Mal dia para buscar

2 de junio de 2023

¿Quien es Frank Grimes?

Es fácil, lo resumen al principio del episodio aquel de 1997 ( temporada 8)


Obviamente es un poco "mini sueño americano". Tiene su punto de drama, su punto de empatizar con el protagonista y ese emotivo momento que , si fuera  una pelicula del siglo XXI habría de ser en cámara lenta con música épica. Frank Grimes, de esforzado niño a trabajar como técnico nuclear. Rocky, luchando por ser campeón del mundo llorando por Adrian con la cara ensangrentada.

Así que cuando Frank llega a su puesto en la central espera encontrarse con sus iguales por fin. Haber recuperado el tiempo que le detuvieron los obstáculos para, como una gaviota que llega a su grupo, sentirse tranquilo sin pararse ahí, sino manteniendo el esfuerzo para convertirse en la mejor de aquellas gaviotas. Y conoce a Homer. Reconocer a un inutil no es dificil porque solamente hay que dejarle hacer. Caerá, continuamente, en estrepitosas equivocaciones que habrán de ser certificadas por cualquiera con un mínimo cociente intelectual. La gran sorpresa de Frank es que Homer, como un político inutil, posee todas las miserias que él mismo no se permite y, sin embargo, vuelve a ser reelegido hasta con mayoría absoluta.

Entonces es cuando la estupefacción da paso a la rabia.


Existen mil millones de veces en las que pensamos que un imbécil está viviendo felizmente la vida por que nosotros luchamos tanto. Se acuesta con la persona a la que amamos, come la comida que nos gusta y conduce el coche que nos hace girar la cabeza por la calle. Se va de vacaciones 16 semanas y es incapaz de valorar todo aquello porque es imbécil. Así que esperamos que el tiempo ponga las cosas en su sitio pero van pasando los días y las semanas sin que eso suceda. No cejamos en ser disciplinados, serios, honestos y cumplimos las promesas que hacemos y nos hacemos. Pero no pasa.

Y Fran Grimes revienta.



Pd: El primer capítulo de un libro, tiene esta intervención:

»A lo largo de la evolución humana siempre hemos vivido en una especie de desarrollo darwiniano que nos hacia mejorar, como si fuera la ley de gen fuerte, para adaptarnos al medio. Nos pusimos sobre dos patas, perdimos el pelo, hicimos herramientas, suavizamos nuestras garras, creció nuestro cerebro y fuimos superando límites mientras nuestro propio ser competía y superaba los siglos poco a poco. Es verdad que puede ser probable que esas adaptaciones sean cada vez más rápidas y nuestros nietos tengan los pulgares mucho más ágiles que los nuestros gracias a algo tan tonto como la comunicación entre smartphones. Aunque quizá no sea tan tonto porque eliminar parámetros de la comunicación como la entonación o los gestos puede ser, en realidad, una forma de adaptarse o de usar en ventaja propia esa misma carencia. Viene a ser como jugar a un juego en el que desaparecen dos o tres reglas y quizá nos da la sensación de poder ganar con mayor facilidad. Eliminar, bajo la excusa de la tecnología, es en sí mismo una manera de seguir las propias teorías de la evolución, aunque no hacia delante o, por lo menos, lo que hemos considerado que es ir hacia delante.

»Eso mismo, ese planteamiento tan sencillo de intentar adivinar lo que el propio ser humano desea para sí mismo es lo que inicia mi estudio. Durante años hemos generado modos de catalogar y cuantificar nuestra salud. Hemos medido los glóbulos rojos y las transaminasas. Hemos establecido unos grados de colesterol en los que debemos estar. Hemos desarrollado múltiples maneras de medir algo tan volátil como la inteligencia, considerándola algo innato y que, en su mayor medida, nos hace mejores seres humanos. Ser inteligente, casi como una máxima, es mejor que ser tonto.

»Hasta aquí podríamos estar de acuerdo.

»Pero ser tonto no es lo mismo que ser estúpido. La estupidez implica no querer. La tontería es no poder. Podemos perdonar a un tonto, pero no a un estúpido. Carlo María Cipolla estableció en 1988 las leyes fundamentales de la estupidez, llegando a la conclusión de que es el peor tipo de ser humano que existe.

»Así que, en vez de medir la inteligencia o los defectos cognitivos de determinados sujetos de estudio, hace unos años intenté establecer un método que, sin lugar a dudas, fuera capaz de determinar el grado de estupidez de un humano.

»Se preguntarán el por qué. Para eso no hay que considerarlo como un hecho aislado sino como una plaga. Un estúpido procurará convertir en lo mismo a otro humano. Tenemos ejemplos muy claros en la historia contemporánea: la moda de los años 80, los memes de Internet, el triunfo de los reality shows… Ninguna de todas esas “cosas” mejoran al ser humano ni lo adaptan a un nuevo grado evolutivo. Simplemente restan. En el último siglo, abotargados por una revolución tecnológica establecida para tener más tiempo en el que desarrollarnos como personas, hemos usado ese tiempo en volvernos más y más estúpidos. Hemos retorcido nuestro mundo siguiendo a líderes democráticamente elegidos porque la mayoría posee el poder sobre los demás y, enfermos de estupidez, hemos cometido los mayores errores de la historia de la humanidad. Así que, si fuéramos capaces de medir, sin ninguna duda, ese parámetro antes de que nos lleve a nuestra propia destrucción, probablemente convertiríamos nuestro mundo en un lugar mejor.

»La principal duda que me surge es si acaso no es la estupidez el camino que desea la mayoría. Ser un robot evita el miedo a la libertad. Dejarse llevar por un ideal, cumplimentar un argumento marcado, pertenecer a una tribu o moverse en la dirección de la bandada de pájaros a la que cada uno cree pertenecer es, en realidad, una manera de vivir. Negarse a crecer, a decidir o a utilizar mejores herramientas, aunque estén a nuestro alcance, es también una decisión que se debe respetar. Si alguien desea ser estúpido hay que dejarle serlo.

»Pero no premiarle. Quizá ese sea el problema.

»Ese es un dilema moral que como científico no puedo ni debo de resolver. Solamente opino que más que medir la inteligencia, la capacidad espacial o de razonamiento, más importante aun que la propia salud personal o cien o doscientos virus que asolen algunas de nuestras ciudades, el estudio, valoración y, si es posible, la erradicación de la estupidez en nuestro mundo será la puerta a esa sociedad que siempre hemos querido tener. 

29 de mayo de 2023

Los premios menores.

Supongo que éramos un equipo, aunque nunca estuvimos federados. Ni siquiera nos hicimos unas camisetas bien chulas con nuestro nombre detrás, que es lo que tiene la pertenencia a un grupo pero la relevancia personal: son los mismos colores pero está personalizada. Será por eso que la camiseta de Vinicius y la de Asensio cuestan diferente.

Sin embargo, como en los grupos de rock, algo sucedió. No sé quien era Roger Waters de los dos, o el hermano limpio de los Cano. Si pudiera elegir yo quiero ser Lennon, Gilmour o Davies ( de nombre Rick, obviamente). El caso es que ninguno, visto desde perspectiva histórica, consiguió jamás la magia que tenían juntos. Se pueden hacer mejores canciones e incluso discos, poner encima de la mesa algún que otro directo histórico pero la verdad es que hay algo completamente intangible que desaparece cuando el equipo no está completo.

El ser humano es mezquino muchas veces y hay una parte miserable que parece que se levanta todas las mañanas con la firme convicción de romper lo que tiene creyendo que lo que vendrá después será mejor. También es cierto que hay un resquemor infinito que nos impide reconocer la calma con la que nos quedábamos dormidos en el sofá después de comer un sábado gris, casi como si fuera al calor reconfortante de una playa paradisiaca. Nos cuesta aceptar cómo éramos mejores e incluso la belleza desconcertante de todas las imperfecciones en las que chapoteábamos. Las mismas a las que nos agarramos para romper el grupo, para confesar que no éramos un equipo.

Sucede con los trabajos, con los amigos, las parejas, los amantes. Sucede con ese concierto al que no querías ir y del que te querías marchar, pero lo ves con otros ojos cuando aparece en Youtube. Sucede al recordar aquel día muerto de frío con la moto haciendo extraños en una carretera sin cobertura. Si te hubiesen preguntado entonces hubieses dado mil motivos lógicos para no estar allí, pero ahora los recuerdos y el vacío lo magnifica maravillosamente.

Hay una ley de vida que rompe las correas invisibles que nos atan a las personas. La gente se muere, se muda, juega a ignorarte, comete errores que no quiere admitir o simplemente es incapaz de gestionar los miedos comunes. Luego están las decisiones irracionales en las que, tras romper el equipo, ninguno ganará un disco de platino y mucho menos la próxima copa de Europa.

Los premios menores no son premios, son las mierdas que te tiran a la cara cuando preguntas si te va mejor ahora que ya no estás.

24 de mayo de 2023

Jodido woke: "tú no tienes matriz"

 La última tendencia es pos de la búsqueda de un mundo más justo es censurar esta escena:


A eso tenemos que sumar, y voy a contarlo de memoria, otras censuras aceptadas:

Acusan a Friends de homofoba y poco inclusiva
Piden no ver Grease porque no hay negros
"Lo que el viento se llevó" fomenta la segregación
....

Reconozco que he usado muchas de esas indignaciones como chistes, porque la primera, la segunda y hasta la quinta, me parecían fenómenos fomentados por majaras. El problema es que esa "cultura de la cancelación" tan de moda en la cultura Woke simplemente se utiliza como arma contra todos aquellos que , directamente , "no piensan como yo".

Por supuesto que si a eso le sumamos ese "presentismo" que juega al juego ( con trampa) de revisar la historia con los parámetros morales actuales, nos sale un coctel puñetero. Querer tirar abajo las pirámides porque las construyeron esclavos o dejar de usar un tenedor porque lo inventó un hombre suenan a actitudes enfermizas pero no se alejan de muchas de las indignaciones de aquellos que, poseídos por una supuesta moral concienciada basada en el bien global, vociferan lo que debes o no comprar, consumir o utilizar de alimento cultural.

El único resultado final que puede tener todo esto no es más que un puritanismo salvaje más inquisitorio que la misma inquisición. Cuando las libertades se cercenan no puede derivar más que en la falta de las mismas. Señalar, de forma discriminada y global, a cualquiera acusándole de los males del mundo te convierte a un nazi loco pintando estrellas de David en los comercios de Berlin. De todos es sabido que mantengo la idea, demostrada por hechos, de la igualdad absoluta entre los extremos. De la idea, por poner un ejemplo, que soporta que un imbécil de Vox, un imbécil de Podemos y un imbécil de Partido por la Liberación de Judea son iguales pero han nacido en sitios diferentes. Y eso, por supuesto, defendiendo que puedas pensar lo que quieras, porque eso no es delito. Ni siquiera es delito ser imbécil. El delito es comportarte como tal.

La trampa de esta moralidad, muy parecida a muchas otras trampas, reside en que si te digo que eres imbécil me responderás que quiero matar negros, quemar a homosexuales, encerrar a los gordos, castigar a los transexuales y, yo qué sé, irradiar con plutonio a las buenas gentes de Soria. Ante eso y ante un ejército furibundo de fanáticos que no dudarán en quitarte tu trabajo y marcarte de por vida, hay una mayoria de gente que se queda callada. Y la autocensura es una cosa muy mala.

¿Somos menos libres que en 1980?. Por supuesto.
¿Somos una sociedad que tolera mejor que en 1980 a los homosexuales , los negros, los gordos , los transexuales y los veganos?. Por supuesto que también.

Sin embargo esa mejoría social no viene de la mano de estos voceras de salón, activistas de click y cobardes que no van nunca a defender, por ejemplo, a las mujeres a Iran, sino que tienen un discursito miserable y no se dan cuenta el daño que hace, precisamente, a todo lo que hemos conseguido como sociedad porque fomentan, con nitidez absoluta, al un "otro extremo" que encuentra una justificación para comportarse como los esquizoides paranoícos que en realidad , también son.

No se dan cuenta que, joder: "tú no tienes matriz"

10 de mayo de 2023

Las etiquetas vs La calidad

Google, en su magnífica visión del mundo desde sus oficinas de Mountain View, ha decidido etiquetar los negocios para luchar contra el racismo. Por eso mismo en las fichas de algunas tiendas se puede leer: "Propiedad de negros". Con dos cojonazos.

También existen las leyendas: "Dirigido por mujeres", "LGTB+ friendly", "Espacio seguro transgénero" y cosas así. Todo maravilloso.

Será que soy un raro pero me importa, textualmente, una mierda pinchada en un palo si quien manda es una mujer o una cabra siempre que el producto o el servicio que voy a solicitar se haga correctamente. Desconozco el día en el que nos empezó a importar un carajo lo que vamos a comprar y fue más importante si el tipo que nos lo sirve mea sentado o de pie, si es adorador de Satán o si se la pela con los primeros videos de Wham!. Supongo, porque solamente es un suponer, que quien no ha hecho en su vida una barra de pan cree, porque estamos sumergidos en un mundo de estándares, que todos los panaderos lo hacen igual. Que todos los que tienen la carrera de medicina son médicos con las mismas capacidades y que, por supuesto, todos los que gestionan una tienda son exactamente iguales. Unicamente partiendo de esa premisa soy capaz de entender que sean relevantes otros factores.

Sin embargo, y esto es una lucha perdida, poner este tipo de adjetivos a un comercio se me hace muy similar al "Tienda de Judíos" de aquella Alemania. Es cierto que en este caso se intenta que sea a favor en vez de en contra, pero eso tiene más que ver con la visión del cliente que con la acción en sí. A mi primo Jose Ramon, de Burriana, si le dices antes de entrar que es "propiedad de moros", no entra. A alguna charocrática salvaje del Caribe, si le dices que es "propiedad de hombres", tampoco entra. Si el comercio es pequeñito y pone que es "gestionado por Gordos", te lo piensas. Y mira que la gordofobia es la última tendencia en victimización. Si la han cagado ya con las mujeres, los transexuales y los homosexuales, hay que añadir a los gordos.


De un tiempo a esta parte poner adjetivos a las cosas es una obsesión. Si vas a comprar pan y pides pan, en la panadería, esperan que le pongas apellido: de semillas, media cocción, gallega, rústica... Quiero pan, ya está. No es tan difícil. Crujiente por fuera y con miga para untar. No es mejor Mari Carmen López que Doña Luisa de Antuño Cifuentes de todos los Santos, las dos son "esa señora". Por supuestísimo, Mari Carmen la gorda y Mari Carmen la flaca, deberían de no tener adjetivo después del nombre. Un argelino asesino y un tipo de Mostoles asesino son asesinos. Las tendencias sexuales de la gente me importan exclusivamente si existe alguna posibilidad de que tenga sexo conmigo. Por lo demás, como si se la machaca con documentales de orcas asesinas.

Es cierto, por supuesto, que las palabras determinan cómo vivimos nuestro presente. Que si nos preocupamos de la manera en la que definimos nuestro entorno, éste va cambiando su realidad poco a poco eliminando aspectos que lo hacían bastante más áspero. No niego esa realidad pero se nos han ido las manos con la intencionalidad de etiquetarlo todo y creamos situaciones que sobrepasan lo entendible. -Hostia- le dice uno a otro desayunando un croissant que sabe como lamer el suelo de un after- esto está malísimo-. El otro le mira como si se hubiera follado a su gato después de votar a Hitler y le enseña la bolsa -Es LGTB+ friendly, fabricado por mujeres transgénero negras y gordas-. Así que, bajo la pena de haberse convertido en un homófobo racista que está en contra de la determinación sexual de las personas libres, te tienes que comer el puto croissant. Sin embargo los bollos que hace el repostero de la esquina, que se levanta a las 3 pero es blanco y le gustan las mujeres, no te los vas a comer por muy buenos que estén porque Google y los maestros de la nueva moral no le han dado respaldo intelectual. ¿A que es absurdísimo?.

Bienvenidos al mundo moderno homologado donde hacer las cosas bien, o mejor, es menos importante que la etiqueta.

Me encantaría que los que defienden estas gilipolleces fueran, no al mejor médico, sino al que sea gordo, negro, mujer, objetofóbico, hable euskera batua y con una polla tatuada en la cara. Ojo, que quizá pueda ser el mejor médico pero si jugamos a hacer un baremos de puntuación, las capacidades profesionales cuentan lo mismo que cada una de las estrellas anteriores.

Lo que no entiendo es cómo no nos hemos ido a la mierda ya. Buen camino sí que llevamos, sí.




6 de mayo de 2023

Del creador a la IA, pasando por el cuñado.

Hubo un tiempo en el que simplemente aparecer en un medio era casi un triunfo. Era la pequeña diferencia entre ser invisible y ser alguien. Si el periódico de tu ciudad te hacía una pequeña reseña en un pie de foto de un evento local, te guardabas el recorte orgulloso. 

Una de las primeras veces que hice algo de radio fue en el interior de una furgoneta rotulada con el logotipo de La Ser aparcados en zona de carga y descarga. La televisión, con un solo cámara y en un plató del tamaño de mi salón, me tuvo casi 15 años caminando por las calles recibiendo esa mirada de la gente que no sabe si te conoce de ser amigo de su prima Mari Carmen o de otra cosa. He firmado libros, he dado charlas con muy poca gracia y me han parado tres veces para pedirme autógrafos. Si lo vemos desde la perspectiva de los 80 se puede parecer a una orgullosa cuota de fama pero si lo vemos desde ahora es, sencillamente, una castaña pilonga.

Hace unos días un amigo , crítico musical aficionado, expresó, después de haberlo escuchado con atención, la deriva en la que van cayendo los antes aclamados Depeche Mode. El primer error que cometió fue hacerlo en facebook y de una manera pública. Como el lógico y esperable aparecieron comentarios muy a favor y muy en contra, porque lo moderado no existe en el mundo contemporáneo y mucho menos en Internet. Uno de los contrarios era tajante: "No tienes razón, es perfecto". Sin explicaciones, ni comentarios extras. "¿Me puedes explicar el motivo?"- le puso. Responder, en ese lenguaje no escrito de los comentarios, es una declaración de guerra. En ese caso vino la clave de todo: "Soy creador de contenido y como tal has de respetarme". No hay ninguna razón salvo el situarse por encima y con eso callarlo todo.

Antes de dejarse llevar por la ira tuvo a bien buscar aquello que convertía a su enemigo dialéctico en un creador. Quizá era el nuevo Joaquin Luqui y él no lo sabía. Spoiler: no era así. Era un opinador sin razonamientos. "Bueno", "Malo". Poco más. Dando exactamente lo mismo que fuera un disco, un restaurante de pizza con piña o un motor bicilíndrico refrigerado por aire. Es cierto que los algoritmos que pueblan las redes se retroalimentan de cuantificaciones y a un número indeterminado de reseñas cuantificadas (sin texto) te envían un correo diciéndote que eres "Local Guide", "Star influencer" o alguna soplapollez. Eso, cuando no te das cuenta que no significa absolutamente nada, alimenta tu ego y te hace creer que estás un paso por encima de la plebe. Engorda tu ego y te genera seguidores mentales que te argumentan el motivo por el que, sin más, tienes razón.

Con todo ello me percaté que cualquier cafre puede creerse una estrella de la tele porque tiene un canal en youtube, un rey de las ondas porque lucha contra los silencios en un podcast o un literato infinito porque cada seis meses pone una frase en un blog. Conozco a más de uno que dice que te hace las fotos de la boda porque publica lo que come en Instagram.

El peligro de todo esto es que los fotógrafos de verdad, algunos que saben escribir, los comunicadores y hasta quienes disponen del complicadísimo don de hacer buena televisión se cansan de tener que luchar contra ejércitos de mediocres que se caracterizan por el desprecio absoluto a hacer un trabajo de calidad.

Primero llegaron los voceras y el periodismo basura. Luego los imbéciles sin argumentos de Internet. Los que se graban en su cuarto haciendo el orangután. Las que se quejan de la cosificación de la mujer con fotos en micro bikinis de Instagram. Los graciosetes con un podcast y más de alguna pose con la gorra del revés.

Lo que se llamó "democratización de la cultura" , sin filtro alguno, nos ha traído oleadas de ruido y mucho autotune.  No hace falta pasar ningún examen para creerse Mariano José de Larra.

No os preocupeis, que la inteligencia artificial lo joderá todo aún más.


Pd: no estoy libre de pecado: tuve un podcast, hago fotos de mi moto en instagram, he publicado tres libros y mis tertulias eran retransmisiones de bar. Lo que no haré jamás será cantar y bailar.

1 de mayo de 2023

Resumen presentación GORA ESPAÑA

El 1/12/22 sucedió algo: España perdió con Japón , 2-1 , en un mundial. 

Y se presentó un libro que se puede comprar grácilmente pulsando AQUI

29 de abril de 2023

Egoista y Ganchito de Oro.

Conocí, en cierta ocasión, a un tipo que se ganaba (bastante bien, por cierto) el pan haciendo los ganchitos que se ponen los obreros para no caerse de las alturas en las protegidas construcciones de viviendas y obra publica. En realidad le importaba muy poco que fuera una cosa u otra, que las paredes fueran de pladur o de ladrillo, que se vendieran caras o baratas las casa, que fuera a ir a vivir Maria del Carmen o si se quedaban abandonadas. Él hace los ganchitos y punto. Le pagan por los ganchitos y no se rompe ninguno. El resto le da exactamente lo mismo. Como si cuelgan vacas sagradas de las fachadas. Siempre y cuando el uso sea el homologado y le abonen las facturas, da igual.
"Este es mi asunto. El resto es responsabilidad de los demás"

Una de las primeras cosas que me enseñaron en la escuela de ingenieros fue, precisamente, todo lo contrario. Al revés de los alemanes o los americanos que eran los reyes de la especialización, nos intentaban dar una concepción global del proceso para ser capaces de optimizar los recursos. No teníamos que saber exactamente la aleación con la que se hacen los ganchitos pero sí cuantos hacen falta y los lugares adecuados donde ponerlos para conseguir que el proceso se realice en menor tiempo y coste. "Ustedes"- nos decían casi en primero- "son ingenieros. Tienen que saber como se dibuja pero no tienen que ser delineantes. Tienen que saber como se produce una soldadura pero no son soldadores. Tienen que entender el flujo de datos pero no son informáticos"- seguía en un tono tremendamente clasista, porque eran los ingenieros de los 80- "Para mancharse las manos están los demás, pero ustedes han de conocer por qué se manchan y, sobre todo, si han hecho bien su trabajo".

Yo, que he sido ejemplo de interiorización, terminé sabiendo un poco de casi todo pero no siendo experto en nada. Un montón de años y ecuaciones después me había convertido en un cuñado de lujo y en alguien obsesionado en saber el por qué. No me vale saber el mecanismo del interruptor sino la magia que lleva a convertir el embalse de un río en luz que se enciende al pulsar el botón.

Varios, demasiados años después, me voy dando cuenta que estaba equivocado. El mundo no es de aquellos capaces de separarse de los detalles y aprender a mirar en global sino de los que se preocupan exclusivamente de sus pequeños reductos de especialización ignorando el global. El mundo, si fuera una comunidad de vecinos, se compone de personales e independientes viviendas sin que nadie se preocupe de la limpieza del descansillo y mucho menos de la decoración del portal. Nadie quiere estar en el equipo ganador porque no hay reconocimiento personal pero todos quieren ser Messi.

Y Messi no es nadie si no le pasan el balón, pero eso lo tiene que hacer otro. Hay muchos partidos en que le ves andando por el campo esperando el momento en que le toca correr como una gacela porque defender no es su cometido. Es el mejor en lo suyo, pero no es capaz de hacerlo todo. Además, no le importa excepto en lo que pueda interferir en su éxito personal.

Muchas veces me pregunto el motivo por el que nos hemos convertido en ególatras que no quieren mirar alrededor. La respuesta es clara: soy capaz de controlar un pequeño reducto de universo y creo que soy capaz de hacer que no haya nada que se me escape o que sea imperfecto. Por el contrario, si quiero preocuparme por un todo habrá algo que no esté bien, que no sea adecuado o que sea realmente mejorable y eso ya no me hace ser el mejor de mi mundo, sino un mierda más de una realidad imperfecta. Puedo idealizarme y estar orgullosísimo de mis ganchitos. Quiero la bota de oro, el campeonato del mundo y el world best ganchito men. Soy el jodido Messi, ríndeme pleitesía. "Pero si la casa se vino abajo"- le respondes- "Eso es cosa del arquitecto. No es mi problema. ¿Se rompió algún ganchito?. Pues ya está."

Terminamos siendo actores correctos preocupados por la pequeña escena en la que salimos sin ningún interés en que sea una buena película. El cine cada vez cuenta menos historias y tiene más efectos especiales.

Ni las leyes, ni los ministerios, ni los jugadores, ni los trabajadores, ni los artistas ponen por delante de sus propios intereses el resultado global. Son los signos de los tiempos. Cada vez somos más egoístas para no tener que asumir que no somos perfectos y, sobre todo, que dependemos de los demás. Será por eso por lo que no hay aceptaciones de los fracasos, sino solamente excusas.


22 de abril de 2023

La importancia de sentirse único

Alguien bastante más listo que yo me contaba, delante de un anaranjado salmón a la plancha con salsa tártara, lo mucho que le sorprendía esa necesidad tan contemporánea de sentirse importante. Pero no porque alguien te trate bien sino porque algún tipo de algoritmo te diferencia antes de llevarte por el lugar que le de la gana. Me explicaba como, de una forma casi irracional, hay una obligación de sentirse especial y único en cada situación. Que ni siquiera tenía que ser algo mejor sino diferente. "Puede que a todo el mundo le den un caramelo y a ti nada, pero ese nada es lo que te diferencia de los demás y ya está, ya te sientes especial". No tiene que ser bueno ni tiene que ser verdad, pero tiene que ser.

Un rato después, procrastinando como quien mira por la ventana la vida de los demás, me encuentro a uno de los tipos más conspiranoicos, voceras, orgulloso de si mismo y con una posición moral por encima de la media, que cuenta en una red social que se ha puesto duro con la red y que de ninguna manera va a ser censurado por sus libres opiniones a manos de la opresión de los medios. "He mandado un correo muy duro haciendo valer mis derechos"- dice con orgullo. Yo pienso que ningún humano habrá al otro lado, que a la red en cuestión le importa menos que cero pero que seguramente toda esa dinámica le hace sentir único y especial. Y eso es lo que le importa mientras su sesgo de confirmación se alimenta con esos que le incitan, como los que animan desde la trinchera al primero que sale corriendo hacia la trinchera enemiga, contándole lo valiente que es.

Hay que reconocer que se ha avanzado mucho desde esas cartas que llegaban a casa con "Estimado ______ " y hasta el tipo de letra era diferente en el nombre, a esos mensajes personalizados que utilizan algún dato irrelevante pero que te hace sentir que te vecino no es tratado igual. Si ves anuncios de motos te envían un artículo sobre la que te gusta y si te pasas el día fisgando a morenas en Instagram, sale una morena que te cuenta lo que sea. El objetivo siempre es el mismo, pero se hace de una forma mucho más sibilina. No hay gran diferencia entre un taxi y un Uber o entre un fraude de Internet y Tony Leblanc haciendo un tocomocho en la estación de Atocha. La estrategia de ventas moderna pasa por preguntarte tu nombre al principio de la conversación para hacer hincapié en él mientras te explican las bondades del producto.

Aunque es obscenamente obvio parece que resulta rentable.

"Y"-me sentenciaba cuando ya no quedaba salmón-"lo jodido es que no importa que el producto sea mejor sino lo importante que te haga sentir la compra". 

Así que le tuve que dar la razón aunque fuimos a un restaurante que él conoce y al que le gusta ir porque le tratan por su nombre.

31 de marzo de 2023

Gone with the wind

 


¿Cuando se fue todo a la mierda?
Te crees que controlas, eres el rey del mambo. Pues nada más que eres un gilipollas, que no controlas nada. Un día llegas a tu casa y ya no está. Crees que puedes hacer lo que te salga de la polla, que ella te va a estar esperando siempre. Que no tiene vida, que su vida eres tú. Otra vez: "gone with the wind".


Ultimamente esa es una escena que me viene continuamente a la mente. No por el adolescente ingrediente del amor perdido y la pena infinitamente melodramática que emana, sino por el hecho, empíricamente demostrable, que supone que todos, absolutamente todos los que han vivido entre los 45 y los 55 años reciben una bofetada que les pone la cabeza del revés. Lo más importante es que es algo con lo que no contaban. Por eso me lleva a la escena. Gone with the wind.

Puede ser un despido, un divorcio, una muerte, una enfermedad, dos lesiones, un duelo mal llevado, un giro del destino laboral, un accidente o cualquier otra cosa con la que no se contaba porque, precisamente, ya creían que estaba todo bajo control, que eran los reyes del mambo. Nada más eran unos gilipollas.

Hay eventos para los que uno se prepara: para ir solos al colegio, para la vida laboral, para el desamor o incluso para los acercamientos y alejamientos en la vida sentimental. Sin embargo se supone que todo eso es para lograr unas bases y una artificial sensación de asentamiento. Que llegue un día en el que sepas que al llegar a casa, después de un trabajo que no te desagrada y por el que te pagan, encuentres la paz que te mereces y tengas algo parecido a un regusto de serenidad. Un refugio, me gusta decir a mi. Básicamente es algo parecido a haber perdido el miedo a conducir y disfrutar del paisaje mientras pasan los kilómetros. Los anuncios de la dirección general de tráfico son claros: es ahí cuando llega el riesgo y es ahí cuando el anuncio pasa de gustoso a dramático. Ahí es cuando unos segundos de exponen a cámara lenta y todo cambia de paz a ruido y de ruido a silencio hasta que llegan las ambulancias.

Según voy preguntando, nadie se libra de ese momento.

El segundo punto es cómo se reacciona. Ahí existen una disparidad de personajes. Quizá el más fácil es la recién separada que se viste como creen que se visten las personas de la edad que ella cree aparentar y descubre, a las cinco de la mañana, que no tolera el alcohol como considera ni ese príncipe guineano era príncipe. Quizá también hay quien se encierra en un pequeño mundo que supone a salvo de las maldades del exterior. Hay quien, con una crisis de niñato adolescente, se pone un implante de pelo que se nota y se compra un deportivo. Hay quien, y conozco alguno, se refugia en aquellos años en los que recuerda haber sido feliz y vuelve a comprarse en vinilo todos los discos de Duran Duran, o se va a primera fila de los conciertos de La Polla Records a sus casi 60 años. Muchos beben porque creen que se socializa mejor y más de uno vuelve a drogas de otra época. Las reacciones, después del golpe, son demasiado variadas pero casi nunca van a mejor sino a olvidar o creerse quien no se es porque la persona que creíamos ser, no somos. Creíamos que controlábamos, que éramos los reyes del mambo.

Y ahí está, otra vez: "gone with the wind".

29 de marzo de 2023

Un año sin libélula.

Elegía las películas por el título. Daba igual la calidad. Si era algo así como "el lúgubre escarnio de la juventud", tenía que verla. Sabía que era mala, pero las conocia todas. Así que se acurrucaba en un pequeño sofá y se tapaba con una manta para caer dormida a los pocos segundos. Nunca recordaba el argumento pero yo sabía que me iba a jurar haberla visto porque simplemente, era así.

Siempre le cogía la muñeca y la rodeaba con mi mano. "Te estás quedando en nada"- regañaba si es que era capaz de tocar mis dedos haciendo un círculo y ella la quitaba diciéndome que comia lo suficiente y que no me preocupase. Se empeñaba en rescatar a los demás continuamente impidiendo, como efecto contrario, que alguien la fuera a rescatar.

No sé hasta que punto sabía que estábamos ahí.

Tenía un jersey arrugado y viejo al que se abrazaba al dormir. Siempre el mismo, como una necesidad de sentirse acompañada. Ponía nombre a todo lo que entraba en su mundo: Indarki, era su nuevo coche, poderoso y chiquitín.

Aquellas navidades hasta le había tocado la lotería. Pintó la casa. Me llamó para preguntarme si quizá era un buen momento para arreglar el baño, tirar algún tabique o volverse loca y buscar otro piso. Me había enseñado, unos meses antes, cómo estaba pintando la habitación de su hijo para hacerla parecer más de mayor que del niño que tuvo. Pusimos juntos la lámpara que estaba sobre su cama. Le dediqué un capítulo de un libro. Estaba algo triste pero me llamó para contarme que "ya está. Me conoces. Me acurruco en mi cama con el jersey, apago la luz, lloro un poco y se me pasa".

Miraba como si la ilusión se la llevara al verte. Este invierno estrené una bufanda que me regaló hace varios años. Le gustaba hacer carrilleras. Se reía de lo torpe que se sentía en clases de ukelele, en un gimnasio que había encontrado o dando larguísimas caminatas los domingos. Fue la primera persona a la que llevé en mi moto con su pelo rojo y rizado, agarrándose y diciéndome que no corriese. Los jubilados que toman un vino antes de ir a comer justo delante de donde aparco me hicieron bromas cuando me vieron con ella.

Yo fumé, alguna vez, en su terraza. Un lugar alto, con un gran vacío delante y un cenicero sin vacíar escondido en una esquina.

-Si seguimos así, Ricardo- me decía- Tendremos que pensar donde nos vamos a ir a cuidarnos mutuamente cuando seamos viejecitos.

Yo me estoy haciendo viejo como terminan las canciones que no acaban, como resuenan los mensajes que no mandas. 



Se reía. Sus piernas como palillos caminaban a mi lado. Me llamaba "cariño" ,con mucha C, porque sabía que eso me hacía rabiar y aunque los dos teníamos nuestras vidas no dejábamos de mirarnos de reojo. Cada semana, más o menos, nos poníamos al día y yo llegué a creer que esa llamada de los domingos era una buena costumbre. Por eso sabía que por fin estaba tranquila en el trabajo. Que su padre ya estaba en una residencia después de mucho solicitarlo. Sabía que las luchas contra la adolescencia de su hijo iban por un buen camino de superación y que la casa había quedado bien pintada. Probablemente, después de un año, creo que haber ganado todas las peleas que tenía en marcha fue el principal motivo. Quiero pensar que es eso porque sé que no le gustaba dejar las cosas a medias.

A los nos gustaba sentirnos útiles.

Así que cuando la vi tumbada, demasiado seria para ser ella y tras el cristal, le dije, porque estábamos solos en el tanatorio, que era una putada lo que había hecho, Hay gente especial que se hace un hueco en tu vida y sabes que es tan suyo que no puede llenarse con nadie que escoja las películas tan mal, te sonría tanto, se empeñe en salvarte, no engorde nunca y haya saltado de un balcón que veo cada vez que paso por la autopista. Entonces es cuando me quedo, en silencio y triste, recordando cómo salía del portal un poco tarde, con un pantalón estrecho, algo de color al cuello y una sonrisa infinita al encontrarme.

La última vez que lloré sin poder parar fue porque te fuiste. Hace un año de eso.



26 de febrero de 2023

Muerte vudú.

 Dicen que si eliges una carta de entre estas cinco ( escoge una):


No cogerás el rey porque es la única cara.
El 7 de tréboles es la unica negra
El 9 de diamantes es la primera carta
Y el as , pues es un as y resulta demasiado importante y centrado...
Así que como el 4 de corazones es bastante visible y además se reafirma con estar la cuarta. Esa es la tuya.


(Spoiler chungo: He hecho el experimento un par de veces y no ha funcionado)

Sin embargo he pensado seriamente en si acaso existen partes de nuestro jodido comportamiento humano que va marcado y contra el que es muy dificil luchar. Quizá es eso con lo que juegan los magos, encontrando el hueco en el que caemos una y otra vez.

Y, poco a poco, he llegado al concepto de la muerte vudú. 

¿Qué es eso?. Da la casualidad que en 1942 un tipo llamado Walter Bradford Cannon se percató que en algunas tribus, cuando el chamán señalaba a uno y le decia que se iba a morir, resultaba que se moría. Que, exactamente al contrario del efecto placebo, el cuerpo humano actúa, gracias a la mente, creando daños físicos que pueden llegar a matarte porque, precisamente, estabas convencido que te ibas a morir. Una especie de autoprofecía cumplida pero a lo bestia.

Como vivíamos en los tiempos de la falta de consideraciones éticas, alguien ( Ritcher, en el año 1950) hizo el siguiente experimento: cogió a unas ratas y las metió en recipientes llenos de agua para calcular el tiempo en quie tardaban en morirse. Los resultados fueron dispares: unas ratas , aparentemente dándose cuenta que iban a morir, se rendian a los 10 minutos y otras, empeñadas en sobrevivir, duraban hasta 50 horas. Eso no era determinante para el estudio porque no había ningún patrón.

Así que aplicaron cambios. Lo primero era usar ratas savajes en vez de ratas de laboratorio. Ahora, como no estaban acostumbradas al ser humano, más de una murió incluso antes de entrar en el agua, quizá adelantando el momento de lo irremediable. Las ratas salvajes morían antes aunque eran más fuertes que las de laboratorio.
 
Con las ratas de laboratorio hicieron algo curioso: se quedaban esperando hasta que practicamente estaba muerta, La sacaban, la cuidaban y la ponían en forma de nuevo, y la volvían a meter. Entonces, quizá con algo parecido a la esperanza ratuna de volver a ser salvada, la rata duraba casi siempre el tope máximo de horas. Se podría decir que la esperanza o la ilusión de esperanza daba energías para la supervivencia.

Lo que intentaban explicar era la poderosa capacidad de la mente, incluso si eres una rata, de aplicar sus convencimientos al resto del cuerpo. Tanto para bien o para mal aunque no haya explicacion física ninguna tanto a la muerte como a la mejoría. 

Pero claro que, como con el juego de cartas, dicen que siempre escoges el 4 de corazones pero...la esperanza es lo último o lo primero que se pierde.

Body Bag

 Pues me ha recordado poderosamente a Aimee Mann


Calm me down with Ketamine
It's better than you holding me
Hollywood apologies don't work for me
My father thinks you're full of shit
And Lea thinks you're a narcissist
They went through the hell of it
They hurt for me

[Pre-Chorus]
She's at the [?]
She likes how you play guitar
I hope that she's worth all the lying, lying


[Chorus]
Hold me through the heart attack
If it's love will you love me to the body bag?
Help me hurt and then I'll come back
I'll come back, I'll come back to you
I know people never change
If it's love I will love you til my body breaks
Help me hurt and then I'll come back
I'll come back, I'll come back to you

[Verse 2]
Blame it on the mania
But I'm the one who stayed with you
Sex and drugs and stadiums don't bother me

[Pre-Chorus]
She's at the [?]
She shows you her plastic heart
I hope that she's worth all the lying, lying

[Chorus]
Hold me through the heart attack
If it's love will you love me to the body bag?
Help me hurt and then I'll come back
I'll come back, I'll come back to you
I know people never change
If it's love I will love you til my body breaks
Help me hurt and that I'll come back
I'll come back, I'll come back to you


[Bridge]
Hold me, hold me now
Hold me, hold me now
Hold me, hold me now
Hold me, hold me now

[Chorus]
Hold me through the heart attack
If it's love will you love me to the body bag?
Help me hurt and then I'll come back
I'll come back, I'll come back to you

( no he encontrado versión de estudio, sorry)
Chralotte Lawrence, se llama.

18 de febrero de 2023

17 de febrero de 2023

La moda de ser un gilipollas.

Hay un dato que, para todos los que tenemos más de 30 años es de una obviedad aplastante, parece que se olvida cuando se juega a los juegos de los relatos: cuando eres joven tiendes a cometer gilipolleces.

Hay gilipolleces que son menos importantes: llevar hombreras excesivas, teñirse el pelo de amarillo pollo o dormir en el asiento de atrás de un Volkswagen Golf blanco. Son los tres ejemplos que se me ocurren sin pensar demasiado.

Hay gilipolleces que, como las cicatrices, se te quedan y te pueden generar una sonrisa pero no llegan al grado de importancia suprema: haberte intentado bajar en marcha y en un camino de gravilla de una BH roja para terminar frenando en el suelo con la cara. 

Hay otras que, por el contrario, pueden llegar a ser absurdas si se ven desde cierta distancia: tatuarte el nombre de tu primer amor en el cuello, grabarte apaleando un gato y subirlo a una cuenta de tiktok con tu nombre y apellidos o cortarte los cojones. Tus amigos te pueden incluso animar mientras lo haces pero el tatuaje no se quita, el video sale en la entrevista de trabajo que hagas con 25 y los huevos no te crecen solos. Quizá, incluso sin haber consumido demasiadas substancias que te hayan dejado el cerebro como un queso de gruyere, te puede parecer una buena idea porque te despertaste muy mujer y mucho mujer esa mañana, pero a la larga es posible que un día sufras de un profundo arrepentimiento.

¿Acabo de hacer un razonamiento transfóbico o estoy atentando contra la libertad personal de un ser vivo?. Pues no, te estoy diciendo que hay cosas que hoy te pueden parecer una buena idea pero te recomiendo que las pienses diez o doce veces. Es más, te estoy diciendo que es más que recomendable visitar a alguien que te haga ver lo trascendente de esas decisiones y que si aún así quieres seguir, sigas. Que a mi me la suda.


Existe un discurso interesadamente miserable que tiende a repetir, una y otra vez, que tienes derecho a todo lo que te salga del orto. Que ni los poderes, ni los padres, ni los profesores, ni los profesionales y mucho menos el sentido común puede poner en duda lo que tú quieres ahora mismo. ¿Que quieres que se te trate como un helicóptero apache?. Perfecto, el gobierno obligará a tu comunidad de vecinos a poner un helipuerto para satisfacer tus derechos fundamentales. ¿Que, dado que te has puesto macarrón a alitas de pollo del KFC pesas 150 kg, te han llamado gordo cuando te quedaste anclado en el torno del metro? Vamos a cambiar todos los metros del pais para no fomentar la gordofobia. ¿Que ahora en vez de helicóptero dices que eres un hamster?. Haremos una rueda de esas infinitas para que corretees y pondremos las hojas de lechuga subvencionadas en el Mercadona. Da igual porque aquí estamos, con una bandera nueva, para defenderte de todos los demás. La otra opción es decirte, a tu puta cara, que eres gilipollas. Pero eso no es electoralmente rentable.

¿Sabes lo que pasa?. Que de la misma forma que todos los imbéciles nos poníamos hombreras ahora los imbéciles juran que quieren que se les respeten sus derechos como Opel Corsa, que se les ponga una plaza de parking digna con dinero público y se les regalen unos puntitos en cualquier oposición pública a la que accedan, ya que son una minoría oprimida. La manera de conseguir cosas no es esforzarse, es ofenderse.

Con todo eso no quiere decir que sea perfectamente digno ser trans, gay, gordo, negro o que te pongas palote viendo a Ana Rosa Quintana. El problema reside cuando, después de ciertos discursos que aparentan ser ventajistas, aparecen datos sorprendentes: en Suecia, pioneros en leyes trans, se pasó de 8000 casos en 30 años a 1000 el año pasado. Hay un 7600% ( sietemil seiscientos) más de personas trans en Cataluña. No pongo en duda que durante años exista un porcentaje de personas que se hayan escondido por miedo a represalias sociales pero ¿tanto?. En España hay un 5% de personas gay segun algunos estudios. El 80% de la población del planeta se define como heterosexual. La OMS establece que hay un 0,5% de personas trans ( unas 10000 en España). Pero si a un Español le dices que le pones un piso , le das una paga o le regalas una tapa si te dice que le gusta olerle el culo a las cabras, le gusta no mucho, muchísimo. Y si pones de moda entre algunos sectores poco formados intelectualmente que ser objetofílico es mucho mas guay, mañana aparecen copulando con la estantería del Ikea.

En Escocia detuvieron a Adam Graham. Adam había violado a un par de mujeres y le metieron en la carcel. Da la casualidad que Adam ya no era Adam, sino Isla Bryson y ahora se identificaba como mujer. Así que se fue a una carcel de mujeres. Oye, lo mejor que puedes hacer es meter a un violador en una carcel de mujeres. No sé. Es que ahora es mujer y no vamos a cercenar sus derechos fundamentales de género. Ponle un helipuerto.

Desde mi absolutamente personal punto de vista lo tengo bastante claro: eres libre de tomar una decisión. Pero una. No dos, ni tres, ni volver atrás, ni quitarte el tatuaje, ni adelgazar sin sudar. Tampoco creo que haya que poner por delante del derecho del 95% de la población, el 5% restante. Ni siquiera, y lo digo con total sinceridad, el 50% contra el otro 50%. Las bases de la igualdad, la de verdad y no la de algunas espantapájaros, es tratar a todos como iguales. Si yo te trato como diferente porque eres trans o chino, soy un mierda. Pero hay cosas que no se quitan como las hombreras y si tomas una decisión, es para siempre. No me toques los huevos cuando se ponga de moda lamer sobacos. Que a alguien le gustará, porque hay gente para todo, pero la vida no son retos de tiktok.

Respeto tus decisiones pero me cago en tus modas. ¿Quieres ser independiente?. A la puta calle, pero no vengas a pedir dinero o que te lave las bragas. Acepta y jódete con tus decisiones porque no hay vuelta atrás. No es algo temporal ni una experimentación. No es una moda que luego vayas a revender el wallapop para sacarte unos euros y ser feliz como la del anuncio, guapi.

Sí. Hay quien juega con su vida como quien juega con la moda. Eso NO es respetable, sintiéndolo mucho. Si Jose ramón quiere ser Mari Carmen, perfecto. Si José Ramón, que tiene 16 años, quiere ser Mari Carmen pasándose por el forro todas las voces que le piden que se lo piense dos veces porque así tiene más seguidores en su cuenta de Twitch, que se quede como Mari Carmen, pero siempre, aunque le salga bigote.

El problema, supongo, es que si tenemos a gilipollas que se creen en posesión de la verdad ( como un adolescente futbolista mal avenido que gana más de cien mil) poniendo leyes, no nos salen leyes, nos salen modas.

¿Te acuerdas de los tatuajes tribales que se pusieron de moda hace unos años?. Pues ahora, con 16, nadie te puede decir que estás haciendo el imbécil. Aborta, cámbiate de sexo, métete unas rayas, llega a casa todos los sábados a las nueve, ponte macareno a ron. Son tus derechos. Eso sí, si te metes una hostia con el coche te lo tienen que pagar papá y mamá. Trabajar y esforzarse, en una sociedad en la que el victimismo es más rentable que la capacidad personal, es de loosers.

En vez de educar y aconsejar vamos a dejar que, con el razonamiento pueril de la libertad, hagas lo que te de la gana. En un futuro nos vamos a reir casi como cuando veo a una madre negociando con sus hijos de tres años sobre si van a cenar verdura o tres pizzas.

En asia dicen que quien va a terminar con la civilización occidental van a ser las generaciones de idiotas que nos persiguen. No creo que estén muy desencaminados porque, en realidad, les estamos dando munición.


14 de febrero de 2023

14 escápulas de febrero

Todos los 14 de febrero, casi como una aspiración irresoluble, he escrito en este quejumbroso blog gotas de amor aspiracional que, casi de la misma forma que el éxito profesional incuestionable, no ha llegado nunca de una forma plena.

Eso es muy malo para los enemigos del conformismo entre los que me incluyo.

Después, mirando atrás sin llegar a romperme el cuello, creo que soy capaz de reconocer más de una ocasión en la que, sin saberlo, he estado cerca. Como casi todas las cosas que tiene la vida, uno no es consciente de donde está hasta el momento en el que ya no está. Uno no es consciente de su agilidad hasta que la pierde o de la posibilidad hasta que se ha difuminado lo justo para convertirse en un recuerdo. O cuando, sencillamente ( de forma real o metafórica) se muere.

El amor se ha convertido con el cine, las redes, las parejas subiendo al monte a buen paso o las exageraciones pornográficas, domésticas, gastronómicas o viajeras, en un reto en el que parece que hay que rendir a un nivel muy por encima de las posibilidades personales porque esa puta pareja feliz que te cuenta cuánto disfrutan de su vida en común no va a ser menos que tú. Y, por supuesto, llegada una edad no vas a ser menos que todos los que estuvieron antes. La cabeza, que es una consejera infame, busca continuamente ese lugar perfecto, la receta adecuada, las palabras indicadas y una nueva sorpresa con la que llenar de plenitud esos ojos que son capaces de ser el espejo en el que sientes que esa persona, gracias a que existes, es feliz. Que, como un primer sorbo de elixir, has conseguido anclarte en su cerebro. Eso, no otra cosa, es algo que me hace sentir bien.

Pero no se puede ser excepcional a todas horas y, como en la teoría psicológicas del síndrome del impostor, la idea de no ser suficiente se va haciendo poderosa hasta el punto de llegar a la conclusión de que para ser mediocre, mejor no ser. Entonces es cuando una vocecilla te intenta convencer que quizá es que no ha llegado, que la vida te tiene preparada una gran sorpresa, que todo es una cuestión de estar dispuesto y en orden, como un bombero en forma para el aviso que te haga salir urgentemente. Es una voz mentirosa, aviso.

Estar enamorado, probablemente, es hacer equipo.

Sin embargo te han convencido que se tiene que estar sano, desayunar sonriendo, no roncar en la cama, mantener relaciones sexuales de calidad suprema, cenar mirando al mar, descubrir paisajes infinitos, reconfortarse al calor de un fuego de leña, aportar una cantidad de dinero importante a la economia familiar y que el vino no rasque cuando lo bebas en el siguiente bar de diseño nuevo con el que hayas sorprendido ese martes.

Hay quien está solo porque, en su papel de princesito o princesita, nadie se lo dio nunca teniendo en cuenta lo muchísimo que lo merecía. Hay quien está en su soledad atronadora porque siempre se vió incapaz de acercarse, ni de lejos, a ese estándar imposible. Yo pertenezco al último grupo.

Quizá el amor es como los hijos: estabas convencido que te iba a salir ingeniero, deportista, ordenado, guapo, culto y que hablase seis idiomas. Mi madre lo piensa de mi pero ninguna de las afirmaciones son ciertas del todo. Será que me quiere. Claro que de un hijo no puedes deshacerte y del amor se puede salir corriendo, lo cual es demasiado habitual hoy en dia.

Como dice mi canción de amor favorita:

Como no soy directo, ni fácil, ni honestoMe he hecho un remedio con lo que había dentroEs sólo cuestión de fé, es sólo cuestión de féY como tengo problemas, para decir te quieroPor prejuicios extraños, por esnobismo agoreroVoy a morir de pie, voy a morir de pie




29 de enero de 2023

Mari Carmen es la buena de su serie.

Hay quien cree que el nazismo se arregla matando violentamente a todos los alemanes o que el machismo se soluciona convirtiendo a tu hijo en tu abuela y estando muy orgullosa de ver cómo le pega su mujer.

Créeme, tampoco importa.

Solamente importa el trabajo publicitario e identificativo de uno mismo y tener muy clara la serie en la que se vive donde, por supuesto, todas las acciones malas recaen en los malos y todas las bondades sobre nosotros y nuestro brillante lado de la balanza.

Conozco perfectamente a defensores de la igualdad, las causas políticamente modernas y la justicia social que se indignan escandalosamente siempre que la consecución de sus fantasías les suponga un beneficio. Conozco, por poner un ejemplo demostrable vivido en primera persona, a una mujer que defiende coléricamente que las pruebas para bomberos y bomberas sean diferentes ( y menos exigentes a las mujeres dada su constitución física media) pero no entendería que si se le quemara la casa alguien pudiera tardar tres minutos más en subir las escaleras para salvar a sus puto perro, que pesa un jodido quintal. Como se puede deducir es una reivindicación que le supone cierta ventaja si quisiera ser bombera pero que, si se le quema el chucho, es culpa de unos gestores públicos incompetentes que, a dia de hoy, habrán de ser fascistas.

Supongo que uno defiende el discurso que le resulta más provechoso y después se viste con los colores identitarios de causas originariamente justas para defenderlo.

¿Es egoismo? Por supuesto. Vivimos en el mismo pais en el que , en la época franquista, unos eran más de Franco que nadie para conseguir un pisito de protección. No es muy diferente a victimizarse y ofenderse con lo que haya que hacerlo para una paga. Ambas partes son herederas directas del Lazarillo de Tormes y solamente cambia el viento por el que hay que dejarse llevar en cada momento histórico. ( Y digo que hay que ayudar al que lo necesita y no a todo el que se victimice dramáticamente). Conozco a quien ha trabajado toda su vida de peluquero desarrollando un amaneramiento explícito porque eso le resultaba rentable para lograr clientela y, después, creo que dejó como legado un amplio catálogo de vida heterosexual. Supongo que si hubiera sido gay en 1945, hubiera actuado justamente al contrario.

Las personas consecuentes no son tan habituales como creemos, y es una pena. No lo son porque no es rentable, porque pierdes amigos, porque si bien es tremendamente digno hacer uso de la libertad de opinión y acción que juramos tener y respetar, ni la tenemos ni la respetamos.

Si alguien es capaz de asegurar que está de acuerdo con una cosa que haya dicho el gobierno y , a su vez, con otra cosa diferente que haya defendido la oposición, explota la cabeza de bastantes. Y explota aunque sea algo tan nimio como el color de las señales de tráfico o si el telediario se pone a las 10. No se puede ser de los dos bandos porque hay que ser de uno y, además, hay que ser del mio.

Vamos camino de una sociedad libre de opinar y actuar solamente como diga la serie en la que vivo. Por ejemplo: La mujer es libre de hacer lo que quiera porque es un ser libre (pero gestación subrogada, el porno, sujetar las sombrillas en una carrera de coches, servir copas vestida prieta o hacer de modelo para vender brandi o incluso ser libremente prostituta ya no mola y deberia de prohibirse)

Y es triste porque resulta cada vez más complicado saber si alguien expresa su opinión por convencimiento o porque le viene bien.

Mari Carmen: vegana, feminista, ecologista, anti tabaco, concienciada con la salud mental y animalista. Se caga en tu puta madre cuando la recriminas que el perro deje un zurullo en el portal mientras te mira los filetes de la bolsa con asco y te dice que has utilizado a aquella novia con la que te veía llegar a casa y que te dejó por un asistente de quirófano fan de Antonio Orozco.

Ahí está: comprándose ropa del Primark y soplapolleces en Amazon para ir, digna como nadie, a hacer fotos con el iphone en las manifestaciones contra el capitalismo y los trabajos precarios exigiendo que los ricos ( que no son ella) coticen en este país porque así le tocará más en el reparto. Su perro vive mejor que tú y no come brocóli.

En seis meses se hará de la nueva moda y, fumando como Greta Garbo, defenderá a otro partido político con la misma virulencia. Siempre con causas justas en sus perfiles y haciendo lo que le salga de las narices porque está en su derecho.

Y siempre, siempre, tiene razón en todo.

Pd: lo cual me recuerda aquel post de "la mujer corporativa"

6 de enero de 2023

Kina

Una vez compartí sala de maquillaje con Mikel Erentxun. Obviamente, como yo no soy nadie, al ver que me acercaba a la silla junto a la suya cogió un papel y se propuso firmar un autógrafo. En aquel momento yo saqué esa parte desagradable y prepotente que habita en mi y le dije que no quería un autógrafo porque tampoco es que sea un fan pero lo que sí que tenía que agradecerle era haber sido el productos del disco Poligamia de Los Piratas.

Basicamente porque en ese disco, muy inferior al MARAVILLOSO "manual para los fieles" , está la canción KINA,

Luego yo fui parte del relleno de un programa en el que el plato fuerte era él. Al fin y al cabo, es la estrella.

Felices reyes.