Mal dia para buscar

27 de agosto de 2023

Las formas de morir en Suiza

Ella fue a la caja de seguridad del banco. Se había comprado un vestido para la ocasión.

Esperó a quedarse en intimidad con sus recuerdos y estiraba la espalda, digna, hasta que la dejaron sola en la aséptica sala.

Abrió la caja. Ahí, envuelto en un plastico transparente como se guardan las cosas que queremos que nos devuelvan al tiempo en el que las vivimos, estaba aquella carta. A abrirla aún era capaz de recordar su olor y el amor que nunca fue. Probablemente esos son los amores que más se desean, porque se han idealizado con lo imposible. En la caja metálica, delgada y con una llave de candado, tambien habita el billete de avión que nunca usó para ir con él. Tiene el logo amarillento de una compañía aérea que ya no existe.

Se vuelca sobre la mesa, derrumbada por el peso de la vida que no tuvo. Con una lágrima echa mano al fondo y saca lo último: una pistola, Allí mismo, con la carta sujeta en el pecho y manchada de la sangre de sus secretos, la encontraron cuando el siguiente cliente fue a recoger un pasaporte falso y unas joyas robadas.

26 de agosto de 2023

52

Existen ocasiones en las que sabes que tienes que ponerte con las obligaciones. Hay que recoger la ropa, limpiar los cristales, ocuparte por fin con el perezoso proceso de organizar las anotaciones, repasar el ultimo texto, aprender por fin a usar illustrator, adjuntar las facturas a contabilidad, fregar el suelo, pasar un trapo a la moto, terminar aquella serie, doblar la ropa, dormir para llegar al trabajo sin cara de bailarin de Thriller o dejar las botellas de agua con agua en la nevera. Son todos esos momentos en los que dices "un momento , que termino esto y ya estoy".
Entonces llega un día en el que, mientras sigues haciendo lo que crees que debes te detienes, de la misma forma que cuando llegas a un cuarto y no recuerdas lo que ibas a hacer, y ya no sabes qué es lo que venía después. Ni siquiera eres capaz de saber si te gustaba o incluso si era una pasión. Se te ha olvidado, completamente, cual era esa actividad satisfactoria y enriquecedora en la que alcanzabas la plenitud de sentirte libre y feliz. Ese tipo de cosas en las que la mente descansa mientras te sientes como el perrillo dando saltos sin criterio, y con la lengua fuera, en medio del parque.

Así que, con suerte, puede que alguna voz te diga que ya está todo preparado y tú, volviendo a lo que debes, expiras un "dame un momento y ya estoy" pero ese momento no termina nunca.

Y ya llevas 52 años haciéndolo. Lógicamente, sea lo que sea, se ha quedado frío.


Pd: luego ya está aquello de trabajar en equipo, pero es un camino que no ha salido especialmente bien. Lo bueno es que lo mismo te friego, te pongo bien la wifi, te hago unas pechugas de pollo con fouie o te explico lo de las capas del photoshop. Nada especialmente bien pero de todo un poco. Eso sí: sigo sin saber limpiar bien los cristales. Se me resiste casi tanto como lo de hacer croquetas.

Y mi regalo, justo entre las 23:58 y las 0:05 ha sido esta super joya en directo que he grabado así de mal


18 de agosto de 2023

La llegada de la generación cuñao.

No sé si recuerdas cuando no tenías ni un clavel y había que apañárselas para estirar, al máximo, el dinero de la paga ( en pesetas) con el que aguantar un fin de semana. La inmensa mayoría de nosotros hicimos cosas que ahora parecen locas A ver si recuerdo alguna: dormir en una playa tapado con el jersey. Mezclar alcoholes en una bolsa del supermercado para hacerle un corte abajo y beber cual  porrón. Jugar poniendo la ropa como si fueran los postes de las porterías. Volver andando más de diez kilómetros porque ya no quedaba para el autobús. Pedir un bocata a unos turistas porque me fui de ruta con la bici pero sin dinero. Llorar en una cuneta de Despeñaperros a las tres de la mañana. Aparecer en Madrid, unas horas después, clamando a refugio en casa de mi hermana para dormir. Fumar en un parque de Barajas con alguien que luego resultó ser un traficante. Escapar de dos alemanas del este con Borja y decidir que a esas horas no estábamos en disposición de volver a casa, así que dormimos en el coche. Colarme en bodas. Poner carteles, con 12 años, ofreciendo lavar coches para tener dinero y comprar unos colajet en el kiosko de la playa. No hay, en realidad, nada que se aleje demasiado de una cómoda adolescencia occidental. Estábamos mucho más cerca de los chicos de Porky´s que de ir a dar pan duro a las palomas en el retiro después de comer caldo con los huesos del pollo de ayer, que es lo que sucedía en la España de mis padres. Siendo boomers de manual nos tocó disfrutar de los hitos que habían logrado con esfuerzo nuestros padres. Así que muchos heredaron el Seat 124 pero teníamos coche.

Después, con un sentido de cuñado mucho más desarrollado, llegó una generación que tenia apuntado en un papelito la ruta adecuada donde ir de Happy Hour en Happy Hour para hacerse con todas y cada una de las ofertas. Bebían en la calle también, pero con mezclas más elaboradas. En vez de socializarse y acabar borrachos, alteraron el orden y se emborrachaban para socializar. Interrail y Erasmus. Bastante más formados. Más bocazas pero menos violentos, ya que la globalización tienen un efecto importante de hacerte sentir un mierdecilla en la inmensidad del mundo. Es probable que quisieran parecerse a American Pie pero los guionistas tenían eran boomers con zapatillas Converse y sus padres les regalaron un Opel Corsa nuevo. 

Y ahora llega la nueva evolución, casi como una generación de Pokemon. No tienen coche porque el sistema les castiga continuamente y son víctimas. El Uber lo puntúan con estrellas después de vomitar en él y exigir que lo limpie el conductor. Han dilapidado las pagas de sus padres separados en irse a Ibiza hasta que soltaron su último billete al que les pasó el próximo gramo porque tienen el derecho de divertirse. Siempre les llega un Bizum a tiempo para la botella de agua del aeropuerto donde hicieron la reserva on line del low cost que está más allá del Duty Free. Disponen de tantos datos y de tanta información que solamente el hecho de comparar les genera ansiedad. Llevan diazepanes en la bolsa, cargada de Outfits. Son cirujanos que dejan la operación a medias si les llega la hora de salir del trabajo porque se niegan a vivir explotados por el capitalismo, pero no firman un contrato de menos de lo dignificante.

Afortunadamente el relevo que viene es bastante más cabal y aquellos que rondan los 20 vienen cargados de sentido común, quizá porque ya les han explicado que el mundo no está para servirles. Aún así todas las anteriores convivimos.



No soy, en absoluto, de esos que piensan que las generaciones van repitiendo mantras según van acumulando años. Algunos sí, pero con variantes. Nuestros padres fueron educados en la nada. Nosotros ya sabíamos que había que esforzarse, pero había comida en casa. Algunos de nuestros hijos, únicos y criados en la abundancia de los 90, hicieron suyas las ideas de poderlo conseguir todo. Sus hijos han sido bombardeados con la idea de tener derecho a todo y, lo que es más peligroso, cargarles de herramientas para hacer digno su destino aunque por ello arrasen con todo lo demás. "Hay que salvar el planeta, así que tengo derecho a un coche eléctrico que me ha de pagar el estado". "Pagátelo tu". "Tú lo que quieres es que tenga que contaminar porque eres un enemigo del mundo". "¿Y los residuos de las baterías?". "Eso es problema de las grandes empresas". Tienen respuesta para todo, eso hay que admitirlo.

Desafortunadamente empiezo a estar convencido que los que vienen después se van a tener que comer el páramo que están empezando a dejar los que, recién llegados y con un cuñadismo loco, ya son adultos con la mente de la tercera temporada de una serie ecosostenible e inclusiva de Netflix. Se parecen mucho a la agenda 2030: los objetivos los compartimos todos pero, ¿de verdad que me estas diciendo que lo vamos a hacer así?. ¿Tás chalaU?. Muchos de los libertarios anarquistas a los que se les ha llenado la boca con derechos y reivindicaciones los ultimos 10 años se han callado en cuanto han encontrado la forma de tener dos coches, un piso con vistas y un plan de pensiones. Al final no era para todos sino solamente para ellos.

Se me olvida, segunramente, que es una cuestión de paciencia. Nuestros padres dedicaron una vida, nosotros los años laborales. Hasta hace nada la solución tenía que estar en un tutorial de youtube y ahora debe de estar en una Story de Instagram. Más allá de 20 segundos de esfuerzo, es explotación.

Bienvenidos a la generación cuñao. La que cuando ha trincado lo suficiente para la pensión vitalicia, se difumina mientras lo pagan los demás o los que vengan. Eso no importa porque ya encontré la forma de irme de fiesta a menor coste.

14 de agosto de 2023

El mono que publica en instagram

La naturaleza humana es caprichosa y obstinada. Muchas, quizá demasiadas cosas de las que hacemos vienen determinadas simplemente por el hecho de ser animales. Como animales que somos, irracionales y con instintos, nos inclinamos extrañamente hacia determinados lados. Un ejemplo, no determinante para el dia de hoy, es eso de sentir atracción por aquellas personas que nos parecen más fértiles o que disponen de las posibilidades adecuadas para algo parecido a la subsistencia en el tiempo de nuestros genes. Lo llaman "el gen egoista".

-Me acabo de separar- comentaba. -Mi exmarido - seguía como si estuviera despechada- ha dicho que mi adicción a la cocaína lo ha arruinado todo-. En ese momento es cuando, instintivamente pasé a sus brazos raquíticos, su dentadura amarillenta y no podía dejar de ver las fosas nasales. Seré un clasista, probablemente, pero se me quitaron las ganas que tampoco tenía.

Supongo que, de la misma manera que las yonkis acarrean algún punto negativo, el dinero y los posibles, así como irradiar alegria y jolgorio, puntúan en la otra dirección. Cuentan que los monos más idiotas son los más populares en sus comunidades. Claro que el concepto "idiota", en el estudio, se refiere a codiciosos y problemáticos. Yo siempre he pensado que el "idiota" era el cuñado, el que le decía a Sócrates que si sabía que no sabía nada, ya lo sabía él mucho antes.

Ayer oí en la radio que los seres humanos buscamos que alguien nos quiera (o se preocupe por nosotros) porque eso responde al instinto de supervivencia. No somos capaces de sobrevivir por nosotros mismos, aunque nos empeñemos en ello. Viene a ser lo mismo que buscar el reconocimiento y pertenencia a un grupo que nos acoge, porque en un grupo las posibilidades de subsistir son mayores. Llevo un tiempo que ni una cosa ni la otra, y reconozco que escuece. Esa búsqueda es de la que se nutren las redes, las modas y muchas decisiones que tomamos sin pensar. Llevar hombreras en los 80 o la mierda de foto del ala del avión responden a la necesidad de pertenencia a un grupo. Vamos, lo mismo que decía tu madre cuando te preguntaba que si tu amigo salta de un acantilado deberías saltar tú. La respuesta racional es que no porque tu amigo es un imbécil pero la natural es que si porque te hace sentir que eres uno más del grupo. La necesidad de pertenencia es mucho más poderosa de lo que parece cuando se racionaliza.

Si algo tiene el verano es que esa necesidad de pertenencia se acentúa. Nos hacemos amigos para siempre de gente que no estará en septiembre. Realizamos las mismas fotos de mierda que hacen todos los turistas y nos vestimos ridículamente. Ponemos la foto de la barbacoa y la del atardecer. La de los pies en la playa y alguna con las marcas del sol. Dos referencias a chiringuitos y alguna "in intínere" desde el paraíso hasta el edén. Todo ello son intentos ridículos, incluído el enfoque infame del concierto, de gritar que somos uno más. El mono que tenemos dentro hace click en "publicar".

Pero no solamente es publicar, sino dejar bien claro que somos personas resolutivas, resueltas ( que no es lo mismo) y válidas. Que a nuestro lado, queriéndonos un poco, podrás ser tan feliz como te estamos demostrando que somos. Te estoy diciendo que si me quieres tu vida será mejor porque irás en barco y verás campos de girasoles al atardecer. No hay alergias, ni resacas, ni colchones duros. Nadie que va de caravana te cuenta lo maravilloso que es cagar en una cuneta.

Así que en esas estamos: recibiendo una y otra vez fotos, publicaciones y maravillosas postales acompañadas de mensajes enriquecedores mientras dura el verano. De lo que no te has dado cuenta es que quien está disfrutando es el mono que llevas dentro. Ojo, que los "idiotas" publican más porque se sienten más populares. Porque el gen egoista permanece y el gen altruista desaparece.

Pd: Una cosa es que nuestra naturaleza nos intente llevar por determinados caminos y otra que los cojamos. Nadie te dice, a veces, que uno de esos caminos está lleno de dragones pero sí que es verdad que nos quieran sienta bien, casi igual que pertenecer a un grupo. Algunos aprendimos demasiado pronto que no había que tirarse del acantilado aunque lo hiciera tu amigo. Pero te quedaste sin amigo y quien te tenía que querer, porque lo hiciste fatal, se fue con un mono. Les va bien, supongo.


8 de agosto de 2023

12 años de estadística.

Este año Facebook me recordó que hace 12 años hice mi primera ruta importante en moto. Fui a Jaca. Hay una foto en Pamplona y otra al llegar como si hubiese alcanzado el Polo Norte a lomos de aquella Varadero a la que sigo teniendo un cariño infinito. Lo curioso de una foto es que te devuelve el olorcillo que tienen esos dias. No al del culo plano después de tantos kilómetros sino a quien me despidió al salir de casa, quienes me esperaban en Jaca y la sensación de aventura al bordear el pantano de Yesa. Curiosamente, salvo el pantano, hace años que no hablo con ninguna de aquellas personas. Cuando uno busca en su zurrón, dentro del compartimento de los amigos (e incluso de los amores), no recuerda cuando dejaron de estar y cuando o por qué, fuiste tú quien se marchó.

En aquellos días una década que se suponía de asentamiento y serenidad, se abalanzaba sobre mi. No lo fue. La gran enseñanza es que hay demasiadas pocas cosas que perduran y lo jodido es que no me soporto. Quizá por eso creo que más tarde o más temprano quienes están cerca llegarán a la misma conclusión y , una y otra vez, desaparezco antes de que suceda. Es un error, lo sé. Ni siquiera es porque tenga cosas más importantes que hacer, en absoluto. Simplemente me vuelvo a mi cueva madriguera buscando entre la biblioteca la canción adecuada. He salido de su casa como una fan a punto de desmayarse en un concierto por no avergonzarme de mi admiración.

En la decepcionante película de "nada en la nevera" él va a buscarla en su coche. Cuando la está esperando, nervioso y entusiasmado, se tira un pedo que atufa el vehículo. Justo ese es el momento en el que ella aparece bajo la lluvia. La mira, sonríe, no dice nada y arranca dejándola tirada. Ella lo vive como un grandísimo desprecio y él como un secreto del que arrepentirse siempre.

Es curioso cómo son los huecos que dejan las personas que nos desaparecen. Algunas ausencias simplemente te calman, otras terminan careciendo de cara y de nombre. Sin embargo hay agujeros que te quedas observando sabiendo que no volverán a llenarse. Eso pasa cuando algo te sucede y se lo vas a contar pero sabes que ya no puedes o no debes. Cuando descubres una canción que le gustará o va a tocar un grupo al que hubierais ido a ver juntos. Todas esas ocasiones en las que te apetece cocinar para dos. Los sitios en los que esperas encontrarte. La ropa que no sabes como combinar. Los miedos que no te atreves a confesar. Las ayudas que nunca te atreviste a pedir. Los hitos que deberías haber cumplido en común. Hay sonidos que aparecen cuando todo se llena de silencios.

Si he descubierto algo es que las cosas de las que te sientes orgulloso y crees que las has conseguido por ti mismo siempre, de una forma u otra, fueron fruto del apoyo y de la ayuda de alguien que, estadísticamente hablando, desaparece en algún momento. Un padre, una amante, un jefe, un profesor, una novia, un colega o el vecino de enfrente. Queremos creer que podemos ir hacia rutas salvajes y ser plenos estando solos, pero nadie nos dice que al final de la película el tipo muere.

Hace 12 años salí de casa solo, con mi 125, camino de Jaca. Allí estaban un par de amigos. Me hicieron una fotaza desde el coche de delante.

Ahora conduzco mucho mejor pero carezco de rumbo.

Es cosa de la estadística, de la vida y de mi mismo.

6 de agosto de 2023

Provocar bien no está de moda

Hay provocaciones o actos de valentía, según se mire, que son encomiables. También es verdad que muchos rozan la estupidez porque la línea que hay entre el valor y la tontería la marca el primer imbécil que salió de una trinchera, agitando una bandera, en dirección al enemigo.

También vivimos en una época en la que las reivindicaciones, con esa necesidad del marketing mal asimilado, pueden interpretarse malamente. En el libro "nadie se va a reir" se cuenta cómo en una marcha del 8m alguien desplegó una gran bandera española con la frase "por una España feminista" al paso de la manifestación. Algunos, algunas y sobre todo algunes manifestantes fueron, enfadadísimos, hacia la bandera y se encontraron con un ¿pero no es esto lo que se reivindica?. Quizá, que de eso va el libro, es que tenemos un país que quiere manifestarse pero solamente de la manera estandarizada.

De la misma forma estoy absolutamente convencido que más de uno, una o une se sienten ultra valientes publicando fotos besándose delante de pancartas de Vox pero ven con malísimos ojos y esperan un tremendo escarmiento físico y judicial si un tipo vestido de torero se pasea por delante de la sede del Pacma. Algunos creemos que viene a ser lo mismo y, pensándolo friamente, el torero tiene muchos más boletos para terminar en el hospital. Los que se besan delante del cartelito verde radical de derechas no van a darse el lote a la plaza principal de la capital de Iran ni de Zimbawe.

El caso es que, independientemente de los provocadores sin riesgo que vienen a ser los que nadan con manguitos de la reivindicación, cuando alguien hace alguna cosa valiente tiene que existir un riesgo y alguna posibilidad de éxito. Sin esos dos componentes eres un idiota. Puede ser por ganarte un tiro entre trinchera y trinchera o por pedir la paz mundial, que ambos carecen de posibilidad de éxito. También puede ser por reivindicar la igualdad entre hombres y mujeres en un país que ya la tiene legalmente o hacer una manifestación por Alá en las calles de Kabul. En los cuatro casos eres un tonto a las tres ( o a las seis, que es cuando se hacen las manifestaciones que pueden acabar de bares)

Era una valiente Rosa Parks, Nelson Mandela, Martin Luther King, el Cid, Harvey Milk o incluso Blas de Lezo ( aunque éste se dejaba partes en cada batalla). En grados menores fueron unos valientes mis padres cuando se fueron de casa, con mi hermana bien pequeña, a ganarse la vida lejísimos. Todas esas personas asumieron un riesgo jugando con un éxito no asegurado. Soy capaz de admirar a aquellos que, aunque no piense igual, hayan luchado por sus ideas.

Pero desprecio con furiosa cólera a aquellos a los que se les llena la boca contando lo provocadores que son porque dicen que son gays en, y me enorgullezco por ello, la ultratolerante España del 2023 ( aunque menos que la de 1990). Aborrezco a los que creen que llevar una pulserita con la bandera (que debería ser de todos y me da igual la bandera que sea) son más que los otros. Me enerva ver a políticos fruto de la Eso que dan lecciones morales de concordia insultando al adversario. Samanta Hudson no es una provocadora, es un espantapájaros. Una pija progre haciéndose fotos con niños en favelas y seguridad privada a su alrededor. En psicología hay una figura que en algunos sitios llaman Backfire y no es más que la demostración de como se genera el efecto contrario cuando se es demasiado insistente. Quizá por eso viene la juventud menos tolerante de la historia apretando con fuerza.

Porque provocar ha de ser una especie de incitación a la reflexión en vez de una declaración de guerra.

No es provocación si no tiene riesgo y una férrea orientación a mejorar la relación entre el provocador y el provocado. Viene a ser como llamarte a las tres de la mañana diciendo que te echo de menos. No es provocación si me explicas lo bien que te empotra Ramón, aunque me ponga como un basilisco. Tampoco lo es si me haces un listado de todas las veces que me equivoqué o no estuve a la altura.

Por eso provocar bien es un arte que no está de moda.

Cuando yo intenté provocar pensé que lo hacía bien porque me caían hostias de todos los lados, pero solamente era un imbécil multilateral. El libro de Gora España ( Arriba Euskal Herria) ha sido censurado desde los dos lados. Por idiota.

4 de agosto de 2023

Porque no quieres.

Vivimos en una sociedad obsesionada con muchas cosas aunque luego, por eso de quedar bien, se niegue. Aquí a todos nos gusta disponer de fondos, estar ágil, saber disfrutar de míticos atardeceres, quedarnos relajados y felices después de un polvo complice y gratificante, comer rico y sin prisa, apurar la aceituna del martini o poder ser nosotros mismos con alguien que no nos va a pasar factura después.

Una de las grandes mentiras a las que se agarran los filósofos de bar y emisores de stories de whatsapp es que el esfuerzo tiene recompensa. Que podrás tener los brazos de Nadal y el vientre de Elle McPerson solamente con proponértelo. Que los 60 años de Brad Pitt están al alcance de tu mano y que una casa con terraza infinita es el fruto de disponer de una dirección en la que caminar, un poquito, cada día. Nadie,  mucho menos tu psicólogo, te va a decir que has de conformarte salvo que se empeñe en convencerte en que ya has llegado.

Así que muchos hemos vivido con la brújula puesta en un objetivo que no existe.

Es más que probable que nuestros padres o nuestros abuelos vivieron con el esfuerzo clavado en los músculos. También es verdad que su vida, sacrificada y localista, iba sumando ladrillo tras ladrillo a la casa que crearon para su familia.

Vuestros hijos, nacidos rozando el cambio de dígito en el milenio, pierden el culo por vivir experiencias. Estar borrachos en Magalluf, ver el atardecer en Santorini, comer un perrito caliente en la quinta avenida. Han aprendido que habitan un mundo, a su servicio, al que han de exprimir persiguiendo todo a lo que tienen derecho.

En medio, y casi como algo de manera cíclica, hay generaciones algo más grises. Sucedió la espectacular música de finales de los 60, con el Punk cerca del 77 y con el Grunge de 1992. Es cierto que el Punk culpaba al sistema y el Grunge se regodeaba en la miseria personal ( hasta que llegó Rage Against the Machine) pero no eran movimientos especialmente felices. Supongo, porque soy mucho de sentarme a ver lo que significa la música que me rodea, que mi vuelta al grunge tiene que ver con la certificación de aceptar que nunca seré lo que soñé ser. No seré rico, es imposible que vuelva a ser una gacela, necesito una chaquetita cuando entra el frio del cantábrico, cuido mi alimentación y no me atrevo a firmar los contratos que no estoy convencido que pueda cumplir sobradamente.

Quiero creer que, salvo los locos y los fanáticos, todos tenemos miedos. Es más, hay muchas más Creep que Walking on Sunshine. Hay más Black que Shiny Happy People. Y mucho Killing in the Name.

Si algo tienen las relaciones humanas enriquecedoras es que te proporcionan un espejo que te devuelve una imagen que te equilibra. Te mejora cuando te sientes un guiñapo y te frena, sujetándote, cuando te pones en la proa del Titanic gritando que eres el rey del mundo. Si es recíproco dicen que es la hostia. Desafortunadamente nunca he sido de barcos ni de chalupas y me han contado tantas veces lo espectacular que es la terraza con vistas al mar de aquel amante viril que siempre está disponible con las palabras adecuadas y el vino correcto, que el pedazo de monte que se adivina desde el sitio donde pongo a secar la ropa de la lavadora me lo guardo como el que esconde una cicatriz. Una de las grandes luchas es aquella que tenemos contra nosotros mismos y la punzada en el centro del orgullo que nos genera la posibilidad de habernos convertido en un fraude si nos vemos desde donde queríamos llegar.

También es complicado lidiar con esas imágenes de mil hijos de puta sonriendo, por supuesto de forma inmerecida, desde un lugar que parece uno de tus sueños. Ahí están, aparentemente sanos, aparentemente felices, aparentemente enamorados, aparentemente con los hijos perfectos, aparentemente sin problemas, aparentemente con un coche nuevo, una barbacoa caliente, una cartera llena y el puto atardecer que les hace quedar bien sin filtros. Será que han decidido pasarse al pop más facilón y esperan el momento en el que ponerse condescendientes para que sigas el camino de felicidad que ellos han emprendido. Se atreven a darte consejos como si hubieran encontrado el Parnaso y el Dorado, a la vez. Hay muchos humanos de mediana edad que se han olvidado de donde venían y quieren convertirse en sus hijos: vivir experimentando sin saber saborear las experiencias pero irradiando una luz que quema a los demás. Los festivales están llenos de jubilados y adolescentes. Es casi demoniaco ver a un abuelo pintón apurando un porro con su nieto influencer en medio de un concierto de regetton playero.

¿Hay envidia en esa visión?. Si. La misma de la hormiga viendo cómo se va de fiesta la cigarra. Sobre todo cuando, al llegar el invierno, la cigarra sigue de fiesta y exige que el gobierno le quite la mitad a la hormiga.

Llega un momento en el que si no mides un metro ochenta, sales a sitios cool, conduces un coche con extras, eliges bien el vino, eres imaginativo y sorprendente, follas como se espera de ti, viajas lejísimos, cantas las canciones de moda y te queda la ropa bien a la par que estás bien peinado, no eres nadie. Resultas invisible. Y oye, aunque mirándolo así invisibles somos todos, todavía hay quien te lo pone como condición. "Si no eres así es por lo mismo por lo que no eres una gacela: porque no quieres"

Después te envían una foto de un atardecer y te desean lo mejor mientras te explican que el paraíso huele maravilloso y todo está ordenadísimo. 

Llevo años difuminándome y escribiendo con tinta invisible de esa que se puede leer si le aplicas calor.

2 de agosto de 2023

Jose Ramon y el fin del mundo.

La lluvia ácida de la tercera guerra mundial parece que va terminando.

Algunos recuerdan aún cómo empezó todo: un grupo de activistas de greenpeace izaron (en defensa de la ganadería autóctona) una bandera con una vaca bien gorda frente al palacio del presidente y él, ofuscado con su obesidad, ordenó lanzar unos misiles sobre el rainbow warrior con la mala suerte de atinar en un depósito de combustible gibraltareño. Los americanos, intentando quedar bien con los ingleses y pensando que habían sido los españoles, atacan Mexico ( porque se han hecho un lío con el idioma) y los mexicanos bombardean con cocaina y fentanilo las calles de los Angeles, volviendo a la población zombie. Un grupo de dichos zombies entran por la fuerza, y puestos hasta las cejas, en un silo nuclear. Se hacen un tik tok pulsando todos los botones rojos que ven con la mala fortuna de lanzar un ataque nuclear contra Moscú ya que la contraseña de acceso era 1234. Y, más o menos así ya, se lió.

Antes de poner a buen recaudo a la población, fallecieron millones de personas. Unos porque directamente estaban convencidos que los hongos nucleares eran invenciones del gobierno. Otros porque tenían derecho a vivir una existencia libre y ese derecho estaba por encima de las emergencias apocalípticas. Fue noticia un grupo de adolescentes en manifestación porque en los refugios no había wifi. Se habla de un grupo de pacifistas que cogieron sus guitarras y muchas flores para caminar descalzos sobre las praderas austriacas. 3 megatones acabaron con las praderas austriacas.

Después, los que pudieron, se refugiaron. Algunos, con el poco tiempo para prepararse, escogieron aquello que les podría hacer sobrevivir:

Unos llevaron banderas y señas identitarias, sus teléfonos carísimos, tres juguetes y las claves de las suscripciones premium. Murieron.

Otros pusieron a buen recaudo las obras completas de Benito Perez Galdós, dos cuadros y semillas para subsistir veganamente. No cayeron en la cuenta de la falta de luz. Murieron.

Los refugios solamente de mujeres tuvieron el mismo destino que los que eran solo para hombres: se fueron a tomar por el culo.

Hubo un grupo de sindicalistas convencidos que exigieron, en un democrático referéndum, sus vacaciones. Al salir de los refugios camino de Punta Cana y en pantalones cortos, fueron desintegrados por la radiación.

En los refugios más grandes hubo facciones que se rebelaron contra la tiranía de los otros, se declararon la guerra civil y murieron todos.

José Ramón pilló un hornillo a gas, a Mari Carmen, y llenó la Renault Space de latas de fabada asturiana.


Adivina quien va a repoblar el planeta.