Mal dia para buscar

30 de noviembre de 2012

Back to school (1/2)

Dicen que mazinger Z ha cumplido 40 años. Yo uno más, para qué mentir. Lo cierto es que en 1989 abandoné el colegio, que fue ese lugar donde acudí ordenadamente desde los 6 a los 18. Es donde me dieron mi primer capón con 6 años y donde tuve mi primera novia (a la que apenas le cogi la mano) con 14 y porque me ha costado mucho tomar decisiones siempre. Empezamos a salir en el camino que iba desde clase a casa y nos duró el amor un par de recreos. Eran los tiempos del equipoA y del coche fantástico y eran los tiempos en los que Verano Azul ya resultaba una tediosa serie repetida donde Chanquete se moría una y otra vez, pero que daban en verano. Eran los tiempos en los que los dibujos animados los programaban después del telediario y antes de la película de vaqueros que mi padre se veia entre siesta y siesta los sábados, porque los domingos había que oir el carrusel deportivo.

En definitiva, eran los tiempos en los que crecí sin darme cuenta porque en la universidad, y con coche, jugaba a ser mayor.

El caso es que hoy, dentro de un par de horas, me voy a una reunión de antiguos compañeros de colegio a los que hace 23 años que no les veo.

En principio pensé en no ir, en que esa es una de aquellas actividades aburridas que hacen aquellos que añoran como ninguno los tiempos mejores o los tiempos más fáciles que eran por aquel entonces. Después pensé que sería una reunión directamente proporcional al traje porque cuanto mejor sea la prenda mayor será la sensación de fracaso que les pueda recorrer el cuerpo pero eso entra en el agravio comparativo de la verdad. Fantaseé, con la lista de confirmados delante de la mirada, sobre las caras que tendrán algunos y las vueltas que nos habrá dado la centrifugadora del tiempo. Pensé que alguno mentirá o que probablemente yo lo haré también pero también creo que es una forma de quedarme en paz con parte de mi vida. En realidad agarré de los huevos al mote que tenía en el colegio y todos los sueños que abrigaba por entonces y confirmé la asistencia.

Sé que yo estoy más viejo y mucho menos atlético. Sé que alguno de los otros 64 invitados me hará tener envidia y que las primeras miradas serán de un reconocimiento extraño, que es la misma mirada que pones cuando, en un dia de resaca, te intentas adivinar en el espejo. Hablaremos de anécdotas y estaré esperando el primer momento en el que alguno diga "¿te acuerdas cuando...?" y todos pongamos cara de sorpresa cuando digamos que El Boti y El Buitre han muerto.

Algunos tendrán hijos, otros no. Todos, creo, tendrán algún miedo a enfrentarse con otra parte de su vida que se había quedado aparcada. Habrá separados, operadas, gordos, canosos, calvos, básicos y dramáticos cambios a mejor y a peor. Estoy seguro que aquel al que pegábamos de pequeños nos recordará la importante nómina que cobra como si nos quisiera devolver todos los empujones en las escaleras a clase... y es una oportunidad para adivinar si aquello que nos decían en las aulas que se van a quedar encima del lugar donde vamos a cenar es cierto: El tiempo pone a cada uno en su sitio.

No lo creo, pero te lo digo cuando vuelva del colegio.

28 de noviembre de 2012

Deusto, física, química, wifi y adolescencia.

Hace muchos años le oí decir a un profesor de autoescuela que el paso de cebra más bonito de todo Euskadi es el que hay justamente a la entrada de la Universidad de Deusto. Es uno de esos lugares donde las vasquitas de pro, aquellas que han sido seducidas por el lado oscuro de Dior, hacen sus primeros pinitos estéticos entre la edad maravillosa que sucede a la adolescencia, que va desde los 18 a los 24, mientras son subvencionadas por la aristocracia de Getxo que les paga esos utilitarios cool que lucen con un pequeño peluche colgado del retrovisor y que llevan los fines de semana a las discotecas de moda de la cornisa cantábrica.

El caso es que se ha desatado la gran furia internetera porque, según informaciones, algunos estudiantes han accedido a los diferentes puntos de acceso de la red wifi gratuíta de la universidad y se han apropiado de un buen montón de fotografías subidas de tono que almacenan dichas muchachas en sus teléfonos y que mandan, picaronas y traviesas, a sus amantes entre clase y clase de derecho económico.

Lo curioso de todo esto es que esta es una de esas noticias que bullen y se desparraman con una rapidez exponencial. Son esos trending topic salvajes que suman visitas a las páginas que prometen carne amateur adolescente y que llevan de cabeza a ellos por el morbo y a ellas por la comparativa. En realidad son fotos de chicas desnudas haciendo poses delante del espejo como hemos visto cientos de miles pero cuando te dicen que una de esas puede ser tu vecina o la hija de tu vecina parece que te pone más.

También parece que el detalle de indicar que el escándalo ha nacido de una universidad de prestigio dirigida por jesuitas le da un componente atractivo y clerical.

Facebook, si lo recordamos, nació de una manera similar pero menos excesiva. Alguno quería poner fotos de alguna chica en internet y, de paso, se tropezó con una red social y unos cuantos millones a golpe de la curiosidad humana.

Es cierto que cuando la información que guardamos como joyitas sale de nuestro movil o nuestro disco duro deja de ser, legalmente, nuestra (Se lo pueden preguntar a la Sra Hormigos) y que acceder al tráfico de información que pasa por un router wifi libre es algo aceptablemente sencillo. Otra cosa es que sea inmoral, poco ético y hasta delictivo pasárselo a un colega con mucho papel higíénico, demasiado tiempo libre y muchos contactos pornógrafos.

Hay algo imposible: convencer a vuestras hijas de que no deben de hacer fotos enseñando un pecho delante del espejo del baño.

Hay otra cosa imposible: evitar que un hombre no quiera fotos de esa mujer desnuda (porque es una de las mayores alegrías que te puede proporcionar el whatsapp).

Todos los días minutos circulan millones de fotos amateur subidas de tono por internet pero si son supuestamente tus vecinas ya está servido el escándalo. A mi me pone mucho más imaginarme a ella desnuda o sugerente que ver porno explícito en la red, soy así de tonto.

Lo que es cierto es que nadie es consciente de lo fina que es la línea entre la información libre y la privada. Ningún adolescente piensa que cede sus datos, sus fotos, sus senos o su pene a facebook a whatsapp a google a microsoft o al servicio gratuíto en cuestión hasta que aparece en forocoches.

Y la culpa no es de la universidad, que aprovechará esto para convertir su red en una de pago. Esto sucede porque ella estaba muy mona delante del espejo, tiene la aureola perfectamente redonda y pensó que era más barato mandar la foto a través de la wifi libre que pagar un sms o quedar al salir de clase, a estudiar física o química.

Pd: según mi opinión habrán usado algo parecido a esto para captar el trafico de la red.

27 de noviembre de 2012

69-61 0:50s, similitudes.

En el año 2005, en la final de la liga ACB de baloncesto, el Tau Vitoria ganaba, en su casa, 69-61 a falta de 50segundos al Real Madrid y, sin embargo, perdió.
Tengo más de un amigo que dice que, en el deporte profesional, la capacidad mental es tan importante como la física. Tiene razón.

También empiezo a creer que muchas de las cosas que vivimos como sociedad no son muy diferentes a las que suceden en el mano a mano de las personas. Es decir, que las sociedades, los equipos deportivos, los partidos políticos e incluso las empresas, empresitas y empresonas interactúan entre sí de una manera que puede llegar a asemejarse a las formas que mantenemos entre nosotros.

Una empresa puede prometerte la luna sin hablar de dinero de la misma forma que te pueden decir lo estupendo que estás en un bar, a la cuarta copa, , cuando en realidad quieren exclusivamente tu sexo. Un partido político puede decirte que te amará siempre para zancadillearte después y algunas aficiones se enfadan de manera irracional cuando, en el fondo, se necesitan como puede suceder en una tira y afloja sentimental.

Las diferencias que existen, que las hay, no están muy alejadas de ejemplos que conocemos a diario. EEUU, que tiene muchos amigos en facebook que ponen "me gusta" a cada tontería que publica, borró a Iran de su lista de amigos de la misma manera que bloqueó a Cuba, aunque ahora le ha desbloqueado pero no ha aceptado su solicitud de amistad. Los nacionalistas catalanes, enfadados en su matrimonio con los nacionalistas españoles, han amenazado con irse de casa porque no reciben la paga que se supone que merecen, que es lo mismo que piensa mi sobrina, que es una pieza fundamentel en la vida familiar.

El futbol inglés, que se volvió loco y generaba problemas allá por donde estuviese, fue castigado hasta que lograse la calma necesaria de la misma forma que algunas parejas intentan parar las discusiones dañinas continuas con una separación temporal.

Hay deportistas que pasan años en un mismo equipo de la misma manera que algunos matrimonios son eternos y otros que cambian de equipo varias veces al año como si no pudieran encajar en un mismo lugar el tiempo suficiente para demostrar que valen la pena y yo conozco casos de algunos que desean poder saber donde dormirán la semana que viene.

Hay productos que marcan a una compañía como lazos invisibles eternos entre nosotros y nuestros amigos, si es que pensamos en los de verdad. Hay veces que no somos capaces de pensar en algo nuevo que nos proporcione alguien de la misma forma que por mucho que Bimbo haga otras cosas siempre será una marca de pan y colgate una marca de dentífrico y, sin embargo, no se parece mucho a la empresa que era hace 30 años de la misma forma que nosotros no somos los mismos que éramos entonces. Hay empresas que parecían eternas y desaparecieron como los conocidos de los que no recuerdas su nombre.

Creo que no hay grandes diferencias entre las cosas que nos pasan en la relación que tenemos con nuestro trabajo y con nuestras parejas, la relación entre los hinchas de un equipo y otro, entre una empresa y otra o incluso entre paises o entre todos esos grupos y asociaciones que componen nuestro universo.

No hay diferencia entre una relación homosexual y una heterosexual, porque son relaciones entre personas. Se enfadan, se reconcilian y se quieren igual. No hay diferencia entre una relación personal y una laboral, porque sigue siendo entre personas que conviven juntas por un supuesto objetivo común. No hay diferencia entre un estado de ánimo de un equipo perdedor y una depresión solitaria y personal, porque son estados de ánimo. Ni siquiera las empresas se diferencian de nosotros mismos. Se acercan y se separan, compiten, se apoyan... Internet es un niño poderoso, la ONU un abuelito que dice lo que deben hacer sus vástagos como países. La panadería debajo de tu casa es esa vecina que ves a diario y con la que hablas lo justo en el ascensor. Las cadenas de televisión son serias o sencillas, luminosas o grisáceas, pones un canal esperando sonreir como cuando quedas con un colega gracioso o esperas pensar delante de un documental como cuando cenas con un sesudo intelectual.

Todo se compone de personas y, como personas que tiene, lo impregnamos de miedos, intereses, sueños, enfados e incorrecciones.

Cuando lo piensas como si fueran parejas que conviven, amigos que se van y vienen, encuentras algunas respuestas.

Y similitudes curiosas.

Pd: Nokia lo tuvo todo ganado en telefonía y perdió. España fue la primera potencia mundial y perdió. Yo también tuve todo ganado a falta de 50 segundos y perdí. (Eso sí: el tau Vitoria ganó en 2008 y 2012 la liga que perdió en el 2005)

24 de noviembre de 2012

Infidelidad financiera

Hace ya bastante tiempo me intentaban explicar un determinado concepto de relación, hipócrita y real, en la que alguien se acerca a tu lado cuando tiene un objetivo consciente en el que eres el medio pero jamás el fin. Es cuando ella te llama para preguntarte qué tal te va todo pero, en realidad, te quiere utilizar como la válvula de escape sexual a un fracaso no mencionado. Es cuando un colega te dice que tiene ganas de verte pero aparece con el ordenador con un problema para que se lo soluciones gratis. Es, salvando las distancias, lo que hace mi sobrina cuando me abraza y me dice lo mucho que me quiere antes de recordarme que le falta dinero para ir a una fiesta. Es, casi como si fuera una paradoja de la modernidad, lo mismo que prometerte que vas a ser feliz exclusivamente cuando compres uno u otro producto.

Engaños.

El ser humano social de este siglo se desenvuelve con facilidad suprema en ese torbellino de falsedad. Es más, si te llama pidiendo sexo de una manera explícita, que le arregles el ordenador o pidiendo dinero seguramente las probabilidades de éxito se reducen de manera exponencial porque si la sinceridad y la claridad en el objetivo final fueran una ventaja real los anuncios se limitarían a un "compra" y, por el contrario, se llena la televisión de chispas de la vida.

Supongo que, como decía Jack Nicholson en el estrado de "Algunos Hombres Buenos": No podemos soportar la verdad.

Con las empresas pasa más o menos o lo mismo y se van volviendo mucho más hipócritas según van creciendo de tamaño. No me refiero a periódicos o sindicatos que llenan sus titulares contra los expedientes de regulación de empleo y los ricos mientras ellos despiden empleados y ganan millonadas en consejos de administración. No me refiero a Wyoming, Losantos y sus sociedades interpuestas. Ni siquiera a gobiernos que te venden lo feliz que vas a ser con ellos al mando y después te sodomizan casi desgarrándote las entrañas. Me refiero a algo mucho más grande, a los verdaderos dueños de nuestros destinos, a aquellos que están ganado más y más a costa de tus clicks, tus aficiones y tus conversaciones más íntimas contra una pantalla (que es una manera moderna de intimidad).

Hace un tiempo se destapó en un periódico americano (del norte) que Apple no pagaba los impuestos que debía y Apple publicó una nota de prensa diciendo que le daba igual y que si le tocaban las narices despediría a 47mil empleados. La semana pasada se hacía público que el gobierno del Reino Unido había llamado a Apple, Google, Amazon y Starbucks para preguntarles el motivo de la baja tributación ante lo cual los responsables de esas compañías silbaron mirando hacia otro lado como si se encontraran por encima del bien y del mal. En España, donde incluso se da la paradoja que la declaración de Apple les sale a devolver, se ha publicado hoy que Yahoo, Apple, Google, Facebook, Microsoft, Ebay y Amazon agarran nuestro dinero pero luego se cruzan facturas con otras de sus filiales hasta llevarse los impuestos a aquel lugar que les suponga un mayor beneficio, que en este caso es Irlanda (donde las aceras se pagan con los impuestos del resto de Europa).

Es decir, que te piden tu dinero diciéndote que te van a hacer feliz, se calientan los pies a tu lado y, cuando ya se sienten cómodos, se van a acostarse con un irlandés porque, se supone, no les pide más abrazos cuando se despierta por la mañana.

Supongo que es probable que un día, en el Starbucks que está frente a la puerta del Reina Sofía, alguno pondrá su iPhone5 encima de la mesa, buscará en Google la página de Ebay donde vender su teléfono viejo,  te contará que se ha comprado un libro en Amazon y que tiene el Windows 8. Después entrará en Facebook para enseñarte las fotos de ella y te dirá, indignado como ninguno, que sólo le utilizó para un mal polvo. "!Qué hija de puta!... dirá mientras cierra las fotos de su perfil"

Y no se está dando cuenta que esas compañías tecnológicas le están haciendo lo mismo a diario.

Lo llaman, si eres de un lado, ingeniería financiera. Lo llamo, como estoy en el otro, infidelidad financiera.

22 de noviembre de 2012

El gen imbécil de la picaresca.

Estoy absolutamente convencido que si no existiera la posibilidad de que alguno se agarrara a lo de "como dice la ley que no me puedes deshauciar, no pago" no sería necesario poner una línea entre los que pueden y los que no pueden ser pateados en el culo desde las casas que tienen a medias con sus bancos, porque suyas no son aún.

De la misma manera si las personas que van a los juzgados lo hicieran con la convicción absoluta de que la razón les posee no sería necesario poner una tasa que te hace pensar más de una vez si irte a la caza y captura de un abogado. Supongo que las querellas y las denuncias que se tiran a la cara los tertulianos de tele5 en los juzgados de Alcobendas se acabarán de una manera inmediata o veremos a Mila Ximenez pidiendo en la Puerta del Sol. "Una limosna para una querella, por compasión". 

Ayer pensé que las leyes y los políticos se parecen, en determinada forma, a la televisión. Quiero decir que es más que probable que tengamos los programas que vemos de la misma forma que tenemos las leyes y los políticos que nos merecemos.

Si no viviéramos en un pais de mangantes y aprovechados que se empeñan en ver la forma de engañar a hacienda, de sacar dos euros más a sus seguros, de jactarse de haberse pirateados todas las películas de Crepúsculo (corpúsculo lo llama un amigo)... probablemente no habría que poner líneas para que más de uno utilice lo que se pensó para el que lo necesitara en su beneficio sin pensar en los demás.

Me puedo referir a esto mismo, a las ayudas que alguno cobra sin merecerlo, a las mujeres que denuncian a sus maridos para acelerar los procesos de divorcio o a los que, sin tener otra cosa peor que hacer, se van a las colas de los juzgados porque dicen que se tropezaron con una baldosa suelta porque ya se sabe que los ayuntamientos pagan. Los mismos que cobran bajas laborales sin tener dolencia alguna y los mismos que dicen que les duele mucho el cuello cuando simplemente les has rozado con el coche.

Esos y ese gen de picaresca imbecil que parece que nos encanta alimentar son los que consiguen que una viuda se quede sin ayudas porque el dinero se acabó, que una mujer maltratada sea mirada de mala manera cuando va a poner la denuncia al juzgado, que manden a la calle a una familia con mala suerte o que se piense que un parado lo está porque lo desea con ansia.

Esos y ese gen son los que cambian las leyes para castigar a todos por la mierda que vomitan unos pocos o unos muchos, depende de donde mires.

Las excepciones, que lo son, terminan siendo culpables del daño de la mayoría.

20 de noviembre de 2012

19 de noviembre de 2012

Nacho Vidal: el inútil intrépido.

Nacho Vidal ha representado, durante años, el ideal del españolito medio: No ser muy listo, ni siquiera guapo, tener un enorme rabo y follarse a medio mundo. Aunque, claro está, si lo de follar es en sí mismo un trabajo más de uno se hubiera pedido una baja por estrés laboral porque ya se sabe que hay medicos que firman cualquier cosa y lo de someterse a una disciplina no es muy ibérico.

Así que, retorciendo el mito hasta límites prácticamente freak, cuando le han preguntado si blanqueaba dinero ha declarado su inocencia al grito de "No sé restar y multiplicar, cómo voy a blanquear" con lo cual la idiotez es un seguro eximente.

Hace unos dias mantenía una conversación sobre la naturaleza humana. Enfrente mío, en el rincón del poseedor del título, una mujer delgada me intentaba convencer que todos somos personas y que de todo el mundo se aprende algo. Me decía, como si fuera un dogma de fe, que todas, absolutamente todas las personas tienen algo que aportarnos y que no darnos cuenta de ello es andar ciegos por el mundo. En el otro rincón, como aspirante al título (y con calzón gris), yo mantenía que es un hecho empíricamente demostrable que hay tontos, que hay personas que han jugado a ser brokers, tecnócratas, políticos, informáticos o médicos sin saber de nada y que van por la vida dando lecciones de temas que desconocen porque, en realidad, de donde no hay no se puede sacar y las capacidades humanas son las que son por mucho que nos encante considerarnos iguales.

He de reconocer que ninguno, después del café, cambiamos nuestra opinión.

Sin embargo hace un momento ha entrado un cliente con el ordenador en la mano. "No arranca´-ha dicho. "Me dió un error y empecé a tocar cosas"-ha continuado. "He aprendido una cosa que me decía mi madre: sólo hay una cosa peor que un inútil: un inútil intrépido"- entonces me ha mirado sonriendo con la misma cara de Nacho cuando afirma que no sabe multiplicar.

Tenía tanta razón que le he descontado 30€ (pero ha de pagar algo por su error y mi trabajo, como es lógico). Luego me he acordado de Nacho Vidal, de otros inútiles que pueblan nuestro pais y me he apuntado mentalmente la frase para poder reclamar mi título.

Quizá ser un inútil empieza a dejar de ser una ventaja cuántica, por mucho que digan que el ser humano está perdiendo sus capacidades intelectuales.

17 de noviembre de 2012

La cultura infinita de los 80

Una vez, quizá, hace no demasiado tiempo, alguno descubrió la maravillosa manera de hacer negocio que existía con la juventud que, a golpe de talonario familiar, consumía las películas y la música que se hacía para ellos. Fueron los años de Elvis y, más tarde, fueron los años de los Beatles o de los Rolling. Quizá pudo ser el caso de Grease y de Fiebre del Sabado Noche. Con distancia podía ser el caso de todas las de Porkys y hasta esa divertidisima Despedida de Soltero. Estoy convencido que fue lo mismo que pudo pasar con ET y está clarísimo que es el caso de La Guerra de las Galaxias.

También fue el caso de Nirvana, que es un ejemplo grunge lleno de merchandising. Es lo que sucede con las camisetas de los Ramones (que algunos creen que es la marca de las elásticas). Es, incluso si lo extendemos al mundo de lo comunista, lo que pasa con las camisetas del Che. Supongo que es parte del motivo por el que demasiadas bandas se han reunido para volver a repetir lo mismo que fue novedad en algún momento: los que están entre 30 y 40 son los únicos que se gastan dinero.

Acabo de despertarme de la siesta con el Show de Benny Hill en televisión. Un poco antes estaban dando un capítulo de McGiver. Por las mañanas ponen "El Coche Fantástico". Uno de mis mejores amigos lleva un Mazinger Z tatuado en la espalda y yo tengo una preciosa Afrodita A vigilando todo lo que sucede en mi salón.

Encienda la radio a la hora que lo haga suenan canciones que ya conozco. Suena U2, suena Madonna haciendo lo mismo de siempre, suena Michael Jackson y ayer me dijeron que alguien se había comprado un disco de Supertramp. Las grandes giras, las que llenan estadios, son las de los tótems de toda la vida: Bruce, los Rolling, ACDC, RadioHead... Las series de televisión, desde la clase de MadMen hasta el exceso casi hippy de Californication, miran atrás de una manera tal que parece que se te va a romper el cuello. Sólo lo evita la calidad de las mismas. Hace unos años, cuando Red Hot Chilli Peppers eran algo nuevo, me preguntaron si lo que sonaba era un disco nuevo y,sin embargo, Jimmy Hendrix era quien salía por los altavoces.

Mi hermana convenció a mi padre para que le comprara la banda sonora de Grease y el Bat Out of Hell de Meat Loaf. Yo ahorré con ahínco para ir a ver a Pink Floyd porque pensaba que aquella sería su última gira y dejé de ir a clase dos días para escaparme a disfrutar con Dire Straits. Tengo una camiseta con el logo del Zx Spectrum y en el último juego de coches he desbloqueado el Lamborghini Countach, que era el mismo con el que soñaba con 10 años.

No sé si mi generación ha impuesto sus sueños infantiles a las que vinieron por detrás o si el negocio se mantiene porque ahora, a falta del dinero paterno, somos los únicos que damos soporte economico a todas esas industrias.

No quiero pensar que no hay nada nuevo, porque eso es un pensamiento vintage muy catastrofista.

Pero sorprendi a mi sobrina de 14 oyendo Come As You Are. Eso sí, repitiendo una y otra vez un video de youtube, que eso no había en 1991. Me ha dicho que quiere una camiseta. Creo que ha quedado con sus amigos para ver Star Wars o alguna reinterpretación de alguno de nuestros superhéroes o de algunas de nuestras peliculas al estilo del siglo XXI. Tengo que decirle que la canción de Kurt Cobain se parece mucho a Killing Joke.

15 de noviembre de 2012

Pensar es lo mismo que sentir pero no es tan divertido

Me repitió durante tanto tiempo todo lo que no quería que, al final, ya no supe qué es lo que realmente deseaba pero adiviné, con claridad cristalina, las miles de cosas que hice mal.

Dicen que las autoprofecías que se cumplen son, muchas veces, fruto de nuestros pensamientos negativos.

Me pregunto, haciendo un razonamiento profundamente cerebral, si acaso el mero planteamiento de las situaciones en las que nos vamos encontrando a cada momento determina el resultado de cada pequeño salto que damos. Si en vez de decirme todo lo que hice mal me hubiera repetido las buenas cosas que pude llegar a hacer quizá, sólo quizá, eso es lo que hubiera existido. No lo sé, no tuve la oportunidad porque estaba preocupado en los puntos negros como si fuera todo el tiempo que gasté, en medio de la adolescencia, en apretarme partes de la cara.

Sin embargo, cuando salgo de ese mundo de autoayuda barata alguien me dice que lo importante no es aquello que podemos llegar a crear con la razón (porque es una creación interesada) sino lo que realmente sentimos. "La intuición"- me dice- "es mucho más importante que la razón porque nos da una idea de lo que realmente estamos deseando".

Casi puedo ser capaz de pensar en la manera irracional en la que la sociedad actual ha llegado a considerar todo aquello que tenga que ver con los sentimientos como un paso atrás y cómo, en algún momento, lo tangible pasó a ser más importante que cualquier otra cosa precisamente porque es algo cuantificable. También es cierto que nuestra absurda dependencia de lo legislativo nos ha llevado por la senda de las negaciones. No corras con el coche. No fumes. No dejes de estudiar. No cruces si el semáforo está en rojo. No. Probablemente la permisividad se confunde con la Sodoma y Gomorra que vivimos con la  caída  muerte del dictador de la misma forma que, en el este, se vivió cuando cedió algún muro. Probablemente ese tipo de resultados hayan tenido mucho que ver con el desprecio gigantesco hacia la valoración de lo que, como humanos y no como robots, nos recorría el cuerpo.

Aprendimos a demostrar nuestros momentos de euforia, porque gritar a los cuatro vientos nuestros triunfos como si fueran orgasmos personales reflejaba poder y éxito. Sin embargo también aprendimos a llorar solos, a que las mañanas de resaca olieran a fracaso.

También aprendimos a ser tan críticos y tan hipócritas como un monologista sin gracia. Nos dijeron tantas veces que no pisáramos el césped que no nos movemos cómodos por alfombras de color verde. Nos movilizamos al grito de NO sin que sea capaz de recordar una sola vez que nos movilizamos  para agradecer algo a nadie ( si es que hubiera algo que agradecer) y dar un abrazo gratis es asunto de gafapasta caducado.

La intuición tiene un poder irracional e infinito. Es probable. El valor de las cosas que sentimos es mucho más real que la creación racional que hacemos de ellas y sin embargo aquellos que persiguen sus sueños son tildados de locos. Aquellos lugares en los que somos se convirtieron, en algún momento, más importantes que en los que sentimos y la manera racional de salir adelante pasaba por dejar de sentir.

Intuyo que estamos en ese tipo de encrucijada en la que, como un adulto que aguanta las lágrimas hasta ponerse anaranjado en medio del cine, no está de más centrarse en el temblor que aparece en la parte de arriba del párpado, en la manera en la que se tensan y se contraen los dedos de los pies durante el sexo, en la reconfortante paz que vives si acaso balancea los glúteos pisando con toda la planta del pie a lo largo de la madera del pasillo. Y decirlo. Decir que esas pequeñas cosas están muy por encima de las cotizaciones de bolsa o de que un equipo deportivo se haga con alguna copa o pierda con un penalty injusto en el último minuto.

Llevamos unos años castigados con el reproche contínuo del vecino y del gobierno. Sabemos lo que hicimos tan mal que la única sensación que asumimos como propia fue la de la responsabilidad y la de la culpa. Me dijo tantas veces lo que hacía paupérrimamente que se me olvidó sentir lo que se siente cuando se siente algo bueno porque estaba preocupado en no equivocarme otra vez.

Así que, como una autoprofecía repetitiva, volví a equivocarme.

Creo que las sociedades viven relaciones de amor y odio entre sus partes. Creo que el proletariado, la patronal, los gobiernos y los pobres se relacionan entre si de una manera bastante similar a las que hacemos los humanos cuando lo hacemos de dos en dos. Nos tenemos cariño y nos tenemos respeto. Nos amamos y nos necesitamos. Creamos algo entre todos y, afortunadamente, todos tenemos algo que aportar. Algunas veces se vive un momento de romance y algunas veces todo explota en enfados y divorcios, en caricias y en reconciliaciones.

Mi padre se preocupaba por mis resultados, casi como la patronal se preocupa ahora de la productividad. Mi madre, como una delegación de hacienda territorial, exigía tener la despensa llena. Nos sentábamos a la mesa todos los días y, sin embargo, pocas veces logramos hablar de todo aquello que sentíamos. Ese es el mismo tabú, haciendo la analogia, que nos lastra como sociedad y todos los reproches que nos lanzamos son la autoprofecía que se ha cumplido en medio de un sentimiento no asumido de tristeza que va caminando por la calle según se acerca el invierno.

Pd: todas las caciones pertenecen al disco "museo de reproducciones" (2012) de Los amigos imaginarios.
Pd2: y creo que me he explicado fatal (el título pertenece a Balada para Un cuerdo)

14 de noviembre de 2012

Democracia, capitalismo y problemas.

El gran triunfo de la democracia moderna es hacernos creer que somos iguales que los de arriba.

Y el gran triunfo del capitalismo es hacernos creer que lo podemos tener todo.

El problema empieza el día en que descubres que ninguna de las dos cosas son verdad.

13 de noviembre de 2012

El ocaso de los museos absurdos de España

Cuando estudiaba en la universidad y nos teníamos que preparar para los exámenes tuvimos, durante una temporada, la costumbre de ir a un pequeño apartamento junto a la playa donde extendíamos los apuntes de álgebra de segundo para hacer del Teorema de Frobenius parte de nuestras vidas. Entre uno y otro tema, como buenos estudiantes, bajábamos a la playa a dejar que nos diera el aire y fumarnos algún cigarro. En uno de esos momentos, con la soledad que tiene la costa en medio del invierno, pasó el que después se convertiría en mi abogado cabizbajo y pensativo a nuestro lado. Más tarde, recordando que ni levantó la cabeza ni saludó, me dijo que esos eran los momentos en los que se sumergía en sus pensamientos para afrontar más de un juicio.

Unos años después y buscando respuestas a esas preguntas que te atrapan en medio de la vida laboral, yo tomé la costumbre de pasear por centros comerciales entre las 11 y las 13h00 de los martes, que es cuando no hay nadie. Ese paisaje casi nuclear de un artificial centro de consumo extrañamente me relajaba casi de la misma manera que me enfada el ajetreo infernal de los sábados por la tarde mientras los grupos de niños obesos corretean por los mismos pasillos.

Supongo que cada uno tiene su lugar de paz, su sacrosanto recodo de recogimiento.

España, si la recorres, tiene miles de lugares para ello. España tiene miles de pequeños pueblos que parecen estancados en el botón de pausa donde hay luz en la mercería y en la farmacia, donde más de un pequeño bar sirve vinos eternos sobre barras gastadas en donde alguno intenta revender la desbrozadora que ya no usa. España tiene muchos parques públicos surgidos de una modernidad mal entendida y España tiene, como el inculto se compra un cuadro que no comprende, cientos de museos que nacieron de esa necesidad de apostar irracionalmente por la cultura desde los despachos de políticos que no sabían donde gastar tanto beneficio que se suponía infinito.

Cada varios kilómetros de carretera, como si fuera un monasterio cisterciense, aparece la señal de algún museo. Existe el museo del vino, el museo de la seta, el museo del pastor. Tenemos el museo del orinal y el museo del chocolate. El museo del bandolero y el museo del encaje. El museo del juguete e incluso ese triángulo de: el Prado, el Thyssen y el Reina Sofia. Cerca está el museo de la guerra (donde yo me sorprendí mucho viendo el coche destrozado de Carrero Blanco). Yo conduzco delante del maravilloso Bellas Artes (de Bilbao), visité encantado el Musac o el propio Guggenheim... aunque estos son de primera división y los demás, casi como nuestras selecciones nacionales de esquí, de tercera. Vivimos en un país repleto de exposiciones permanentes y, sin embargo, eso no nos hizo más cultos.

Que nuestra generación es mucho más inculta que la de nuestros padres es prácticamente una realidad, por mucho que hayamos tenido más recursos de los que podíamos abrazar a lo largo de nuestra vida. Quizá es un resultado similar a la obesidad porque la sociedad contemporánea ha podido comer de todo y, sin embargo, engordó a golpe de Whopper y de Big Mac. Quizá es lo mismo que sucede con algunas músicas elaboradas que han muerto a manos de la facilidad de consumo de los samplers o la realidad estadística que dice que porque todo el mundo sepa leer no significa que se lean más libros o que importen los textos que acompañan a las fotos del Hola.

Ahora estamos viviendo una época de caza y extinción de la cultura, eso es una obviedad. Estamos viviendo una época, al abrigo de la excusa casi imponderable del rendimiento económico inmediato, en la que los mismos que inauguraban los museos anárquicos y molones de la España profunda mandan al paro a los comisarios que buscaban artistas y artistazos para el disfrute de las galerías vacías y subvencionadas que se llenaban el día de la inauguración (gracias al vino gratis) y donde paraban en busca de una pequeña tienda de regalos los turistas ocasionales que pasaban por allá. Caen los museos y caen las ONGs a un ritmo superior al que caen las empresas y los pequeños comercios. Cae la demanda, como en todo.

Pero me pregunto, porque no lo sé en realidad, si alguna vez hubo demanda de cultura o si alguno pensó que con un museo, de lo que fuera, nos convertiríamos en un país de cultos de la misma manera que alguno supuso que si los niños tuvieran un ordenador se harían más listos.

Ahora, si tuviera que buscar un lugar calentito de recogimiento, mi elección es un museo. Tenemos miles. Algunos nunca fueron cultura sino un capricho de erarios públicos indecentemente gastados probablemente porque nunca tomaron las decisiones personas cultas.

El problema es que ahora, tijera en mano, tampoco se sabe diferenciar entre lo que es cultura y lo que no lo es porque las decisiones las vuelven a tomar los mismos. Espero que no regalen los cuadros de Velazquez o hagan un portal porno con El Gran Masturbador y dejen, con todos mis respetos, el museo del orinal.

10 de noviembre de 2012

La liberación democrática del porno egipcio

En Egipto, cuna y revelador pais fruto de la liberación democrática de sus habitantes, quieren prohibir el porno. Quieren prohibirlo porque es un invento occidental muy malo que daña los valores de la familia. Se parece, salvando las distancias, a esos intentos de algunas culturas occidentales y modernísimas por acabar con la prostitución en las calles a base de recluir a putas y putos en luparanes clandestinos.

No es nada nuevo y es, como se supone, una guerra perdida.

Los legisladores, y en esta apreciación me da igual que sean árabes, del Psoe, del PP, republicanos o demócratas, tienen la idea de que prohibiendo pueden cambiar las tendencias básicas de su población. He de reconocer que en la España de los años 30 resultaba de una excitación suprema ver el tobillo de una mujer y que en el final del siglo XX algunos nos excitábamos más con un "te enseño pero no lo ves todo" que con un desnudo integral, porque el erotismo y la pornografía siempre han sido dos cosas diferentes. En nuestro pais nos quitaron el porno de las 3 de la mañana para terminar con esas películas en las que se gime y se balancean los pechos, en las que ningún varon tiene vello en el culo y en las que se fornica sin parar pero nunca, bajo ningún concepto, se ven unos genitales. Desconozco si el efecto final será ese mundo de polvos pixelados que vienen de Japón, donde la virginidad es un valor en alza, la castidad una moda moderna y la pornografía infantil tiene un enorme mercado.

Algunos expertos en costumbres sociales afirman que la prostitución y la pornografía son elementos necesarios para nuestra sociedad. Yo también lo creo. La pornografía ha sido una buena compañera en más de un momento de soledad. Algún amigo reconoce, el pettit comité, que cuando su mujer se duerme y él se queda con el ordenador jugando online revive algún video llevando el ritmo con las manos antes de resguardarse en el lecho conyugal. Más de alguno, dicen, recurre a la imaginación o a realidades que no se atreve a pedir en casa. Eso, lo miremos por donde lo miremos y sin pasar las delgadas líneas de lo moral, es bueno. Mis amigos más promiscuos y más homosexuales afirman que cuanto más te inclinas en la balanza de la ideología política hacia la derecha, más vicio descubres.

El porno ha sido durante años el gran motor de aquel invento maravilloso que se llama internet. Hay momentos en los que sabemos perfectamente el nombre de las actrices porno que aparecen en nuestra pantalla. Hemos aprendido lo que es un blowjob, un handjob, un gangband, una dp, una mlf. Sabemos diferenciar entre bondage y vintage, lo cual es bueno si te dedicas a la decoración. Incluso hemos probado cosas con nuestra pareja que vimos como posibles en alguno de esos actos atléticos de quince minutos que llenan el buffer de la pantalla del video. Hay más de un recuerdo en el que no sé diferenciar en lo que vi si éramos nosotros o en aquel espejo estaba la mismísima Tory Black porque el amor está muy bien cuando quieres y te quieren pero te encanta cuando aparece desatada y te folla.

Dicen que la juventud actual tiene un problema con el porno, y es que se han creído que el sexo se compone de sudores y de excesos, de vergas infinitas y vaginas como cuevas. También se analiza la realidad que dice que más de un adulto de algún pais moderno siente incomodidad cuando habla de sexo aunque follar se haya convertido en algo vulgar y el amor en algo excepcional.

Pero no creo que el amor aparezca si se elimina el porno. Son dos verdades que están condenadas a vivir juntas, que es cuando te lo pasas bien y, después, duermes toda la noche de un tirón hasta que te despierta por la mañana o la ves moviendo el trasero con ese minúsculo tanga hasta la ducha donde te espera.

Creo que he visto un video en el que explican lo que pasa en esa ducha. Los egipcios se lo van a perder.

No me parece que esa pérdida sea una liberación democrática.

9 de noviembre de 2012

La muerte de los teclados

Intuyo, casi como si me imaginara a mi mismo delante de un documental de esos que acompañan las siestas o las tardes de desánimo solitario y personal, que la invención de la comunicación perenne se produjo en el momento en el que uno de nuestros antepasados descubrió que podía dejar anotaciones en las paredes de la cueva para recordar a sus compañeros la manera adecuada de aproximarse a un mamut enfadado.

Después, quizá, algunos escribas hicieron sus jeroglíficos y más tarde vino la literatura y todos esos pergaminos en idioma antiguo y muchas horas de trabajo que estudian algunos que buscan respuestas en el pasado para lo que nos suceda en el futuro.

Mi abuela decía siempre que se sacó a la primera el título de mecanógrafa (una "taquimeca" bien guapa) y mi padre intentó, cuando éramos pequeños, enseñarnos a usar correctamente la máquina de escribir verde que había en casa (con una cinta negra y roja) empezando con la posición de los dedos y dejando que la campana esa del cambio de línea nos embriagara con su sonido.

Sin embargo yo llevaba continuamente el bolsillo se la camisa manchado de los bolis Bic que se explotaban e incluso cuando empecé a escribir con el Spectrum o con aquel Spectravideo con pantalla de fósforo verde y teclado mecánico recuerdo que usaba cuatro dedos. Más o menos igual que hoy en mi mugriento logitech recubierto de moho, que es lo que se acumula entre las teclas. Sin embargo, y partiendo de la realidad de que mi generación fue la última que se esforzó por tener una bonita letra manuscrita, el poder del papel a mano y las anotaciones al borde fue enorme en mi época universitaria.

En aquellos años podíamos tomar nota de casi todo en una servilleta o en un resto de periódico. Algunos llevaban una libretita pequeña, a ser posible cuadriculada, donde tomaban nota de esos recuerdos mentales que queremos tener de vez en cuando o cuando queremos tener recuerdos. Las mujeres, con ese sidecar sin fondo que es un bolso, lo siguen teniendo en el siglo XXI, aunque reconozco que por glamour. Ahora descubres, si eres de los que se fijan en los detalles, que las personas se intercambian información a golpe de pulgar. Que ellos y ellas se hacen llamadas perdidas para no tener que anotar el teléfono y que se mandan email con sus smartphones. Algunos se buscan en facebook para dar al boton de "agregar" y ya han encontrado el mamut que han de cazar mañana.

Durante todo ese tiempo las cartas manuscritas dejaron de escribirse.

Los teclados, casi como los bolígrafos, se mueren. Se mueren por desidia, por comodidad, por una especie de esfuerzo sobrehumano que tiene enlazar letras tras otras para conseguir un sentido. Se borran antes los cursores que las vocales. Dura más un bolígrafo que un mal ratón de ordenador. Los nuevos ordenadores, las nuevas modas, han condenado a los teclados porque es más sencillo copiar una noticia que escribirla. Los afectos se han convertido en pulsar un "me gusta" o hacer un emoticono que viene prediseñado en un software. Ni siquiera la sensación de releer lo escrito antes de enviarlo perdura porque los correctores ortográficos filtran las palabras y las faltas de ortografía dejaron de ser una verguenza hace años.

Las tabletas, que son la moda cool, no quieren que escribas nada porque se supone que ese 1% de los usuarios de internet lo escribiremos por ti y porque es más fácil señalar con el dedo que sentarse a pensar.

El día que te quedes sin batería, no haya corriente eléctrica y vuelvas a una cueva... no sabrás cómo escribir, en la pared, la forma correcta de matar a un mamut. Mucho menos a un mamut enfadado, uno que no tenga facebook. Uno que no lleve debajo el botón de "me gusta".

Pd: remember "Escribir es Vintage"

8 de noviembre de 2012

La ética impuesta

Con una alfombra al hombro, unos perfumes supuestamente falsos en la mano y una sonrisa igual de falsa ha entrado un hombre en mi negocio. Presto se ha dirigido a dos mujeres que esperaban a ser atendidas como si aquello fuera su supermercado. Les ha enseñado las cajas como si fueran bolsos de CH (Carmen Hornillos) y, lo siento por lo incómodo, he ido hacia él.

- ¿Quieres un perfume para tu mujer?- me ha preguntado.
- Bajo ningún concepto
- ¿Por qué?
- Porque tengo un comercio y pago impuestos. ¿Pagas impuestos tu?
- No- me ha dicho riéndose como si eso fuera algo de tontos o de ricos.
- Entonces a tomar por culo.

Reconozco que decir "tomar" no ha sido apropiado.

Sin embargo mantengo la postura ideológica utópica que cree que el sistema, como tal, no está tan mal. Creo, porque es una cuestión de creencias, que si solicitasen ayudas exclusivamente aquellos que las necesitan habría para todos. Establezco como dogma que si pagamos nuestros impuestos podremos disfrutar de una serie de servicios públicos con la suficiente cantidad de recursos como para que sean satisfactorios. Por el contrario me decepciono cada vez que descubro que el ser humano, por definición, es un niño malcriado que busca la manera de engañar a los demás para lograr su satisfacción inmediata en contra de un perjuicio posterior (que es lo que definíamos como "descuento hiperbólico"). "Pobrecillo"- me ha dicho una de las señoras.-"Seguro que no tiene otra manera de ganarse la vida". "Seguro que no va a vender perfumes falsos a una perfumeria"-ha respondido su compañera.

En realidad hemos llegado a la conclusión, que es algo que últimamente me persigue, que estamos viviendo una época en la que un cambio de mentalidad es obligado. "De la misma forma"- me decían- "que cuando antes algunos se jactablan de ir a Madrid por carretera en menos de tres horas y ahora no lo hacen porque saben que correr es peligroso".  La he mirado con condescendencia: "El problema es que no corren porque a partir de 120km/h les van a poner una multa tremenda y no por su seguridad o la de los otros conductores".

Hay un salto casi cuántico entre la convicción y el castigo, entre la necesidad de hacer lo que uno debe o la imposición de normas con la excusa del castigo. Lo curioso es que en una sociedad que se supone moderna las formas de adoptar como propias las normas lógicas vienen de la mano del castigo como si fuéramos preadolescentes sin cerebro. Entonces, quizá, hacemos lo que se debe como el niño que se porta bien después de la tercera bofetada.

La ética no debería de ser un bien impuesto, pero eso parece ser que no lo aprendimos en el siglo XX.

4 de noviembre de 2012

El idioma del siglo XXI

Cuando yo era pequeño y mi madre me mandaba a la panadería de Mili a por pan yo pedía un determinado número de barras y las subía a casa. Era una actividad tan sencilla que hasta un niño como yo lo podía hacer. De repente, no recuerdo cómo ni cuando, yo bajé un día a por pan debajo de la que fue mi primera vivienda en propiedad y, en medio del sopor que dan las legañas, Dori (que es el nombre de aquella panadera), me preguntaba con una expectativa positiva si la quería grande o pequeña, de media cocción o baggette, de pan gallego o con pasas, hogaza o ... y me bloqueé. "Pan"-dije. "Una barra". Reconozco que mientras guardaba los cambios me estuve fijando en los compradores. Un chico alto con un patinete de esos que tienen una barra delantera para que los padres lo puedan acarrear los domingos pidió "dos barras de media cocción". Una señora solicitó "una bagette que tenga color". Un jubilado compró un "gallego". Yo me pregunté, buscando mi portal, el motivo por el que no acudí a la clase de "tipos de pan" en el colegio.

Más o menos me sucedió lo mismo invitando a café a un grupo de amigos. En mi pasado el café era solo o con leche pero, por alguna razón, llegué a la barra con "un americano con sacarina, un descafeinado de cafetera corto de café, otro pero de sobre y templado, un solo con hielo y, para mi, uno con leche". Afortunadamente nadie empezó con el universo infinito de los tes.

Con los coches pasa lo mismo. Nadie tiene un coche, como si fuera un dispositivo de transporte genérico. Tienen un SuV, una berlina, un monovolumen, un cabrio sedán... Con los móviles se repite la situación: "pásame el smartphone, el iphone, el galaxy, la blackberry..." Algunos hasta se vuelven locos con las parejas: "es mi compañera, mi novia, mi prometida, mi amante, mi follamiga...." 

El problema está en que si te vas a comprar pan y después te tomas un café antes de coger el coche para buscar a tu pareja no eres nadie pero si adquieres una baggette de media cocción antes de beberte un capuccino y de conducir el sportback hasta la casa de tu prometida y la avisas con un whatsapp desde tu iphone... entonces ya eres un contemporáneo.

Y un gilipollas, pero tan snob que no lo parece.

Tenemos que reonocer que la modernidad, muchas veces, consiste en poner nombres diferentes a las mismas cosas de siempre para creernos que estamos viviendo algo tan exclusivo y tan especial que sólo lo podemos vivir nosotros.

Ese es el idioma del siglo XXI. Un habitante del siglo XX que tuviera que comprar pan no entendería nada.

2 de noviembre de 2012

La empatía de los pequeños detalles

La empatía deberia de ser ese elemento que hace que el balancín en el que se desarrollan las relaciones entre personas esté siempre en equilibrio.

Hace un tiempo llegué a la conclusión que una de las grandes lacras de las relaciones entre personas se basa en la incapacidad de asumir que la otra parte vive en un universo similar pero con una serie de matices que lo hacen diferente al nuestro. Sucede, con una claridad diáfana, cuando mandamos un mensaje y buscamos el double check para certificar si ha sido leido y, en el caso de que sea cierto, arrancar la máquina del desprecio porque esa respuesta no se ha dado en el mismo instante de la recepción. Entonces nos la imaginamos poniendo cara de asco al ver el mensaje y separando el teléfono de su mirada como si nuestro nombre en el remitente fuera un sinónimo de la peste. Nunca se nos ocurrió pensar que estaba caminando bajo la lluvia o que iba conduciendo y lo vio en un semáforo... o simplemente que se guardaba la respuesta para un momento mejor. La tecnología nos mata las posibilidades empáticas.

Las personas contemporáneas con las que nos relacionamos tienen su manera de interpretar el mundo. Tienen la basura debajo del fregadero o el pan rallado detrás de los panecillos en la segunda balda del armario de la izquierda. Lo tienen así porque esa es la manera en la que han establecido su orden. No lo consideran mejor ni peor y son perfectamente conscientes, si les preguntas, que existen otras maneras de ordenar las cocinas. Sin embargo cuando se ponen un delantal en tu cocina y tienen que empanar algo se vuelven locos buscando el pan rallado porque tú lo tienes en la estantería que se encuentra encima del fregadero y ellos fueron a la izquierda. En ese momento te miran con cara de "lo estás haciendo mal" de la misma forma que, en una cocina lejana, el propietario me dijo que era muy sencillo adivinar donde estaban las cosas porque los hidratos de carbono estaban a la izquierda y las proteínas a la derecha. Aquel día me volví loco repitiéndome las clases de biología en la cabeza para hacer una de las peores tortillas de patata de mi vida.

Creamos nuestro universo a base de las experiencias que nos completan. Hacemos una interpretación basándonos en lo que nos sucedió y en la manera que tenemos de organizar nuestro mundo. Podemos ser de Apple o de izquierdas y creernos en posesión de la verdad porque esa creencia nos tranquiliza. Podemos creer que si la última persona nos abandonó por otra la próxima lo hará por el mismo motivo porque eso nos da una justificación para actuar igual. Ni siquiera son ideas que nos planteemos, porque vienen de serie. Es lógico que, si lo pensamos, podamos llegar a la fácil conclusión de que todas esas creencias a fuego son herramientas para protegernos del mundo y para hacernos avanzar sin tener que estar contínuamente parados pensando en si es o no lo correcto, porque así la vida se convierte en el sometimiento de la duda.

La empatía es algo que requiere de entrenamiento, sobre todo si nos centramos en los pequeños componentes que tiene la vida de verdad. Es relativamente sencillo empatizar razonadamente con un grupo de niños que comen con las manos en una aldea africana pero nos provoca repulsa oir sorber la sopa al amigo de un colega que se apuntó a una cena casual. Es fácil aconsejar a tu amiga sobre la necesidad de comprender a su pareja pero me crucificaste una vez más el dia que decidí quedarme en casa. Y yo, empujando el balancín hacia mi lado, reclamé en mi cerebro que la empatía fuera unicamente en la dirección de mis intereses. En ese momento dos equivocaciones no hacen un acierto.

El ser humano moderno tiene la capacidad de empatizar. Podemos sentarnos a hablar de la crisis y decir que comprendemos a los deshauciados. Podemos ponernos en el lugar de cualquiera y sacar conclusiones correctas sobre la verdad. Podemos, incluso, hacer una hoja de ruta sobre los objetivos a lograr en común. Todo eso es empatía razonada.

Sin embargo cuando querías que comprendiera que esperabas que te arropara aquella noche y no lo hizo te enfadas. Cuando tienes que pagar tu hipoteca a un interes mayor para equilibrar al que no perdió la casa después de dejar de pagar, te enfadas.

Y, sobre todo, cuando las pequeñas cosas que habías considerado invariables empiezan a cambiar, te resistes. No son asuntos importantes. Es ver otro programa en televisión, que los complementos no estén en el primer cajón, comer con la familia los domingos, que las chaquetas no vayan al armario de la izquierda o que alguien no haya entendido lo que quisiste decir sin verbalizar porque supusiste que era una premisa invariable.

Eso sucede porque la empatía de verdad se la comieron los niños caprichosos que llevamos dentro. Esa es la culpable de la mitad de las rupturas, del 56% de las discusiones, del 36% de la soledad y del 90% de las conversaciones de bar.

Creo que esos pequeños detalles son mucho más importantes que el resto.