Existen determinados lugares que teminan siendo el refugio de determinados tipos de personas, como si fuera la casa en el arbol cultural de algunos.
Si nos dedicamos a pasear por las salas de cualquier museo durante varias semanas seguidas estoy profundamente convencido que las caras pueden empezar a repetirse, como si fuera la peregrinación hacia la playa que yo necesito hacer de vez en cuando.
Si nos centramos en la programación musical de alguna sala de conciertos existen las personas que son fieles a esas paredes dejándose impregnar por la selección que algún responsable (castigado por el porcentaje de la SGAE) haya hecho para ese mes y ese lugar.
En realidad existe la persona que necesita saciar sus intereses culturales de manera contínua y constante y esa persona no tiene una edad fija, no tiene un perfil marcado ni un trabajo determinado, simplemente lo necesita como si necesitase encontrar El Dorado cultural de la misma forma que yo suelo necesitar el mar.
Para todos los demás estan los bares. Más aún, los bares en los que hablar es imposible y solamente una imagen y un cuerpo moviéndose arritmico es suficiente para pensar que han llegado a algún tipo de nirvana.
La subespecie cercana al primate que habita en las universidades del reino unido es parte de esas personas. Los deshechos culturales de la malversación musical de los 40 principales son los que los acompañan.
Alguna vez, hastiado por momentos que no van conmigo o simplemente ojeando el periódico dominical frente a un largo martini, suelo escuchar las conversaciones de los pobladores de los after que cierran cuando yo estoy con el aperitivo. Los vestidos son prietos, las gafas son oscuras y los tacones no dejan más que andar a pasitos cortos mientras algún muchacho con cara de malote venido a menos espera a que dé el próximo traspiés para ver si así es capaz de rozar algún pezón antes de que la muchacha se caiga.
Son frases sin rumbo y a gritos en la mayoría de los casos. Lo cual es lógico tras una noche con un martillo en el cerebro. Yo jamás he sido capaz de mantener ninguna conversación interesante tras ver amanecer sobre mis oscuras gafas de sol y sin embargo mientras a un lado de mi alguien habla de sus sueños y de aprovechar la luz de la primavera para ir al próximo evento cultural o excursión campestre al otro lado un muchacho con gorra y cadenas en los lados del pantalón saca unos cuantos combinados hasta que empiece la sesión de tarde del último after que estará lleno de ingleses borrachos en busca del sexo fácil que dicen que existe cuando eres capaz de tenerlo sin esperar ningún atisbo de inteligencia en los genitales de tu compañía.
Soy tan viejo y tan tonto que sólo me quedo más allá de las 5 si la conversación merece la pena.
Claro que cada uno termina donde quiere. Es la automarcha que se cumple, que no tiene por qué ser la mejor pero hay que reconocer que, sobre el papel, hacerte el tonto es mucho más fácil.
Suerte con vuestras noches santas de lujuria, también hay museos estupendos, conciertos de lujo y paisajes relajantes. ¿Habeis sido buen@s?. Haced penitencia que, por definición, es el propósito de no pecar más. Mira cómo está el clero, que parece la puerta trasera de un after.
Pd: y no me digais eso de que las chicas buenas van al cielo y las malas a todas partes.
1 comentario:
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