Mal dia para buscar

28 de noviembre de 2022

Texto presentación

 Si alguno no va a estar el jueves 1 en la presentación, se va a perder algo así ( es el borrador de mi intervención):




Si nos damos cuenta, el video, es una verdad absolutamente vigente. Unos tenían a Nostradamus, los más jóvenes a Goku, los que tienen 30 a Los Simpsons y nosotros a los Monty Phyton. Es lo mismo con otro nombre. Hay cosas que no cambian y otras a las que se les cambia el nombre para que parezca nuevo. ( Crush, Hater, Boomer, Poliamor, Hype, Salseo...)

Lo que si que ha cambiado, si nos damos cuenta, es la forma de resolver conflictos. Me explico: antiguamente, supongo que en la época de Nostradamus, cuando tú y yo teníamos opiniones encontradas la solución era sencilla: nos batíamos en duelo y el que quedara vivo es el que tenía razón. Eso es un tanto, digamos, salvaje. Así que de esa época del honor tuvimos que pasar a la época de la dignidad donde tú y yo habíamos decidido que Jose Ramón ( a partir de ahora , el juez) decidiera quien tenía razón después de que le contásemos nuestras mierdas. Claro que eso tiene un problema y es que no sabes si vas a ganar la discusión. Por eso alguien tuvo la gran idea de cultivar la cultura de la victimización. El funcionamiento es sencillo y consiste en situar, muy por delante del motivo de la discusión, algún elemento en el que yo o el grupo en el que yo me identifico haya sido víctima de ti o de un grupo en el que te pueda meter. Si estamos en Ohio y tenemos un accidente de trafico yo puedo asegurar que como soy nativo americano y he vivido oprimido por los blancos , tengo prioridad en el cruce.

A mi me pasó. Vendí un ordenador y el cliente, llamémosle Borja Mari, me llamó desde casa. -¿Donde están las películas de la Barbie?- me preguntó. Yo, entre dudas, le respondí -...no están. Las tendrás que poner tú-. Así que cuando se sintió mal, por el motivo que fuera, utilizó la herramienta que vale para todo. -Claro- aseguró -eso pasa porque soy gitano porque si fuera payo como tú las tendría-. En ese momento dijera lo que dijera yo había perdido. Si le digo que es una tontería o que es un caradura ratifica que soy un racista. Es un "win-win", que dicen los modernos, en toda regla. Si me ponen las películas de la Barbie he ganado y si no lo hacen es porque soy una víctima. Nunca, en ningún caso, es porque soy un gilipollas. O un caradura.

Con el fútbol puede pasar lo mismo. Si soy un fanático del Madrid siempre creeré que los míos son mejores, que no se tiran nunca y que, en el caso que pierda, los árbitros están comprados por mi enemigo. Si soy un fanático del Barcelona es lo mismo, pero en Barcelona. Y además, para certificar que tengo razón leeré el As en un caso y el Sport en el otro. ¿Como no voy a tener razón si aquí dice exactamente lo que yo pienso?. Necesito dos cosas: algo que fomente mi sesgo de confirmación y un enemigo. Además, aunque es perfectamente lícito ser del Madrid, del Barcelona, gitano o conquense, cuando nos vamos a los extremos descubrimos que uno necesita del otro para existir. Descubrimos que Internet, en vez de haberse convertido en un lugar libre donde contrastar opiniones diferentes a las nuestras, se ha convertido en la gran herramienta de confirmación de todo aquello que queremos leer. Si quieres demostrar que existen chinas con tres tetas solo tienes que ponerlo en Google y salen hasta fotos. Pruébalo.

Tenemos, en plena actualidad, la manera de ganar cualquier discusión, una herramienta potentísima (Internet) que certifica lo que quiero decir y a David. ¿Quien es David?. David es el responsable de que yo me haya lanzado a escribir este libro. Fue mi gota, la que colmó el vaso. David me dijo, hace muchos años, cuando Aznar ilegalizó Bildu, Batasuna, Sortu o como se llamase, que en un país democrático no puedes ilegalizar una idea. Que puedes meter en la cárcel a alguien por robar, matar, secuestrar, extorsionar o atentar contra la libertad de los demás, pero jamás por pensar algo por muy diferente que sea a lo que pienses tú. Y le di la razón. Así que estábamos en plena pandemia y puso en Internet que había que ilegalizar a Vox. Como soy un tocapelotas le puse que no puedes ilegalizar una idea. Que puedes meter en la cárcel a alguien por matar, robar, extorsionar o atentar contra la libertad de los demás, pero no por pensar. Procuré, como es lógico, escribir palabra por palabra lo que él me había dicho años atrás. Para mi sorpresa ( o no) me dijo que no era lo mismo. Y no era lo mismo porque cuando eres de un equipo de fútbol no puedes ver a tu delantero fingiendo un penalti. No puedes reconocer que un regettonero haga una buena canción si eres de rock&roll o que tu grupo favorito haya publicado un auténtico tostón. Esas cosas, cuando son tremendamente obvias, resultan irrisorias si eres capaz de verlo desde fuera.

-Yo no voy a España- dice un personaje del libro - porque siempre que salimos los euskaldunes, la guardia civil nos detiene y nos castiga por la opresión al pueblo vasco que llevan haciendo desde hace décadas. !Acuérdate de Valencia!. Acabamos en el cuartelillo detenidos-. Entonces un compañero, un camarada, le replica: - Hombre, ibas borracho, sin luces ni seguro y en dirección contraria-. -Pero soy euskaldun y me detuvo la guardia civil- . - Eso si- le responde. .-Pues eso-. Viene a ser lo mismo que no tener las películas de la Barbie por ser gitano.

Así que si cogemos esa época de la Euskadi de los 80 y nos preguntamos si con el caldo de cultivo actual pudiera ser posible toda la sátira loca que escribo a lo largo de unas entretenidísimas 200 páginas, la respuesta es que, probablemente, si. De una forma loquísima, con mucho sesgo de confirmación, tremendas cargas de victimismo y ridículo extraño en el que los extremos se necesitan y son sospechosamente iguales. Unos fuman marihuana y otros se meten coca. Unos se compran unas furgonetas camperizadas chulísimas y otros mercedes deportivos, pero vienen a ser detallitos mínimos.

Cuando teníamos el título, el hijo de mi editora comentó que le parecía fuerte. Que le resultaba una provocación. Le pregunté que qué le parece a él si te pones la camiseta de la selección de Euskadi y te vas a Torrejón a pasear. Que qué tipo de persona es quien te insulte o te diga algo inapropiado por llevar esa camiseta. "Un fascista intolerante"- determinó. Entonces le pregunté qué iba a pasar si te pones una camiseta de la selección española y te vas de paseo por los bares de Rentería. "Te estás buscando una paliza"- me dijo. "¿Y no es lo mismo?". Decir que por llevar una prenda de ropa puedes tener un problema es algo que no podemos interiorizar como normal porque te podría hacer el mismo ejemplo con una minifalda.

Los extremos son muy parecidos y actúan prácticamente igual. Si pertenecemos a uno nos perdemos lo absurdo e irrisorio que resulta ver a cualquiera de los dos, e incluso a los dos, haciendo el imbécil. Si algo aprendí en Gesto por la Paz es que los muertos se quedan igual cuando se les va la vida.

En fin. Cojamos Airbag, vaya Semanita, cualquier debate del congreso actual, tres youtubers, el Deia, el Público, la Razón, el Naiz y la cadena Ser. Agítese adecuadamente.

Dice una canción: "Si me viese mi amatxo, si me viesen los colegas, me colgaban en la plaza por traidor y por idiota. Yo que soy más vasco que el arbol de Gernika cuando juega la selección no sé qué me pasa"- y aqui viene el título del libro- Juega España, !rarara!. Los mundiales ganará. Mi conciencia me da igual, no puedo evitar gritar: GORA ESPAÑA.

Así que esta es la presentación de un libro que mezcla extremos, la Euskadi de los 80 revivida en 2022, la modernidad, el victimismo y la provocación: GORA ESPAÑA y... ARRIBA EUSKAL HERRIA.

Disfrútenlo porque no va de política.

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Presentación Jueves 1/12/22

Por si el Jueves están ustedes perdidos en Bilbao.

 

21 de noviembre de 2022

Premios y excusas para todos.

Existe un determinado tipo de persona, de esos que tuvieron trofeos en su infancia solamente por participar, que no es capaz de entender que la vida no le premie solamente por existir.

Ellos no lo saben pero se van a convertir en los adultos que te envían y te bombardean con frases magníficas una y otra vez como si no tuvieran la culpa de ser las víctimas de un mundo cruel creado para los ricos, los blancos y los herederos que, precisamente ellos, no son. Y no porque no hayan heredado o vivan en un piso de protección oficial sino porque siempre el peso de la pena recae sobre sus doloridos hombros. Todo una pena tremenda. Una pena en la que la vida digna es en un yate con seis camareros o con la piel exactamente igual que la que les deja el filtro "belleza" en las fotos de instagram. No es digno si tienes Netflix y la serie que te apetece ver es de Disney+. No es digno si te mojas cuando llueve. No es digno, en realidad, si requiere un esfuerzo aunque sea mínimo.

Mi madre, nonagenaria, es receptiva a los mensajes apocalípticos. Vive asustada frente a la televisión porque, cuando llega el invierno, en vez de contarle que hará frío le dicen que la mayor ola del ártico desde que hay registros golpeará con furia las costas y el interior. Vive asustada porque el colapso climático acabará con los polos y se queda acurrucada en el extremo del sofá después de rescatar una rebequita del armario. En verano se asusta por las subidas alarmantes de las temperaturas y cuando hay elecciones se atormenta con la nueva guerra civil mientras nos vuelve a contar cómo se hacía caldo con los huesos del pollo.

Hay adolescentes que, al llegar a casa después de una noche de fiesta, stories y combinados, se indignan porque lo único que tienen a mano es un YateKomo.

Casi todas las personas que conozco han sufrido un golpe vital entre los 45 y los 55 años. Han vivido fallecimientos, divorcios, despidos, enfermedades irrecuperables, accidentes o cualquier otro tipo de contingencia que obliga a reinventarse. Reinventarse con el agotamiento que da la edad no es tan fácil. Tampoco tener que aceptar que ya no te queda tiempo para convertirte en aquello que estabas convencido que ibas a ser o lograr. No serás un intelectual respetado, un directivo bien pagado, un feliz progenitor de una familia feliz o un presidente admirado. Ya no tienes tiempo. En ese caso recomponerse es mucho más complicado que echar la culpa a algo: Al amianto, la señalización horizontal del cruce, la globalización o los pesticidas. Vivir en el resentimiento, y lo digo como un experto, es más cómodo que la aceptación de las circunstancias. No conozco a nadie, absolutamente nadie, que afirme que gana demasiado, que es mucho mas afortunado que la media o que haya recibido, en un establecimiento, un trato muy por encima del merecido. Básicamente no conozco a nadie que de las gracias sin esperar nada a cambio.


Eso es porque , quizá, algunos han interiorizado tan fácilmente el anuncio de "lo que te mereces" ( sin olvidar el "tú nunca te equivocas") que lo consideran un hecho y cuando alguien les trata como basura son incapaces de pensar todas las veces que trataron como basura a los demás en esta sociedad de egos, de víctimas y de desagradecidos que se quejan porque ya no les dan premios solo por participar.

Corríamos sobre barro y ahora la culpa es que el asfalto no filtra demasiado bien la lluvia.

8 de noviembre de 2022

Xenro ( separados)

 Pensábamos que solo existían los juguetes que anunciaban en la tele o los que vendían en el Corte Inglés. Ahora creen que si no está en Spotify, no existe.

Pues hay vida más allá.

Con vosotros un disco escondido de hace 15 años que suena de fábula, te rodea y te lleva: