Mal dia para buscar

21 de noviembre de 2022

Premios y excusas para todos.

Existe un determinado tipo de persona, de esos que tuvieron trofeos en su infancia solamente por participar, que no es capaz de entender que la vida no le premie solamente por existir.

Ellos no lo saben pero se van a convertir en los adultos que te envían y te bombardean con frases magníficas una y otra vez como si no tuvieran la culpa de ser las víctimas de un mundo cruel creado para los ricos, los blancos y los herederos que, precisamente ellos, no son. Y no porque no hayan heredado o vivan en un piso de protección oficial sino porque siempre el peso de la pena recae sobre sus doloridos hombros. Todo una pena tremenda. Una pena en la que la vida digna es en un yate con seis camareros o con la piel exactamente igual que la que les deja el filtro "belleza" en las fotos de instagram. No es digno si tienes Netflix y la serie que te apetece ver es de Disney+. No es digno si te mojas cuando llueve. No es digno, en realidad, si requiere un esfuerzo aunque sea mínimo.

Mi madre, nonagenaria, es receptiva a los mensajes apocalípticos. Vive asustada frente a la televisión porque, cuando llega el invierno, en vez de contarle que hará frío le dicen que la mayor ola del ártico desde que hay registros golpeará con furia las costas y el interior. Vive asustada porque el colapso climático acabará con los polos y se queda acurrucada en el extremo del sofá después de rescatar una rebequita del armario. En verano se asusta por las subidas alarmantes de las temperaturas y cuando hay elecciones se atormenta con la nueva guerra civil mientras nos vuelve a contar cómo se hacía caldo con los huesos del pollo.

Hay adolescentes que, al llegar a casa después de una noche de fiesta, stories y combinados, se indignan porque lo único que tienen a mano es un YateKomo.

Casi todas las personas que conozco han sufrido un golpe vital entre los 45 y los 55 años. Han vivido fallecimientos, divorcios, despidos, enfermedades irrecuperables, accidentes o cualquier otro tipo de contingencia que obliga a reinventarse. Reinventarse con el agotamiento que da la edad no es tan fácil. Tampoco tener que aceptar que ya no te queda tiempo para convertirte en aquello que estabas convencido que ibas a ser o lograr. No serás un intelectual respetado, un directivo bien pagado, un feliz progenitor de una familia feliz o un presidente admirado. Ya no tienes tiempo. En ese caso recomponerse es mucho más complicado que echar la culpa a algo: Al amianto, la señalización horizontal del cruce, la globalización o los pesticidas. Vivir en el resentimiento, y lo digo como un experto, es más cómodo que la aceptación de las circunstancias. No conozco a nadie, absolutamente nadie, que afirme que gana demasiado, que es mucho mas afortunado que la media o que haya recibido, en un establecimiento, un trato muy por encima del merecido. Básicamente no conozco a nadie que de las gracias sin esperar nada a cambio.


Eso es porque , quizá, algunos han interiorizado tan fácilmente el anuncio de "lo que te mereces" ( sin olvidar el "tú nunca te equivocas") que lo consideran un hecho y cuando alguien les trata como basura son incapaces de pensar todas las veces que trataron como basura a los demás en esta sociedad de egos, de víctimas y de desagradecidos que se quejan porque ya no les dan premios solo por participar.

Corríamos sobre barro y ahora la culpa es que el asfalto no filtra demasiado bien la lluvia.