Mal dia para buscar
2 de mayo de 2025
La necesidad de un villano
1 de mayo de 2025
La democratización de las artes y la muerte de los artistas.
"Si yo hiciera un libro con la historia de mi vida... eso sí que iba a ser un best seller". ësta es una frase que oigo exactamente cada vez que sale en la conversación algo relacionado con el hecho de haber publicado algún que otro libro. No quita nigún mérito al escritor pero establece, casi como una consideración obvia, que la historia buena es de quien lo dice y que si no lo hace, si no se pone ciego a vender libros con La Historia,es porque no quiere. Un poco más allá aparece un autoeditado que, no, pone, nunca, una, puta, coma, en su , jodido, sitio. Viene a ser algo parecido al que ha aprendido a llegar el menu avanzado de la cámara de móvil y se empeña en que Helmut Newton es un aficionado a su lado.
Una de las cosas que nos ha porporcionado la tecnología es que cualquier gallista puede hacerse un single con el micro del teléfono, subirlo a internet y masturbarse con cada dígito de la visualización. De esa forma añade una línea increíble a su curriculum donde pone "Cantante Profesional". No especifica si llenó el estadio de Wembley o si le oyeron sus primos y tres chinos aburridos que pasaban por ahí, pero casi resulta un dato demostrable.
Cuando publiqué el primer libro, que me llevó aproximadamente un año de trabajo, estaba tremendamente sorprendido porque alguien, supuestamente más listo que yo, afirmara tan rápidamente que quería mi historia. Mucho más sorprendente fue que me dijeran que prácticamente no habia fallas en mi relato. Así que en menos de tres meses ahí estaba, un tocho de 450 páginas, dispuesto a ser presentado. Ilusionado y sorprendido más de cien personas (y la tele, porque son colegas) vinieron a cubrir la presentación. Firmé, hablé, vendí y me sentí como Francisco Umbral pero sin gafas de pasta. Más tarde, con el tiempo y la distancia, aprendí que aquel negocio disfrazado de editorial no era más que un servicio de fotocopias al que le importa muy poco si eres bueno, malo o si has esKrito que hay que matar gatos con el rabo. Lo que importa es que tengas muchos amigos que compren el libro y, así, hacer caja de forma rápida y sin mirar al futuro.
La democratización de las artes lleva incorporado, como daño colateral, la miseria en la calidad de los mediocres.
Matías Prats es un comunicador, pero José Ramon hijo, el niño del cuarto A, también te aegura que lo es porque graba sus partidas en Internet y lo sube a youtube. A ver si vas tú a decirle a su madre que su hijo es un mamarracho que debería de estudiar más y no tatuarse el cuello.
En los años 90 los niños querían ser futbolistas porque pensaban que no llevaba esfuerzo. Que era una forma de llegar al éxito y los deportivos por capacidad innata. Que no hacía falta trabajarlo porque todos, absolutamente todos, disponemos de un don maravilloso que está ahí para hacernos ricos y felices. En los 2000 querían ser youtubers y ahora influencers. Ojo, que alguno lo consigue pero normalmente, si te fijas, han aprendido a editar sus videos, buscan un contenido de interés, graban con regularidad y abundancia y pierden el ojete si les llama un medio generalista que se han cansado de despreciar.
Para los consumidores de contenido, y en eso me da lo mismo que sea escrito, audiovisual, radiofónico o incluso plástico, resulta complejo diferenciar y elegir fuentes satisfactorias para el alma. Más de una vez llegamos a un libro o a una canción y detrás de la portada no hay nada salvo ruido. Porque no tiene que ver con algo tan voluble como si te gusta o te divierte ( o no) sino que hay ejecuciones artísticas que son arte y las que no. El dibujo con ceras de tu niño pegado en la nevera no es arte por muy orgulloso y feliz que te sientas por ello. Para hacer un podcast hay que tener algo que decir, y te lo escribe alguien que también ha tenido un podcast. Ni siquiera debe ser sesudo, transgresor o luminoso. Simplemente tiene que tener algo detrás y mucho cariño. Quizá simplemente es tener algo que decir hasta el punto de necesitar explotar soltándolo, aunque salga pus, sin preocuparse del número de visitas o visualizaciones. Reconozco que jode soberanamente esforzarse en algo y sentarse a ver cómo tres charos hablando de su menstruación monetizan contenido mientras vas a última hora al Mercadona para comprar el pollo de pronta caducidad.
El problema en eso es que el producto rápido basura es como la comida: mayoritario por su sencillo consumo.
Hoy en día Pink Floyd se hubiese muerto porque nadie va a consumir un disco que hay que oirlo completo y varias veces para descubrir que es arte en estado puro. Si te fijas los artistas de nueva horanada que mejor viven van lanzando cositas cada poco tiempo con estribillos cerquísima del inicio y un contenido prescindible pero alto especiado en golpes de efecto. Cuando me siento a buscar música me veo obligado a bucear en inhóspitos lugares.
Todos los centros comerciales tienen las mismas tiendas de la misma forma que casi todos los coches chinos se parecen entre si. No importa si el motor tiene más o menos cilindros o si la suspensión es hidraúlica o de muelles. Casi no importa si es divertido o no conducirlo pero sí el tamaño de la pantalla, que el asiento acaricie tus posaderas o si puedes jugar al Angry Birds en los semáforos. Los coches se han convertido en algo que te lleva del punto A al punto B sin importar el disfrute de la conducción. La música se ha convertido en algo de ascensor sin llevarte a ningún lugar. La literatura son frases como memes en fotocopias.
Dice un ingeniero sexagenario apasionado de la conducción que ahora los coches se fabrican para gente que no sabe de coches. Probablemente el cine se hace para gente que no ve cine habitualmente y te juran que Breaking Bad es lo más original del mundo. Hay una película, Yesterday, en que un músico despierta en un mundo donde no han existido los Beatles y se hace rico y famoso porue él si las conoce y las publica, soprendiendo a todos. Cuando es rico utiliza su dinero para encontrar a John Lennon, que vive en una caravana.
26 de abril de 2025
La necesidad de pudor humano.
Alguien se ha dado cuenta que, en esta sociedad libre y tolerante, existe un problema con el reciclaje de juguetes eróticos.
En el Reino Unido, lugar de burocracia, formalidad, cielos grises y vicio en la intimidad, se calcula que la industria de los juguetes sexuales produce 229 millones de toneladas de residuos !al año!. Lo que sucede es que a nadie le importa llevar las pilas, el transistor del abuelo o el Nokia 3310 al punto limpio pero hay un pudor no comentado en llevar ese vibrador que reproduce el pene de Rocco Sigfredi a reciclar al mismo recipiente del supermercado al que vas con tu marido y tus hijos.
En cierta ocasión me llamó una clienta. "Tengo un problema que seguro que me lo puedes solucionar"- me dijo. "Tú arreglas cosas electrónicas"-puso como premisa. "Ordenadores, si"-apostillé. "El caso es que, bueno, el otro dia me compré algo pero no me gusta tanto como otra cosa que tengo pero que se me rompió". "Bien"- añadí yo sabiendo que iba por mal camino. "Y la verdad es que mi anterior vibrador me gustaba mucho más y estoy segura que me lo puedes arreglar tú, porque el nuevo no es lo mismo". Entonces hubo una pausa y yo sabía que debía responder. "Ya lo siento pero yo no sé nada de arreglar vibradores". "Eso es que no me lo quieres arreglar"- afirmó con un cierto tono de indignación. "No es eso"- dije intentando rebajar el tono- "es que jamás me he puesto a desmontar y arreglar un vibrador y no creo que vayan con Windows". No fue un acierto. Se enfadó y aunque gané quitarme de encima una reparación probablemente imposible perdí una clienta.
También participé, en aquel podcast politicamente incorrecto bajo los parámetros actuales, titulado Esto No se Hace, de un momento en el que preguntaba a mi compañero el motivo por el que las mujeres ponen nombre a sus vibradores. Él consideró no saber si ese dato era correcto. Después, y tomando una cerveza con la que era su pareja, aproveché para preguntarla por qué ellas ponen nombre a sus juguetes y confesó que el suyo se llamaba Enrique. "¿Quien cojones es Enrique?"- le asestó Dani mirándole fijamente.
Siguen existiendo tabúes por mucho que juguemos a ser ultratolerantes. Quizá no es nada parecido a la sensación de pecado o lo innombrable del tabú convencional pero siguen siendo cosas de las que produce recato hablar y que no son de aparición común en las conversaciones.
En el Reino Unido y en Australia existen servicios de reciclaje a domicilio de juguetes sexuales. En España se hizo la campaña "El placer de reciclar" ( nombre muy bien visto) diferenciando entre los que tienen y los que no tienen motor.
Sinceramente me la trae absolutamente al pairo con lo que juegues o lo que hagas en tu intimidad. Nací cuando la Iglesia me decía con quien, de qué forma, cuantas veces y con qué propósito debía sentir satisfacción. También vivo la matraca incesante de la izquierda moralizante que me insiste con quien, de qué forma, cuantas veces y con qué propósito está bien sentir atracción sexual siendo hombre, mujer o caracol. Me la pela ( expresión ad hoc) lo que te guste y mi opinión ha de ser importante en el exclusivo caso de que yo sea parte o si tus filias incorporen a alguien, animal o cosa, que no desea participar.
Lo curioso de todo esto es reconocer que, y he utilizado los juguetes sexuales como ejemplo, tenemos nuestras cositas íntimas que no nos gusta hacer públicas. No quiero decir con ello que tengas que ir con un dildo en la mano blandiéndolo orgullosa por la calle cual Tizona, pero sí aceptarlo con naturalidad. Yo me masturbé el jueves pero tampoco voy a poner un cartel en la ventana.
Si hemos legado a la conclusión que hay que reciclar, pues se recicla todo con normalidad. A ver si todavía te crees que tu novia es virgen.
Nuestros abuelos no hablaban de sexo y nosotros probablemente no reconocemos ver TreceTV antes de dormir. O que si nos cruzamos con una pandilla de jóvenes ruidosos que procuran no comer jamón, nos cambiamos de acera.
Me pregunto si el ser humano necesita tener sus intimidades , tabúes o secretos. Nuestros abuelos era una cosa , las tribus del Amazonas será otra y nosotros tenemos cosilla de llevar el satys al punto limpio, no sea que Maria del Carmen, la cotilla del cuarto A, vea lo que nos metemos en el coño las noches de soledad e insomnio.
Quizá solamente es eso. Es como oir música: Todas las culturas y en todas las época lo hacen aunque cada uno tiene la suya. Pero parece que es intrínseco al ser humano.
25 de abril de 2025
24 de abril de 2025
La productividad y el tiempo.
23 de abril de 2025
Algunas cosas que nos arrastran
Aunque en realidad fue una cuestión de dinero, como casi siempre, la selección inglesa de futbol siempre cuenta que no participó en las tres primeras ediciones de los mundiales (1930, 34 y 38) porque se creían mucho mejores que los demás y llegaron a la conclusión que competir con gente inferior era degradarse. Después solamente ganaron en 1966, y en casa con polémica.
Al contrario que los ingleses pero también con sangre anglosajona, los americanos del norte mandaban a los chiquillos a jugar baloncesto en las olimpiadas hasta que les sacaron los colores. Llamaron a Jordan, Magic, Bird, Ewing, Barkley, Stockton y demás familia. Ganaron todos los partidos con una media de 43 puntos de diferencia. Yo era fan de ese equipo, y lo sigo siendo. Sobre todo porque Chuk Daly, el entrenador, les cogió en un entrenamiento y les convenció que allí se iba a trabajar y que daba igual ir ganando de 50 porque tenían que darlo todo. Y lo dieron. Las imágenes de ese entrenamiento en el que el equipo de Magic perdió contra el equipo de Jordan, mientras Larry estaba en la banda con dolores de espalda, son míticas. También tuvo que ver que un equipo de universitarios les ganó en un partido a puerta cerrada y eso les hizo ver que también eran mortales.
Supongo que la enseñanza de todo eso es que aunque seas muy bueno, hay que currárselo. Disponer de una alta valoración de uno mismo puede tener la virtud de ayudarte a sobrepasar el inquieto filo de la incertidumbre pero después, si sale mal, el ridículo es mayor. Quizá por eso y por una protección mental, algunos tenemos asumido que nunca vamos a ganar y, mira tú, tampoco ganamos. Ir con la derrota por delante tampoco es una buena idea, aunque seas la selección de futbol de San Marino. Los coach de tercera división te intentan convencer que has de pensar que lo puedes todo pero la obviedad es que hay aceptar hasta donde eres capaz de llegar. No es una novedad afirmar que jamás estoy contento con la ejecución de mis actividades y que eso me ha llevado a no presentarme a exámenes que hubiese aprobado porque no me valía un 5 y no me veía para un 10. El caso es que nunca fui Inglaterra ni el Dream Team.
En cierta ocasión terapeútica me comentaron, con mucha razón, que intentamos llevar las cosas hacia los terrenos en los que creemos que podemos ganar o, al menos, no hacer el ridículo. Como no soy un gran boxeador yo siempre intentaré que una pelea sea dialéctica. Si es un duelo deportivo y puedo elegir armas, será un frisbee. Si es una lucha a muerte musical, música en español. Tendemos, por autoprotección, a llevarlo todo a esos lugares en los estamos cómodos. Hay quien lo está en un bar y quien lo está en un sofá. O en una tertulia. Hay personas invisibles que se convierten en mágicos sobre un escenario. Tuve un compañero de universidad insoportable (hasta desagradable) en grupo pero encantador y muy buen tipo en el cara a cara. Todo esto son esas pequeñas cosas que hacemos sin pensarlo, pero las hacemos. Nos arrastran muchas más veces de las que somos conscientes.
De todas formas nos gusta, en esa faceta tan hipócrita que nos define contemporaneamente, jurar lo que apostamos por los que lo tienen más dificil, los pequeños y los autónomos. Luego, en realidad, guardamos los ahorros en bancos poderosos, alardeamos de nuestras marcas universales y nos acercamos a aquellos que van por la vida perdonándosela a los demás porque son muy superiores al resto. O se lo creen. O nos han hecho creer que lo creemos. No seas tonto porque te gusta estar en el equipo del que te ha convencido que es el mejor del mundo. Por eso ganan las elecciones los que prometen cosas imposibles y jamás gana alguien que te asegura que la verdad es la que es y que hay que currárselo. Eso me da mucha rabia porque estoy seguro que ella se fue con quien le prometió el cielo y ni siquiera la llevó a ver la orilla del mar, o un tanque abandonado en el centro de Castilla, que fue lo máximo que yo pude llegar a comprometerme. Prometer exclusivamente aquellas cosas que sabes que vas a ser capaz de cumplir es empezar el partido con tres goles en contra.
Será que me he acostumbrado a no ganar, o que me he vuelto aburridamente existencialista.
Si me hago fan de algo, lo hago con todas las consecuencias. Si me hice fan de ti lo seré todo el rato y no como los presidentes de los club de fans que, como los minions, necesitan un líder que gane. Y que gane siempre. Hay quien ya no es del Madrid porque no ha ganado la copa de Europa este año. Pero hay más fans del Madrid que del Alcorcón. El 27 de octubre del 2009, en diezyseisavos de la copa del rey, el Alcorcón le metió 4-0 al Madrid. A veces pasa. Y a veces la presidenta de tu club de fans se hace presidenta de otro club. Es lo mismo: nos arrastran cosas que hacemos sin pensar más veces de las que somos conscientes.
17 de abril de 2025
Ok Go
Hace 16 años ya un grupo de musica ( bastante aceptable, por cierto) se hicieron famosos por el video.
14 de abril de 2025
El final del periodo de pago.
Hace unos días leí que hay quien paga 1000€ por una buena entrada para ver a Lady Gaga. Hoy me he encontrado la sorpresa que se puede solicitar una foto con Jennifer Lopez por 1210€ ( entrada y gastos de gestión aparte). Hoy he leído que el 60% de la gente que va al festival de Coachella pide créditos para asistir.
De todas formas es francamente curioso visitar las tiendas oficiales de algunos equipos de balompié donde ajustados trabajadores pagan 100€ por una camiseta con el nombre del crack de turno para su hijo pequeño o para ellos mismos. No he visto jamás a un multimillonario con una elástica de Cristiano Ronaldo pero sí que las he visto en las imágenes de las 3000 viviendas que aparecen en "Alerta Policía". Quiero suponer que también tienen, en el salón y junto a la foto de la comunión de la niña, su foto con Jennifer.
8 de abril de 2025
Los falsos directos
Dentro de los avatares de la vida y de las enseñanzas que a uno le llegan sin pedirlo y solamente fijándose en los detalles, tengo a bien conocer a un Comunicador. una de las cosas que hace, a veces, es guardar entrevistas en la recámara y programarlas en un determinado día. Al verle, desde el salón, da la sensación que a esa hora en la que ya estás pensando con qué ropa vas a dormir, está trabajando para entretenerte. Que mientras tu ya has puesto el piloto automático de vivir en vez de trabajar, él todavia lo hace. Efectúa preguntas. Pone pequeñas trampas, según la afinidad con el entrevistado. Hace algún chiste. Cambia el ritmo de la tele e incluso, a veces, deja que el invitado se meta en charcos para ver si, de ahí, sale algún viral.
Lo cierto, analizando los detalles, es que no es directo. El truco, que es fácil como una navaja de Ockam, es llevar la misma ropa con cada uno de los invitados. De esa forma la cabeza del espectador asume que es el mismo instante pero no lo es. Es, lo que se llama, un falso directo.
En un falso directo no se miente, porque no se da la hora. Tampoco se dice la verdad al respecto, porque es irrelevante.
La mejor manera de robar, según mi teoria de cumplidor de las normas, es aparentar que no sucede nada. Supongo que la actitud, vacilante y atenta, de algunos ladrones es lo que les delata. La mejor forma de colarse en una fiesta es no esperar la cola, acercarse a la puerta, dar las buenas noches y pasar orgulloso al lado de los de seguridad, Actuar, en realidad, como si fuera algo que tienes asumido como lógico y que han de detener desde la contraparte. Si no das cancha al análisis y la obligación de detención por el adversario ya tienes algo ganado. Es empezar un partido con un gol a favor.
Una de las cosas que tiene la tecnología, aparte de la eliminación de puestos de trabajo por el abaratamiento de costes, es su capacidad de generar falsos directos a cualquier hora del día. Puedes conversar con una inteligencia artificial a la hora que te de la gana y sobre el tema que te de la gana sin que te lleve mucho la contraria y, sobre todo, con la principesca sensación de ser el centro de dicha interacción. Te puede haber gritado tu jefe por inútil, rayado el coche un repartidor en patinete, abandonado tu pareja o incluso quedarte sin leche en la nevera porque cerraron el supermercado justo cuando llegabas pero enciendes tus dispositivos electrónicos y ahí están, diciendo que ese contenido es para tí. Que ese premio es tuyo si pulsas el banner. Que han buscado canciones que saben que te gustan. Que eres especial, en definitiva. Y si, es una máquina. Podríamos decir que es un falso directo. Sin embargo juega con saber que es algo que te reconforta.
En oposición a un mundo en el que hay que lidiar contra la irrelevancia, la tecnología bombardea con la idea de que eres especial y que lleva todo el día esperando que llegues a casa para darte tu serie, tu canción, tu premio o tu noticia favorita.
Es mentira como el falso directo, pero una parte de nuestra cabeza ignora esa obviedad e intenta dejarse llevar por el espejismo.
Como una prostituta amable y servil las mentiras que nos hacen sentir especiales, aunque sea un rato, resultan ser las drogas tecnológicas en las que vamos cayendo cada día hasta que nuestra cartera se queda vacía. Y la cartera tiene nuestro dinero, o nuestros datos personales, o nuestros gustos que van a ser vendidos a otros postores. A veces pagamos simplemente con el tiempo que dejamos de emplear en ser nosotros mismos.
Resulta desconcertante cómo los falsos directos, en el sentido más amplio de la palabra y con trucos sencillos pero efectivos, son mucho más habituales de lo que pensamos. No estás hablando con una persona de la misma forma que esas entrevistas no las están haciendo ahora. Y, sobre todo, nada de todo eso que te juran que es exclusivamente para ti, como una oferta de último minuto, es para ti.
Eso sí, es mucho más entretenido creérselo.
7 de abril de 2025
El futuro sentimental
Hace algunos años devoré, con curiosidad nostradámica, aquel documental de "La teoría sueca del amor" donde se diseccionaba la manera solitaria, quizá egoista y absolutamente triste que tenían los suecos de relacionarse. Daba, como es de esperar, unas pinceladas del cuadro al óleo descorazonador de nuestro futuro social. No éramos gordos, sedentarios y poseídos por pantallas como en Axiom (la nave de Wall-e), aunque casi.
Hoy comentan, en esas noticias de relleno que nos afectan más de lo que parece, que el modelo convencional de pareja está en retroceso y que el número de reservas en los restaurantes para una sola persona está en un crecimiento contínuo. Sí que es verdad que aunque en EEUU eso ha subido un 50% y en Reino Unido un 15%, en España solamente somos un 4% más. Es que en el mediterráneo somos muy de juntarnos, aunque sea para criticar a un tercero.
Eso me ha hecho recordar el fenómeno de los Johatsu. Esos son los más de 100mil japoneses que han desaparecido de sus vidas en los ultimos 40 años y que, además, no quieren ser encontrados.
Siempre me recuerda, en parte, a la serie, para mí de culto "Caida y Auge de Reginald Perrin" ( que dispongo en formato DVD) de 1976. Reginald, cansado de su vida, decide desaparecer y volver. La moraleja es que, después, la vida vuelve a resultarle aburrida y carente de interés. Supongo que es porque cuando escapas de algún problema tienes que pensar si acaso el problema lo llevas contigo.
5 de abril de 2025
Palisades park ( canción, cortometraje, historia, cine)
La letra:
Alguien gritó.Todos los sueños de Jim Jeffries.Explotan en un puño negro.Él cae al suelo.Mira hacia el cielo.Y tal vez desearía saber por qué.Pero ya no puedes volver allí. El futuro suena tan loco.Todos escuchamos esa canción antes.Mañana es el nombre que cambiamos de ayer para culpar.Cuando el tren ya no se detiene aquí.Me quedé con los ojos brillantesI.En la montaña rusa.
Andy dijo, 'Hombre, necesito un descanso del mundo exterior'.Estos días mi vida solo se desvía. A través de una máquina de pinball.Podría hacerlo mucho mejor. Pero no puedo salir del tilt. Y hay una fotografía en la TV, en blanco y negro. Andy te dice algo. Jack Johnson cabalgando en Reno, Nevada.
¡Caray, a veces me olvido de mí mismo también!. Pero más allá de las puertas. Donde estamos durmiendo . Bueno, la reina blanca se arrastra. El gato macho está espiando. Ahora no estoy rompiendo. El tren solo está temblando. Nunca llegué aquí antesI
Y hay un ratón salvaje girando a las chicas. Hasta que ya no pueden más. Solía soñar en la oscuridad, en el Parque Palisades. Sobre los acantilados y entre las chispas
Es una vida larga.Llena de noches largas. Pero no es lo que estaba esperando. Todos han visto a los caballos zambullirse en la orilla. Es un milagro que ya no los hagan más
Así que. Maquíllate, nena. Despierta, bebé. Entraste al bar como una estrella de sábado.Recta como un clavo en tacones de aguja y nervios. Y eres un orgullo del centro, completamente amplificado Clyde. Apretada por el gin y envejecida, pero bien conservada.Recuerda a Andy afuera de tu ventana del dormitorio. Diciendo, 'Vamos, crucemos hasta los Palisades. Sigue hasta llegar a Reno, Nevada. No veo a Andy tanto estos días. Aún hay páginas detrás de las pilas de acción
Donde la reina blanca se arrastra. El gato macho está espiando
El tren no se está rompiendo
La vía solo está temblando
Nunca llegué aquí antesI
Y hay un cohete girando al mundo
Hasta que ya no puedo más
Y llevas esa chispa del Parque Palisades
Sobre los acantilados y hacia la oscuridad
Es una vida larga
Llena de noches largas
Pero no es lo que estaba buscando
Todos sueñan con caballos volando por la orilla
Es una pesadilla que ya no tenemos más
Hombre.¿Has visto a Andy?. Oye hombre, oye hombre ¿Lo has visto por ahí? Oye hombre, ¿has visto a mi Andy? Oye hombre, ¿lo has visto, has visto a
ella? lo has visto, has visto a ella Oye, ¿has visto a Andy por ahí?
Vestido con un chaleco de pirata Todo cuero, plumas y perlas
Andy dijo, '¡Mírame, hombre! Estoy cocinando Estas manos podrían tocar este mundo entero Dijo, 'Sal afuera Sal de tu ventana del dormitorio Deslízate por el escape de incendios Y di adiós
'Sal afuera' Andy dice, 'Estoy vestido como Edie Cambiando todo el tiempo Mis manchas de leopardo a lunares 'Y di adiós' 'Sal afuera' Bueno, tal vez podamos mudarnos a California Solo encuéntrame en el metro 'Y di adiós' 'Sal afuera' Los policías piensan que estamos locos Si te quedas, solo te casarás Con una chica que nunca te conocerá Y luego di adiós
Oye hombre, ¿has visto a Andy?
La perdí en el sol
Estaba alto como una cometaI
Pero solo encantadora en blanco
Hombre, puedes perder a cualquiera
Oye oye hombre, ¿has visto a Andy?
No sé a dónde se fueI
El amor real sobrevive al deseo adolescente
Podríamos mojarnos y nos mantiene calientes
El amor es como polvo de ángel
A veces encantador nos cambia
A veces no
¿Has estado anhelando con confianza o solo?
¿Te has estado despertando con lujuria?
¿Nos has estado inventando o solo
Llevándonos a casa?
Es una larga espera
En un semáforo largo
Autos congelados en vuelo
Todo el tráfico se detiene para mirar
En un paso de peatones en Reno, Nevada
Donde no hay nada más que aire
Y un par de alas de papel gris
Andy piensa que no tengo nada que ponerme
No tenemos nada nuevo y
No tenemos nada que ponernos.
No tenemos nada que ponernos.
No tenemos nada que ponernos.
La teoría de sacos.
Coño. El otro día estaba oyendo música de una forma bastante aleatoria y llegué a una agradable composición. Se la envié a un cómplice de canciones y da la casualidad que, al descubrir que estaba cantada en euskera, me preguntó si acaso yo era independentista, En el caso de ser independentista, por lógica, debería de odiar a España. considerarlo un estado opresor fascista y ver con ojos tolerantes matar guardias civiles junto con sus hijos con cobardes bombas lapa cuando les llevan al colegio. Joder, si yo sólo había disfrutado de una composición musical.
Todo resultó desconcertante pero intenté esquivar la situación cambiando de escenario. Salí a la calle y encontré, cosa que ultimamente no es sencillo, un periódico en papel junto con un café en el bar debajo de casa. Mi vecino, que se escapa de casa por las mañanas con la excusa de sacar al perro, me encontró sumergido en las noticias y mientras su animal lloriqueaba atado en la puerta, se hizo el interesante preguntando sobre mi opinión acerca de la sociopolítica. Justamente me encontraba en una página que analizaba la bajada de pobreza argentina y cómo la desregulación de los alquileres había logrado abaratar la vivienda por allá. Mayor oferta implica que los dueños se vean obligados a bajar los precios. "Así que tú eres de Milei, ¿eh?"- afirmó sin que yo hubiera dicho nada. "Te encanta estafar al pueblo con criptomonedas falsas y acabar con las ayudas a los pobres. No sabía que mi vecino era un facha". Me quedé un tanto picueto por cómo repetir un dato me había metamorfoseado en alguien que desea alegremente asesinar a los saharauis que aparecen en pateras en las playas de Canarias.
En ambas situaciones alguien me había metido en un saco en el que yo no había pedido entrar, pero necesitaban incluirme en una especie de pack.
Cuentan que, en cuestiones de tráfico, tendemos a comportarnos respecto del resto de los automovilistas como nos indican sus vehículos. Si se nos acerca un Bmw con más de 15 años y un alerón damos por supuesto que lo conduce un chalado poseído por las drogas. También es cierto que si nos ponemos al volante de un Citroen 2cv con suspensión neumática no se nos pasa por la cabeza acelerar a tope. Explican, en más de un artículo de expertos, que si llevas un Seat Leon amarillo con cristales tintados también llevas un cartel para que te paren en cada control. Luego nos extraña que los primeros que paren en una redada sea a los adolescentes con pinta de norteafricanos, pero es el mismo mecanismo mental.
Hay algo que es cierto: lo que creemos que hacen los extremos que no nos agradan suele ser mentira. Ni los que hablan euskera se juntan por las noches a preparar asesinatos indiscriminados de niños, ni los políticos democráticamente elegidos de una supuesta derecha ordenan ahogar inmigrantes, ni los que tienen un Bmw van drogados adelantando por la derecha, ni el Psoe establece una organización de ruina para España, ni los marroquíes llegan a tu barrio con la firme intención de robarte a ti. Algunos casos se dan pero, la verdad, es que no es lo habitual. Es más, los más imbéciles de todos los extremos se comportan como creen que lo hacen los imbéciles del extremo contrario porque necesitan ratificarse en su extremismo. No es más que las acciones que hacen para intentar pertenecer a un grupo por encima de cualquier razonamiento intelectualmente defendible.
No existen los malvados infinitos aunque sí los estúpidos infinitos.
El problema, como casi siempre, reside en la incómoda sensación de convertirse en un paria. Somos seres sociales, aunque algunos lo seamos menos. A nadie le agrada que le denominen asesino, facha, yonki, ladrón o miserable. Quizá por eso existe una línea, cada vez mayor, entre la verdad y el discurso público. Nos sentamos, con una cerveza al sol, a explayar argumentarios dignos y elaborados que nos dejan en buen lugar con nuestros vecinos en vez de decir lo que pensamos de verdad. Muchas veces, incluso, nos pasamos por el arco del triunfo las realidades empíricamente demostrables para poder mantenernos en nuestro podium moral. Hay quien es capaz de afirmar, sin ningún rubor, que nunca jamás una mujer se lo hizo pasar mal a un hombre y que ninguna persona que llega a España sin trabajo y sin dinero haya cometido algún delito. Hay quien insiste en que todos los que no nacieron en la maternidad de su barrio son delincuentes y que las ayudas públicas son pagos aplazados a votantes vagos. Hace unos días un militante del colectivo gay me juraba que por dignidad de género debía de estar a favor de Palestina. No por la propiedad histórica del territorio o los escritos ancestrales de una cultura milenaria, sino porque es gay. "Precisamente por eso no creo que sea ya que Israel ha ganado Eurovision orgullosos de un homosexual y en Palestina les apedreaban". Me insultó casi como si yo hubiera programado un dron contra la casa de catorce niños muertos.
Cualquier barbaridad antes de mostrar debilidad dialéctica.
Sin embargo vivimos en una sociedad que necesita, como un terraplanista o un presentador de la sexta, simplificarlo todo. Si un día, por lo que fuera, Irene Montero dice algo que pueda compartir no significa que quiera matar a los hombres. Es más, puedo estar de acuerdo con algo que diga Abascal y no desear matar negros. Querer un carril bici de acuerdo con un concejal de Bildu pero aceptar que las independencias son cobardías territoriales. Hay maricas en el PP y puteros en el Psoe, violadores en las izquierdas y ricos que son buenísimas personas. Mujeres que mienten. Hombres acosados. Hay un ciclista que no se salta los semáforos y un jubilado que cruza por el paso de cebra. Existe, al menos, un cuidadano que no se preocupa de quien dice qué sino lo que dice. Es más, que incluso valora lo que hace el que lo dice, independientemente del saco en el que le pusieron antes de hablar o de hacer.
Pero es más fácil usar la teoría de sacos.
Si dices algo que dijo A, eres como creo que es A. Sencillo. Aunque no sea verdad. Y si yo soy de B, toda la maldad la tienen los A.
3 de abril de 2025
Un mundo de odiadores.
No niego, y tampoco lo vas a hacer tú, que en más de una ocasión has sentido las irrefrenables ganas de acabar con todo. De comprar, en Aliexpress, una bomba termonuclear y hacerla reventar de forma indiscriminada expandiendo el odio que te carcome por dentro.
Los pistoleros de tercera división no son muy diferentes, salvo que su universo son los pasillos del instituto.
Tampoco son de otra pasta los tuiteros o los odiadores anónimos que únicamente desean destruir casi todo. No hay muchas reseñas de dos estrellas y media. Son de cinco o son de una. Vivimos en un escenario en el que las cosas son absolutamente perfectas y maravillosas, que ninguna lo es, o son una mierda pinchada en un palo que merece todo nuestro desprecio y su eliminación inmediata. No puedes decir que un disco no te gusta, sino que quieres que lo dejen de vender. No puedes estar en desacuerdo con quien no piensa como tu, sino que hay que cancelarlo. Eso, aunque sea de forma digital, es coger el fusil de tus opiniones anónimas y disparar a matar. Pensándolo con perspectiva viene a ser como cuando alguien te presenta al amor de su vida y cuando te la encuentras, seis meses después, te asegura que lo que más desea es que su ex esté muerto en una cuneta mientras se lo están comiendo los coyotes.
Con Elon ha pasado algo parecido. Hasta hace no mucho tener un coche de esos con mucho software, mala ingeniería y cargador de pared era algo que algunos casi se ponían como pegatina en la cara. Los compradores de coches Tesla ( en particular) eran como los veganos que te intentan convencer de las bondades del brócoli a todas horas. Disponer de uno de esos vehículos no era, solamente, una decisión de motor sino de ideología. Significaba ser sostenible, preocupado con el planeta, por supuesto de izquierdas, inclusivo y solidario. Luego resulta que quien personalizaba esa idea era un derechón capitalista y ahora tener uno de sus coches es ser un insolidario fascista hasta el punto que algunos ven una reivindicación quemar la propiedad privada de su vecino, si es que tiene uno de esos vehículos. Obviamente no es ni una cosa ni la otra pero los vientos culturales obligan a posicionarte en alguno de los extremos. También es lógico admitir que resulta mucho más sencillo destruir el coche de tu vecino que ahorrar para comprarte uno. Es mucho más fácil odiar que amar. Arrasar que construir. Criticar que hacerlo bien.
Los mediocres son mejores odiadores.
Desconozco si lo s que sucede en España es algo que pase en el resto del mundo. Somos un pais de envidiosos, eso está claro. Si hay algo que no soporta un español es que le vaya bien a su vecino. Aunque su vecino se vaya a trabajar cada vez que te levantas a mear a las seis de la mañana y lleves de baja dos años. En España hemos aprendido a despreciar a quien saca un poco la cabeza. Odiamos a quienes han triunfado y siempre vamos a buscar una excusa que desprecie su inteligencia, sacrificio o suerte. Odiamos a los ricos, a los guapos, a los que se han comprado un coche nuevo o un piso con terraza luminosa y amplia. Queremos ser ellos pero, como no lo somos, les odiamos. Juramos que han robado, matado, explotado, sodomizado o prostituido para llegar a algún lugar en el que nos gustaría estar. Les ponemos una sola estrella y deseamos que sean destruidos. No nos oímos el disco o visto la película de su vida, solamente deseamos que mueran, que sufran, que les salgan varices en la zona genital con mucho picor y eso será lo mejor que les deseemos. En una concepción de distribución de la pobreza, preferimos ser todos igual de pobres a que haya alguien, que no seamos nosotros, que esté mejor. El español medio es feliz si todos a su alrededor están peor. Te mira con cara de compasión y empatía pero después, sentado en su sofá, prefiere que te joda la vida a que le joda a él. Es un curioso comunismo social en el que todos pobres y todos mal: bien. Así que, cargados de rencor, somos una sociedad de mediocres que odian con ganas. Insultan mejor los argentinos, pero es que estaban peor.
27 de marzo de 2025
Alicia, el alcohol y el móvil.
Maria del Carmen es una madre soltera emponderada. Trabaja, con la intensidad que su energía le permite, para que su única hija, fruto de un fracaso con el hijo de perra machista vago y cabrón que fue su desaprensivo marido, salga adelante. Alicia, que es el nombre de la adolescente, apareció en casa el sábado cuatro horas tarde, vestida como la Jennifer, borracha como una macarena, sin un euro, tras haber perdido el móvil y en un Bmw de cuarta mano con los tubos de escape cambiados para rugir más.
Obviamente el domingo por la mañana la situación es un tanto tensa. Alicia está sentada, mal desmaquillada, en la mesa de cocina con cara de no saber si está ahí o saliendo de una anestesia general en un hospital comarcal de Nueva Guinea, donde la sedaron con peyote. "Me han robado el móvil. Necesito otro"- dice en voz baja. En un primer intento Maria del Carmen se mantiene con cierta fortaleza y está firmemente convencida de no tolerar ese desdén. ¿Donde te lo han robado?-pregunta- No sé, por ahí- obtiene como respuesta. -Eso es que has andado sin cuidado- . -Claro, ahora va a ser todo culpa mia. ¿Qué culpa tengo yo de que la gente vaya por ahí robando cosas?. ¿Te crees que yo quiero que me roben el móvil donde lo tengo todo?-. Alicia ha adoptado el rol de víctima indignada castigada por el sistema cruel y deshumanizado. -No estoy diciendo eso, cariño- aplaca su madre en modo pérdida de discusión- pero quizá hay que tener más ojo.
-De todas formas- sigue Alicia en su razonamiento- ya no cargaba bien y había que cambiarlo.
-Pero si tiene menos de dos años.
-Había que cambiarlo
-¿Y qué tienes ahorrado?
-¿Yo?. Pero si me paso el día estudiando y no tengo trabajo. Yo no tengo.
-Entonces no hay móvil.
Alicia se levanta como si tuviera un resorte. -¿Y qué hago?. ¿Me muero?. ¿Como voy a hablar con mis amigas y cómo me van a enviar los deberes del colegio?. No tendré vida social, no podré estudiar y nunca llegaré a nada. La verdad es que jamás te puedes poner en mi lugar.
Tras ese silogismo catastrófico en el que la responsabilidad del desarrollo personal de tu descendencia cae sobre las espaldas de un dispendio económico, surge la duda.
El lunes siguiente Maria del Carmen toma un café con sus compañeros de trabajo. Les cuenta que la delincuencia está por las nubes y que incluso su hija, modélica como ninguna, sufrió un atraco al salir de la discoteca sin alcohol a la que va los sábados. Que se le abalanzaron unos muchachos de origen sospechoso y antes de ser violada les dio el teléfono. Que le acababa de comprar uno nuevo, de ultimísima generación y con una funda de diseño, porque su hija no se merece un móvil de 150€ , sino de mil porque de esa forma estudia mejor y sacará mejores notas. Por eso, precisamente, había pedido hacer un doble turno en el trabajo y que esperaba que el miserable de su ex pagara la mitad de ese imprevisto.
Es curioso pensar que una generación que ha crecido con el drama de Marco sin encontrar a su madre, Heidi con su amiga paralítica, la casa de la pradera, Chanquete y la madre de Bambi muriéndose e incluso la muerte de Fofó, sea una generación tan flojeras.
Dos semanas después y cuando ya amanecía el domingo, Alicia llegó a casa en un estado lamentable y con la pantalla del móvil rota. "Es que me has comprado el de 128gb y si no es el de 256, no me vale".
Otra vez en vez de hablar del problema de verdad se quedaron discutiendo sobre advenimientos tecnológicos. La mejor forma de no solucionar un problema es quedándote en otros detalles del conflicto. Es como discutir muy fuerte sobre de qué color pintar los tanques sin hablar del motivo por el que hay que ir a la guerra o no.
25 de marzo de 2025
Vivir es ir en moto un frío día de lluvia.
No sé si alguna vez has ido en moto en un día de meteorología complicada. Uno se prepara, se abrocha la chamarra, se ajusta los guantes, se cierra la visera del casco y arranca. A partir de ahí lo único que queda es devorar kilómetros. Entonces descubres que hace frío y los dedos se entumecen, a veces hasta el punto de quemar por la baja temperatura. Los mueves sobre los puños pero no puedes soltarlo porque te vas al suelo si no lo haces con cuidado. En ciertas ocasiones sueltas una mano y la metes bajo el culo, pero tampoco es una gran solución. Sin embargo no es lo peor. Una de las peores cosas es cuando se empaña la visera y lo hace por dentro. Mucho peor si eso sucede con lluvia porque al abrirla para desempañarla se moja. Lo que haces es respirar poquito valorando si puedes alcanzar una velocidad que permita que los agujeros mágicos para el flujo de aire hagan su trabajo. La lluvia no es una buena compañera. Una sensación torturadora es notar, fría como el corazón de aquella mujer de la historia, una gota que se sitúa en la base del cuello y va deslizándose por la espalda sin poder hacer otra cosa más que sentirla. Es como estar atado con correas a un sillón inquisitorio mientras el verdugo abre en dos la columna vertebral.
No sentir las manos. Apenas poder diferenciar objetos con la vista. La humedad en la espalda y notar cómo la humedad encharca los dedos de los pies porque no te pusiste las botas adecuadas.
Sin embargo ir en moto es una actividad deliciosa. Supongo que es como vivir, pero sobre dos ruedas. Está lleno de sensaciones incómodas de las que uno no se puede librar excepto si encuentra un lugar donde detenerse, pero parar solamente es demorar lo que va a suceder. Por eso, quizá, los moteros casi siempre llegamos al final de la ruta, aunque sea embarrados. Yo he conducido de noche por largas carreteras de Castilla, he subido puertos detrás de quitanieves, se me han puesto las uñas negras por el frío y solamente un par de veces he terminado fumando un cigarro debajo de un puente jurando que soy el motorista más imbécil que conozco.
Creo que es algo parecido al montañero que disfruta de coquetear con las inconveniencias o el deportista que entrena en días de aguacero. Al final queda un extraño regusto de saber que fuiste capaz de hacer aquello que te propusiste por mucho que el universo confabulara en tu contra.
Una de las cosas que se ve, los días de lluvia en ciudad, desde dentro del casco, es la forma entre condescendiente y cómica en que miran a través de las ventanillas de los coches. Unos ponen ojos de "pobrecillo, que no tiene coche" y otros de "hace falta ser gilipollas". Da igual que llegues antes o que no tengas que pagar aparcamiento, eso no entra en la ecuación. Una de las máximas del ser humano es ratificarse en sus decisiones y procurar considerar, por defecto, que su decisión es la correcta. Al fin y al cabo no se mojan, derrapan menos, disponen de calefacción y en caso de colisión están menos predispuestos a fracturas. El confort siempre es un punto a favor. Es la baza que yo uso para afirmar que prefiero ver, con una copa, el mar cantábrico a bañarme en el helador mar cantábrico. Con lo cual no quito que alguien considere maravilloso bracear entre las olas cada día del año siempre y cuando no me quiera obligar a vivirlo en primera persona de la misma forma que yo no obligo a nadie a coger curvas con inclinación de más de 45 grados. Desafortunadamente vivimos en una sociedad incapaz de tolerar con esa facilidad las elecciones ajenas y que se empeña en prohibir actividades por tu bien. Prohibir, muchas veces, es poner trabas. Cualquier día seré libre de fumar y de conducir la moto previo pago de más de un impuesto disuasorio.
Lo único que quería contar es que conducir la moto en un primaveral día de tiempo adverso es algo parecido a vivir. Con algo empiezas, has de estar atento para no caerte, te tienes que sobreponer a los elementos y hay una cierta satisfacción al llegar al destino, incluso cuando solamente has salido a conducir sin rumbo. Eso si no te caes.
17 de marzo de 2025
Tanto aportas, tanto recibes
En cierta ocasión alguien me comentaba que estaba muy mal pagado su trabajo. Eso es algo muy español porque no conozco a nadie que afirme, incluídos futbolistas, que le pagan mucho más de lo que merece. Entonces, haciendo gala de mi pacto con el diablo, pregunté que cuánto de beneficio consigue para su empresa. Que si su trabajo se convierte en un beneficio superior, aunque sea un euro, a la cantidad por el que es recompensado.
Tras un momento de duda se fue a la afirmación estandard: yo hago lo que me dicen que tenga que hacer.
Quizá mantengo una visión anacrónica de la función del trabajo pero siempre he mantenido que si la empresa gana, ganamos los que trabajamos en ella. Que la justicia es que sea una ganancia proporcional al riesgo o al esfuerzo aplicado y que la función de la empresa es una función de mejora ( investigación, etc..) o la búsqueda de un beneficio. Quizá porque si la empresa dispone de dinero podrá pagar salarios mayores. Sin eso, salvo que sea Tesla o cualquier compañía pagada con el dinero de los contribuyentes, es imposible la subsistencia.
Es por eso que, en realidad, hacer la cuenta de la vieja en la que se separa lo que recibes y lo que aportas, es lo que nos da la visión adecuada a la viabilidad del sistema.
En Dinamarca, allá por el 2018, hicieron un análisis en esos términos. Pusieron una gráfica, basada en datos estrictos, donde por encima de la línea del 0 se aporta al sistema y por debajo se recibe del sistema. En las edades tempranas, como se recibe educación y sanidad, el sistema es el que pone encima de la mesa recursos. Más adelante, una vez educados y colocados en un puestito de trabajo, se pagan impuestos como el rico que ya eres y aportas al sistema, estando por encima del punto de corte. Llegados a la tercera edad se empiea a cobrar pensión, asi que volvemos a recibir. Luego vas y te mueres.
Por curiosidad los daneses separaron esas gráficas por los orígenes de los contribuyentes llegando a la fascista conclusión demostrable que existe un grueso de personas que van cambiando sus residencias a fin de lograr el mayor número de beneplácitos posibles de los sistemas. Viene a ser como un cliente de bares que va de happy hour en happy hour intentando pagar lo mínimo por sus consumiciones. El problema está en que si el bar se aprieta hasta perder en esos momentos y no se toman copas en horario normal, terminará cerrando.
12 de marzo de 2025
Diógenes y vergüenza digital.
En algún sitio están guardadas todas y cada una de las soplapolleces que escribiste en un dispositivo electrónico en algún momento de tu vida. Muchas veces me pregunto el motivo por el que un americano rico o un chino avaricioso quiere tener copia de las ocurrencias que les envío a los amigos, los desgarradores mensajes de ayuda creados en algún momento y seguro que los borradores no enviados de las declaraciones de amor que, por orgullo o absurdo comedimiento aprendido, escribí.
En algún servidor, encriptado o de libre acceso, hay más de una foto que siempre negaré y tres o cuatro mil errores que parecían espectaculares en mi cabeza allá por 1998. Supongo que si nos viéramos, gracias a una máquina del tiempo hacia atrás, sentiríamos vergüenza. Si tengo escondida la orla en la que aparezco en el mismo flequillo de George Michael cuando se le suponia hetero, también quiero que desaparezca aquel momento en el que, vestido con un guardapolvo negro con hombreras, salía por la calle creyéndome el nuevo componente de Duran Duran.
Tecnológicamente hablando ese síndrome de diógenes digital que tienen las compañías modernas tiene que ver con la idea de poder revender o monetizar parte de esos datos. Programar un bot, aburrido y cotilla, para que se lea todas las mierdas y sea capaz de sacar conclusiones a partir de nuestros más íntimos comportamientos. Esas conclusiones pueden ser sobre lo que nos gusta comprar o vender, lo que nos apasiona o no y esos grados de separación que nos relacionan con el mundo. Cuando a ella le gustaba Depeche Mode a mi me aparecían opciones para comprar entradas de sus conciertos. Cuando, más tarde, ella se compró una moto, a mi me salían ofertas de naked. Desafortunadamente ahora estoy cansado de que aparezcan páginas para hacer feliz a los solteros y me jode, mucho, que me certifique una puta máquina sin sentimientos, que soy un incompetente sentimental.
Curiosamente los análisis de comportamientos llegan hasta el punto de poder determinar, con muy poco error, nuestra edad, capacidad económica, estado sentimental, salud, gustos, biorritmos y hasta hábitos sociales. El gps de nuestro móvil, las pulsaciones de nuestro reloj, el sistema operativo de nuestro ordenador y todas nuestras búsquedas. Pero también nuestras conversaciones, fotos y contenido de correos electrónicos. Nada es gratis en la vida.
Quiero pensar que, de la misma forma que lo pensábamos de los bibliotecarios que habitan los sótanos de los almacenes de los libros perdidos y se sientan en una mesa, con un flexo amarillento a leer, existe alguien en el extremo de los grandes centros de datos que, a través de su terminal vintage, pasa las horas viviendo la vida de los demás a través de sus mensajes encriptados. John Smith Washington, que logró con esfuerzo su master en análisis de datos, se dedica a fantasear con la vida de Jessica Wilkinson, de Oklahoma, a través de su azaroso whatsapp. Traspasando las normas básicas de confidencialidad ha decidido bloquear los mensajes de Gary Johhanson porque sabe que ese chico no le conviene. Ella cree que le ha bloqueado pero es el ángel de la guarda del centro de datos de Ohio, que la cuida anónimamente. Quizá no me llegaron tus mensajes porque alguien ha llegado a la conclusión que no te merezco.
Yo borro las conversaciones por norma. Es algo que me hace sentir mejor porque conozco el mecanismo de mi memoria. Ella es una aliada y es capaz de mejorar, ocultar e incluso inventarse recuerdos con la premisa necesaria de mi salud mental. Por eso mismo borro toda aquella literalidad, que vista en perspectiva es fría y avergonzante, y me quedo con el recuerdo de las sensaciones que aquello produjo en mi. Es mucho más bonito recordar un beso que verte besando torpemente.
Pero me produce pavor saber que en algún sitio están guardadas todas y cada una de las soplapolleces de mi vida digital, porque no tengo excusa. Era así y hoy soy otra persona. Si me sacas de contexto o juzgas un instante desde el presentismo, seguro que salgo a perder.