Mal dia para buscar

14 de noviembre de 2010

Los juguetes eróticos y yo.

Tengo que entornar los ojos para poder adivinar, año arriba o año abajo, alguna vieja anécdota que, tratándose de sexo, tiene que ver con alguna mujer y mi sorprendente proceso de aprendizaje inconcluso.

La semana aquella, quizá sobre 1995, yo había llevado a una convención a mi compañera de pupitre universitario porque había descubierto que mi novia me la pegaba con un apuesto joven de nombre compuesto que se disfrazaba de progre los veranos y recorría europa haciendo autostop con una mochila a la espalda, la barba sin afeitar, unas camisetas muy modernas y 4 años (y 400 golpes) menos que yo en el cuerpo.

La primera noche, alojados en una habitación de dos alturas (con una cama arriba y dos abajo) en Baeza, al llegar al hotel y darle un casto beso me preguntó: ¿Donde vas a dormir?. Yo, tan pícaro como puede ser un niño sin experiencia educado al abrigo de los hermanos de La Salle dije: "donde lo hagas tú". Y ella decidió entonces que los dos dormiríamos abajo, cada uno en una cama.

Maldije entonces, al no poder cometer el irracional e infantil acto de la venganza, no haberme reconciliado con mi adultera novia.

El día siguiente volvimos hacia el norte. Yo había decidido pasar a saludar a mi hermana en Madrid y por las largas rectas del sur de Castilla ella me dijo, al hilo del paisaje: "es una pena que no folláramos anoche". Yo respondí: "creo que no nos da tiempo a llegar de dia a Madrid"

A 11 km de Madrid, dejando que mi coche realizara un sobreviraje, terminamos entrando en una pestilente habitacion de hotel con agujeros en las sabanas más grandes que los de los bolsillos de mi pantalon. Ella se sentó correcta sobre la unica silla y sacó uno de esos portalápices con dibujitos y cremallera que se llevaban al colegio. Dentro, exponiéndolo encima de la televisión de tubo como el cirujano que expone el instrumental quirúrgico, tenía varios tipos de preservativos, crema lubricante, un vibrador de esos de bala, otro que era como un misil exocet y espermicida por si algo salía mal.

Y yo me quedé entre asustado y espectante.

He de decir que no recuerdo si el sexo fue bueno o malo porque a partir de aquel momento todo en mis recuerdos resulta ser una gran nebulosa, casi como mi primera borrachera. Recuerdo cómo llegué. Recuerdo que estuve allí pero no recuerdo cuando ni como terminé.

Después de aquello, de perder definitivamente a mi novia y no volver a ver a aquella chica tan previsora, he vuelto al mundo de los juguetes sexuales de manera ocasional y, he de decirlo, excitante. He conocido el mundo de las cremas, de los chocolates (que caducan), los condones negros para ver si parecía más grande (que no), la lencería, alguna vez he dejado la cama llena de marcas y me he divertido en esos juegos con sorpresa que deben de ser las relaciones sexuales sobre todo si conoces a alguien con quien tengas la sensación que todo puede pasar y si pasa has aprendido que, al menos en la cama, es bueno.


Pd: Este post esta patrocinado por unos muchachotes de Coruña que me mandaron un afectuoso mail y quieren que conozcais ese divertido mundo de la juguetería erótica. DESEXOCONSENTIDO. (A ver si me mandan algo para mi próxima vez...).
Pd2: Otras entradas de este blog... (aunque hay muchas más.)

2 comentarios:

bielforner dijo...

siempre disfruto con tus entradas. una simple acotación en esta pones "maldecí", creo que debería ser "maldije". un saludo

pesimistas existenciales dijo...

tiene usted razon