De la señora Pac-Man del año 82 hasta las nuevas heroínas tremendamente sexuales de algunos juegos de la actualidad no ha pasado más que la masificación de la figura de la mujer dentro del mundo del videojuego, ese mundo virtual donde se espera que ganen los buenos aunque la mayoría de las veces nos matan porque si llegamos felizmente al final deja de tener sentido jugar.
Pocas son las estrellas femeninas feas. Inicialmente se suponía que como este era un sector masivamente consumido por hombres aquella imagen de Lara Croft profundamente voluptuosa era un disparo directo a la mente de aquel que, como no tenía vida sexual, se dedicaba a jugar.
Sin embargo las heroínas siguen siendo (cada vez más) una versión digitalizada de Xena, la princesa guerrera.
¿Es acaso que el mundo de videojuego sexista?. No lo creo. Supongo que, como todo en esta vida, responde a parámetros de rendimiento económico. A la mujer, y para demostrar esta teoría sólo hay que buscar la prensa escrita tradicional orientada a ese género, le gusta ver a otras mujeres despanpanantes para analizar su vestimenta y/o criticar un poco su buen o mal gusto.
Ese arquetipo de mujer fatal, inteligente, sexuada y que reparte mandobles con una soltura casi felina está de moda. A un lado se quedó la candidez pueril de Barbie para dejar que un culo prieto y unos pechos turgentes (me encanta esa palabra) hagan de este mundo un lugar mejor sin amenazas alienígenas.
En el caso de las estrellas masculinas la evolución, probablemente debida a la masiva presencia de estrellas varones, ha sido más variada. Mario es un gordito con bigote. Otros protagonistas de aventuras han sido, más o menos, pequeños clones de los mismos adolescentes tirillas que se suponían consumidores del juego. Solamente en algunos casos la figura de la pantalla ha sido un efebo varonil con barba de 3 días que bien podría ser el George Michael ochentero de Faith antes de decir que era gay.
Psicológicamente existe, y eso puede ser una explicación, esa necesidad extraña que tienen las niñas de 15 años en aparentar ser mayores. Quizá por ello se sienten más representadas con esa imagen que les gustaría dar mientras que los chicos, que siempre hemos sido bastante más básicos, nos conformamos con pegar tiros.
Y eso lo aprovechan para ponernos en pantalla el tipo de mundo en el que nos gustaría, como pasa en los videojuegos, morir y matar.
Al fin y al cabo los mundos virtuales son aquellos que se forman con nuestros más oscuros pensamientos y los programadores juegan a adivinarlos.
Esto consiste en vender juegos. Y los fines de semanas veo a niñas de 15 bastante más prietas que muchos videojuegos. Se visten ellas solas, no les puedes acusar de machismo. La igualdad en la estética hace muchos años que consideró que los niños son niños y las niñas, femme.
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