-Dime que el cielo está más lejos de donde viven los piratas-.
Yo creo que se lo dije, aunque nunca se me dieron bien las mentiras y es que solamente sé‚ contar hasta cuatro.
Cuando cae el invierno, que parece que no llega hasta después de Navidad, es cuando se vuelven más urbanas las crónicas de blanco y negro. Probablemente es cuando, apremiados por el frío, caemos; caigo, mejor, presos de nuestros propios fantasmas. Acaba de pasar la Navidad y vuelvo a ser el mismo.
Ayer por la noche estuve paseando junto a la playa, la que está lejos, donde rompen las olas despacio, donde los niños parece que son como los que amaban los abuelos: pequeños, sonrientes. Ellas con lazos y ellos con chaqueta, despiertos, y en blanco y negro.
Se me acercó uno de esos niños y me preguntó por el cielo, yo sólo le dije lo que quería oír: que está más lejos de donde viven los piratas. El niño me sonrió, plácidamente, como si me quisiera hacer despertar el alma, y estuvimos jugando en la arena haciendo castillos para que se los llevara el agua.
Me preguntó, estaba cargado de preguntas, que de dónde venían las olas. Le dije, eso sí, y con ello creo que gané un tanto, que de donde vivían los piratas, que luchaban con sus barcos con tal fuerza que el mar se retorcía de furia y movían el agua hasta la playa.
El niño me miró extrañado, y miró hacia el mar, como buscando lejos una nave con calaveras en el mástil.
-Entonces- me dijo- la lluvia...¿es porque luchan los ángeles?-.
Ahí me pilló .- Los ángeles no luchan - contesté.
-¿Lloran?- y me miraba muy quieto, con el pelo liso de colonia.
- No - .
Estuve tentado de intentar explicarle la lluvia, las nubes, los rayos, el arco iris. Pero creía que debía buscar una explicación más acorde con todo lo que le había dicho, y además, no quería tener que admitir que le había mentido.
-La lluvia- y yo buscaba las palabras -viene del cielo, de allí donde no viven los piratas. No hay bribones con el ojo tapado, puede que algún briboncillo- y sonreí. Sonrió ‚él también. - La lluvia no viene de los ángeles, viene de Dios. Nos la manda para llenar el mar y que no puedan, los piratas, venir aprisa a por nosotros.-
Se quedó pensativo, pero volvió al castillo. Estábamos con las manos llenas de arena mojada, y construyendo en la orilla. Estaba yo con un niño en blanco y negro y hablando de piratas.
- Soy un pirata - me dijo .- La lluvia sólo viene de las nubes, las olas sólo siguen las fases de la Luna, y el castillo se lo lleva, pronto, el mar. Pero el cielo - mirándome a los ojos - sí que está más lejos de donde viven los piratas. El cielo está un poco más a la izquierda de aquella estrella que te guiña el ojo.-
El niño se levantó, se atusó el pelo, y me sonrió de nuevo. Estaban otros niños a lo lejos.
-¿Cómo lo sabes? - le pregunté. Giró la cabeza hacia sus amigos, se vio las manos llenas de arena.
-Esta mañana - entusiasmado - me lo ha dicho Peter Pan -.
Creo que después se marchó corriendo por la arena, y que estuvo jugando sin prestarme atención. El paseo se me estaba terminando y quizá estaba también deseando volver a mi urbe llena de gente sin preguntas. Los niños en blanco y negro, supongo que volverán a tropezarse conmigo algún día, aunque sea a la izquierda de la estrella que me guiña un ojo, aunque yo sea un niño, aunque se me sigan sin dar bien las mentiras.
Yo creo que se lo dije, aunque nunca se me dieron bien las mentiras y es que solamente sé‚ contar hasta cuatro.
Cuando cae el invierno, que parece que no llega hasta después de Navidad, es cuando se vuelven más urbanas las crónicas de blanco y negro. Probablemente es cuando, apremiados por el frío, caemos; caigo, mejor, presos de nuestros propios fantasmas. Acaba de pasar la Navidad y vuelvo a ser el mismo.
Ayer por la noche estuve paseando junto a la playa, la que está lejos, donde rompen las olas despacio, donde los niños parece que son como los que amaban los abuelos: pequeños, sonrientes. Ellas con lazos y ellos con chaqueta, despiertos, y en blanco y negro.
Se me acercó uno de esos niños y me preguntó por el cielo, yo sólo le dije lo que quería oír: que está más lejos de donde viven los piratas. El niño me sonrió, plácidamente, como si me quisiera hacer despertar el alma, y estuvimos jugando en la arena haciendo castillos para que se los llevara el agua.
Me preguntó, estaba cargado de preguntas, que de dónde venían las olas. Le dije, eso sí, y con ello creo que gané un tanto, que de donde vivían los piratas, que luchaban con sus barcos con tal fuerza que el mar se retorcía de furia y movían el agua hasta la playa.
El niño me miró extrañado, y miró hacia el mar, como buscando lejos una nave con calaveras en el mástil.
-Entonces- me dijo- la lluvia...¿es porque luchan los ángeles?-.
Ahí me pilló .- Los ángeles no luchan - contesté.
-¿Lloran?- y me miraba muy quieto, con el pelo liso de colonia.
- No - .
Estuve tentado de intentar explicarle la lluvia, las nubes, los rayos, el arco iris. Pero creía que debía buscar una explicación más acorde con todo lo que le había dicho, y además, no quería tener que admitir que le había mentido.
-La lluvia- y yo buscaba las palabras -viene del cielo, de allí donde no viven los piratas. No hay bribones con el ojo tapado, puede que algún briboncillo- y sonreí. Sonrió ‚él también. - La lluvia no viene de los ángeles, viene de Dios. Nos la manda para llenar el mar y que no puedan, los piratas, venir aprisa a por nosotros.-
Se quedó pensativo, pero volvió al castillo. Estábamos con las manos llenas de arena mojada, y construyendo en la orilla. Estaba yo con un niño en blanco y negro y hablando de piratas.
- Soy un pirata - me dijo .- La lluvia sólo viene de las nubes, las olas sólo siguen las fases de la Luna, y el castillo se lo lleva, pronto, el mar. Pero el cielo - mirándome a los ojos - sí que está más lejos de donde viven los piratas. El cielo está un poco más a la izquierda de aquella estrella que te guiña el ojo.-
El niño se levantó, se atusó el pelo, y me sonrió de nuevo. Estaban otros niños a lo lejos.
-¿Cómo lo sabes? - le pregunté. Giró la cabeza hacia sus amigos, se vio las manos llenas de arena.
-Esta mañana - entusiasmado - me lo ha dicho Peter Pan -.
Creo que después se marchó corriendo por la arena, y que estuvo jugando sin prestarme atención. El paseo se me estaba terminando y quizá estaba también deseando volver a mi urbe llena de gente sin preguntas. Los niños en blanco y negro, supongo que volverán a tropezarse conmigo algún día, aunque sea a la izquierda de la estrella que me guiña un ojo, aunque yo sea un niño, aunque se me sigan sin dar bien las mentiras.
2 comentarios:
Vamos a contar mentiras, trala-ra, vamos a contar men--ti--ras...
No sé porque ultimamente todo me recuerda a Ismael Serrano.
Si Peter Pan viniera a buscarme una noche azul...
En cualquier caso, tu alma de mogigato, otra vez te traiciona, eso de: "la lluvia la trae dios..." No tiene precio...
Pesi, no me extraña que seas tan "pesi", ¿de verdad crees en dios?
Date una vuelta por blog de Tito&Jack, y empápate de "dios." jejeje!!
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