Mal dia para buscar

16 de diciembre de 2009

Menores, tortura, prensa y excesos

Llevo todo el día oyendo una y otra vez la descarnada denuncia de amnistía internacional sobre la infracción de los derechos básicos que se da sistemáticamente en los centros de menores españoles. Maltrato, medicacion forzada, abusos sexuales, privación de alimento... y todo ello alimentado con declaraciones de jóvenes que han pasado por esos centros y que a sus "veinteypocos" años de edad hablan de sus vivencias como quien ha salido vivo de una isla abandonada poblada únicamente por los herederos naturales de Josef Mengele.

Por otra parte recuerdo cómo un comisario de policía me comentaba que, en cierta población cuyo centro de internamiento de menores es denominado "el hotelito" por parte de algunos de sus huéspedes, el propio centro es un lugar del que resguardarse de ciertos delitos cometidos porque es "terreno vetado para la policía" (lo que de pequeños llamábamos "alturitas").

La lógica me lleva a varios lugares:

La realidad, como es lógico, no puede estar ubicada en la maldad absoluta de la primera historia. No creo realmente que nadie en su sano juicio se levante por la mañana con la única intención de abusar de pobres maltratados muchachos para disfrutar de su propia maldad mientras se ríe con eco como si fuera una película y él, el enemigo en un juego de buenos y malos.

Tampoco creo que todos los jóvenes internados en estos centros sean, por definicion, ni mentirosos ni delincuentes. Aunque también tenemos que reconocer que algunos centros de ese tipo son precisamente para intentar redimir a cierto tipo de jóvenes que sí son delincuentes.

También descubro con una tremenda verguenza que por los 5 minutos de gloria televisiva algunos jóvenes son capaces de decir cualquier cosa siempre y cuando una cámara esté grabando y se emita en prime-time. (Recordemos las entrevistas con los amigos menores de los asesinos de Marta del Castillo)

Deduzco, por lo complejo que debe de ser intentar educar a alguien que considera que tiene un punto de partida en la vida inferior a los demas, que muchos de los trabajadores de esos centros han de comportarse en algunas ocasiones como carceleros más que como educadores (cosa para la que no están formados) y que políticamente no es correcto decir que de vez en cuando (y ahora relato un caso verídico) a algunos puros y dulces niños hay que quitarles a bofetadas la farlopa y atarles a la cama para que pasen su particular "mono" (y conseguir que no les internen en psiquiátricos) o hacerles entender con la mano abierta que no pueden cometer delitos y esperar que no se les castigue por ello con la excusa de "soy menor".

Así que, en toda esta historia, todos mienten. Eso sí, cada uno por un motivo

Pd1: Aunque yo en este caso creo más a los trabajadores de los centros porque por la mierda que se paga y el trabajo tan duro que debe de ser no creo que compense con la supuesta satisfacción de hacer el mal.

Pd2: De la misma manera que entiendo que la Iglesia se posicione muchas veces en lugares alejados de la realidad como es el uso del preservativo en áfrica, el aborto o el matrimonio homosexual creo que Amnistía internacional se excede en casos como éste al considerar un atentado contra los derechos de los menores del mundo que a un (ahora me voy a pasar) niñato de 2 metros de alto que acaba de robar a otros por la calle para comprarse unos gramillos no se le pueda meter un par de bofetadas bien dadas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No creas que te pasas. A mi la ley del menor me parece una burla. Sigo pensando que si tienes edad para cometer un delito, tienes edad para cumplir la condena. Que quejarnos de nuestra mala suerte, sabemos todos.
Salu2