Mal dia para buscar

27 de marzo de 2024

Supersubmarina

 En 2008 un grupo de adolescentes grabaron una maqueta que sonaba asi:


En 2009 salieron por la tele versioneando "Chas y aparezco a tu lado", en 2010 sacaron su primer disco , en 2011 otro. A primeros del 2012 ya tenían el tercero. En 2014, casi siendo cabezas de cartel y como aquellos que capitaneaban el sonido que luego cogieron prestado desde Second, Viva Suecia, un poco de Vetusta, Miss Cafeina, Dorian o ultimamente Arde Bogotá, sacaron lo que llamaron Viento de Cara y que era un disco más. Llevaban un pop fácil, elegante, bien cantado y con tintes enérgicos que se te pega con la ventanilla del coche abierta y te dan ganas de repetirlo.


Volaron de gira en gira.

El 14 de agosto de 2016, en una carretera sin nombre, todos los componentes acabaron en el hospital. Graves y con secuelas, el grupo quedó en el olvido. Iban a ser los Kaiser Chiefs, los 1975, los Killers...y fueron los de las dudas infinitas.

Ahora publican un libro sobre su historia y, supongo, la enseñanza de cómo un dia, a una hora indeterminada, sin merecerlo y sin verlo venir, todo cambia de golpe. Puta Vida se llama una de sus canciones.

Y aquella maqueta, en directo, sonó así en 2015.


Me pasa con ellos como con Buenas Noches Rose, que les veo en los grupos que vinieron detrás.

Segunda acepción de Timorato.

La RAE dice, en su segunda acepción que timorato es, dicho de una persona, "que se escandaliza con exageración de cosas que no le parecen conformes a la moral convencional".

El truco, para el que todavía no se haya dado cuenta, es cambiar el concepto de "moral convencional" y, en ese caso, la exageración o el escándalo podrían llegar a estar justificados bajo unos parámetros cuantificables. Voy a poner un ejemplo inconveniente: el Real Madrid, equipo de balompié, dispone entre sus filas de un jugador brillante, peleón, polémico y que no evade la gesticulación o el confrontamiento con sus rivales y la hinchada contraria a lo largo del periodo de juego. Por eso, y porque mete goles, no es un deportista apreciado por el contrario. Así que casi como el efecto Streisand, se busca la manera de desestabilizarlo y todos se dieron cuenta que si se hacía referencia a su color de piel, se enfada. Como hay que enfadarlo, le llaman "negro" de una manera tremendamente despectiva casi de la misma manera que yo he hecho miles de chistes con la nariz de la Streisand. ¿Es negro?. Si. ¿Su color le ha impedido de alguna manera llegar a lucir, en los mejores equipos del mundo, un reloj de más de lo que tú y yo ganamos en tres años mientras llora por el racismo intrínseco de una sociedad con una moral desviada?. Yo creo que no. Basándonos en la definición de la Rae, ¿es timorato?. Podría ser. Cuando yo jugaba al baloncesto me contó, un entrenador que tuve, que algunas estrategias para ganar partidos pasaban por desconcentrar al contrario. Si el mejor jugador del equipo contrario tenía una hija llamada Mari Carmen, sacabas a un jugador prescindible y le ponías a defenderle. Entonces te acercabas al otro y le decías, con voz de pederasta vicioso, lo mucho que te gustaría tirarte a Mari Carmen el martes. Así que le enfadabas, te metía un puñetazo en la cara, le descalificaban y el equipo contrario se quedaba sin los veinte puntos que iba a meter el otro. Son técnicas, éticas o no, de juego y tu, como defensor, no  has tenido en tu vida excitación con una menor pero has ganado un partido. Pregúntale a Zidane qué le llevó a dar un cabezazo a Materazzi en la prórroga de un mundial.

Así que la moral se retuerce a conveniencia y, por supuesto, se convalida el llamar negro a alguien mientras se le azota con un látigo para que recoja más algodón, impidiéndole avanzar en su vida porque será un esclavo para siempre, con llamar negro a alguien para que no te meta un gol. El acto, en realidad, es el mismo ( llamar algo a alguien) pero no podemos evitar que el escenario y la motivación son bastante diferentes. ¿Cual es el problema?. Que si osas a decir que no podemos comparar el tráfico de esclavos con los insultos desde una grada pasas a ser un racista. También es cierto que a los jugadores del Athletic Club de Bilbao les han llamado etarras durante cuarenta años desde las gradas pensando, en el mismo tipo de cerebro de un hoolligan abotargado por la competición deportiva de otros, que de esa forma se despistan. Es lo mismo que hacer gestos en la grada cuando se va a tirar un tiro libre. Si en un deporte multitudinario no te dejan gritar, insultar al árbitro, al contrario o a la afición rival, se convierte en tenis.

Salvando las distancias y considerando que las actividades públicas son un reflejo de nuestra sociedad podemos hacer el mismo paralelismo con otros momentos en los que, posesos de la moral que me conviene, me convierto en el timorato de turno. Así que intento hacerme, a mi mismo, como un referente de la defensa de una posición digna contra un enemigo infame. Soy el defensor del nacionalismo regional contra Franco ( aunque esté muerto hace 40 años), soy la diana y representante de la mujer en un mundo en el que me insultan por mi sexo y no por mi inutilidad laboral o simplemente porque, de esa forma, mis enemigos me desestabilizan.  Cuando asumo como cierto que vivo en dictadura, en el patriarcado, en una régimen bolivariano o en un sistema que me castiga por ser blanco y heterosexual, ya tengo ganado el camino para escandalizarme y considerarme el capitán timorato del barco de la moralidad. Además, lógicamente, necesito que de una forma u otra todo siga siendo más racista, machista, antiecologista, fascista o algun que otro ista para poder sobrevivir en mi mensaje. Se nos olvida, muchas veces, que el alimento de las víctimas, cuanto más impostoras más, es el propio conflicto. Cuando Eta dejó de matar apareció, cabizbajo, un guardaespaldas gallego que protegía a uno de mis clientes. "!Que me quedo sin comer!"- me dijo sabiendo que tendría que empezar su vida de cero en otro lugar. También es verdad que jamás había tenido que hacer verdaderamente su trabajo porque era un amenazado de tercera división y vivía bastante bien acompañando a su protegido a tomar vinos por las tardes. Defender el racismo, el feminismo, el terrorismo, el nacionalismo o la gordofobia en un pais como el nuestro, afortunadamente y a día de hoy, es un trabajo cómodo y rentable que se te da bastante mejor si eres un timorato. En su segunda acepción.

La solución pasa por dejar de dar por saco con las diferencias.

Las luchas habrán de ser en su lugar dramático de acción pero luchar contra el hambre y la pobreza en Valdemorillo es mucho más fácil que hacerlo en Kenia, pero seguro que hay estadísticas que hablan de lo hambrientos que están los niños de ese lugar de la comunidad de Madrid, que es una comunidad de fachas en un país dirigido por un megalómano dictador apoyado por terroristas independentistas que, sustentados en el patriarcado, ejercen el racismo porque llaman "negro" a un delantero para ver si, de esa forma, no les mete un gol.

Pd: recuerda que cuando ese partido que se llamaba "podemos" presentó a su candidata a la comunidad valenciana como "mujer, sorda y lesbiana" y no les votó ni su primo, aseguraron que era porque eran votantes machistas, homofobos y normalistas. Obviamente por eso había que crear observatorios para luchar contra la obviamente demostrada lacra social. Hay quien, por hacerte un estudio de género de las pasarelas de la playa, te cobra. Hay que comer de algo.

20 de marzo de 2024

2024, el año en que la música ya no cambia nada.

Uno de los más maravillosos fenómenos de los últimos 100 años ha residido en la música. No quiere decir que la pintura, la escultura o sobre todo la literatura no tengan su importancia primordial pero es la música, y sobre todo con las cada vez más facilidades sobre su consumo, la que ha dejado una impronta en muchos de los fenómenos que nuestra sociedad ha vivido. 

Desde el charleston, los felices años 20, el paso maravilloso de la música de la iglesia hasta James Brown, el rock y su estética, los fenómenos de masas y la simbiosis entre reivindicarse y los sonidos son cosas que han marcado, diferenciado y estigmatizado a generaciones. Todos, absolutamente todos, llevamos ligada una banda sonora a nuestras vidas. Una relación no lo es, al menos en el sentido romántico de la palabra, si no hay sonidos o canciones marcadas que te llevan a los momentos con esa persona.

Hace unos años se publicó un documental, titulado en España: "1971, el año en que la música lo cambió todo" que dice perfectamente lo que me gustaría contar.


Básicamente una generación con un talento fuera de lo común (mención especial a Bowie) descubrió lo poderosa que era su capacidad de cambiar la manera de ver el mundo de todos los demás y cómo lo consiguieron desde un sitio que, hasta entonces, había sido considerado como una mera distracción.

No fue la única vez.

Nosotros, y me refiero al espectro patrio, tuvimos nuestro despertar musical como respuesta al sueño eterno del dictador. Curiosamente hicimos nuestra la diferente manera de entender la realidad que tienen los climas. Mientras en Madrid la alegria, la felicidad, las drogas, el amor libre y el pop se movían en una tremenda amalgama, en el norte el rock radikal y los sonidos bastante más rudos eran las tendencias. En algunos documentales explican que los chicos de la capital viajaban a Londres y se traían los discos de los Smiths mientras que los del norte escuchaban los discos que llevaban consigo los últimos marineros que atracaban en sus puertos. Estábamos mucho más cerca de los paisajes derrumbados del reino unido decadentemente industrial como estaban en Madrid de los chavales descorazonados pero con ropa moderna que se sentaban en Kensington Park. Quizá por eso estábamos más unidos, espiritualmente, a los hijos de los mineros despedidos por Thacher que a cualquier desengaño amoroso que deseara que a la novia la atropellase un autobus de dos pisos. Eso no quita a que hubiera punks en Cordoba y un ejército de gente moñas en Donosti, pero no era la línea habitual. ( Salvo lo de Donosti, que es a Bilbao lo que Coruña es a Vigo).

El caso es que viniendo de años dominados por Julio Iglesias, Dyango y Pablo Abraira, nos encontramos de golpe con Burning ( que fueron los primeros), Eskorbuto, Kaka de Luxe, Siniestro Total, Los Nikis, Polanski y el Ardor, Parálisis permanente, Los secretos, Antonio Vega tocando la guitarra eléctrica o Peor Imposible, que es ese grupo donde ninguno de sus componentes sabían tocar algún instrumento. De alguna forma nos subimos al carro de la música mundial y vivimos ese final de los 70 y casi todos los 80 dudando entre la reivindicación, el desamor y las rimas tontas como si hubiéramos descubierto algo nuevo. Disponíamos, debido a la ausencia de una globalización real, de nuestro espejo a cualquier grupo o influencia anglosajona. Si ellos tenían a Madness, nosotros a los Toreros Muertos. Si existía Motley Crue, nosotros teníamos a Leño y a Barón Rojo. Más tarde, mucho más tarde, los últimos discos de Los Piratas querían ser Radiohead.

Pero volvamos a la eclosión del punk de finales de los 70. Una juventud conocedora de su potencial descubre que la lucha contra el sistema es desigual y que toda esa progresión geométrica de comodidades que han vivido sus padres no la van a tener. (Basicamente porque sus padres han empezado desde cero). Y se quejan contra el sistema, contra el gobierno y contra todo. También es verdad que la solución del punk era sentarse en un parque con los perros a esperar. Esperar no sé qué, pero esperar. Y tocar la flauta porque la guitarra ya se la habían apropiado los hippys. Afortunada o desafortunadamente la heroína echó por tierra esa manera de vivir velozmente. El punk fue una generación que vivió muy rápido todo aunque es mejor morir rápidamente que consumido por los agujeros que, como un gruyere, te deja la marihuana en el cerebro. 

Y después, adormecidos por el pop y aburridos por las remezclas, carentes de la capacidad identitaria más allá de lo publicitario, aparece el grunge que es un quejido de autocompasión. Estoy triste, me siento un mierda, me ha dejado la novia, me encierro en mi cuarto, me castigo porque no me siento parte de este mundo y me martirizo lúgubremente intentando asumir que me convertiré en un aburrido padre de familia con adosado. Curiosamente en esos tiempos ya no es tan fácil diferenciar la procedencia de las bandas, excepto por el sonido Manchester . Usa se unió por África pero no dejaron de morirse niños, aunque nos quedó un concierto chulísimo y un documental ( recomendable

En medio de esa rendición global es cuando, mamando del rap, de los beastie boys, del grunge, de los últimos coletazos del punk y de haber oido cien discos funk, dan un puñetazo en la mesa Rage Against the Machine. Recuerdan, a una juventud atontada, que les han dejado de lado en la recuperación económica de finales de los 80. Son virtuosos (como otros muchos, ya que aqui no hablamos de calidades sino de cualidades, porque obviamente Michael, Prince, muchos british, abundantes irlandeses y bastantes bandas de rock americano son muy brillantes) pero el mensaje vuelve a remover conciencias. En 1997 molotov hacía su Gimme The Power. Estamos en 1999. En 2002, el 9% de la población mundial ya navegaba por Internet.


Lo que internet consigue, sobre todo a los nativos digitales, es permitirles volver a cualquier momento de la historia en un segundo. Es bastante probable que más de uno, abducido por la grandiosidad de Maceo Parker, la perfección de Pink Floyd o la energía del welcome to the jungle, llegara a la conclusión de que intentar parecerse era una quimera. Otra de las "virtudes" de esta época es que nadie escucha un disco completo. Mi sobrina es capaz de desechar una canción en menos de tres segundos. Dicen que los éxitos de los 80 llegaban al estribillo en un minuto y que ahora lo tienen que poner en los primeros veinte segundos porque los oyentes no llegan hasta ahí. Dificilmente es posible que algo a lo que no se le presta atención pueda volver a ser un revulsivo social.

Por supuesto que hay grandísimos músicos y tener la posibilidad de oirlo casi todo hace que aquellos que ahora componen lleven, en sus entrañas, restos del mejor blues, funk, rock, pop y heavy que se han dado las últimas décadas. Llegar, buceando entre millones de registros a mi alcance, a composiciones espectaculares no es complejo pero todas me recuerdan a algo que ya escuché antes. Y si soy capaz de eliminar las cualidades musicales de las composiciones y me fijo en algún mensaje de esa hornada de jóvenes en chándal con voces enlatadas, tampoco soy capaz de encontrar nada (o casi nada) que pueda cambiar el mundo. Son mucho mas disruptores los Rolling en la nueva última gira, a sus 80 años, que un grupo de enjoyados adolescentes con capucha y autotune de masas. Quizá por eso, y porque la autocensura de lo correcto está marcada a fuego en las mentes, creo que los tiempos en los que la música era capaz de cambiar el mundo, terminaron.

Estamos en 2024, el año en que la música no puede cambiar nada. No lo espero, pero eso me temo.

19 de marzo de 2024

Las epopeyas ridículas.

- Yo soy una persona de izquierdas. Vivo en un compromiso por la salvaguarda del planeta y los derechos de las personas menos afortunadas a las que considero que es de rigor ayudar para la integración en una sociedad justa donde hay sitio para todos. Los niños, las mujeres y las personas inmigrantes han de ser tenidas en cuenta para la consecución de un mundo más justo.

- Vale. pues vamos a poner un centro de acogida de menores inmigrantes enfrente de tu casa.

- Los cojones. A mi no me pones a cien delincuentes delante.

Esto mismo ha pasado en Sopuerta, en Vizcaya, donde un progresista gobierno de Bildu vacila entre su disposición moral y lo que le piden sus votantes. Es un buen ejemplo entre la bondad verbal y la realidad de los hechos. Al final en vez de 130 menores, habrá 30. 

Es inimaginable la cantidad de personas que consideran que hay que trabajar menos horas pero no comprenden como están cerradas algunas tiendas los domingos por la tarde cuando les entran ganas de comprarse una camiseta o un buñuelo.

En España, que como buen pais mediterráneo pasamos más tiempo viendo la forma de sacar provecho de las normas que cumpliéndolas de una manera honesta, disponemos de ejemplos inquietantes. El último reside en que si alguien se identifica, porque lo dice él, perteneciente al grupo LGTBQ+, será prioritario en la búsqueda de empleo para nuestro más que bondadoso ministerio de trabajo. Así que no sería extraño que Roberto, barbudo tatuado con instrucción militar y dos hijos, jure que es mujer lesbiana porque de esa forma sus posibilidades de un trabajo mejor se amplíen. Obviamente hace el mismo favor a las personas trans que las mujeres a las que maltratan cuando hay otras que dicen que las pegan (y no es verdad)  porque de esa forma consiguen un mejor divorcio. En todos esos casos, al igual que respecto de los menores que vienen de otras latitudes sin nada y se esfuerzan pero se ven tapados por delincuentes, nos aparecen las suspicacias.

Sin embargo nos encanta, a los occidentales medios, sentirnos bien. Nos gusta mantener ese rictus de superioridad en los semáforos, sentados en nuestro coche eléctrico, asegurando que protegemos el ártico sin querer hablar de lo que supone la fabricación de nuestras baterías y lo que pasará con ellas cuando en vez de un Suv se ponga de moda un coupé. Seguro que tampoco queremos una mina de cobalto cerca de casa o una central nuclear a tiro de piedra, pero nos quejamos por el precio de la luz.

El otro día leí que la derecha no sabe explicar lo que hace y la izquierda no sabe hacer lo que dice. Lo cierto es que, en la posición publicitaria de la ideología, es mucho más molón ser de izquierdas porque , de la misma manera que es mucho más romántico ir con el débil, a todos nos gustan las epopeyas y las películas en las que ganan los buenos. Claro que solamente si los buenos somos nosotros. Y como no nos han enseñado a gestionar las frustraciones o a sacrificar el discurso porque la verdad se impone, intentamos mantenerlo aunque sea de una forma ridícula: que se acaben las guerras, la paz en el mundo, la ecología en tu casa calentita, cultura gratuíta y centros de menores lejos de casa.


Pd extra bonus track: Destroza la sede del Psoe ( en Almendralejo, Badajoz) , dice que lo ha hecho por la independencia de Cataluña y solicita entrar en la ley de amnistía

Pd2: la taberna honesta para el pueblo, donde van los de Bildu cuando van a Madrid, pagada por Pablemos, usa fotos falsas para su promoción en web.

16 de marzo de 2024

Matchmaking

Los algoritmos tienen su gracia. Algunos, si no la mayoría, se piensan con criterios obvios pero no públicos. Quizá por eso a muchos les gusta hablar de los intereses ocultos de las grandes confabulaciones que hay detrás de la tecnología que nos rodea. El matchmaking es uno de ellos.

Básicamente, si nos vamos a la elección que la máquina hace para escoger un contrincante para ti, consiste en seleccionar aquel que regule el nivel de dificultad pero no te quite las ganas de seguir jugando. El algoritmo elegirá a alguien a quien no te resulte facilísimo o imposible ganar porque sabe, de ambos, vuestras capacidades y os ha catalogado previamente en uno u otro saco. Obviamente, y casi como el vida real, si te has hecho el tonto muchas veces ganarás con facilidad y si vas de listo te darán más bofetadas que las que recibió Jorge Maromero Paez al final de su carrera. Lo que no hace es ponerte a competir con los mejores porque se te van a quitar las ganas y vas a dejar de jugar.

Cuando era un niño, aproximadamente con doce o catorce años, me gustaba el tenis. Tenía la percepción, probablemente equivocada, de haber superado el nivel de mis amigos y cogi mi bicicleta junto con las raquetas de mi funda completa de Donnay para localizar contrincante en alguna otra pista. Encontré a un caballero, bastante mayor que yo entonces, con un buen drive, y le propuse jugar un partido el dia siguiente. Allí me presenté dispuesto a dar lo mejor de mi y me metió un 6-1 , 6-0 como un puñetazo en las costillas. A partir de ahí me dediqué al baloncesto, al frisbee y a la bicicleta, pero no al tenis.

Una de las cosas que tiene la educación moderna es la obtención de premios. Los niños reciben premios únicamente por participar y podemos razonar que si no hay una enorme recompensa en el triunfo o en el sacrificio necesario para ser primero, si el primero y el último del maratón son recompensados igualmente, se te quitan las ganas de correr. Haber matado la meritocracia a golpe de mediocridad da alas a una legión de estúpidos solicitantes de sus premios.

Al final lo que hace el algoritmo es emparejarte con seres más o menos iguales para mantenerte activo en tu mediocridad con la falsa creencia de mejora inexistente.

Las aplicaciones de citas funcionan de una forma similar. El programa ha catalogado tus fotos, conoce el tiempo que gastan otros usuarios en verte, valora si tienes conversaciones más o menos largas y busca, entre ellas, palabras clave que determinen si ha sucedido algo más. Con eso te mete en un saco y te va mostrando de forma interesada alimentando las estadísticas para afinar, cada vez más, la forma en que juega con ciertas ilusiones amatorias. El algoritmo no quiere que salgas de ahí pero sí desea que creas que eso es posible. Es como un traficante que te da y te quita dosis pero sabe que necesita convertirte en un yonki. Quizá por eso tiende a cruzarte con gente chalada, porque cuando fracases volverás.

El principal problema que tienen esos algoritmos es que su éxito reside en mantener al usuario siempre en el mismo lugar, a ser posible un lugar de extraña comodidad. Y es extraña porque nos sabemos desenvolver aunque estemos intentando salir. Los toros de lidia, en los campos de la Salamanca más cercana a Portugal, viven en cautividad pero ninguno salta el muro de medio metro que hay entre sus pastos y la libertad. Las recomendaciones musicales que te envía internet son clones de lo que sabe que te gusta para que veas el anuncio del siguiente video.


Obviamente todo se reduce a una cuestión de dinero y la búsqueda de rentabilidad. Si la música de la discoteca está muy fuerte forzarás la voz, se secará tu garganta y pedirás otra copa. El negocio está en la bebida o en que pases más tiempo dentro de la aplicación creyendo que la próxima pantalla será la definitiva.

La otra opción es pagar. Entonces la estadística, como contraprestación, te proporciona resultados mágicos. Haces más match con gente que parece más atractiva, las canciones son mejores o te incluyen tres copas con la entrada. Si le hubiera dado dinero a mi contrincante es probable que se hubiera dejado ganar en el tie break.

En los tiempos del matchmaking, realmente, el objetivo es mantenerte en tu lugar cercenando las posiblidades de mejora o de evolución. Establecerte en un sitio caminando en círculos ocultando, interesadamente, que existen otros. Si sé que te gusta la pasta te ofreceré ravioli, macarrones, espagetti, fideos y tortellini, pero jamás un plato de cocido. Por supuesto que te mostraré únicamente a gente que le guste la pasta hasta que llegues a la conclusión de que el mundo es justamente así. Y me contarás lo mucho que te gusta y todo lo que sabes de comida. O de música. O de las personas.

10 de marzo de 2024

Obviedad vs conspiraciones

 -¿Te acuerdas de mi?. Yo venía hace unos treinta años mucho por aqui. Ya sabes que de esto sé.

Lo que tengo delante es un muchacho al que el pelo, largo hasta los hombros, le empieza a clarear. Habla atropelladamente. Sujeta un telefono movil entre sus dedos, que son gruesos y torpes. Si tuviera que apostar lo haría al agarrotamiento mientras no puedo dejar de mirar los dientes que le faltan, alternos. Desconozco si carece de movilidad o solamente tapa de una forma torpe la camara frontal del terminal. Muchos tapan la cámara del portatil pero nadie lo hace con las del teléfono.

-Me vigilan a través del telefono- dice con un tono de paranoia.- Me ven, me escuchan, clonan mis datos.

-¿Has ido a la policía?- pregunto.

-Si, pero creen que estoy loco.

Casi asintiendo del dictamen policial le ofrezco mi mano para que me deje el teléfono -¿Se puede borrar?- pregunto. - Si, si. Yo ya lo hice pero me siguen vigilando-. -Bueno- le digo con todo tranquilizador- anda, déjame.

Así que retiro la tarjeta, accedo al menu interno de restauración y dejo el terminal sin línea, sin conexión a internet y sin datos. Una vez hecho eso se lo devuelvo. -Ahora esto- y me refiero al telefono- no es más que una piedra con pantalla. Es- y hago hincapié- absolutamente imposible que nada ni nadie pueda acceder. Así que ahora dime la forma en la que te vigilan- Y me quedo presto esperando la explicación con la esperanza que se de cuenta, por obviedad lógica, de la inconsistencia de su mensaje.

Entonces empieza a tocar partes de la pantalla. Va por los menús y cada vez que accede a un submenu nuevo me lo enseña como si tuviera que ser un hecho. Y no lo es. No es que exista la numeracion del IMEI o que aparezcan permisos concedidos a las aplicaciones internas. No es que tenga bluetooth o que haya un número de serie para identificar el aparato en fábrica. No es el bloatware ( las aplicaciones inutiles que van incorporadas) ni que la pantalla gire al girar el teléfono por mucho que eso le convierta en casi un ser vivo que reacciona al mundo real. No.

-Claro- conclusiona casi como si hubiera tenido una revelación- han venido aqui antes para sobornarte y convencerme. Diles algo de mi parte: no se saldrán con la suya.

Y se fue.

Definitvamente es imposible luchar contra las conspiraciones y las enfermedades mentales.

3 de marzo de 2024

El tonto del Salmón y la supervivencia.

Es de absoluta lógica que la manera más rápida de bajar un río es dejarse llevar por la corriente. Se admira a los salmones, por supuesto, pero el otro camino es mucho más cómodo. De la misma forma, en una supuesta guerra de trincheras, se admira al primero que sale, gritando y agitando la bandera, corriendo hacia el enemigo pero si lo que se quiere es sobrevivir resulta mucho mejor quedarse escondido. ¿Cobarde? Si, pero rentable en cuestiones de supervivencia.

La historia, que es esa cosa hay que alterar cuando no nos gusta, está repleta de ejemplos insultantemente obvios en los que dejarse llevar sin hacer demasiado ruido ha resultado mucho más rentable que mantener criterios propios. BMW, Nestlé, Siemens, Kodak , Ikea, Allianz, Porsche, Hugo Boss con sus uniformes e incluso Bayer con sus cápsulas de gas mortíferas eran más nazis que Hess mientras el nazismo iba ganando. Después, al estilo Coca-Cola, se volvieron más occidentales que nadie contando, incluso, que el respondable de Coca-Cola en Alemania había guardado en una cajita los beneficios originados por su filial Fanta ( la respuesta nazi a la bebida americana) para ayudar al pueblo aniquilado por el malísimo Fuhrer. Obvliamente si el resultado de la guerra hubiera sido otro ahora estarían ayudando a matar a unos cuantos judíos, si es que les quedaba alguno. Lo curioso de todo esto es que podríamos llegar a pensar que aquellos apoyos tan obvios terminarían pasando factura a compañías miserables pero, sin embargo, setenta años después el único riesgo real es la corriente china. La ideología nunca ha importado si el coche, el desayuno, el mueble, el traje o la aspirina es accesible. Tampoco importaban que las baterías de Samsung explotaran o que los niños del Congo recojan coltán para tu carísimo apple. Si vivimos en una sociedad poseída por la palabra oferta, poco se puede hacer con las implicaciones morales del descuento, porque eso ya implica pensar.

De la misma forma existen cientos de personas y personajes que, de una forma u otra, siempre siguen la corriente. En España hemos tenido a grandísimos franquistas que se despertaron ultrademócratas en el 76. En Euskadi, no es nada que se oculte, gente que dormía con pólvora entre sus dedos se indigna porque talen un árbol o a llamen gordos a los niños obesos del valle de Arratia, clamando por los derechos del ser humano y lo indigno de matar a alguien que no piensa como tu (en Iran). En Cataluña le hacen la ola a uno que vive en una mansión pagada por dinero público porque se escapó de la trinchera cuando sintió un tres por ciento de riesgo. Afortunadamente no siempre ha sido así porque no nos podemos oplvidar de cuando Lola Flores quiso hacer un rap y le salió lo que le salió ( Alvariño ponme la mano aqui , que la diño), claro que siguió siendo tan grande que casi nadie habla de ese desliz. Boyer pasó del Psoe al PP y a una mansión con demasiados baños. Los Zigarros han hecho una pereza de disco y El Pais ha echado a Savater y Azúa porque pensar es menos importante que la linea editorial.

Curiosamente cuando haya un cambio de ciclo, porque todo son ciclos y éste se agota, habrá que estar atento al cambio publicitario de empresas y personajes. Los nazis que se apresuraban a abrazar judíos serán los tertulianos, directivos y políticos que se alteren defendiendo lo contrario de los que defendían antes porque, como en la economía, la rentabilidad está por encima de la opinión. Y es que, obviamente no matarán a los gays, violarán a las mujeres o desecarán Doñana. Quizá, como mucho, suspenderán al niño que se empeñe en escribir "todEs" en una redacción y empezarán a inventarse maldades malísimas y maléficas del enemigo hasta que el ciclo se acabe otra vez. Más o menos como Argentina si es que a los argentinos les sale algo bien.

Es como la publicidad de BMW en el mes del orgullo: se cambia el logo pero solamente en países en los que ser LGTBQ+fiendly es rentable. Yo tuve un compañero de clase mediocre pero que sabía acercarse a quien era el líder del curso ese año. Con 14 años pegaba a otros chicos en el recreo porque Urrutia (apellido ficticio) era un matón. Con 16 estuvo en el equipo de baloncesto porque nuestro pívot era un tipo con tirón. Se matriculó, incluso, en la misma carrera que seguían los adoradores de Mario Conde en aquellos años y luego descubrió lo bueno que era militar en el partido del poder hasta que obtuvo un relevante cargo público del que aún vive. Por lo que sé Urrutia es un honrado chiquitero, soldador y padre de familia. Nuestro pivot es, lo sé, un convencido colaborador en proyectos de ayuda social mal pagados. Conozco quien fue punky a finales de los 70, nuevo romántico hasta que llegó el grunge, muy pop allá por el cambio de milenio y lo único que puedo decir es que jamás le gustó la música pero nunca fue solo a un concierto. !Cuanta gente saltó de facebook a instagram y luego a tik tok porque lo único que le importaba era no quedarse abandonado en un lugar!

Voy aprendiendo que tener criterio está muy bien pero no tenerlo te hace la vida más cómoda.

Y lo que me jode considerablemente es saber positivamente que todos aquellos que han aprendido a dejarse llevar por la corriente van a recorrer el rio de una forma más rápida, rentable, ágil y feliz que aquellos que se estuvieron preguntando si seguir la corriente era la mejor forma de vivir.

Qué mejor que explicarlo con una canción de Seguridad Social, que primero eran una banda punk, tocaron el rock y terminaron haciendo música cubana. Como Santiago Auserón pero con mejor voz. La canción es "Soy un Salmón"