Tonight we drink to youth
And holding fast to truth
(I don't want to lose what I had as a boy.)
My heart still has a beat
But love is now a feat.
(As common as a cold day in LA.)
Sometimes when I'm alone, I wonder
Is there a spell that I am under
Keeping me from seeing the real thing?
Love hurts...
But sometimes it's a good hurt
And it feels like I'm alive.
Love sings,
When it transcends the bad things.
Have a heart and try me,
'cause without love I won't survive.
I'm fettered and abused,
I stand naked and accused
(Should I surface this one man submarine?)
I only want the truth
So tonight we drink to youth!
(I'll never lose what I had as a boy.)
Sometimes when I'm alone I wonder
Is there a spell that I am under
Keeping me from seeing the real thing?
Love hurts...
But sometimes it's a good hurt
And it feels like I'm alive.
Love sings,
When it transcends the bad things.
Have a heart and try me,
'cause without love I won't survive.
Bola extra:
Sometimes, I feel the fear of uncertainty stinging clear
And I can't help but ask myself how much I'll let the fear
Take the wheel and steer
It's driven me before
And it seems to have a vague, haunting mass appeal
But lately I am beginning to find
That I should be the one behind the wheel
Whatever tomorrow brings
I'll be there with open arms and open eyes
Whatever tomorrow brings
I'll be there, I'll be there
So if I decide to waiver my chance
To be one of the hive
Will I choose water over wine
And hold my own and drive?
It's driven me before
And it seems to be the way that everyone else gets around
But lately I am beginning to find
That when I drive myself my light is found
So whatever tomorrow brings
I'll be there with open arms and open eyes
Whatever tomorrow brings
I'll be there, I'll be there
Would you choose water over wine
Hold the wheel and drive?
Whatever tomorrow brings
I'll be there with open arms and open eyes
Whatever tomorrow brings
I'll be there, I'll be there
Hay más personas que melones. Y hay muchos tipos de miedos y muchos tipos de capacidades. Hay muchos tipos de pretenciosos y muchos que, brillantes sin hacer ruido, caminan escondidos por las cunetas de la vida mientras cuñados y Pitingo se creen con el derecho de ocupar toda la calzada con sus egos más voluminosos que un todoterreno de nuevo rico y con más carencias que un calzoncillo del Primark que ya tiene bolitas después de tres lavados.
Ayer entré en una red donde las personas hablan de sus capacidades laborales. Busqué un poco. Quien me robó no pone, obviamente, que lo hizo y quien recibió un pequeño curso por mi parte dice tener una preparación y una titulación casi de otra galaxia en el tema en cuestión. Todos son Cifuentes pero, joder, !queda tan bonito decir que eres IT sales management senior expert!. Aunque seas un mierda. Para demostrar que lo eres ya hay que estar dentro y una vez dentro de la casa puedes aprovechar para llevarte el candelabro de la abuela. Es lo que hacen los virus troyanos: entran engañando y luego arrasan con lo que pueden.
El siglo XXI tiene una gran y reconocida carencia. Presupone que todos dicen la verdad, que todo el mundo es bueno, que todos los abrazos son sinceros y todos los polvos satisfactorios. Mi primera vez, inquieta, torpe y sincera, fue desastrosa pero no me atreví a decirlo hasta que, terminada la segunda, la miré a la cara con una sonrisa y dije "mucho mejor" y ella se relajó dándome la razón tras haber superado el desánimo de la decepción inicial. Aunque éramos nuevos en todo creo que fue uno de nuestros mejores momentos. Nunca la he encontrado en facebook.
Por el mundo aparente que nos gusta crear caminan, como zombies, aquellos que no tienen un alto concepto de si mismos. Se supone, como gurús de la verdad, que somos coach de nuestro destino y cuando nos perdemos nadie nos dijo que necesitamos un refugio donde escondernos cuando las cosas no van bien. Un lugar donde la magia, el deseo, los recuerdos y las vivencias nos sirvan de abrigo improvisado para ahuyentar los miedos y las tormentas que trae consigo la realidad
No es rentable tener dudas. Por tener dudas perdí en muchas ocasiones, escondiéndome y esperando a ser salvado. Que fueran sus manos las primeras que llegaran a mi piel para no sentir la incontinencia de mis ganas de tocarla.
Dudar, como acto mental, si es definitiva y tajante la verdad sobre lo que digo en este momento, si quizá pasado mañana ya no fuera cierto y tuviera que tragarme unas palabras que me hagan esclavo de mi futuro, como un chalet de rico después de ser el supuesto azote de los poderosos. Oírme justificándome es más doloroso que contar mentiras (tralará). Si la cuento, al verla por la calle, que me gusta su sonrisa y que me he perdido por un momento en lo blancuzco de sus tobillos pero que no sabré si seré capaz de perderme en el mismo lugar dentro de un mes, me dirá que la busque dentro de un mes. Necesitamos respuestas determinantes y no nos valen las verdades de hoy que no podamos usar como una hemeroteca mañana. No está permitido dudar, cambiar, replantearse o desenamorarse.
Es mucho más rentable una mentira mantenida a fuego que dejar la puerta abierta a la duda sólo para no contradecirse y dormir en paz. Llena más estadios Pitingo y más estanterías los productos mediocres que seis virtuosos del jazz que aún esperan a hacer la canción de su vida. Llamar a revisión a un modelo de coche deja una mala imagen de la compañía y hay quien prefiere que se maten los conductores antes que dejar caer las ventas.
La prepotencia engancha a quien es espectador de la misma, aunque sea una forma de mentira.
Tengo un curriculum sencillo pero he hecho muchas cosas. Lo que no he puesto es lo que aprendí de todas las veces que dudé. Lo que perdí cuando no fui determinante. Seguimos viviendo en una sociedad que jura que valora el fracaso pero señala con el dedo cuando desapareces como un chiste, aunque me haya levantado diez veces. El sitio de mi recreo es algo que sigo buscando cada día. Nunca estoy seguro de encontrarlo y voy dando pequeños pasos por si tiemblan, otra vez, las articulaciones de los tobillos. La valentía no es divinidad, a veces es inconsciencia. Hay una línea muy fina entre la cobardía, la audacia, la arrogancia y la incapacidad.
Creerse un Dios siendo un gilipollas está de moda porque es rentable.
El resto estamos en proceso de extinción y no porque no seamos gilipollas sino porque ya aprendimos que no éramos Dioses. Sólo fuimos superhéroes los sábados pares antes de dormir y algún domingo por la mañana.
Oggi che è domenica e vanno tutti al mare alle otto imbottigliati già sul raccordo anulare
Ormai nel mio palazzo siam solo io e la vicina ormai non più signorina e sorda come una campana
Mi alzo calma olimpica e giù da Marinari, prima un caffè lungo poi due chiacchiere e un Campari
Sono già le quattro saliamo a casa mia solo tiratori scelti tra i compagni di osteria
Nanana nana nanaa
Balla con me un reggae domenica mattina
Diventiamo i re di tutto l'ottavo piano da qui si domina il parcheggio e l'orizzonte è ben lontano
Posso urlare a squarciagola finché qui tutto è deserto gioco a sabotare il mondo lascio l'ascensore aperto
Ormai si è fatto tardi e sono steso qui a pensare alla legge della società e al contesto attuale
Apro un'altra scatola pre-confezionata plastica chimica è la vita che ci stata data
Datada data da chi?
Balla con me un reggae domenica mattina..
E dimmi quale differenza tra migrante e rifugiato?
Quale differenza tra meccanico e avvocato?
Quale differenza tra verità e bugia?
Quale differenza tra musica e poesia?
E quale differenza tra bianco nero e giallo?
Quale differenza tra un leone ed un cavallo?
Quale differenza tra Picasso ed un bambino?
Quale differenza tra DIo e Mago Merlino?
Nonono nono non c'è, non la troverai perchè non c'è
Non ti resta che ballare con me
Balla con me un reggae domenica mattina
Una de las cosas que no la perdonaré nunca es que el día que murió mi padre, cuando la llamé para pedirle que hiciera visible la noticia entre las amistades que teníamos en común, no hizo nada y me obligó a pasar el mal trago de tener que explicarlo a todas aquellas personas no de forma global sino una a una cada vez que me las encontraba. Supongo que fue su venganza por haberla cambiado por otra y parte de mi ceguera por creer que hay momentos en los que las revanchas no están por encima de los acontecimientos.
Ni siquiera fue una venganza sino que simplemente en aquel momento yo ya no existía de ninguna de las múltiples formas en las que existen las personas. Mucho menos incluso aquellas a las que tuvimos algo más que cariño.
Hay quien cierra las puertas y las deja atrancadas de una manera casi atlética, como si entrenasen.
Recuerdo perfectamente cómo nos complicamos el primer dia que pasó a formar parte del tiempo que se puede describir como un tiempo en común. Yo venía, y nunca lo admití, de despertarme en casa ajena. Un despertar de esos casi que llevan incorporado el susto porque en las fotos de la mesilla no aparece nadie conocido. Por el camino hacia una dignísima comida familiar pensé, con la misma neurona que me sacó de aquel lugar y me metió en el coche, que la noche anterior había sido un aviso y una mirada a través de la cerradura de una puerta que no quería pasar. Entonces ella apareció: correcta y pequeña, sonriente y adecuada, preguntando si quería ir a no sé qué fiesta con ella y sus amigos. Y fui. Y todo era sencillo y fácil. Agradable. Era como pasar de ver Trainspotting (sin drogas) a Love Actually. Y me quedé ahí. La realidad es que los remansos de paz, aburridos y con una temperatura estable, son lugares para quedarse. Empecé a vestir mejor, a hablar utilizando todas las partes de las frases y a seccionar el mundo de todas las cosas desagradables que lleva consigo. Yo era el chico malo que se había hecho bueno (sin haber sido jamás ninguna de las dos cosas) y ella , no sé, supongo que le gustaba sentir que me estaba moldeando. Hay personas que disfrutan mucho más que yo convirtiendo a alguien en lo que desean para ellas en vez de buscar, que siempre es mucho más agotador.
Entonces un día descubrí, de la forma en la que se descubren las cosas en la ducha que es como una revelación, que esa parte que todos nos escondemos se estaba haciendo poderosa. Que necesitaba volver a ella, a mi interior más profundo, de vez en cuando. Me pasó algo similar muchos años después, al salir de una casa donde habitaba una mujer morena y llena de formas. Me preguntó donde iba y respondí que a esconderme. En realidad me fui a uno de mis lugares de soledad favorita, entre restos de grandes obras derrumbadas y al borde de los acantilados del cantábrico. Solo. Buscando en el aire respuestas a preguntas que aún no me había hecho. Si no se destapa la olla veces se explota. Reconozco que es decepcionante si alguien se marcha de tu lado jurando que necesita, de una manera imperiosa, sentirse solo.
A partir de entonces no dejarme moldear era una prioridad, una resistencia. Lo que nos unía empezó a ser la excusa para separarnos. Y lo hicimos. Un verano, en vez de ir a las fiestas del club naútico, que es donde ella era feliz con un aspecto casi ibicenco, yo me encerré en casa con las persianas bajadas, unas cuantas cervezas y muchos folios en blanco. Ella se fue a Cuba. Yo me hice fuerte en una cueva y busqué alguien que no quisiera que fuera otra persona para seguir siendo yo: alguien a quien aborrecer.
Dos meses después apareció como si no hubiera pasado nada. Sonreía. Encontró el estuche de sus lentillas exactamente en el mismo lugar en el que lo había dejado y salimos a cenar a algún lugar de moda ordenado, con esos aspectos que tienen los lugares que describen lo que es "alternativo" en el diccionario de quienes cambian de coche cada cuatro años. Allí le dije que no estaba solo y ella puso cara de gacela cómplice, de ostra con perla, para asegurar que eso era obvio porque estábamos juntos. Volví a repetirlo y me preguntó por qué. "Porque te fuiste a tu mundo". Y me juró que lo que había sucedido es que yo no había querido ir, que hubiera sido mucho mejor persona habiéndome dejado y solamente me callé, cené, hablé de asuntos intrascendentes y dormí en la habitación de invitados.
El resto, incluido cuando dos años después me acerqué a ella en la playa para disculparme tarde pero sincero y cuando hizo ese gesto extraño de girarse sin que se viera nada porque se quita los tirantes para que no queden marcas, es una anécdota. Lo de su venganza, también.
No veo series que no tengan final. Es una condición obligada. Tengo la sensación que si la serie me gusta me va a dejar a medias y que, si no me gusta, saber que no tiene final será un motivo para abandonarla antes de darle una oportunidad. Por otra parte está esa lucha eterna que tengo con el compromiso: si digo que lo hago, lo hago. Será por eso por lo que me cuesta una eternidad comprometerme, porque luego no me puedo echar atrás.
Sin embargo vivo rodeado de personas que juran lo mucho que les gusta tal o cual serie, que son fans de tal o cual actividad mediática y después, un tiempo después y al encontrármelos de manera casual, les pregunto, contento de recordar las virtudes que me narraban de aquello, para sorprenderme diciendo que abandonaron. Nunca como un fracaso sino como el salto cuántico a un estado de superior nirvana encarnado en un nuevo lugar, otro deporte, una nueva pareja o, por supuesto, otra serie sin final.
Unas veces se protegen, otras son inconscientes. La mayor parte del tiempo juran que ven cine y no se dan cuenta que todo está conectado.
Una de las cosas que tienen los británicos es lo mucho que les gusta la burocracia. Les gustan los procedimientos, las solicitudes, las confirmaciones y los protocolos. Es curioso el maremoto de tramites en el que viven y, por razones extrañas avanzan, hacen cosas y hasta está demostrado que al británico medio le gusta hacer cola porque una parte en su interior le ve reconocido como un ser ordenado y racional para diferenciarse del caótico mundo exterior casi animal.
Una de las cosas que tiene la informática para su desarrollo es precisamente el orden en los acontecimientos y eso, si lo vemos de forma análoga, crea un mundo virtual lleno precisamente de procedimientos. Los formularios, los campos de búsqueda, las creaciones de alarmas personalizadas, las interfaces o hasta incluso las interacciones llevan procedimientos aceptados.
Eso genera sensación de orden y, como un juego de aquellos conversacionales que ahora llaman aventuras gráficas, es imposible llegar al punto cuatro sin pasar obligatoriamente por el uno, el dos y el tres, en ese orden. No está mal pero lo curioso es que la diversión del juego, de la compra o incluso para descargar una película hay que seguir ese protocolo. Y no se puede cambiar por lo que pensar si se puede hacer mejor es un pensamiento en vano. Y si no vale para nada pensar entonces, al final, no se piensa.
Existe una generación que ha conocido el mundo así: lleno de procedimientos innegociables. Entonces ahora, cuando sacan la nariz al mundo real, no piensan ni un segundo en cómo mejorar el procedimiento sino en la manera de superarlo en todas las fases de la manera menos cansada posible. Cuando no son capaces de superar uno de los pasos se bloquean como un equipo con dos antivirus, incapaz de avanzar.
Así que ahí estamos, al abrigo de toda una generación que tiene como excusa favorita que el sistema se ha bloqueado, que hace falta un click nuevo o que no se puede hacer porque la aplicación no lo permite. Hay quien, normalmente entre 16 y 30 años, es incapaz de llegar de un sitio a otro si no tiene wifi porque es más importante lo que diga google que la posición del sol cuando se acerca el atardecer.
Pocedimientodependiente.
Viene un futuro muy peculiar, lleno de excusas y baterías a punto de agotarse.
Es curioso cómo, con la edad y la verdad, cambian las percepciones que el cuerpo va dando de la vida. Nos han vendido que los viernes, y en consecuencia los sábados por la mañana, se componen de una parte de soplido personal en la que lo que realmente deseas se convierte en cierto casi como los niños que salen corriendo del colegio sabiendo que van a encontrarse con sus deseos en forma de balón lo de consola de videojuegos. Con la edad, y lo digo para los adolescentes que se acercan a los 50 o para los que se preguntan qué hay más allá de los 30, el sábado es una especie de resaca de la semana que lanza mensajes a los músculos del cuello exigiendo estirarlos. Sin prisa, eso sí, pero con la misma tendencia que quedan en las piernas después de una carrera de resistencia: tienden a seguir dando pasos. Pasos hacia la meta que ya quedó atrás sin haber llegado el primero o el primero de los perdedores, que es el segundo puesto.
Una de las búsquedas más infructuosas de la vida es adivinar el destino, la dirección. Engañarse con aquello tan viejo y tan cierto de disfrutar del camino. En cierta ocasión un psicólogo, que no me trataba a mi, comentó que cuando sus pacientes llegan a consulta les cuenta que no sabe donde llegarán y que lo único que hace es acompañarles. Estar acompañado es muy importante aunque los sábados por la mañana estén llenos de soledad, de ese silencio que retumba con la incógnita de no haber descubierto el lugar exacto al que pertenecer. "La soledad es mejor que querer salir corriendo"- dice un amigo aunque eso podría ser lo contrario de "mejor un trabajo de mierda que no tener trabajo" y lo curioso es que hay quien salta de trabajo de mierda a mañanas en las que desea salir corriendo pero, después, intenta dar lecciones de vida y de moralidad.
Vivimos en una época en la que se dan consejos que no se cumplen en la intimidad. La culpa es de los fantasmas que llevamos en la mochila. De los miedos. De la mala gestión de la culpa. Al final triunfan los descerebrados que nos gusta llamar valientes sin acordarnos de todos los valientes que quedaron por el camino. Para levantar la bandera de conquista en una colina han muerto todos los soldados de la primera oleada pero las medallas se las damos a los supervivientes. El reconocimiento, en muchas ocasiones, es una gran ironía. Las medallas sólo decoran a los muertos pero no dan abrazos ni calor.
Conozco a quien salta de emoción en emoción. Es una persona tonta de manual porque va dándose golpes en cada esquina de la vida. Se arruinó con un negocio caduco varias veces. Se casó con la persona equivocada en dos ocasiones. Gastó dinero en hacerse coach de los malos, de los que te venden el paraíso con recetas de psicología de tercera división y ahora se la está jugando al bitcoin llevando al extremo esa máxima casi religiosa de "todos estáis equivocados menos yo". Miro su declive con sorpresa y asombro porque siempre sale y siempre está con la ilusión cargada como si esta vez fuera la buena. Envidio y me sorprendo porque yo he sido siempre de los de mirar a los lados antes de cruzar. Nunca me ha atropellado un coche pero he cruzado pocas calles. Se acerca a los 60 y jura haber encontrado su lugar en la vida diez o doce veces. Pero, oye, asegura ser feliz y eso es envidiable. Falso sí pero envidiable. Hay quien cada tres meses aparece con los ojos abiertos asegurando que ha encontrado al gran amor de su vida y se lo presenta a sus padres, a sus amigos. Hace planes maravillosos y fantasea sobre cómo suenan los apellidos en orden. Nadie le puede quitar ese trayecto ni los sábados en los que se despierta feliz aunque eso lleve, después, a un nuevo desastre. Levantar las tapas de yogurt buscando uno de los miles de premios hay a quien le vale y hay quienes no compramos yougures, con lo sanos que son si llevan fruta de verdad.
Los sábados nos retratan, demasiadas veces. Mataría por ser otro pero soy yo, buscando una dirección casi como siempre. Si me dan un mapa sigo el recorrido pero si me paro a pensar en los desvíos o en las estaciones inciertas de los autobuses me quedo parado sin comprar billete a ninguna parte. Es una tara pero me deja tiempo para escribir sin saber lo que saldrá. Será esa mi inconsciencia. Lo escribe el pequeño desastre que origino.
No lo es exclusivamente por la automatización del mundo y no lo digo por los millones de procesos que se ven sustituidos por máquinas para, principalmente, eliminar el factor humano del balance de gastos. Lo digo por la necesidad, absurda en su extrapolación al futuro, de simplificar las obligaciones hasta convertirlo todo en algo que fuera capaz de hacer un mono o un instrumento mecánico articulado sin sentimientos. Sentir, pensar, mejorar o algo tan loco como razonar para llegar a conclusiones es algo que por alguna razón aterra al humano medio.
Así que se producen datos y recompensas absurdas. Pongo un ejemplo: Spotify paga a los creadores. Hasta ahí está todo correcto. Resulta que ese cálculo lo hace una máquina y esa máquina no entiende más que de rentabilidad. Un autor recibe 50€ al año por millones de reproducciones y otro que se dedica a hacer "mierda" a las que pone nombres de personas, como la gente busca nombres tiene unos ingresos de 2000€ al mes. No es música pero hacen muchos clicks y vive de ello mientras el que hacía música tiene que comprarse una bicicleta y hacerse falso autónomo para llevar la comida a todos esos molones que se sientan en el sofá a hablar de lo mal que está el mercado laboral mientras han dado la dirección confusa para ver si tarda algo más de 30 minutos y así logran cenar gratis.
Yo gano 1.2€ por cada libro (de 18€) que se vende (a cobrar dentro de un año). Para ganar 1000€ al mes hay que vender 30 libros al día. Amazon (si es que alguien lo compra en el infierno) se lleva 4 y no sabe escribir. Para sobrevivir hay que explotar al creador y lo curioso es que la librería se lleva 5. Hacienda 1. El más tonto es el que se lo trabaja. El que menos gana en una obra es el obrero y el que menos gana con tu camisa es el que la sabe coser. Aprender un oficio es, con estos datos, ruinoso.
Así que se enseña a no esforzarse más que lo justo, a automatizar la labor y un día, al llegar a la oficina, una máquina que no coge la baja y que no tiene a un perro que se ponga enfermo o que no de por el culo con la línea siete del convenio está en el sitio haciendo lo mismo porque no hemos aportado nada, absolutamente nada, a la labor que se supone que queremos hacer. La culpa es nuestra pero, claro, nadie nos ayudó a mejorar porque llegamos a la conclusión que a nadie le importó si sonreíamos o no al cliente. Los empleados del mcDonalds que quedan, después que se empezara a pedir dando con el dedo a una pantalla, no sonríen jamás. Están planteando hacer robots que escupan justo en el medio del Big Mac.
La revolución 4.0 tiene mucho del hastío que produce la falta de horizontes de la vida actual, del desprecio por el trabajo en condiciones. Tiene mucho de la muerte por agotamiento de los grandes ebanistas a manos de ikea. Tiene mucho del desgaste de los camareros amables con pajarita por la presión de estudiantes que se pagan la carrera poniendo nombres en los vasos del Starbucks. Se basa en la incapacidad de un autor para hacer una obra con tiempo y paciencia cuando el autotune llena las listas de ventas. Si nosotros no recompensamos a quienes lo hacen bien no podemos pedir que nadie nos recompense por ser mediocres.
"Siempre habrá alguien mejor"- me enseñaron. Lo que no nos enseñaron es que el futuro estaba lleno de mierda con forma de libro, café, mueble, aplicación de teléfono, tonadilla insufrible o garabato mucho más rentable que lo que se supone que debía ser algo bien hecho.
Porque el sucedáneo es más barato y todo es un negocio. Entonces da igual hacerlo bien y lo hacemos de forma automática. Y nos sustituye un robot. Y nos quejamos. No lo vimos venir o simplemente ya estaba aquí.
Podría despertarme acompañado de una sonrisa efímera o de esa sonrisa que es un mapa, un sentido o una dirección. Podría despertarme despacio, sin relojes, para poder visualizar la ducha y el olor a café por las mañanas. Quizá en una de esas mañanas en las que hay que recoger las pruebas de la noche anterior como un forense en el escenario de un crimen. O puede que en una de esas mañanas de prisa por no llegar incluso cuando queda todo el día por delante. Un día de lluvia o un día luminoso. Con la moto aparcada en la calle o el coche haciendo ese ruido en el rodamiento de la rueda delantera derecha que le identifican como el mío. Como el que se ha convertido en parte sin saberlo el día que llegó al garaje.
Las mejores cosas llegan sin hacer ruido y hay un día, una mañana, en la que resulta que se han quedado y no se sabe exactamente desde cuando.
Podría despertar solo, engañando al cerebro con la última visión del penúltimo sueño. Dejar que el agua resbale sin hacer mucho caso a las noticias pero sí a las señales horarias. Elegir la ropa y ponerme otra. Volver a entrar a en casa para recuperar lo que descubrí que me había dejado al llegar al ascensor. Vaciar el cenicero antes de salir. Ver el zumo en la nevera, sin abrir. Afirmar que "hoy sí" para tener un motivo con el que apretar lo dientes acercándome al trabajo. Girar el cuello hasta hacerlo crujir. Soltar aire.
Empezar.
Lunes.
Necesito que no sea como todo los lunes que llevo a las espaldas.
No es igual, pero se parece.
Hasta el martes no cambio las sábanas y con el tiempo la rutina se ha convertido en una rueda engrasada con lo habitual.
Que pronto se olvida que un flechazo es una herida. Que siempre te empata tras un golazo la vida. Que en la cima del amor enseguida el corazón se asfixia y hay que bajar, disimulando, para respirar.
Pero qué triste es la noche cuando nadie te devela. Que fácil la rima cuando tú eres el poema. Que absurda la moraleja de mis cuentos cuando dices "venga, cállate un rato que estás más guapo y entra en mi colchón."
Pierdo la razón y me vuelvo vulnerable y me da por explicar que aquí me tienes para entretenerte por si lo de quererte no se me da bien. No es que no quiera, temo que no sepa quizá estar en pareja no se me da bien.
Sé que vendo humo solo porque estoy quemado y que uso de escudo este discurso asustado. Tú no compras mis excusas cómo mucho a veces te disgustas y dices "Vete si lo prefieres"
Y me echo a temblar, dejo de dudar y me siento miserable sólo por plantear que aquí me tienes para entretenerte por si lo de quererte no se me da bien. No es que no quiera, temo que no sepa quizá estar en pareja no se me da bien. Pero yo que sé, quiero ser feliz y voy a fingir tenernos fe.
Aquí me tienes para entretenerte por si lo de quererte no se me da bien. No es que no quiera, temo que no sepa quizá estar en pareja no se me da bien. (2)
Que pronto se olvida que un flechazo es una herida
Algunos informativos comienzan hablando de unos violadores sevillanos sueltos por Pamplona. Wyoming utiliza, de la misma forma que lo hacen algunos, cualquier excusa para decir que el gobierno es muy malo aunque lo sea en realidad pero haciendo que parezca el culpable de todo y en este caso que hablamos de muertes y de sufrimiento, de un dolor casi infinito y de una vergüenza absoluta en la que el único responsable de matar es quien aprieta el gatillo.
Dejemos ese tema absurdo de la manera de influir en la conciencia de las personas. No es importante. No es importante un catalán en un universo paralelo hablando de democracia o sentencias que no se leen pero que te indignan porque estar indignado es muy moderno. Algunos hablan de dictaduras y de terror, de fascismo y de miedo pero se les olvida el último gran fascismo que se ha vivido al lado de casa. El fascismo de ETA. A mi me han gritado "ETA mátalos" y me he despertado con miedo después de decir en televisión que son unos asesinos. He vivido con pavor abrir la persiana un día de lucha y he perdido amigos en exilios forzosos y en cárceles porque el dolor nunca es de un solo lado aunque en este caso la balanza sea bastante clara.
La respuesta que tuvo la dictadura franquista cuando ya estaba débil fue la dictadura de ETA. Si lo pensamos con distancia no hay una gran diferencia por mucho que alguien sin memoria al que no han extorsionado ni ha vivido esa vida (me refiero a Pablo Iglesias o a más de un catalán ansioso de apoyos) diga que Otegi es un demócrata. No se puede jugar al juego de quitar calles de asesinos de la guerra civil y dar café con pastas a quienes ponían bombas tres plantas encima de la oficina de mi padre o secuestraban, que es el caso, a los hijos de quienes montaban empresas en Euskadi. Es curioso que para algunos hay dictaduras de primera y de segunda.
Si algo aprendimos de toda esta mierda es que todos los muertos pesan lo mismo.
Y hay dos noticias buenas en todo esto. Una es que ETA vuelve a decir que deja de matar, que suena a verdad y que certifica que algo se hizo bien. Otra es que los voceras están mucho más preocupados de sus mierdas que de darse cuenta de la cantidad de sufrimiento que se queda hasta este punto final. Es triste, porque lo es, que se grite más por el nombre de la calle de un general que mataba gente en una guerra que por quienes secuestraron y asesinaron al padre de un compañero de universidad cuyo delito fue ser ingeniero en Lemóniz. ETA (y en mucha menor medida el GAL) mató a nuestros padres, Franco y los rojos a nuestros abuelos. Que no se nos olvide jamás.
Que no se nos olvide lo que es de verdad la represión, los asesinatos, vivir secuestrado por pensar diferente. No saber si expresar una opinión llevaría a tener una bomba en los bajos del coche. Algunos gritos de "represión" y "violencia de estado" son una broma comparadas con nuestro pasado reciente.
No sé si esa amnesia de la sociedad es buena o mala pero lo que sé es que ETA se acabó.
Y eso es bueno.
Si se nos olvida lo que fue entonces es malo porque nos volverá a pasar.