis, el DiarioTomorrow

La universidad de Deusto, en un alarde progre molón probablemente producido por 100 kilos de nata montada caducada del Roquefort (que es el Carrefour pero mi madre, disléxica maravillosa, lo llama así por es comida y es francés), ha lanzado el DiarioTomorrow que es un sitio donde solamente admiten buenas noticias y así nos dan una visión positiva del mundo y se supone que te levantarás feliz y contento (a dar por el culo a tu vecino, porque ese es tu trabajo) cada mañana.

No pongo en duda que abrazar al extraño, querer a los demás y utilizar un lenguaje no sexista ni racista ni homofobo ni agresivo es algo que puede, probablemente, hacer nuestra convivencia más bonita pero, por mi parte, creo que cuando uno se da un martillazo en el dedo y grita "!córcholis!" es un falso porque duele que jode.

Lo que sí que es cierto es que soltar un taco o dar una mala noticia no tiene necesariamente que generar en los demás la idea absurda de que el apocalipsis vaya a llegar mañana en forma de prima de riesgo o bono basura.

Empezar a creer que el posicionamiento en la invención de una realidad paralela en la que nos sintamos cómodos es vivir anestesiados y drogados en un universo que tampoco es cierto, porque el gran caos y los años de oscuridad tampoco son verdad.

Estoy absolutamente convencido que los docentes en psicología de la prestigiosa universidad de Deusto (y Punset) me darán cien estudios en los que se demuestre que el positivismo hace que las erecciones duren más, que haya menos accidentes de tráfico y que el rendimiento laboral es mayor. Claro que si inyecto esteroides a una vaca da más carne y eso no quiere decir que sea más feliz, cual habitante de gimnasio ciclado.

En definitiva ser positivo como una serie de dibujos animados infantil me parece tan tonto como ser más negativo que un sindicalista cuando gana la derecha y le quitan un 20% de subvenciones.

Pero si escribes una soplapollez feliz puedes ganar 4 billetes de interrail, que es como viajan los idealistas.

Quería decir que la verdad nunca está en los extremos que nos venden o los que queremos que sean ciertos. Y las erecciones nunca son eternas pero a veces, como las buenas noticias, suceden.