Mal dia para buscar

26 de diciembre de 2019

Navidad: tomas de temperatura amistosa

Siempre he pensado que la manera de felicitar la navidad, así como las fechas señaladas, tiene mucho que ver con quien lo hace. Si envía algo del tipo "que tu familia y la felicidad de estas fiestas inunden tu corazón" es un mierda sin gracia. Si te manda el mismo meme que recibiste cien veces y que ademas aparece al final del informativo como un referente de lo moderno y simpático que es nuestro pais, es un sinsorgo. Si te manda algo que solamente podeis entender esa persona y tú las cosas empiezan a parecer próximas. Si llama por teléfono, en estos tiempos de contacto bidireccional escaso, la situación mejora. Si aparece con un abrazo, joder, es alguien importante.

Pero, oh cielos, eso pone el foco siempre en el otro como si uno no fuera parte de la ecuación.

Así que empiezo a creer que no es la mierda que te manden, aunque hay personas que son siesas hasta en el amor más profundo, sino del tipo de interacción que se genera entre ambos. Por eso creo que la navidad, así como las fechas señaladas, son un termómetro del estado en el que la amistad se encuentra entre esa otra persona y tu.

Como caso más asquerosamente flagrante se encuentran esas antiguas novias, posibles o amantes, que no responden a los mensajes. Incluso alguna me tiene bloqueado cuando, en el caso particular, quien resultó sexualmente popular para el sexo opuesto no fui yo. Detallitos aparte resulta de una decepción importante descubrir que quien, por lo que fuera, tiene marcado a fuego un camerino en los entresijos del vodevil de tu propia vida ha abandonado el teatro. Hay quien responde con estupor y por educación aunque se ve, entre las lineas, lo innecesario de recordar que estas vivo. Hay quien cree que una felicitación es lo mismo que pedir algo, y no lo es. Hay quien te felicita con un regusto a los buenos momentos que tuvimos juntos sin ninguna obligación a repetirlos pero con un poso amistoso que hace sentir parecido a un abrazo de los de verdad. No me refiero a amantes porque vale para amigos, quienes creímos amigos o solamente quien alguna vez pasó por delante. La vida nos da estímulos, amistades, momentos, canciones o películas que nos afectan de una manera muy diferente dependiendo del momento en el que nos encuentren y cuando dos personas coinciden siempre vienen por caminos distintos. Tu pudiste ser para mi algo mejor, peor o casual como el anteúltimo vino de un martes.

Pero da rabia descubrir que cuando miramos al pasado lo vemos de otro color. A veces uno se siente mal por no ser lo amistoso que se le necesita. A veces uno se siente solo esperando que esté ahí, aunque solo sea para recordar lo que nos unió. A veces da rabia no acertar el momento en el que me convertí en el enemigo.

Hay momentos en los que se puede medir. Las felicitaciones de navidad son un buen termómetro que congela si está frío y abriga como una chimenea si da calor.

La realidad es que las sorpresas amables y reconfortantes son muchas más que las cabronas, pero las hay. Y es culpa de los dos. Acepto el 51% de los motivos por los que no nos hemos felicitado las fiestas (o lo hicimos de manera impersonal).

Y que el amor inunde tu corazón esta navidad. Reenviar.


21 de diciembre de 2019

Gervasio, el jubilado del banco de la general.

Gervasio es un jubilado estándar. Tiene un nombre que hace adivinar su edad, un pelo, breve y blanquecino, que ratifica esa idea. Tiene un antiguo coche deportivo sin ayudas a la conducción. Pequeño, fiable, rápido si le enfadas. Gervasio ha estado toda la vida intentando hacer las cosas como se debe, pensando en el sacrificio y en la recompensa que ha de venir después. Y, si es que viene, lo hace en pequeñas dosis. Lo hace con una pensión y una hipoteca pagada. Lo hace con los azucarillos que da el tiempo pero que se diluyen en las soledades que se han ido generando con los años. No tiene familia porque siempre estuvo demasiado ocupado para dedicar el tiempo que merecen las cosas importantes. Casi como si hubiera estado procrastinando toda la vida y fuera mucho más fácil lavar el coche que preocuparse de afianzar aquella relación que no era lo suficientemente perfecta como para saber que era una apuesta segura, una inversión sin riesgo. En cuestiones de relaciones personales siempre hay un riesgo y, según pasan los años, más.

Es un hombre que anda erguido. Tiene, si se mira bien, hasta una pose atlética. Come sano, lee las editoriales de los periódicos y sigue siendo curioso a sus más que entrados sesenta. No es viejo sino que vive en una madurez que le acompaña desde los treinta y cinco. Hace lo que debe, duerme a sus horas, nunca está demasiado borracho o es arrastrado por las sinusoides de la vida. Sabe que por fuera podría parecer aburrido y, sin embargo, hay un niño travieso que le borbotea desde dentro y al que le ha puesto freno a base de disciplina.

Gervasio, Gervi para los que intentan hacer que son sus amigos, lleva seis meses sin saber qué va a hacer cada mañana. Es una situación casi paradigmática si tenemos en cuenta que disponía de una absoluta rutina. Se levantaba sin despertador, todos los días a la misma hora. Café, seis galletas. Con cinco tenía hambre, con siete no comía a su hora. Oía la radio camino del trabajo. Crítico e informado Gervi ha sido toda la vida el incómodo contertulio que dispone de criterio propio completamente razonado. Eso no quiere decir que sea acertado pero sí que se basa en un cúmulo de datos contrastables.

Cuando se jubiló la ciudad se convirtió en un enemigo. La prisa mal entendida y esa sensación de tener que estar en todas partes sin llegar a ninguna, como si la vida fuera la necesidad de corretear en círculos. Se puso como objetivo recuperar un espacio perdido en medio de ninguna parte. Reformar, adecentar, pintar y entrar en la obligación infinita de la puesta a punto de aquella casa, hecha a base de gruesas piedras y chimenea central, que alguna vez fue solamente el espacio vital de unos veranos en pantalón corto y heridas en las rodillas. Los más viejos del lugar todavía le señalan la esquina en la que se cayó de la bicicleta arrastrando la cara por la gravilla y dejando en su cara la expresión que le marca desde toda una vida. Indiana Jones tiene una cicatriz den la barbilla y Gervi un poco más a la izquierda.

El pueblo, en algún lugar incierto y plano, no es más que un cúmulo de casas abandonadas alrededor de una iglesia sin interés histórico. Ni siquiera dan misa más allá de un domingo cada mes. El panadero llega en una destartalada furgoneta cada mañana y el ayuntamiento es una casa algo más blanca que, en un intento vacuo de llegar a la modernidad, tiene luces led y wifi sin contraseña. Todo se divide en dos: a la izquierda de la carretera quedan las casas de los que venían a hacer turismo y a la derecha las de los autóctonos. Pocos. Cuando se van muriendo los techos aparecen rotos tras las últimas nevadas y los abogados de los herederos impiden judicialmente que nadie solucione nada sin pagar a alguna lejana contraparte. Lo curioso es que esa carretera hace un giro a lo lejos para enfilar la “avenida” iluminada por el reflejo de un antigüo cartel de Coca Cola allá donde se supone que hubo un bar. Al fondo, cuando las casas terminan y que casi es tan breve que se ve el final desde el principio, hay una curva de salida a noventa grados, que vuelve a llevar al infinito. El destino, si se cruza contigo, te lleva en una vuelta al pueblo y te saca de un bandazo.

Con el tiempo y la necesidad de sentirse útil Gervi no solamente pinta y arregla su casa sino que empieza, como si fuera una obligación no escrita, a poner en orden los entresijos del pueblo. Retira piedras, señaliza derrumbes. Hace los empalmes de los cables setenteros de las farolas antiguas. Pone alguna jardinera. Cada vez que oye un motor lo mira con un extraño desdén. Les ve desde lejos y el efecto doppler del sonido del motor retumba hasta el frenazo de la salida, donde alguna vez hasta derrapan un poco. Hay un olmo en el vértice y ha decidido pintar el tronco de rojo y blanco. Una señalización rural que, después de hecha, tampoco tiene mucho efecto. Un SUV demasiado potente casi se lo lleva por delante mientras la brocha aún estaba mojada de pintura y él manchado de color. Se enfada, claro que se enfada. Sufre una de esas inútiles subidas de tensión arterial parecidas al niño gordo y torpe acosado por sus atléticos compañeros.

Habla con el alcalde porque, a pesar de la lejanía, la democracia llegó hasta aquel recóndito lugar. “No puedo hacer nada”- le dice el alcalde, boina puesta y palillo entre los dientes, justo en el camino que le lleva a visitar a su número limitado de vacas famélicas.

Entonces Gervi recordó a Clint Eastwood. No a Harry el sucio, aunque tuviera ganas de disponer de un Smith&Wesson del modelo 29. Clint tenía un bar en un pueblo y quería ampliarlo. El consistorio no le daba permiso aunque lo pidiera una y otra vez. Así que se presentó a alcalde, se dio permiso y dimitió. Todo legal.

Gervi se presentó a alcalde. Contó, en el hueco que hace de plaza principal, sus ideas de futuro para el pueblo. Puso como aval las jardineras y como objetivo una iluminación que no fuera solamente del poder institucional del alcalde. Al alcalde el palillo se le puso en punta. Plantó encima de la mesa su dedicación exclusiva y no a media partida con el latifundio ganadero de los poderosos. “Gervasio para alcalde”, dijo en una primera persona mayestática delante de los 25 habitantes que murmuraban hacia sus adentros.

El día de las elecciones, con el recuento antes de ir a misa, ya había ganado. Ya era alcalde. Así que se fue a su despacho y buscó. Durante días miró con el detenimiento de los jubilados lo referente a presupuestos hasta encontrar un hueco.

Llegaron las brigadas del ministerio y unas máquinas de asfaltar modernas. Desde antes de entrar al pueblo, pasando por la avenida, cambiaron el asfalto. Lo pusieron liso y arreglaron el drenaje. Pintaron unas nítidas líneas blancas a los lados. Alisaron, bajo las órdenes de Gervasio, la curva de salida junto al olmo. Al lado del olmo, incluso, llegó el presupuesto para un banco de madera y hierro.

Varios días después las mismas brigadas que llegaron, se fueron. Gervi miró con orgullo su carretera nueva. Sin badenes. Sin señales. Y se sentó en el banco tranquilamente. Cuando el primer coche de cuidad encontró el nuevo asfalto hizo lo que se espera: acelerar. Al llegar a la curva de salida no fue capaz de reducir con tiempo y se empotró, de lleno, contra el árbol. Gervi, sentado, asentía. Asustado con el ruido el antiguo alcalde se le acercó. La frenada aún estaba caliente y los cadáveres, dispersados entre la mezcla de hierros y madera.

-¿Qué has hecho?- preguntó.
-Me he sentado a ver como todo se va a la mierda. Solamente les he puesto el camino despejado. Con la carretera que teníamos no se iban a matar y ahora, ya ves- señalando orgulloso- no ha sobrevivido ni uno.
-¿Para eso querías ser alcalde?
-Sí. Me ha salido perfecto. Anda, llama a la ambulancia para que limpien. Mañana tengo que venir un poco antes, que es víspera de puente.


 Y es por eso por lo que los jubilados se sientan en los pueblos a ver pasar los coches.

20 de diciembre de 2019

Décimo aniversario de la soledad

Sé que no es sano pero llevo,  justamente hoy, 10 años echándote de menos.



... el veintidós de septiembre, a eso de las cinco de la tarde, petardeó mi teléfono. Mi hermana sonaba entrecortada como si estuviera escondida del mundo en el descansillo de un hospital. “Papá se muere” dijo sin ninguna duda. “Tres meses” siguió. No lo dudé. Me quedé callado sentado frente a la acera. Tampoco es parte de esta historia pero sí la modifica como una bomba nuclear que ha caído a unos metros de casa. Ahora sí era una miseria de las de verdad y en ese momento, casi con el eco de la soledad perdida en medio de la cabeza, no sabía dónde estaba, el idioma en el que hablar o incluso los lugares en los que agarrarme sin caerme. Ya casi me había caído. Busqué una voz en el hermano de mi padre pero antes de recuperarme, antes de poder saber incluso si era un día frío o uno de esos en los que el sol todavía reconforta la piel un poco según llega el otoño, mi padre llamó como todos los días. “¿Qué tal el día?”- preguntó. Yo balbuceé un “bien” o un “normal”, no lo sé. Sabía que no conocía la noticia, que estaba a la espera de resultados, que hacía veintinueve días estuvimos paseando por la playa por primera vez en casi cuarenta años. Algo notó. “¿Has hablado con tu hermana?”. Yo noté esa tensión en las pupilas que se alimenta de los dramatismos tangibles. Hubo un silencio. “Me muero, ¿verdad?”. Me rompí. “Sí”- le dije. “Bueno, no te preocupes. Cierra luego y ve a casa, que dicen que quizá refresca esta noche”.

Así que durante tres meses viajé, contuve las lágrimas todas las veces que una hombría mal entendida me lo permitió. La misma que me impedía demostrar, aceptar, reconocer o comportarme como si me estuviera despedazando. Quise ser un adulto que recibe los golpes para los que estaba entrenado. Fui también un niño que sabe que le va a doler. Fui un hijo, más de una vez. Habría pasado el primer mes y yo estaba en el hospital. Mi padre, incorporado en la cama, había puesto un partido de baloncesto. Yo lo veía desde un pequeño sofá a su lado. Estábamos solos y yo, desconozco de donde, saqué un valor infinito. “Papá”- le dije- “¿te arrepientes de algo?”. “La verdad es que ahora que lo pienso”- dijo sentando parte de cátedra, que es como hacía las cosas- “me arrepiento de no haber pasado más tiempo con vosotros. Está bien que ahora a tu madre no le vaya a faltar nada y que todo esté más o menos en orden”. Mi padre era de esas personas que siempre se adelantaba a los acontecimientos. “Está bien mirar atrás porque, en realidad, todo el esfuerzo quizá ha tenido un resultado”. Esa era una enseñanza a fuego. “Pero si te fijas”- ahí venía lo importante- “ahora no están aquí mis amigos o mis novias o mis compañeros. Quienes estáis sois vosotros y vuestra madre que duerme en ese sofá cada noche. Y eso es lo que queda. La familia. Que no se te olvide. Al final es lo más importante y todo lo demás, aunque está bien, no es tan necesario.”

Y seguimos viendo el partido.

Cada semana era un poco más larga. Cada día un pequeño paso hacia la digestión espesa y eterna que tienen los vacíos. Creo que cada día estaba un poco más lejos de todo. Dicen que no hay una realidad real. La Kabbalah mantiene que hay tantas como visiones tenemos cada uno, acorde con nuestras interpretaciones. Para ese momento ya estábamos en dos mundos diferentes y sólo teníamos retazos del que estaba viviendo el otro. El mío no era real. Me llamó por teléfono mi padre, que ya casi no andaba. Apenas dos semanas atrás le había puesto una barra junto al retrete para que se sujetara y ni siquiera sé si se llegó a sujetar alguna vez. Había pasado un pequeño tiempo en casa, sentado en su sitio delante de la tele y con una bata azul que escondía la forma en la que perdía toda la energía. “No me llames a casa mañana porque vuelvo al hospital”- me dijo. También me preguntó por el trabajo. Fui obediente y no le llamé a casa. Creo que me reconoció un par de veces aquella última semana en la misma planta en la que había estado antes y se fue sin hacer ruido, esperando a que todos estuviéramos dormidos, a las seis de la mañana de un frío y nevado veinte de diciembre. Es curioso que los recuerdos son asombrosamente claros pero soy incapaz de recordar cualquier otra cosa de esos meses y de los tres siguientes.


Saqué su ropa, ese mismo día, del armario. Recogí casi todo lo que pude pero incluso hoy existen unas instrucciones de cómo usar el dvd en una caja que habita la mesa del salón. Al revisar el ordenador me encontré unas instrucciones precisas de qué hacer en ese momento, a quien llamar, cuáles son los seguros que hay que reclamar.  Mi padre siempre se adelantaba a los acontecimientos.

Después de una breve ceremonia a primera hora de la mañana y sin nadie más que hubiera llegado a tiempo que los mínimos en número, con un palmo de nieve en las afuera de Madrid y el hielo colgando de los pequeños árboles en un fenómeno que se llama “lluvia engelante”, hice lo que se esperaba de mí. Me hice quinientos kilómetros para ir a trabajar. Nadie me vio, con mi traje oscuro y en alguna cuneta camino de la nacional I, romperme del todo.


Es imposible vivir sin un Dios, un padre, un jefe o ella misma. Alguien que se adora, se respeta, se teme a veces, premia, castiga y ayuda. Alguien con quien crecer y aprender. Mi padre no volverá, de eso estoy seguro. Cuando mi padre se sentaba en la mesa redonda que había junto a la cocina y nos decía qué es lo que se iba a hacer, como una imposición obligada. Tenía en cuenta lo que quería mi madre, lo que le gustaba a mi hermana y aquellas cosas que suponía que a mí mismo me hacían feliz. El último en ser determinante para la conclusión era él mismo y sin embargo daba la orden porque era un superhéroe del que al final descubrimos que simplemente era un humano con traje.

14 de diciembre de 2019

La reflexión británica.

El 1981 el Reino Unido ganaba sin paliativos Eurovisión con una canción positiva, coreografiada, en el que unos chicos arrancan las faldas a las chicas y con un estribillo que aún hace sonreir mientras una orquesta toca en directo.
Actualmente el Reino Unido vota con mayoria para irse de Europa, no hay un solo músico en los escenarios de los grandes eventos y ten cuidado si alguno toca una falda de refilon al levantarse a por un café no sea que te metan 38 años en la cárcel.

Vamos de puta madre, si.
Pd: Eso sí. El pelo es el de Boris.

10 de diciembre de 2019

El cine scfi de los 80 está aquí.

Todos los futuros en el cine son demoledores.

Blade Runner, Desafio Total, El quinto elemento. El deseo feliz y tonto de los "propicios días" de Demolition man. Batman sobre Gotham viendo cómo la cuidad se deshace a manos del Pingüino ( que no del Joker). En todas ellas la sociedad ha perdido. En todas, fíjate en Robocop. Una gran corporación que se ha comido todo subyuga a los ciudadanos que se quejan pero no pueden hacer nada contra las garras infinitas del gran poder. Sólo unos pocos, grises y atormentados, luchan en una guerra desigual contra cualquier cosa que, consciente de si misma, sea el Skynet de cada argumento.

La sociedad se queja, se manifiesta. Hacen grafitis en las paredes contra las injusticias pero, sin embargo, nada cambia. Y los pobres, que son todos los demás, se putean entre si preocupados en sobrevivir a hoy sin esperar nada del mañana. Por una parte podemos estar tranquilos porque es más barato llevar al cine un futuro apocalíptico que uno en el que hayamos solucionado algo por nosotros mismos.

Pero hay señales, inequívocas, de un extraño punto de partida. Es un lugar en el que hay manifestaciones, cada vez más creativas, en las que se grita mucho y se espera que con  los gritos se cambien las cosas. Es indistinto gritar porque España o Trump nos roba, porque se han muerto miles de peces en el Mediterráneo, porque un independentista anacrónico cabalga a lomos de un jamelgo amarillo creyendo que así hace algo aparte del soplagaitas. Se hacen miles de manifestaciones que parecen compensar la incapacidad de hacer nada excepto imaginativas pancartas. Y un día en el que se cita a las personas para recoger vidrio, se han ido de botellón. Porque hace frío, porque es cosa del ayuntamiento, porque se me agrietan las manos o porque estoy muy deprimido con el cambio climático. Montar un mueble del Ikea es un esfuerzo sobrehumano en un mundo de vagos enfadados que luchan contra la corporación haciendo clicks en sus teléfonos sin levantar la mirada para ver cómo se van algunas cosillas a la mierda.

Así que se manifiestan contra la opresión, los créditos trampa, las compañías abusadoras, el trabajo basura y la muerte de lo cercano en manos de la deslocalización.

Y hacen suyos los anuncios falsos en los que con ese móvil se es más feliz, las plataformas que asfixian a quienes crean y se ríen de las personas que les llaman por su nombre al entrar en una pequeña tienda. Viven con una sensación de pertenencia absurda a aquello que dice que les quiere pero les mete la mano en el bolsillo a cambio de píldoras de felicidad efímera. Son supporters de equipos de fútbol que reparte entre los directivos las cuotas de socio que pagan ellos, los que se van a sus casas sin saber dar una patada a un balón. Son de Zara, de JxCat, de Amazon Prime o de Telefónica.

Y se manifiestan pero no hacen nada como una adolescente que se quiere ir de casa pero no se termina de marchar jamás (porque lo de trabajar, no poder ir de vacaciones, quedarse sin wifi o sacrificarse por sus sueños es una utopía) mientras hace imposible la convivencia familiar. Son políticos que hacen propuestas de ley irreales pero se les olvida salir a la calle a mancharse las manos creyendo que un papel ya lo ha arreglado todo.

Piden la paz mundial mientras golpean los escaparates.

Así están, poniendo las bases para un futuro apocalíptico.
Me da igual la película que escojas.
Haz cosas, joder. Y deja de quejarte. Me encanta odiarte.

3 de diciembre de 2019

Seres perfectos: críticas de una estrella.

Hubo un día en el que Houellebeq me comentó que podría escribir mejor si cambiara algunas cosas. Sabina hizo comentarios sobre algunas de mis letras. Arzak estuvo explicándome la temperatura a la que freír los huevos. Nadal me sujetó la mano para coger la raqueta en la forma en la que el drive fuera más ajustado a la línea. Wozniak mejoró una rutina para optimizar la memoria del ordenador. Amancio dio unas pinceladas sobre la manera de optimizar la logística de mi negocio.

Pero luego llegó un gilipollas perfecto y me puso un comentario negativo en Internet. "Una puta mierda"- decía. Daba lo mismo que fuera un libro, una canción, un huevo frito, el resto de un saque, un driver en windows o que el camión llegue más tarde. Le busqué en Internet y oscilaba, bipolar de los comentarios como si no tuviera otra cosa que hacer, entre lo maravilloso y lo apocalíptico como si tuviera criterio, como si supiera discernir entre lo infernal y lo divino.

Vivimos rodeados de seres perfectos que todo lo hacen bien, que nunca se equivocan, que son los mejores en todo. Seres con la superioridad moral de decir cómo debes hacer tu trabajo y con la capacidad de criticarte.

Los mejores cocineros, los mejores hosteleros, los mejores informáticos, escritores, panaderos y críticos de cine son aquellos que no han hecho nada de todo eso. Con un gran vacío experimental lleno de nada sientan cátedra con sus estrellas incapaces de pensar si se reflejan, joden o simplemente hacen un ruido muy molesto.


Esos tipos con complejo de jubilado detrás de la valla diciendo lo mal que se hace todo pero que no saben coger una pala.

Pd: "Tiene poco producto. En internet hay más"- me puso ayer uno negativamente. Otros seres perfectos leen sus críticas. Local guide, dice su perfil. Es perfecto: nunca mea fuera de la taza.

27 de noviembre de 2019

El hombre Voya.

¿Sabes cómo es?. Lleva una ropa que pudiera ser un conductor de autobuses de tu ciudad. Son esas vestimentas que son correctas pero hacen pasar desapercibido. Si llevara un jersey dejarían verse los cuellos de una camisa azul clara por debajo. Se anuda los zapatos correctamente. En verano usa bermudas y camisas de manga corta. Cuando cree que llama la atención la camisa es rosa. En las bodas lleva un traje de Cortefiel. Bien. ¿ Lo tienes?. Pues ese no es. Es el contrario. Sencillamente aparenta.

Pudiera ser todos los cuñados y, sin embargo, no resulta tan cansino. Es relativamente joven o simplemente con la edad que aún permite un margen de mejora desde ser parado en pijama. Tuvo un trabajo pero le echaron. Parecía tener una dirección pero no llegó a ninguna parte. Es un hombre Voya. Entró jurando que quería consumir pero iba a cagar a tu bar.

Voy a hacer un curso.
Voy a mandarlo todo a la mierda
Voy a sacar la basura
Voy a escribir un libro
Voy a limpiar debajo del sofá.
Voy a lavar el coche.
Voy a aprender finlandés.

Y luego, por una razón o por otra que siempre es culpa de las circunstancias, siempre se olvida de contar lo que hizo. No hay resultados en su mochila. Como el buen adolescente que lleva dentro pide recompensas por lo que hará, por lo que será, por lo que te va a vender como un político, por lo que te hará, por lo bueno que será, por lo que "esta vez sí, confía en mi".

Y, buscando algo nuevo que creerse, es otra vez que no mientras flota en el océano.

Voya.

Pd: y una canción que no tiene que ver. O si. O quizá. Voy a oírla.

14 de noviembre de 2019

Puritanismo progre

Def Con 2 son una de esas bandas incómodas que han sido censuradas este verano por lo que dicen o por cómo lo dicen.  No son la única. A ellos les censuró la derecha por alguna cancioncilla que tienen y que dice, entre otras cosas, que hay que hacer sufrir violentamente al banquero. A otros les censuraron desde la izquierdaa por hacer suyo el mensaje de "papi, dame" que cantan las adolescentes por la calle con un pequeño altavoz bluetooth conectado a su móvil.

Y es que la derecha y la izquierda , como en más de una ocasión, coinciden en algo: en  censurar lo que les parece mal. En llevar al extremo una superioridad moral mal entendida en el que cada uno es libre de hacer y escuchar lo que quiera siempre y cuando escuche, lea y reciba los estímulos intelectuales del lado adecuado.

O censuramos a todos o no censuramos a ninguno pensando que la sociedad es lo suficientemente madura como para hacer suyo uno u otro mensaje. Yo soy hijo del rock radikal vasco y de siniestro total. Nunca quise matar al hijo de un policía y a los hippies en las cíes. Tampoco he pegado nunca a una mujer aunque sea blanco, hetero y me sepa de memoria "si, si" de Los Ronaldos.

La canción es un ejercicio interesante porque da a los dos palos, a los dos extremos. La ultraderecha y la ultraizquierda se parecen demasiado, demasiadas veces.

6 de noviembre de 2019

A(N)hedonia.

Ahedonia no es un pais. Ni siquiera un lugar mágico donde todos tocan soul. No es Sildavia. Anhedonia es la incapacidad de experimentar placer, interés o satisfacción en casi todas las actividades. Es ser un junco azotado por el viento, la cuarta hostia recibida en una pelea perdida, un polvo no deseado o volver a ver que ese mes tampoco será un mes memorable. Sentir, de nuevo, que ese proyecto se queda en el cajón de todos los demás cuando ya no te duele ni la resignación.


No es rendirse pero tampoco es enfadarse. Suena a pérdida por agotamiento aunque se parece más a una especie de falta de motivación como un millenial que tiene que hacer un trabajo que no le gusta porque debería de ser algo mejor pagado y mucho más placentero. El placer, sobrevalorado en realidad, es algo necesario para vivir y para saber que aunque sea un poquito debería dar sentido a los sacrificios, los fríos o alguna decepción que se compensará con los beneplácitos de mañana.

El psicólogo Martin Seligman definió "el molino hedonista" como una necesidad de conseguir metas a corto plazo, inmediatas, que nos hagan creer que en eso reside la felicidad. Pero, como todo lo inmediato, dura tan poco que necesitamos un nuevo estímulo. Esto es el motivo por el que te engancha ver el móvil: lo enciendes y hay algo que nuevo. Lo apagas y cuando lo vuelves a encender hay algo nuevo.Y el molino gira.

Probablemente un habitante de Ahedonia ya sabe que ahí no hay nada y ha dejado de presentar interés por buscar. No mira el móvil esperando una sorpresa que le cambie la vida como el final de una comedia romántica y feliz. Se despierta por la mañana, come a medio día y se duerme por la noche. Vive la vida de una forma protocolaria. Aburrido quizá pero también, y es un punto de vista del  que no hablan los psicólogos, protegiéndose de la gota de una nueva decepción que colme su propio vaso. Es eso. En ese país llamado Ahedonia todos andan muy rectos para que no se les derrame el vaso de su existencialismo.

31 de octubre de 2019

La Inmediatez mata

Hace poco leí un artículo que comentaba cómo las canciones de éxito modernas llegan antes al estribillo que las que conocemos de siempre. Sería imposible que Mike oldfield (Miguel Campoviejo) se hiciera el Tubular Bells (que fue el primer vinilo que yo me compré con mi dinero) hoy en día y sonara en la radio. Olvídate de aquellos  discos que intentaban contar una historia porque hay que darlo todo y ya, no sea que  la atención se diluya al pasar una mosca por delante.

La industria, como casi todo, se ha rendido a las limitadas capacidades del consumidor.

En este mundo de la inmediatez el ultimo gran éxito televisivo no es una serie que sea mejor o peor sino una serie más corta. Capítulos de 10 minutos. Las relaciones se forman en un 40% a traves de internet en algo parecido a un mercadillo de carne que tiene similitudes con la forma de realizar una selección de personal en una Ett. Requisitos a cumplir e incorporación inmediata. Ven a follarme, en bicicleta no contaminante, antes de que se me pase el calentón. Recuerdo cuando , a veces, se salia a la calle y se empezaba una larga charla impregnada en alcohol y se llegaba algo tocado al hogar. Nos socializábamos bebiendo y ahora hay que beber para después intentar socializarse. Es prioritario beber y follar para dejar esas cosas tan viejunas como hablar y conocerse en un segundo plano ya que requiere el mismo esfuerzo que esperar tres minutos a que llegue el estribillo.

Los titulares son más comentados que el texto. Los pezones y las erecciones más determinantes que las caricias. El tiempo es un punto en contra y la reflexión, una tara.

A los escritores rusos les pagaban más cuanto más páginas escribían y ahora la capacidad de condensarlo todo en un rendimiento inmediato sorprendente es lo que marca los parámetros de supuestos éxitos efímeros. Una cultura efímera. Un sexo efímero. Un mundo incapaz de sentarse a disfrutar de los detalles. Quiero una pastilla que me cure de forma inmediata, una solución al paro en menos de diez días, la salvación del ártico y de los peces del Mar Menor de hoy para mañana. La república en menos de 8 segundos ( bueno, esto casi lo hicieron). Quiero ir desde aquí hasta lo que se cree que es el destino en el menor tiempo posible.

La puta sociedad de la alta velocidad acabará con los pueblos (culturas, procesos, trabajos, tratamientos, amores) que ya están muertos.

22 de octubre de 2019

No es revolución , es un Chiquipark.

Si tuviera que montar un punto de venta de algo , me da lo mismo, tendría que ser un lugar en el que prime la experiencia por encima de la compra. Uno de esos sitios a los que se va por el envoltorio o por lo que nos hace sentir. Vamos a Ikea por la piscina de bolas y , ya que estamos ahí, nos compramos una espumadera para hacer huevos fritos. Vamos al bar a ver un concierto y nos tomamos una cerveza dos euros más cara de lo normal. Entro en facebook a cotillear pero me trago más anuncios que en seis minutos de antena 3. La experiencia programática es más importante que la actividad en si misma.

Partiendo de esa premisa y analizando lo que va pasando por aquí y por allá llego a la conclusión que hay movimientos que no se incrementan por la base del mismo sino por el animador cultural que está detrás. Tampoco es algo nuevo. Mi madre, que fue una niña de la posguerra con muy poco para comer (comer es el límite de la pobreza y no que no te llegue para la wifi) , una vez se apuntó a la Falange. No lo hizo porque creyera en los ideales franquistas sino porque le regalaban una camisa azul. Y , joder, !una camisa!.

Viendo las actividades programadas por la revolución independentista catalana dan ganas de hacerse indepe. Un día nos vamos a homenajear a un bolardo. Ayer se fueron en " la fiesta de los globos" a juguetear en la calle. El otro día se hacían las olimpiadas indepes y había que ir con un balón a cortar unas carreteras. Si eres un poco obsceno te puedes ir a ver culos a la concentración para hacer un calvo multitudinario a la policía. O encendemos todos las linternas del móvil para dar envidia al alcalde de Vigo. Nos montamos un caminito con una flecha que encaja en una estelada gigante atravesando la diagonal en el gran tetris catalán.  Vamos con el coche a dar vueltas al aeropuerto o cantamos por la A7 con bocadillos gratis. Entremos al metro con tickets falsificados. Limpiemos con Fairy las calles o echemos jabón en las fuentes (aunque luego se desborde y se caiga el deliveroo que me trae una whopper a la manifa). Hagamos una performance. Hay que reconocer una cosa: el responsable de marketing catalanista es francamente bueno. Y muy divertido. Todos los días tiene una idea participativa novedosa. Estoy convencido que los que hacen los anuncios de Telefónica, famosos copiadores de ideas, le vigilan para la campaña de navidad.

Así que no es de extrañar que si estás en clase estudiando te den ganas de salir a hacerte indepe porque no es una revolución, es un Chiquipark donde no importa lo que vayas a comprar o destruir, sino la experiencia. Por eso está lleno de niños que se entretienen haciendo cosas sin saber muy bien si eran extras de juego de Tronos o, cuando llega la policía, una partida de Fornite con la posibilidad de tener una foto con cara de malo delante de un contenedor ardiendo.

A ver qué TURRA toca mañana.

Pd: Esto no es solo nuestro ni lo han inventado ahora. En Chile tienen un himno bastante pegadizo


Pd2: hay un hecho preocupante en todas la movilizaciones actuales. Da igual que sea la independencia, que el clima está locuelo, el precio de la gasolina o un fraude electoral de Evo... al final se ven gentes muy jóvenes que utilizan exactamente el mismo discurso: la utilización de una defensa violenta ante algún tipo de opresión capitalista que arrasa los derechos humanos. Se tapan la cara, se hacen sus fotos de malotes, corretean y se indignan en las redes. Luego los videos se confunden en internet porque son globalmente similares. Y no son los mismos problemas pero sí el mismo argumentario ( y quizá la misma franja de edad) : ellos, que son muy malos, no me dejan ser libre a mi, que soy muy bueno.

16 de octubre de 2019

La cancion del daño

Diciembre de repente Y ni te has enterado Te paras a pensar No recuerdas demasiado Y eso al tiempo le da igual El tiempo sigue su camino Revisas el correo, pones una lavadora Escribes a personas que están en línea ahora Así pasan los días, así te olvidas de la muerte Y nadie que conoces está realmente bien Esto que nos han vendido no sabemos lo que es Quizá nunca ha existido Quizá solo sea una broma Y comes algo rápido e intentas digerir Toda esa información dentro de tu habitación Las vidas ajenas las vives como una propia Y te das algunos lujos que ahora llamas homenajes E interpretas a tu antojo moralejas y mensajes Y te ves como un ser de la prehistoria Faltará más que cemento para hacer de esto una obra Faltará más que un pastor para guiar este rebaño Y otra vez, otra vez Suena la canción del daño, la canción del daño La canción del daño es la que quieres oír La canción del daño, la canción del daño La canción del daño es la que quieres oír Y mueves varias piezas del rompecabezas Pero no consigues ver la imagen al completo Queda mal Nada en concreto Y tienes varias cosas aún por resolver Pero es que en esta ciudad hay tanto que hacer Y si no estás disponible es posible que te den por muerto Es terrible empezar a conocerse de verdad Es terrible asumir que te adelantan a toda velocidad Y te conviertes en estatua A falta de un bosque entero para dar un buen paseo Te refugias en tu casa, te preparas un buen baño Y otra vez, sí, otra vez Suena la canción del daño, la canción del daño La canción del daño es la que quieres oír La canción del daño, la canción del daño La canción del daño es la que quieres oír Y sientes que las notas invaden el espacio Tu cuerpo se estremece, tu cerebro va despacio Reconoces esa euforia que luego da paso al llanto Porque estar mal, ya sabes, también tiene su encanto Y esa sensación amarga una vez que ha terminado El consejo que recibes de quien tienes a tu lado Piensas demasiado, piensas demasiado, piensas demasiado Suena la canción del daño, la canción del daño Habla de ti La canción del daño, la canción del daño Habla de ti

4 de octubre de 2019

Generación Woke

Dicen por ahí que Erykah Badu hizo suya la palabra Woke para convertirlo en algo más trascendente.
Y ese término,a raíz de la canción o por su culpa, se convirtió en una manera de definir cierta conciencia global para con la justicia social y racial del mundo. Algo molón y transversal que identifica a una generación como esa palanca de cambio que llevará por el buen camino todo lo que las generaciones anteriores convirtieron en mierda. La generación que , aunque es incapaz de ordenar su cuarto, limpiará el planeta. La que,  aunque disponga del mayor grado de obesidad de la historia, salvará la salud de los malos hábitos. La que acabará con los ricos, los pobres, las guerras y las desigualdades. la generación que vive atenta a cualquier atisbo de -ismos ( machismos, racismos, capitalismos, pederastismos, cristianismos, fanatismos...) y salta, cual Flip el saltamontes, en los comentarios de las redes siendo capaces de localizar afrentas en  lugares insospechados.

Es algo parecido al final de una relación en la que, digas lo que digas, siempre dices algo incorrecto. Con la salvedad que, en la metáfora interesada, quien me critica no se rebela contra el sistema alienante sino solamente contra mi. Y también, como cuando dice que su nuevo amante es cien millones de veces mejor que yo, es capaz de identificar los valores virtuosos en un lugar que tampoco es tan bueno como malo era el anterior, es decir: yo.

Ni nosotros ni nuestros padres hemos sido tan malos como buenos os creéis vosotros porque sólo sois capaces de concentraros 8 segundos seguidos y eso os impide leer el texto más allá del titular.

Lo curioso de todo esto es que, como generación global que es, se enfada contra procesos globales que sean culpa de otros y hace sus críticas a golpe de click sentados en sus asientos de casa intentando ser más y más ocurrentes. Mancharse las manos, mayormente, con el ketchup de la hamburguesa vegana mientras beben una cerveza artesana firmada por Heineken. Hay de todo pero estoy haciendo un juego de arquetipos.

El último caso es el riesgo de que el estreno de Joker (Guasón en la vergonzosa traducción hipanohablante) fomente la violencia gratuíta. El FBI ha activado sus alarmas y el director de la película se queja de que en estos tiempos hacer humor es casi un ejercicio peligroso porque hagas lo que hagas siempre van a aparecer unas hordas de ofendiditos dispuestos a quemarte la casa como represalia justificada a hacer un chiste de, por ejemplo, maricas negros.

Se vive como de debe de ser y en estados de opinión absolutistas: feminismo, contracapitalismo, tolerancia y dramatismo ecologista. Por supuesto que todos esos enemigos (los -ismos contrarios) son los responsables últimos de no tener una merecida plena vida propia en la actualidad. No es que seas un mierda, que es lo que suelo pensar yo, sino que los componentes capitalistas sistemáticos y opresores están ahí para coartar la libertad de los hombres buenos (como el ofendido de turno).  Libertades ganadas a golpe de criticar, sajar, gasear y menospreciar al que no piense igual. Si el que habla es un torero, diga lo que diga está mal. Hemerotecas interesadas para hacer más creíble el tuit de enfado y muchos, muchísimos argumentos sacados fuera de contexto como quien pueda admitir,  llegados a este punto, que yo hago chistes de maricas negros como los que se alegraron de que despidieran a David Suarez por un chiste sobre las mamadas con las encías (lo buscais. En realidad no tiene ninguna gracia pero era humor como los chistes sobre los gusanos en el cadáver de Franco) . Por si no le conoceis, es éste:



Y ahora lo que hay que hacer es indignarse, poner una cruz, un comentario hiriente o un bloqueo y llegar a casa feliz (aparte de con cara de haber equilibrado el mundo) porque eres uno más de la generación Woke que no es más que otra etiqueta para hacer sentir parte de un grupo a activistas de salón. Los que intentaron cerrar un restaurante porque en la tele uno había hecho no se qué. Y luego se chupaban las pollas ( esto es metafórico porque hay muchas mujeres Woke, quizá más) 

Yo pensaba, locamente, que Woke era la manera de llamar a Chewakka  si es que eres su colega.


(Afortunadamente hay un pequeño porcentaje de personas con criterio, pero hacen mucho menos ruido. Es como los periodistas: alguno contrasta las opiniones y otros dicen que la asesina regalaba croquetas)

30 de septiembre de 2019

año 2150

En el año 2150 es probable que los coches no vuelen ni que nos comuniquemos telepáticamente. No habrá teletransporte. Seremos gordos contenidos, es decir, estéticamente correctos aunque estemos podridos por dentro. Habrá que pagar un impuesto por disfrutar de la naturaleza y otro por tocar la acera, por beber refrescos con azúcar. Habrá que pedir consentimiento expreso para cualquier interacción con cualquier persona, tres si es una interacción sexual. Será obligado un título para casi todo. Título de manejador de aire para respirar, manipulador de eventos deportivos para practicar algún deporte, salvo los autorizados por el bien común que establezca el gobierno, que tendrá participación accionarial en las empresas de formación y en las asociaciones deportivas predominantes. Sólo se podrá consumir la cultura que haya superado los mandamientos morales establecidos por el bien de todos y seremos libres siempre que pensemos como se debe de pensar, votemos lo que se deba votar y cumplamos todos y cada uno de los parámetros burocráticos (con tasas) adecuados para hacer exclusivamente lo que se debe de hacer. Hablaremos con mucho miedo de las dictaduras de las derechas y de las izquierdas y nos reuniremos, si podemos, para oír la música de los 70 a los 90 como si fuéramos yonkis. Tomar decisiones de manera autónoma sólo será permitido a robots con inteligencia artificial programada basada en estadísticas donde el grupo de control será sesgado previamente para obtener el resultado adecuado. Seremos catalogados cada seis meses para reorientarnos. Será imposible actuar,en nada, sin una norma previa. Los algoritmos lo dominarán todo y nos venderán una sensación de libertad imposible de alcanzar. Podrás ser lo que tú quieras siempre que cumplas todo lo que yo te diga. Bienvenidos al futuro.

27 de septiembre de 2019

Activismo de tuit y de reclamación.

Hay un vídeo ejemplarizante de lo que quiero contar. En él un adolescente cuenta, en calzoncillos y con una camiseta a juego del nuevo accesorio de su iphone, que tiene un invento que le hace estar tecnológicamente por encima de los demás y más a la moda que el Capitán América. Cuenta lo bonito que es, lo moderno y lo maravilloso. Cuenta, en un alarde tan cuidado como su tupé, que si tira el teléfono al suelo el invento lo protegerá. Y lo tira. Y se rompe. Entonces dice, obviando el hecho de que el que lo ha tirado al suelo es él mismo, que mañana mismo pondrá una reclamación.

Lo curioso es que si bien algunos no son especialistas en nada, el arte de la reclamación es algo que dominan con creces.

Yo vivo en un mundo donde una reclamación es un acto excepcional pero descubro que para algunos es un medio de eximente moral de la estupidez. Hay quien demanda al gps porque le ha levado por mal camino. Quien reclama porque el teléfono que se compro 300€ más barato no era el del anuncio. Quien sale llorando en la tele porque ese alquiler de 100€ al mes de un coqueto apartamento en el centro era, en realidad, un zulo.

Se pone la reclamación,  la denuncia, la queja dramática y perfectamente decorada. Se pone a Greta llorando contra el cambio climático y se espera a que todo se solucione solito porque ya sabemos que el dueño del Primark se sienta en su despacho y piensa "joder, hay miles de firmas en Change contra la explotación infantil. Quizá debería de usar adultos y pagarles bien sin subir los precios". Todo el mundo sabe que los diputados en España van a renunciar a 6000€ porque haya quejas en Twitter de la misma forma que tú vas a devolver algo que te han ingresado en la cuenta. ¿O si?. Y si no se hace caso a tu reclamación, pues empiezas a poner comentarios en contra en internet para arruinar a quien haga falta. Porque internet, ese lugar al que parece que hay que hacerle caso, tiene ejemplos como el tipo que puso a un cobertizo como el mejor restaurante de Londres gracias a comentar con miles de cuentas falsas.

Estamos entrando en la era de la queja por cualquier cosa, del simbolismo dramático. En cataluña se hace de el homenaje al bolardo caído un ejemplo de resistencia al invasor español pero nadie se ha sentado a preparar un plan para pagar las pensiones (o controlar las fronteras, o el espacio aéreo, o a gestión de la electricidad) el día después de la república. Vamos a quejarnos y lo de mancharse las manos o asumir responsabilidades, si eso, que lo hagan los demás. Mientras tanto hagamos publicidad de la defensa de lo que creemos que merecemos aunque no hayamos hecho nada por su consecución más allá de desearlo, como un adolescente que se va de casa y descubre, atónito, que la nevera no se llena sola.

Se buscan mil y un problemas que en realidad lo son pero que no es nuestra culpa y , además, no podemos solucionar ni solos ni en el breve espacio de tiempo que dura un tutorial de youtube. Y se hacen comentarios en Internet a favor de liberar a las gallinas oprimidas,  los contratos basura, el coltan del congo o las dictaduras disfrazadas de democracias que no nos permiten ganar más pagando menos por lo que consumimos. La culpa siempre es de otros y con un tuit se debería de solucionar todo. Vamos a quejarnos haciendo fotos de nuestras pancartas imaginativas

Activismo de mentira a golpe de like. Y muchas reclamaciones. Sobre todo las que haces tras haber tirado tu teléfono al suelo como un gilipollas.

12 de septiembre de 2019

Cuarto movimiento ( la realidad)

Es una de esas canciones que no estaban cuando las necesitaba y , como casi todo en esta vida, cuando llega no hace falta o es demasiado tarde.

3 de septiembre de 2019

Que no sea amor, que sea un accidente.

(no sé de quien. Mio no. Pero es acertado)


"Haz que no parezca amor, que es lo que se lleva ahora.

Duelen tantas tripas en nombre de la libertad.

Tú dices libre y yo digo cobarde.
Cobarde todo aquel que no es capaz de comprometerse con el instante.

Cobarde todo aquel que no esté presente cuando el otro está desnudo y vulnerable.
Cobarde todo aquel que puso un límite desde el principio.

"Yo, es que no quiero nada serio"
Como si no fuera lo suficientemente serio estar dentro fisicamente de otro ser humano.

"Yo, es que no creo en las etiquetas"
Como si ponerle nombre a las cosas fuera algo malo.

"Yo, es que busco pasar el rato"
Como si la vida fuera para siempre

Hay algo tan neurótico en nuestra manera actual de relacionarnos
Tan irrespetuoso con la vida
Tan impaciente

Y queremos más: más picante, más gorda, más grandes, más altos, más guapas, más fuertes, más delgadas

Nos aburrimos porque no nos soportamos a nosotros mismos

Porque no queremos que nadie nos conozca
Porque es más sencillo empezar de nuevo cada dos años vendiendo nuestra mejor cara
Porque es mucho más sencillo follar que limpiar lo follado.
Porque tenemos miedo a que en el fondo seamos un auténtico fraude
A que cuando el otro arañe un poco vea que no hay nada
Nada serio

Y aquí seguimos rascando, cambiando cromos repetidos, poniéndonos ropa interior cara para que otros se limpien los pies al entrar
Haciendo del amor una servidumbre de paso

¿No sientes a veces que tú vales más que todo eso que haces?
Que tú eres el jodido milagro
Con tus ojos que todavía pueden ver.
Con tus pies moviéndose para llevarte al lugar que quieras
Con tu boca capaz de dar las gracias.

Tres minutos entre las piernas
Cinco embestidas
y un whatsapp: "no me agobies"

Lo más triste es que esta sociedad nuestra ha conseguido invertir los papeles.

Ahora si dices que sientes algo,estás loco

Es muy pronto
Muy arriesgado
Poco inteligente

Dime tú, cómo lo haces para no sentir algo cuando lo haces.
¿Cómo se finge la vida?

Cómo se hace para que nunca parezca amor
Y que simplemente parezca un accidente"

30 de agosto de 2019

Películas de buenXs y machistas.

Una de las cosas que aprendimos en las películas es que todo el daño infringido al malo es poco.

Además cuanto más salvaje se sea, más mola. ¿Alguien ha pedido Chucrut frito? - grita Di Caprio al principio de la más que mediocre última de Tarantino mientras quema a los nazis con un lanzallamas.

Así que, como en una película, lo primero que hay que hacer es determinar quien es el malo. El malo,  por definición, es de derechas, hombre, economicamente autosuficiente, preferiblemente blanco y supuestamente poderoso.

Lo segundo es considerar que todo, absolutamente todo lo que hace, surge de una maldad innata. No es que sea por sus propios intereses sino porque es malo. Sería lo mismo que creer que Bolsonaro (que no me cae bien) grita como un loco feliz cuando ve quemarse el Amazonas. Que al dueño de Primark le sale igual pagar a unas costureras escocesas que a niños en la india, pero le gusta ver a los niños sufrir. Que Plácido Domingo ensaya mientras azota sopranos. Que todos los hombres, sólo por tener polla, salen a la calle con ganas de violar violentamente a cualquier mujer. Que los reggettoneros no tienen sentimientos (bueno, esto es cuestionable). Que incluso alguna mujer, aunque naciera en 1897, quería ser racista, machista , borracha y homófoba mientras escribía "Los Cinco". Que los ganaderos ensucian a sus animales y que los toros abusan sexualmente de las vacas sin llevarlas flores para un cortejo vacuno.

Con esas bases ya tenemos a los malos y sus actos de seres malos. Como nosotros estamos aqui para salvaguardar la verdad y la decencia, castiguémosles.

Castremos a los corzos, porque son machos. Vetemos a Plácido, a Tangana, a SDFK. Pidamos el toque de queda para los hombres. Quememos los libros de "los cinco" y "caperucita roja", que aunque era roja era sexista. Digamos, locamente, que los bomberos son machistas porque las pruebas físicas las pasan más hombres pero las enfermeras no porque hay muchas más mujeres y eso está muy bien. Quitemos el porno, Curro Jimenez, el futbol masculino y crucifiquemos a Bertin Osborne. Juana Rivas es una defenestrada por el heteropatriarcado e Infancia Libre unas incomprendidas.

Al fin y al cabo, si la verdad es nuestra y los malos son los demás, cualquier daño es poco.

Luego, si eso, te vas a la cama pensando que es el camino correcto para las igualdades.

La vida no es una película. Esas soluciones sólo valen para películas de serie B. A algunos,  que viven en un guión de mierda, les parece perfecto que en los premios MTV del 2019 se pida la igualdad asi:

 Al revés es un escándalo y, sin embargo, es la misma mierda. Yo nunca vi a Frank Sinatra llevar a Ava Gadner de un collar aunque fuera el animal más bello del mundo. Todos hemos soñado con vengarnos de Benito.



Pd: recordamos Pasada de frenada.

26 de agosto de 2019

48



Nunca hice promesas que no valen nada.
Y cuando prometí algo no me creyeron porque vivimos sumergidos, ahogados, nadando a crol en una sociedad líquida

Nunca pensé llegar hasta aquí, al menos así.
Ni siquiera sé si es mejor o peor de como supuse.
Macy Gray ha hecho una canción sobre lo que fue y lo que es, y lo que aprendió.


De algún libro:

Hay felicitaciones de cumpleaños. Alguna, sobre todo la del banco, tiene un pequeño video con globos y una tarta dibujada. “Estamos contigo en tus momentos importantes”- dice un mensaje automático que juega a ser amable. Las felicitaciones deben de ser personales, con referencias temporales e inequívocas. Su madre siempre contaba, después de comer, que cuando nació era un niño muy feo. Tenía las orejas muy grandes y demasiado pellejo. La comadrona le dijo que esos niños tan horrorosos, lo cual certifica la obviedad del dato, mejoran de mayores. Probablemente se parece a la felicitación del banco en lo referente a formal y generalista, pero su madre quiso creer que era algo científicamente demostrable. Para las madres siempre somos guapos, listos y buenas personas.

Los mensajes que han llegado se dividen en dos. Unos están identificados por el nombre y eso significa que esa persona está en su lista de contactos. Otros son números que por alguna razón nunca tuvieron la relevancia para añadirse. A esos es complicado responder porque ellos saben quién eres tú pero no tienes ni idea de quienes son. No sabes si son hombres, mujeres o melones. Sobre todo si pone “que pases un hermoso día feliz con los que te quieren”. Claro que si pone eso no tienen ni idea de quien lo recibe y hacen un efecto contrario al buscado porque, aunque felicitado, no se siente protegido. Se parece a quienes le están siguiendo con una cámara: le enfocan pero no les importa nada lo que le puede remover desde dentro. Venden interés como quien vende tarjetas de crédito en una gran superficie: importas los tres segundos que duras en su retina si les haces llegar a sus objetivos. Aparecen los días de promoción: cumpleaños y navidades.


17 de agosto de 2019

Enhorabuena, tienes un match

(Literatura sobre fiestas de Bilbao)

Enhorabuena, tienes un Match. 

17/8/2019. 21:45 
-Hola 
-Hola 
-¿De fiestas? 
-Si. Tomando algo con unas amigas. 
-¿Y sois de aquí? 
-No, hemos venido de Madrid. Yo soy de Lavapiés 
-Yo del mismo Bilbao 
-¿Y a donde hay que ir? 
-Arenal. Tenéis Txosnak. Txomin Barullo, La Pinpi, que es la de la purpurina. Sin Kuartel, que es por donde suelo estar yo. Enfrente dan mojitos ricos. Si llueve, al lado del puente hay una con toldo. 
-Oh. Vale. Gracias. 
18/8/2019. 14:18 
-Hola. ¿Qué tal ayer? 
-Bien. Tenéis unas fiestas muy chulas. No me dijiste lo de los fuegos. 
-Eso es todos los días. 
-¿Todos? 
-Así somos los de Bilbao. Ayer no te vi. 
-No me conoces. 
-Es verdad. Era por si colaba. 
-Pues estuvimos en la del Kuartel, la amarilla. 
-Cuando veas un grupo de vascos guapos: ahí estoy 
-Entonces te he visto.  
-Quizá sí que nos vimos. Yo era la que va en frascos pequeños, como la colonia buena. 
-Seguro que hueles bien. 
-Seguro. Búscame con el olfato. Nos vemos en fiestas. 
19/8/2019 22:45 
-¿Estas? 
-Hemos ido a cenar a un sitio cerca de la playa. Es bonito. 
-¿Dónde? Te vas a perder los fuegos. 
-Ahora te digo. –Puerto Viejo. 
-Entonces no llegas a los fuegos. 
-Es que ayer se nos hizo tarde y hoy queríamos ir al museo. 
-¿Al bueno o al moderno? 
-Jajajaja.  A los dos. 
-Yo estuve oliendo a todo el mundo. Una casi me denuncia por acoso. 
-Pues me puse colonia para que me encontrases. 
-¿Hoy no? 
-Hoy no creo. 
-¿Hablamos mañana? 
-Vale. 
20/8/2019 18:45 
-Hola 
Ey! 
-¿Qué plan tenemos hoy? 
-¡Salimos de fiesta! 
-¿Con colonia? 
-Un poco siJajajaja 
-A ver si te huelo. 
-A ver. ¿Cómo eres tú? 
-…invisible. Pero buen tipo. 
-Eso es importante. Pero dijiste que eras vasco guapo. 
-Guapo invisible. Soy un oxímoron 
-A ver si te veo, oxímoronJajajaja. Me suena a octópodo grande con cara de bonachón. 
-Un poco de dibujo animado sí soy. 
20/8/2019 22:03 
Hay algo que junta el desorden y las fiestas populares: pedir en una barra abarrotada de esas que llegan hasta el pecho.  Jaime estaba  siguiendo con su mirada a la camarera, recubierta de purpurina mientras resulta imposible hacerse oir. Por eso la comunicación no verbal es una prioridad. Jaime se siente como una persona invisible intentando adivinar el orden no marcado que llevan los camareros becarios que trabajan en fiestas de Bilbao. Detrás siente un golpe. Uno más en el tumulto.  Se gira para pedir tiempo muerto y allí, bajita y con cara de perrillo abandonado, Silvia le mira con el dinero en la mano. “Pídeme un katxi de Cerveza”- le dice.  “Si me hace caso, lo intentaré”. 
Silvia es una de esas chicas pequeñas  de andan con la espalda recta y que siempre te hablan de los frascos como si fuera una colonia  de las caras. Sonríe. Tiene un desparpajo desarrollado a base de tiempo y al final del proceso, de una manera u otra, siempre se sale con la suya. No hay que obviar que,  al cabo de un rato, los dos salían del campo gravitatorio que es una barra en medio de las fiestas. Él con un litro de kalimotxo y ella con su enorme cerveza para compartir con un grupo de amigas. Se dan las gracias. Se sonríen. Se separan hacia sus correspondientes lugares. 
-¿Vas a ver los fuegos? 
-Sí. 
-¿Desde donde? 
-Estamos en el arenal 
-¡Yo también! 

Jaime es un tipo estándar. No es alto pero tampoco es bajo. No es guapo pero, joder, tampoco es un tipo horroroso. No tiene gracia en especial ni sabe hacer pajaritas de papel. La ropa se podría decir que se la ha comprado su madre. Hay un grado de valentía que nunca ha necesitado y quizá por eso no la ha sabido desarrollar. Los vaqueros azules y las zapatillas de deporte Stan Smith, que son muy de Bilbao. Existe un protocolo de vestimenta no descrito que define al bilbaíno que dice ser de la ciudad aunque naciera en el hospital de Cruces. Eso , aunque cada uno nace donde quiere,  siempre ha sido Barakaldo. 
20/8/2019 22:30 
-Voy a ver los fuegos desde el puente del ayuntamiento 
-Nosotras creo que también. Aquí hay un puesto de helados 
-Yo estoy justo al otro lado. ¿No me ves? 
-Pues no. ¿Tú me hueles? 
-Creo que no pero tengo en alerta mi sentido arácnido 
-Hablamos después de los fuegos, spiderman 
-Vale, Betty 
-¿Quién es Betty? 
-La novia de Spiderman. 
-Ah. No lo sabía. 
21/8/2019 01:45 
Al llegar a otra barra, atormentada y acumulada por una actuación en directo, ve un espacio en blanco cerca del caño de la cerveza pero es lo mismo que los aparcamientos que  parecen estar libres aunque hay aparcado un vehículo pequeño: se vuelve a encontrar a Silvia, que ahora está delante. “Pideme un kalimotxo”- le dice. Ella le sonríe al descubrirle y él le insiste “me lo debes. Quid pro quo”. 
-¿Dónde estás? 
-Pidiendo entre miles de personas. 
-Yo también 
-Pues pide por  una cerveza 
-Le he pedido a una chica que me traiga un kalimotxo. ¿No serás celosa? 

Jaime se queda mirando el teléfono como quien mira a la calle esperando ver llover. No tiene ninguna respuesta.  Silvia se acerca. Le da la bebida y le dice: “Tu Kalimotxo… Spiderman”. 

Casi sin pensarlo se acerca  con la excusa de darle dos besos y él aprovecha para olerla. Tienen, por un momento, esa dualidad extraña de encontrarse de frente con alguien con quien se lleva cinco días hablando. Pero la persona no es el chat y esa seducción moderna a base de frases cortas sin ningún apoyo en la comunicación no verbal ha desaparecido de repente. Nadie es como lo ha dibujado la imaginación. No es mejor ni peor, es real. Se puede salir corriendo para seguir hablando desde ese refugio que es una pantalla través de la que no se te ve, con la comunicación unidireccional que tiene saber que no se te puede interrumpir.  
-Eres tú. 
-Si. Pero tú no eres invisible. 
-Y buen tipo. 
-Eso lo dirás tú y probablemente tu madre. La madre del oxímoron. 
-Lo dice 
-¿Ves? Lo que yo decía. 
Hacen una pausa. Es mucho más sencillo poder pensar mientras la otra persona está escribiendo. La tecnología nos da parapetos. Ella tartamudea un poco y dice que tiene que llevar la cerveza a sus amigas. Él dice lo mismo entrecortadamente. Los vascos serán muchas cosas pero seductores, jamás. 
-¿Hablamos mañana? 
-Si. 
22/8/2019 13:44 
-Hola. ¿Resaca? 
-Hola. No. Tomamos esa y nos volvimos al piso. ¿Tu? 
-Yo tampoco. No te volví a ver. 
-¿Seguiste el olor? 
-Lo intenté. 
-Jajaja. No me engañes, que te fuiste corriendo. 
-Igual que tú 
-Es verdad. Dejémoslo en empate. 
-¿Te parece bien que quedemos? 
-¿Los dos? 
-Si 

Hay componentes del mundo que están desapareciendo de una manera galopante. El contacto humano es uno de los primeros. Los supermercados y los bazares son una forma de ir de compras sin  la necesidad de hablar con nadie. Pero tienen el problema del contacto visual al menos a la hora de pagar. Cuando llegó internet se podía comprar sentado en el wáter. No es la logística ni la amplitud de gama. Es la posibilidad de llevar a cabo el proceso sin tener que interactuar con ninguna persona. Como es lógico eso llegó al mundo de la seducción. Una foto que pueda ser más o menos intrigante y que nadie sabe en realidad si eres tú. Esperar.  Hacer un match. Hablar y hablar. No hace falta peinarse, quitarse los pelos de las piernas o esos tan rebeldes que salen por los agujeros de la nariz. Se puede conquistar a otra persona sentado en el wáter y sin decir ni una sola palabra. No hace falta ser alto, guapo o incluso listo. Hay que ser ocurrente y algunos copian y pegan frases sólo con la intención de continuar el juego. Verse, hablarse, mirarse e incluso dudar con el tono de voz son demasiados elementos como para no fracasar en alguno.  Hay relaciones eternas que no han intercambiado una mirada. Hay sexo sin poder olerse complementando las noches con enfoques que adivinan las formas que imaginamos. La falta de datos o el control de los mismos nos puede hacer creer que hemos encontrado una perfección sólo y exclusivamente porque la otra persona es consciente de sus puntos débiles y esos, justamente esos, no se mandan por whatsapp. Incluso whatsapp es demasiado íntimo y pasar de una aplicación de contactos ahí ya es casi como subir a casa a tomar una copa. 

Jaime y Silvia están muertos de miedo. 

Ella lleva un pantalón corto con unas sandalias. Una camisa con una camiseta debajo. El: vaqueros, camiseta y sus Stan Smith. Han quedado en la puerta de la estación de Abando. Tienen la ventaja de haberse visto antes. Eso, como un salto cuántico más allá de la tecnología, les permite reconocerse. Él  cuenta por donde llegaron las inundaciones del 83. Pone nombre al teatro Arriaga. Le explica de qué pie cojea cada txosna. La lleva a tomar un Martini preparado por Pili en el Ander, uno de esos que se beben con  un plato de aceitunas que no sabes cómo sujetar. Sube en el ascensor que lleva al parque Etxebarria y demuestra, desde arriba, por qué Bilbao es un BotxoMontan en la noria y la sujeta un poco cuando se mueve la cabina y hay un silencio interrumpido por el sonido de otra vuelta de los autos de choque. Como buen bilbaíno enseña las miles de pequeñas bellezas sencillas que tiene la ciudad esa semana de nueve días que ocupa medio agosto. Bajan por la plaza del gas, atraviesan por el mercado de la Ribera. Comen un bocadillo en el Nerbion. Ven los fuegos desde la estación de la Naja, al final de Algara. Allí la abraza. Ella siente el calor y se queda quieta y reconfortada como si hubiera llegado a un refugio. Un lugar de esos en los que nada malo puede pasar. Jaime se acerca a su cuello. –“Qué haces”- le pregunta. Él se separa como si hubiera hecho algo malo “no sé, te huelo”. “No seas tonto y bésame”. Con los ojos cerrados se sienten las luces de la última traca y son incapaces de diferenciar el tronar de la pólvora con algunas palpitaciones. 

Bajan, sin  separar las manos entre la gente, hacia el recinto festivo. Toman un mojito o dos. Bailan. Les echan purpurina mientras se ríen viendo como Las Fellini , barba y globos simulando tetas, imitan a Rocío Jurado. Vuelven a la barra donde se vieron la primera vez. Piden, no delante y detrás, sino estando los dos. Brindan. Se besan como si lo hubieran hecho siempre. Se hacen cómplices. Empiezan a descubrir que es mucho más fácil ser uno mismo que buscar las palabras con el corrector ortográfico del teléfono. No han tocado el teléfono en horas porque han descubierto, casi como una actualización de sistema, las novedades que tiene el mundo real. Y el olor. Y los oxÍmorones invisibles. Nadie mira el teléfono en Aste Nagusia porque lo bueno, las miles de pequeñas bellezas sencillas, están delante. A veces hasta los grados de pasión, con la ría a los pies si es que te sientas en los escalones del ayuntamiento para descansar las piernas. 

No importa si sólo se besaron o si se descubrieron. No importa si Jaime y Silvia se desnudaron de madrugada para encontrarse entre las sábanas y que él le hiciera el desayuno que hacen los de Bilbao: café, zumo de naranja y tostada. No importa cómo se quedó mirando su espalda  o si acaso quiso saber si ella tenía un  perro o cómo se llamaba su abuela Federica. Eso no importa. A veces solamente es suficiente ese instante mágico y eso es lo que buscamos mucho más allá de la piel. La piel agrada y excita pero nunca es lo más importante. La seducción siempre tiene un motivo dentro de cada uno. Pocas veces y de forma mágica, sin haberlo pedido, ese motivo se complementa. Eso es lo importante y todo lo demás, no importa. Ya era viernes. Silvia volvió de día con sus amigas. 
23/8/2019 11:14 
-Gracias. Colonia. 
-A ti, pulpo oxímoron. Menos mal que eres invisible. 
23/8/2019 21:20 
-¿Jaime? 
-Dime 
-Tengo que estar hoy con mis amigas. No les respondí  los mensajes y estaban preocupadas. 
-Parecen madres. 
-Lo serán en algún  momento. Madres controladoras. ¿Nos vemos antes de que me vaya? 
-¿Cuándo es eso? 
-Mañana a medio día. 
-Yo sí quiero verte. Eres mucho mejor de verdad. 
-Uhmm 
-Eso también. 

El 24/8/2019 , a eso de las doce de la mañana y sentados en la Plaza Nueva con un pintxo de tortilla. Ella un zurito y él un café en vaso, que es el café de los resacosos, dejaban que el sol de agosto reflejado en la mesa llenara todo el espacio. Tenían miedo a preguntar si se volverían a ver. Tenían ganas de haberse visto el primer día en vez del quinto. Si hubieran podido tener un superpoder sería parar el tiempo justamente ahí. No saltando, bailando o descubriéndose. Ahí. Los dos. En el mismo refugio. Ese lugar donde no puede pasarte nada malo. 

Y no importa lo que pasara después. Si ella, los fríos inviernos de Madrid, va caminando de Lavapiés a la zona de Bilbao como un homenaje tonto y se pide un zurito en vez de un corto. Dice “agur” al despedirse. Se mandan mensajes. Han pasado más de una noche en vela contándose cosas y han descubierto enfoques de sus cuerpos que si bien no suplen a la verdad les entusiasman a distancia. Tienen una foto de los dos juntos delante de Marijaia. 

Jaime es ese chico que ve los fuegos donde acaba Algara, delante de la estación de la Naja, y manda fotos a Silvia. No pienso explicar ahora si ella las recibe en su casa o si le da un codazo al mirar el teléfono mientras le dice “mira que eres julay,  que estoy aquí”. Sólo sé que una vez, con esa sinceridad que tienen los de Bilbao le dijo: “Quité la aplicaciónVine buscando algo que no supe lo que era pero estás ahí y ya no la necesito”.