El Eustat (instituto vasco de estadística) ha publicado un estudio sobre los nacimientos que se han dado en Euskadi los últimos años.
Nacen más hijos de madres mayores de 40 años que de menores de 25, podría ser alguno de los titulares.
También puede decirse que el 30% de los hijos son de fuera del matrimonio. Lo cual es obvio porque ya sabemos que normalmente nuestra pareja es de segunda mano. Nosotros también, no lo pongamos en duda.
Hace tiempo nos hicimos eco de un estudio sobre los cambios sociales debidos a la diferente manera que tiene la mujer contemporánea de ver el mundo. Este mundo que empieza a ser femenino singular, lo cual no tiene por qué ser precisamente malo en absoluto.
Es perfectamente lícito, como cualquier hijo de vecino, que las necesidades de trabajar y triunfar de nuestras mujeres sean satisfechas por esta sociedad en la que vivimos.
También es lícito, cómo no, que algunos consideremos la vida como una sucesión de diferentes fases que vamos consumiendo y de la misma manera que la remuneración económica tiene un punto en el que satisfechas las necesidades básicas ya deja de tener importancia ganar 5.000 o 10.000, queramos saber qué es lo que se siente viviendo al otro lado de la barrera aunque nos hayamos enamorado de la Michelle Pfeiffer que cantaba con su propia voz en "Los Fabulosos Baker Boys" porque siempre nos gustaron las chicas algo duras con corazón.
Pero hay que reconocer que es mucho más complicado saltar la barrera siendo hombre que siendo mujer porque por mucho que los factores del amor sean iguales para todos existen elementos que parecen cuentas pendientes del cromosoma femenino para con el sistema, como si le debiera algo. Existe un tipo de mujer, que no digo que yo conozca directamente pero si de refilón, que se jacta de haber estado con cien, de haber saltado barreras, de haber viajado al infinito y de haber sido la más mala, como la chica del chiste que afirma que si las buenas van al cielo, ella ya ha estado en todos los lugares.
Después, un día, se levanta por la mañana y decide que quiere sentar la cabeza, tener un hijo, ir a los parques, comer con algún suegro y ver las telenovelas. Hasta entonces nosotros sólo podemos esperar. Antes, y no era nada justo, las expectativas, los sueños y las aspiraciones de muchas mujeres eras cohartadas por los sacrosantos votos del matrimonio. Ahora, y tampoco es justo, algunos sueños son cohartados por las sacrosantas concesiones a las libertades no disfrutadas en generaciones anteriores. Quizá simplemente es que yo no encontré a nadie en el mismo momento que yo. Paso de monjas a meretrices enamorándome de todas y de todas las que están aún decidiendo qué camino tomar mientras ven a Madonna y a Lady Gaga en televisión. De algunas más que de otras, pero con el mismo desconcertante resultado.
La madre de mis hijos tendrá más de 40 si alguna vez la encuentro. Quizá no los ha cumplido. Quizá ya los cumplió. A mi me queda un año pero he de reconocer que he buscado en internet un manual para entenderos, chicas. La búsqueda no encontró resultados.
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