Transexuales del rock & roll

Hubo una época, allá por los finales de los 80, en los que los más duros llevaban el pelo largo y rizado y hacían música rock de esa que parece que les han agarrado las pelotas con un cepo de oso al rojo. (y a mí me daban miedo las portadas de los discos de Iron Maiden pero me encantaba "wasted years") Era la edad de las guitarras poderosas y aquellos grupos derivaron, como es lógico, en diferentes vertientes. Unos, quizá subyugados por la estética andrógina ultramaquillada de Billy Idol o Poison (y su "talk dirty to me") se convirtieron en Sigue Sigue Sputnik intentando mezclar el punk, el pop y los pelos largos de una manera bastante menos creíble que la forma en la que lo había hecho Bowie 25 años antes con el grandioso Ziggy Stardust.
Otros jugaron a ser Europe y su heavy limpio. Algunos se pasaron al metal y otros, con el tiempo, simplemente hacen rock&roll aunque se les haya caído el pelo mientras Axel Rose sigue haciendo interminables los finales de algunas canciones intentando desesperadamente hacer otro Sweet Child O´Mine.

El caso es que dentro de este mundillo más macho que el famoso púgil mexicano (Hector Macho Camacho) completamente repleto de sangre, vísceras, dureza descontrolada y mujeres con piernas largas y torneadas recupero hace unos días a Rhino Bucket de la misma manera que asistí incrédulo a la vuelta a los escenarios de Lynrynd Skynryd hace tiempo. Y ví este video lleno de cerveza, chicas y rock (atención en la batería):

La batería la lleva Jackie Enx que parece ser que es el anteriormente llamado Liam Jason, batería originario de la banda y que lucía en sus orígenes las mismas melenas, barba de 3 días y regusto a machote de la época (foto lateral).

Si buscamos entrevistas con la banda veremos la naturalidad absoluta con la que tratan el hecho del cambio de sexo de unos de sus componentes y cómo ello no ha reducido lo más mínimo su regusto por la música fuerte, las guitarras enérgicas y, por supuesto, una vibrante batería.

La normalidad es, precisamente, la seña de identidad que define al rock & roll, al menos en esta variante, como una música adulta.

Si mañana Amaya Montero aparece como Jose Ramón Martinez muchos de sus fans no comprenderían el cambio.

Si Melendi, tras plantearse dar el salto al mundo de la música, nos deleita con unos firmes pechos de talla 90 acompañada de una falda muy corta, es posible que no pudiera volar con Iberia de la misma manera que ahora.

Sin embargo el rock & roll heredero de aquellos extraños años 85-95 demuestra, con cosas como ésta, que ha subido un escalón en lo que debe de ser la vida de verdad donde se respetan las elecciones de cada uno y los críticos sólo ven un mejor o peor trabajo musical, independientemente con quien te vayas a la cama.

Ahora sólo nos queda, por cuestiones estadísticas y buscando un símil tan lleno de testosterona como es el rock, ver un futbolista que siga siendo valorado como tal y lleve barra de labios tremendamente roja mientras hace una dura entrada al delantero del equipo contrario. Si en ese caso los comentaristas dejan a un lado lo que hace o no fuera del campo habremos conquistado una sociedad mucho más de verdad donde debe de considerarse tu labor profesional y todo lo demás, no importa.

Claro que el heavy es mucho más maduro de lo que parece y nos lleva algo de ventaja.

Pd: no me olvido de Rob Halford, cantante de Judas Priest