Hawking, ese científico que tiene tiempo de sobra para pensar y que estoy absolutamente seguro que es mucho más listo que yo, dice que Dios no creo el universo y, según algunos otros titulares, Dios no existe.
Poco me importa.
A Benedicto XVI, que va a visitar esa curiosa isla llena de creyentes unos días después de la publicación del libro del científico, quizá le importe un poco más porque se le acaba el chollo y va a terminar echando las cartas en algún late night. Eso sí, con mitra papal.
A los científicos se les olvida de vez en cuando la consideración básica necesaria para vivir con ciertos artificios que creemos como ciertos. Un Dios, la felicidad, el amor, la pena, la desidia, la nostalgia, el azar, la morriña, los chacras, la energía mental que afecta a los acontecimientos y en algunos casos hasta el orgasmo son elementos que si bien científicamente podemos deducir de mil maneras que no existen han de existir porque perdería gracia todo ese tiempo que gastamos en pasarlo pensando en ellas para bien o para mal. Las culpamos de nuestras penas, las esperamos como el maná mental, jugamos con ellas y si ahora viene un tipo en una silla a decirnos que se nos tiene que olvidar porque no existe la posibilidad de demostrarlas científicamente se nos queda un vacío que nuestra propia naturaleza es incapaz de asimilar.
"No te quiero". Pero, ¿alguien ha demostrado la existencia del amor?
"Soy un tipo con suerte?. Porque lo digas tú.
"Si eres malo Dios te castigará". Como Dios no existe, atraquemos a viejas por la calle, que ahora cobran la pensión.
"Si eres malo Dios te castigará". Como Dios no existe, atraquemos a viejas por la calle, que ahora cobran la pensión.
Los artistas, los escritores y los grandes momentos de alegría y de penuria siempre tienen ese componente no científico que nos mantiene despiertos. Esa búsqueda infructuosa del amor eterno e incondicional que nos ponga los chacras del revés para terminar felices ante Dios es una falacia de dimensiones místicas, pero nos hace levantarnos por la mañana.
Y vivimos felices en nuestro mundo de buenos y malos lleno de amor y desamor, de azar y miedos, de demonios y de dioses que me niego a pensar que no existen.
Aunque sé que no existen.
Pero no quiero que me lo digan. Johnny Lag cantaba "Lie to Me". Olga Guillot cantaba "mienteme". "Vamos a engañarnos, y dime mi cielo que esto va a durar siempre".
Ya vendrá algún científico sin escrúpulos y con ganas de titular a decirnos que todo eso es mentira. You´ve got to believe in something, cantaban los Spin Doctors en una canción que no he localizado con buena calidad porque, como Hawking, no creo en Dios (y porque puedo demostrar que Google no responde a todo ni lo tienen todo. ¿Te abraza Google?)
No hay comentarios:
Publicar un comentario