Hay más personas que melones. Y hay muchos tipos de miedos y muchos tipos de capacidades. Hay muchos tipos de pretenciosos y muchos que, brillantes sin hacer ruido, caminan escondidos por las cunetas de la vida mientras cuñados y Pitingo se creen con el derecho de ocupar toda la calzada con sus egos más voluminosos que un todoterreno de nuevo rico y con más carencias que un calzoncillo del Primark que ya tiene bolitas después de tres lavados.
Ayer entré en una red donde las personas hablan de sus capacidades laborales. Busqué un poco. Quien me robó no pone, obviamente, que lo hizo y quien recibió un pequeño curso por mi parte dice tener una preparación y una titulación casi de otra galaxia en el tema en cuestión. Todos son Cifuentes pero, joder, !queda tan bonito decir que eres IT sales management senior expert!. Aunque seas un mierda. Para demostrar que lo eres ya hay que estar dentro y una vez dentro de la casa puedes aprovechar para llevarte el candelabro de la abuela. Es lo que hacen los virus troyanos: entran engañando y luego arrasan con lo que pueden.
El siglo XXI tiene una gran y reconocida carencia. Presupone que todos dicen la verdad, que todo el mundo es bueno, que todos los abrazos son sinceros y todos los polvos satisfactorios. Mi primera vez, inquieta, torpe y sincera, fue desastrosa pero no me atreví a decirlo hasta que, terminada la segunda, la miré a la cara con una sonrisa y dije "mucho mejor" y ella se relajó dándome la razón tras haber superado el desánimo de la decepción inicial. Aunque éramos nuevos en todo creo que fue uno de nuestros mejores momentos. Nunca la he encontrado en facebook.
Por el mundo aparente que nos gusta crear caminan, como zombies, aquellos que no tienen un alto concepto de si mismos. Se supone, como gurús de la verdad, que somos coach de nuestro destino y cuando nos perdemos nadie nos dijo que necesitamos un refugio donde escondernos cuando las cosas no van bien. Un lugar donde la magia, el deseo, los recuerdos y las vivencias nos sirvan de abrigo improvisado para ahuyentar los miedos y las tormentas que trae consigo la realidad
No es rentable tener dudas. Por tener dudas perdí en muchas ocasiones, escondiéndome y esperando a ser salvado. Que fueran sus manos las primeras que llegaran a mi piel para no sentir la incontinencia de mis ganas de tocarla.
Dudar, como acto mental, si es definitiva y tajante la verdad sobre lo que digo en este momento, si quizá pasado mañana ya no fuera cierto y tuviera que tragarme unas palabras que me hagan esclavo de mi futuro, como un chalet de rico después de ser el supuesto azote de los poderosos. Oírme justificándome es más doloroso que contar mentiras (tralará). Si la cuento, al verla por la calle, que me gusta su sonrisa y que me he perdido por un momento en lo blancuzco de sus tobillos pero que no sabré si seré capaz de perderme en el mismo lugar dentro de un mes, me dirá que la busque dentro de un mes. Necesitamos respuestas determinantes y no nos valen las verdades de hoy que no podamos usar como una hemeroteca mañana. No está permitido dudar, cambiar, replantearse o desenamorarse.
Es mucho más rentable una mentira mantenida a fuego que dejar la puerta abierta a la duda sólo para no contradecirse y dormir en paz. Llena más estadios Pitingo y más estanterías los productos mediocres que seis virtuosos del jazz que aún esperan a hacer la canción de su vida. Llamar a revisión a un modelo de coche deja una mala imagen de la compañía y hay quien prefiere que se maten los conductores antes que dejar caer las ventas.
La prepotencia engancha a quien es espectador de la misma, aunque sea una forma de mentira.
Tengo un curriculum sencillo pero he hecho muchas cosas. Lo que no he puesto es lo que aprendí de todas las veces que dudé. Lo que perdí cuando no fui determinante. Seguimos viviendo en una sociedad que jura que valora el fracaso pero señala con el dedo cuando desapareces como un chiste, aunque me haya levantado diez veces. El sitio de mi recreo es algo que sigo buscando cada día. Nunca estoy seguro de encontrarlo y voy dando pequeños pasos por si tiemblan, otra vez, las articulaciones de los tobillos. La valentía no es divinidad, a veces es inconsciencia. Hay una línea muy fina entre la cobardía, la audacia, la arrogancia y la incapacidad.
Creerse un Dios siendo un gilipollas está de moda porque es rentable.
El resto estamos en proceso de extinción y no porque no seamos gilipollas sino porque ya aprendimos que no éramos Dioses. Sólo fuimos superhéroes los sábados pares antes de dormir y algún domingo por la mañana.
Dudar, como acto mental, si es definitiva y tajante la verdad sobre lo que digo en este momento, si quizá pasado mañana ya no fuera cierto y tuviera que tragarme unas palabras que me hagan esclavo de mi futuro, como un chalet de rico después de ser el supuesto azote de los poderosos. Oírme justificándome es más doloroso que contar mentiras (tralará). Si la cuento, al verla por la calle, que me gusta su sonrisa y que me he perdido por un momento en lo blancuzco de sus tobillos pero que no sabré si seré capaz de perderme en el mismo lugar dentro de un mes, me dirá que la busque dentro de un mes. Necesitamos respuestas determinantes y no nos valen las verdades de hoy que no podamos usar como una hemeroteca mañana. No está permitido dudar, cambiar, replantearse o desenamorarse.
Es mucho más rentable una mentira mantenida a fuego que dejar la puerta abierta a la duda sólo para no contradecirse y dormir en paz. Llena más estadios Pitingo y más estanterías los productos mediocres que seis virtuosos del jazz que aún esperan a hacer la canción de su vida. Llamar a revisión a un modelo de coche deja una mala imagen de la compañía y hay quien prefiere que se maten los conductores antes que dejar caer las ventas.
La prepotencia engancha a quien es espectador de la misma, aunque sea una forma de mentira.
Tengo un curriculum sencillo pero he hecho muchas cosas. Lo que no he puesto es lo que aprendí de todas las veces que dudé. Lo que perdí cuando no fui determinante. Seguimos viviendo en una sociedad que jura que valora el fracaso pero señala con el dedo cuando desapareces como un chiste, aunque me haya levantado diez veces. El sitio de mi recreo es algo que sigo buscando cada día. Nunca estoy seguro de encontrarlo y voy dando pequeños pasos por si tiemblan, otra vez, las articulaciones de los tobillos. La valentía no es divinidad, a veces es inconsciencia. Hay una línea muy fina entre la cobardía, la audacia, la arrogancia y la incapacidad.
Creerse un Dios siendo un gilipollas está de moda porque es rentable.
El resto estamos en proceso de extinción y no porque no seamos gilipollas sino porque ya aprendimos que no éramos Dioses. Sólo fuimos superhéroes los sábados pares antes de dormir y algún domingo por la mañana.
2 comentarios:
Sí.
Tú deja de dudar y te convertirás en Richard Ashcroft, el tío más gilipollas del planeta.
https://www.youtube.com/watch?v=1lyu1KKwC74
...tú sabes...
Amén. Me quedo con todos los no dioses, con los que no engordan sus virtudes y con los que prefieren ser sinceros en su vida. Todavía quedan unos pocos, verdad?
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