Cuentan que Clapton era un trabajador de la música, que estudiaba y probaba una y otra vez hasta dar con el sonido adecuado. Es más, dicen que con los Yardbirds no era más que un acompañante pero que su esfuerzo y dedicación, así como la influencia de John Myall, le levó a alcanzar el éxito con el llamado supergrupo Cream allá por el año 1966 y definiendo ese sonido que le marcaría como uno de los más grandes guitarristas de la historia.
maldiaparadejardefumar
...podria ser peor, podría llover.
Mal dia para buscar
14 de noviembre de 2024
Desde Clapton hasta la gestión de la frustración.
7 de noviembre de 2024
¿Es lícito que te ayude un supuesto facha?
Nunca encontré el libro "¿es lícito matar a un fascista?" aunque siempre me parece una pregunta que guardar para rematar las discusiones con algunos.
Mantengo la teoría, quizá equivocada, en la que antes de ser obispo hay que pasar por fraile. Estoy seguro que no es el refrán correcto. Una de las cosas de las que carece la carrera universitaria es la capacidad de práctica. Defiendo la argumentación obvia que es imposible diseñar un destornillador si jamás has usado uno. Tengo una conocida, profesora universitaria de primer rango, que enseña a diseñar motocicletas. Un día le dije que podríamos ir con la moto a dar una vuelta y me respondió: "no, que me dan miedo". "Además, ni siquiera tengo carnet". Curiosamente parte de su trabajo consiste en emitir críticas sesudas y firmadas por su titulación sobre las motos de los demás.
Si algo ha capturado como propio parte de la juventud respecto de los jubilados es la capacidad de crítica delante de una obra. Sin embargo, al contrario de los jubilados, a algunos les importa más si un día un obrero le miró el culo a la vecina o si tuvo un amigo franquista que si hace su trabajo correctamente. Es más, si para salvar la vida a tu hijo enfermo localizas al único cirujano del mundo que lo puede salvar pero ese señor ha votado mal, no deberías salvar la vida de tu hijo. Será que ( utilizando un argumento idéntico) si caminando con maricas te vuelves gay, tratando con fachas te vuelves nazi. Así que mientras estás trabajando en la obra dispones de un grupo de jubilados diciendo que lo haces mal y una bandada de moralistas tuiteros llamándote fascista.
Todo eso, visto desde fuera, es hasta gracioso por lo ridículo. El problema es cuando la obra tiene que ver con los desagües de tu casa, o si te tienes que quedar sin luz hasta que terminen. En realidad lo que quieres es que acaben y te da exactamente lo mismo si lo hace uno que viola a gatos los martes. Vivimos en una sociedad en la que te puedes quedar sin luz en casa porque una asociación de defensa de la sexualidad gatuna denuncia al electricista porque un felino le tiene miedo. Si, mirando por tus intereses, pides que te den la luz tendrás a un grupo apedreándote porque te has convertido, sin saberlo, en un violador de gatos. Entonces valoras el riesgo de acabar en la cárcel de zoofílicos con la pena de pasar un curso de consideración sexual y tolerancia animal cuando lo único que deseabas es tener luz.
Las hordas saben perfectamente que su poder intimidatorio no está en la razón sino en el ruido, en la creación de una barrera con pinchos entre "buenos y malos", y en la utilización extrema de los silogismos.
Pero lo que pasa es que un día te quedas sin luz, o se te inunda la casa, o no tienes qué comer y cuando te acercan un bocata aparecen por detrás a tirarte piedras porque el ganadero que da de comer a los cerdos también tiene toros de lidia. Se te hinchan los cojones y te vas a los toros. Que a ti los toros te la pelan, pero les van a dar mucho por el culo.
Porque es muy diferente hacer que sentarse en casa, con una cerveza artesanal delante del ordenador y criticar alocadamente lo mal que lo hacen los demás y lo que se contagia la errónea manera de pensar.
Es como montar en moto, hay que caerse. Yo conozco a alguien que no se ha subido nunca pero vive de explicar la manera de hacerlo, hasta que un día tenga que subirse en una. También es verdad que hasta que no tienes el dato de su incompetencia, quieres creer que tiene razón.
(Es una metáfora basada en hechos reales, incluída la inundación)
28 de octubre de 2024
Vivir en un arquetipo
El 14 de Octubre falleció Philip Zimbardo, psicólogo e investigador mundialmente conocido por el experimento de Standford. ( Ya hemos hablado de ello hace varios años)
Lo curioso es que aunque tenemos certificación clara desde 1971 que algunos necesitan convertise en arquetipos, vamos a peor. Una de las cosas que tiene la polarización es la urgente necesidad de pertenecer a un grupo y, sobre todo, comportarse como se supone que debe comportarse. Quizá por eso a algunos les sorprende que se corrompa alguien de izquierdas casi tanto como descubrir que uno de derechas es buena persona. Es más: si alguien es condenadamente malvado en un aspecto de su vida, entonces, es impensable que haya hecho alguna buena obra. "La Madre Teresa de Calcuta jamás se comportó como una hija de perra con nadie"- es una afirmación estadísticamente falsa igual que decir que Ted Bundy nunca ayudó a una ciega guapa a cruzar la calle sin violarla.
Desconozco si alguno de mis lectores ha intentado ligar en las cientos de aplicaciones que existen. Se entabla conversación con alguien y se comienza desde cero con el runrún intrínseco que tiene la plataforma en la que se conversa. No es lo mismo iniciar una charla en misa que en una local de intercambio de parejas tailandés, obviamente. El caso es que se empieza a hablar. Esa conversación te puede pillar ardiente y activo con mucho tiempo libre y concentración extrema o te puede pillar cagando. Eso es algo que la otra persona desconoce. Obviamente tu manera de interactuar es diferente pero no vas a ser descortés. Entonces descubres, al menos desde el punto de vista del varón, que solamente puedes estar en dos sacos: puedes ser un mono con el órgano reproductor fuera o un caballero con una limpia armadura, cargado de flores sobre su caballo blanco, dispuesto al rescate de una princesa a la que seducir con frases que bien podrían ser sacadas de una canción de Pablo Alborán. No es viable pasar de un sitio a otro. No es correcto ser amable por la mañana y travieso cuando anochece. No es válido poder hablar de cine, de actualidad o de psicología conductual para después preguntar si acaso duerme con una camiseta larga de tirantes de esas que despiertan con un pecho fuera. La obligación es la de elegir bando porque si no estás claramente en un bando, no eres apto. Y si adoptas un bando has de hacerlo con todas las consecuencias y demostrar tu militancia en todo momento.
Curiosamente la vida real cada vez se parece más a lo que acabo de describir. Cuando la gente del equipo nos íbamos a cenar y en vez de estar en pantalón corto correteando por el campo nos veíamos vestidos de personas normales, una punzada de extrañeza nos recorría.
Actualmente, basándonos en un relato absurdo pero eficiente, parece que si alguien es de izquierdas tiene que ser eco resiliente, vegano, animalista, ecologista, feminista, aliado, socialmente comprometido y viste ropa casual. Por el contrario si es de derechas tiene que ser homofobo, capitalista, rentista, machista, rico, explotador, racista y llevar ropa de mis abuelos. Se han de cumplir todos esos requisitos. ¿Cómo va a ser machista si es de izquierdas?- se preguntaban algunos la semana pasada, sin dar crédito a las noticias. Son los mismos que decían que si el portavoz de un partido de derechas se había casado con su novio, era una estrategia de blanqueamiento fascista. También existen, por supuesto, aquellos que se empeñan en convertirse en lo que creen que deben ser y adoptan como propios los comportamientos arquetípicos del bando al que deciden pertenecer.
Entonces aparece alguien socialmente comprometido, micromachista, capitalista, vegano y que lleva ropa casual. Alguien con errores y aciertos que unos días, como los italianos, va en bici y otros huele bien. Eso no puede ser. No es comprensible. Es un fallo del sistema. Hay que convertirlo en algún arquetipo. Será un depredador o un santo porque no puede ser ambas cosas. No puede. No debe. No. En la necesidad periodística, literaria y social está llamar a algún psicólogo que lo meta en un saco, que lo convierta en uno de los participantes del experimento de Standford. Imagina que alguien de izquierdas se compra un chalet que lo flipas, vive, sin haber trabajado privadamente jamás, del cuento político, acosa a las becarias y admiradoras, apoya a dictadores o te intenta ordenar cuando has de poner la lavadora. Es algo imposible y, si acaso lo hace, es culpa del neoliberalismo y del patiarcado.
Si alguien de derechas es gay, no puede ser. Tampoco se puede ser pobre de derechas. O proletario.
Así que ahora, que pasa todo eso y que hay que ser de Apple o de Android, de Telefonica o de Vodafone, del Barcelona o del Madrid, de combustión o eléctrico, de Broncano o de Motos... ahora Philip Zimbardo, desde su tumba, se ríe al descubrir que su experimento se hace por las calles, entre tus vecinos, por las editoriales y en las tertulias.
Porque si no eres alguien que vive en un arquetipo, ni ligas, ni eres, ni existes.
27 de octubre de 2024
90 de cien. Insuficiente.
Nunca me importó que alguien pasara por casa. No he tenido ningún problema en las visitas y, es más, creo que soy un anfitrión generoso. Sin embargo siempre fue un problema que mis padres vinieran a hacerme una visita porque en mi cerebro predictivo sufría una crítica salvaje sobre la ubicación de los elementos, los colores del salón o porque me dejé un vaso sin fregar. Quizá por eso, y no porque mis padres fueran menos importantes que mis visitas, esa posibilidad de ser fiscalizado por alguien cuya opinión me importa en demasía siempre puso trabas a esas visitas. Es más, prefería que se quedaran en un hotel antes de que descubrieran que me sale aguado el café de las mañanas.
A veces, llevando ese conflicto personal a otras facetas, me he vuelto a casa porque no quería que ella pudiera certificar que ronco como un motor diesel mal ajustado cuando me duermo profundamente. En mi cerebro yo aparecía dormido y ella, incorporada en su lado de la cama, me miraba con cara de "valiente saco de mierda he metido entre mis sábanas". Con esa fijación infinita en no decepcionar a alguien que me importa, optaba por la escapada aún perdiendo el regusto de despertar junto a su mesilla.
Alguna vez fui invitado a alguna cena entre extraños y terminó siendo una reunión de amigos. Fue tan buena aquella noche de risas y anécdotas entre los vinos de una bodega riojana que decidí no volver jamás porque no me veía capaz de ser tan ocurrente como en aquella ocasión. Lo recuerdo cuando paso por el desvío de la autopista que marca aquella población.
Dejé de competir el día que no me vi capaz de ganar, aunque tampoco gané muchas veces antes.
No quedé contigo esa noche en la que estaba apagado ni el día en el que era incapaz de pensar en un lugar nuevo con el que sorprenderte.
Si me voy atrás en el tiempo vuelvo a tener siete años. Nos daban las notas en papel con unas estrellitas al fondo y cada sobresaliente eran diez. Como teníamos diez asignaturas el máximo eran cien estrellas. Yo llegué a casa con 98. Mi señor padre, creyendo que de esa forma podría apostar por la excelencia de su hijo, hizo un tremendo hincapié en las dos estrellas faltantes. Yo me acosté con la firme determinación de llegar a cien en la siguiente evaluación pero me quedé en 99 porque nunca se me dió bien el euskera. Sentí una punzada de fracaso y presentar 90 era casi un sinónimo de vergüenza. Con 16 años, más o menos, estaba entrenando tiros en una canasta debajo de casa. Para ganar partidos nunca está de más entrenar. Carmelo, un hombre eternamente jubilado amigo de la familia, pasó por delante. "Ya me ha dicho tu padre lo orgulloso que está de ti"- me dijo. Yo le agradecí el cumplido. Cuando se marchó subí enfurecido a casa. "¿Me tengo que enterar por los demás que estás orgulloso de mi?"- le dije. "Si te lo digo"-explicó- "dejarías de esforzarte". Ahora sé que era su forma de ver las cosas pero también el poso que me había dejado y que sigo luchando contra él.
Intentar hacer las cosas bien no es malo. Esforzarse es hasta sano. Tener la firme convicción de que siempre se puede hacer mejor consigue revisar las cosas varias veces y pulir errores. Creerse un mierda es un asco. A veces lo llaman síndrome del impostor pero ese habla de la sensación de ser descubierto como un fraude ante un éxito y , aunque se parece, a mi me sucede con la gente que me importa. No me afecta un crítica de jose Ramon, el del tercero. Si que me afecta cuando escojo un bar para ir contigo y no nos atienden bien. Entre el estómago y los pulmones siento una presión intermitente. Cojo un palé de culpabilidad y responsabilidad, me lo cargo a las espaldas y voy con él, cojeando y encorvado, analizando en qué fallé. Mi parte racional sabe que la intención, la elección y la decisión no era mala pero al valorar el resultado final, como un entrenador de un equipo de malos futbolistas, tiendo a desear presentar mi dimisión. No me vale que no la admitas porque es irrevocable. Absurda, destructiva, infantil, dañina pero una y otra vez repitiéndome que podría hacerlo mejor y que debería haber adivinado lo que iba a suceder.
90 es vergüenza, 99 insuficiente. Aspiro a ser excepcional pero no lo soy nunca. Es tremendamente complicado vivir con ello porque, además, alimenta la sensación de fallar a todos los que me importan. Entonces es cuando se convierte en un circulo vicioso. Cuando voy a ver a mi madre estoy menos de 24 horas. Lo tengo calculado como el tiempo máximo en que puedo actuar perfectamente y sé que cuando me marcho le duele, y me duele ver esa cara de niña pequeña que se queda sola en el colegio cuando la dejan en la puerta.
Supongo que si fuera yo me iba a querer igual, y lo sé. Soy yo el que no se quiere, probablemente. A veces es solamente estar y no consigo quitarme de encima la necesidad de estar mejor, elegir mejor, querer mejor y reconocer que más de 90 es muy buena nota. Pero siempre he querido ser 100 contigo, con mis padres, en el trabajo, escribiendo, contando anécdotas y jugando al trivial. Y eso no se puede.
Sentir que no soy quien he pensado que se espera que soy, aunque no sea verdad, me cuesta demasiado. Al menos lo sé. Es un principio.
25 de octubre de 2024
De abusos y que te guste hacer el pino puente desnudo cantando la traviata
23 de octubre de 2024
Tontirock
En respuesta al tontipop nacional, cada vez hay más grupos de tontirock nacional. Que suena como una reivindicación pero tampoco mucha. Es como gritar muy fuerte y dramáticamente porque te llega lenta la wifi.
Eso sí. No suenan mal.
Vamos con ejemplos menos conocidos:
Biznaga
Tres formas de solucionar un problema ( política moderna aplicada)
Hay varias formas de ganar una competición deportiva ( estoy jugando al juego de las metáforas). Una es siendo mejor deportista, otra es cambiando las reglas para que jueguen a tu favor y la tercera es comprando al árbitro.
Cuando alguien se planta frente a un reto tiene en cuenta la forma de superarlo y, obviamente, busca reducir las posibilidades de fracaso ante esa circunstancia. Los niños aprenden rápido a hacer trampa porque su punto de vista está en la recompensa de la victoria. Los niños grandes, quizá por lo mismo, responden grácilmente a estímulos del tipo "oferta express. Sólo hoy" porque eso les hace alcanzar objetivos que no conocían antes que los demás. Sentirse más listo, más capaz o más resolutivo activa dopamina en el cerebro que engancha como la metanfetamina.
En cierta ocasión el ayuntamiento abordó una obra de gran calado en mi barrio. Se encontró con el problema que la policía, en invierno y de noche, no es muy proclive a patrullar a pie. Es lógico deducir que si no reciben la orden expresa los señores agentes no se bajan de sus coches con calefacción para mancharse los pies de barro una noche de diciembre lluvioso y frío. Como los ladrones, que no son tontos, son conscientes de dicha circunstancia, se multiplicaron los robos. Cuando se le instó al ayuntamiento a solucionar dicho problema resolvió que no había robos porque se hizo una encuesta y salió que los vecinos estaban contentos. Fue sencillo: se preguntó a quien ya se sabía que estaba contento. Es lo mismo que comprar al árbitro. Entonces un grupo de comerciantes nos reunimos y sacamos a colación dicha trampa. En un programa de televisión nos juntaron con el responsable de la policía municipal y nos entregó las actas de robos de la zona. Nosotros sumábamos aproximadamente 21 robos y, sin embargo, las actas daban la minúscula cantidad de 8. La excusa fue que las denuncias las habíamos puesto en la policia (que recoge denuncias por la noche) pero no la policía municipal ( que no) y, claro está, no les figuraba ningún incremento de la delincuencia. Eso es jugar con las reglas.
De la misma forma que entrenar mucho es agotador, las dos siguientes opciones son más sencillas. Quizá por eso los niños grandes que se han convertido en políticos y gestores, son más propensos a las variaciones B y C. Las grandes guerras políticas ya no son por la subsanación de los problemas sino por la forma de medirlos o determinar quien es el responsable de señalar el triunfo. Por eso se pelean por los jueces, los directivos de los entes públicos, los organismos estadísticos, los relatos o las terceras disposiciones de las leyes.
Y, mientras tanto, los problemas simplemente perduran hasta que los ladrones se enteran que un grupo de vecinos con palos patrullan las calles convirtiéndolo todo en el lejano oeste. O pasa el tiempo y, como cuando hay una herida no mortal, las cosas cicatrizan solas.
Pd: otra opción es buscar problemas que no existan y decir que se han solucionado. La transexualidad de los loros africanos, por ejemplo. Gracias a la firme actuación de los mecanismos del estado del bienestar ya no son disciminados por los macacos asiáticos.
16 de octubre de 2024
Quiet mediocre y feliz ambición ( y herencia)
Cuando Javi acabó sus estudios de fisioterapeuta tenía muy claro lo que le deparaba el futuro. Su juventud había estado marcada por una gran actividad deportiva y sabía que sus compañeros de equipo, así como los de los equipos rivales, tenían la necesidad de un buen terapeuta que les hiciera recuperar en tiempo récord. "También"- me decía con cara de pícaro pero profesional- "estoy a disposición de todas esas mujeres que van al gimnasio o compiten y necesitan a un buen fisio". A nadie le amarga un dulce, por supuesto. No nos vamos a poner moralistas por admitir que si hay que tocar a alguien tenemos cierta predilección por los cuerpos firmes, jóvenes y atractivos. Está muy bien eso de decir que hay que poner a gordas en los anuncios de lencería pero a mi me gustan más las de Victoria Secret. Eso no es gordofobia sino gustos personales y en esos gustos Javi y yo somos coincidentes.
Un tiempo después de poner en marcha su consulta y dados los signos de mi futura vejez, fui a visitarle con una lesión en el hombro. "¿Qué tal va la consulta?"-pregunté. Me dijo: "¿Te acuerdas que iba a masajear a mujeres turgentes y firmes, con glúteos modelados y olor a flores?". "Si, claro"- respondí. "Pues te diré que la primera persona a la que atendí fue una señora mayor, destrozada por la edad, gorda que se me caía de la camilla por los dos lados, de un fuerte olor corporal y muscularmente casi irrecuperable".
La consulta sigue abierta, veinte años después. Maria de los Angeles deja su muleta al llegar y Javi, con más canas que yo, la atiende con una sonrisa. Lo excepcional, y de eso estoy seguro, es cuando una atleta profesional se tumba en su camilla.
Yo, por mi parte, hago ordenadores como obras de arte. Pero sé que haré quince al año y el resto serán equipos fiables y duraderos de precio contenido y justo.
Como siempre, la realidad y los sueños viven en universos diferenciados. Se venden más KIA que Porsche 911 GT3. Si no soy capaz de gestionar mi frustración porque mi primer coche no es un superdeportivo, soy un infante, un niño inadaptado. Una persona incapaz de vivir en el espectro de la realidad que se queja muy fuerte buscando culpables ajenos a que la verdad no se parezca a nuestros mundos de ilusión.
El otro día me encontré varios artículos. Uno hablaba de la moda de la "Quiet Ambition" y cómo se refiere a la tendencia, disfrazada de cambio de valores, en la que hay que renunciar a trabajos que no te gustan porque para cobrar un sueldo de mierda en una labor incómoda, que la haga otro. Tiene un párrafo brillante: "Los boomers que se abstuvieron de todo lujo y ahorraron pacientemente para comprarse un piso, por pequeño que fuera, también hicieron mal pensando en el bienestar de sus descendientes. Porque para que tú puedas elegir no trabajar tiene que haber otro que lo haga y, si no estás dispuesto a limpiar baños porque no es una tarea que te haga sentir realizado, es que te parece bien que sean otros los que se ocupen del asunto. No creo que haya ejemplo de egocentrismo más narcisista que el de quienes son capaces de despreciar de un modo tan insultante el esfuerzo de sus mayores. Creerán que están aquí por generación espontánea y que ellos, a diferencia de los tontos y demás idiotas que nos dejamos esclavizar, merecen ganarse la vida como marqueses. ¿Cómo van a saber que son clase trabajadora y que todos y cada uno de los derechos que tienen se ganaron con sudor, lucha, sangre y cadáveres? ¿Cómo van a sentirse reflejados en esa memoria si su espejo son influencers ecopijas que les enseñan mindfulness y ricos que les hablan de estoicismo?"
El otro artículo, al que me referenciaron por la facilidad en la que me hierve la sangre a veces, se refería a los beneficios psicológicos de vivir en la mediocridad. No te esfuerces, no te dejes la piel y acepta que no vayas a brillar. Ojo, que no es porque no puedas (ya que puedes alcanzar todo lo que te propongas), sino que quizá el aprendizaje de vivir mediocremente resulte mejor y, al fin y al cabo, estamos aquí para ser felices. Es lo mismo que asegurarte que si no tienes a tu lado a Linda Evangelista ( la de 1989) haciendo unas croquetas de jamón riquísimas en la casa de diseño del centro comprada sin hipoteca a la que llegas en un Porsche 911 GT3 negro, no es en absoluto porque no puedas sino que has de saber que vivir con Mari Carmen, de Burriana, en un piso de 35 metros alquilado en las afueras, también te puede hacer feliz. Y para eso, además y sintiéndolo por Mari Carmen, no tienes que esforzarte.
No soy capaz de descubrir ese punto en el que pasamos de admirar a ídolos distitntos. Un ídolo lee mucho, escucha los discos completos, dispone de opinión formada, tolera al que no piensa como él y acumula méritos para un futuro mejor. Otro se enorgullece de no tener televisión, no ser manipulado por la comunicación, no lee, sólo escucha los quince primeros segundos de spotify y cacarea discursos que son, a la vez, buenistas, victimistas y egoistas. Ahora hacemos chistes del tonto que madruga para ir a trabajar mientras los estupendos llegan del after. Hay miles de fábulas sobre ello pero no salen en TikTok.
La segunda generación del estado del bienestar se caracteriza por despreciar la meritocracia que les hizo disfrutar de lo que les sostiene. Supongo o espero que la única diferencia es que Javi se percató de la realidad con 23 años y su primera clienta. Mi sobrina lo hará el día que se quede sin trabajo y el dinero que herede, a los 50. Me canso de leer que la generación Z tiene muy claro que su pensión será la herencia que les dejen los boomers y mientras tanto solamente esperan que se mueran con algo de patrimonio.
Eso si no nos han comido los chinos antes.
10 de octubre de 2024
Vivir al borde del apocalipsis
Para la prensa todos los días son la víspera del fin de los tiempos.
Para Maria del Carmen todos los hombres que la miran por la calle son, en potencia, la relación estable definitiva y feliz que durará siempre.
Ni una cosa ni la otra son estadísticamente viables pero es bastante entretenido considerarlo. A unos les da lectores y a la otra un sonrojo en la mejillas muy agradable.
Tampoco es cierto, y lo admito, que esa última decisión sea la que termine conmigo hecho un ovillo en el pozo del fracaso absoluto tras una vida esforzada y sin ningún resultado tangible. Mi madre dice que siempre que llueve, escampa. Mi padre afirmaba que siempre se puede hacer mejor y mi abuela que no hace falta buscar mucho para encontrar a alguien por encima y alguien por debajo en cualquier asunto en el que tengamos a mal compararnos.
Una de las pocas ventajas que tiene vivir creyendo firmemente en el borde del acantilado del desastre es la capacidad de estar atento. El problema de estar atento es que no se puede todo el tiempo. Al final, acostumbrados al riesgo, los funambulistas son capaces de pensar en que se están quedando sin leche en la nevera mientras van de un lado al otro por el fino cable de la vida. La siguiente vez en que estemos seguros que llega la debacle tendremos una vocecita en la cabeza asegurando que lo más probable es que no suceda. Hay un disco que se titula "Existen moscas que se relajan durante el vuelo".
Es después, unas semanas después, cuando podemos ser conscientes que ya no va a volver a llamar o que lo que parecía ser un punto de inflexión, lo era. La última conversación, el último día que disfrutaste en un partido, la vez que ya no volviste a usar messenger o el final del concierto de tu grupo favorito no eras consciente que era definitivo. Normalmente las circunstancias no van acompañadas de alarmas metereológicas mientras los huracanes del destino te arrasan poquito a poco. Quizá, como las guerras, son dramáticos ajustes que hacen sitio a nuevos tiempos e incluso nuevas gentes. Podría compartimentar mi vida basándome en los tipos de personas que me rodeaban en cada momento: el grupo con el que compartía los recreos del colegio, los que estuvieron a mi lado en los azarosos tiempos de la adolescencia, quien compartía los apuntes de la universidad, la gente del trabajo, los amigos de mi pareja. Es raro que alguien pase todos esos filtros y dicen que no llegan nunca a cinco personas. Nadie sabe nunca el motivo por el que perduran. El resto de la gente, seguramente, no encajaría. A ese tipo tan listo con el que pasas tiempo charlando delante de un vino bueno jamás le hubieses elegido para el equipo de baloncesto del recreo.
Si algo tiene vivir al borde del apocalipsis es que es la excusa perfecta para vivir en el cortoplazo. Emborracharse rápido, follar vigorosamente, gritar por la ventanilla del coche, ponerse dramático, exaltar la amistad, arrasar con los ahorros, dejar que la ansiedad conduzca el vehículo de las decisiones y justificarlo todo porque es la última vez.
También es la estrategia perfecta de los vendedores. "Solo por tiempo limitado". En esos casos no depende de la calidad o utilidad del producto.
A ver si al final ese ametrallamiento excesivo con las más horribles tormentas, las olas de calor definitorias, las enfermedades epidémicas, el caos social, la fractura económica y la posibilidad de guerra termonuclear mundial van a ser solamente estrategias para que vivamos sin pensar en pasado mañana porque ayer ya fue el fin de los tiempos.
4 de octubre de 2024
No te deseo lo peor.
En cierta ocasión me llamó una amiga de Logroño y me dijo: "Ayer conocí a un tipo y al final, cosas que pasan, terminé en su casa. Por la mañana me dice que si me puede pedir algo y yo le preguntó qué. Entonces me dice que si le puedo regalar mis bragas.". Obviamente yo pregunté: "¿Qué hiciste?". Noté un soplido de desdén al otro lado de la llamada. "Se las dí y le pedí que jamás, en su puta vida, se pusiera en contacto conmigo. Al fin y al cabo, eran de las feas".
La primera sensación de ese tipo de anécdota es que el muchacho en cuestión es un chalado. Me puedo imaginar un cajón repleto de bragas ( usadas, por supuesto) que se pone sistemáticamente en la cara, presionando con su mano izquierda mientras se masturba con la derecha. Visto así, descalzo, con un montón de pelos en el culo y la espalda arqueada como un mono onanista, resulta muy poco agradable. También hay que pensar que hace uso de su libertad y eso es cosa de cada uno. Que nadie es sensual a todas horas y que reconocer lo que nos disgusta y nos gusta es un avance dentro de la introspección necesaria en todo ser consciente de si mismo. Quizá es más confiable alguien capaz de verbalizar, en un entorno de confianza como es un despertar post coital, sus propias filias que quien lo niega en todo momento. Si a tu marido le gusta vestir liguero sería preferible que no tenga pudor a ponérselo contigo a que te lo encuentres encima de una carroza del orgullo con tacones a juego y una tanga muy pequeña.
El autoconocimiento, como punto de partida, es un "must" que dicen los modernos. Pero no me vale un autoconocimiento verbal, sino empíricamente demostrable. Si yo quiero una relación adulta y estable, basada en la confianza y en el respeto mutuo lo que no puedo hacer es llevarme a casa a un argentino de 25 años que conocí en los baños de un after jurando que es muy maduro para su edad porque recorre el mundo con su hatillo a la espalda. Tampoco me vale cuando Maria José, heredera de un divorcio traumático y que aseguraba estar harta de hombres inmaduros, pone doscientas veinte fotos con Ramón esperando que el mundo le felicite por encontrar, en veinte minutos, el amor verdadero retransmitido casi como un directo de Twich. Sus fotos aftersex, sus montajes horrorosamente enfocados correteando por la playa y todo el proceso de elaboración de las cenas del amor. Cuando yo estaba convencido que nada era capaz de superar a una adolescente haciéndose fotos en todos los espejos de los baños que visita, junto con las fiestas a las que va y las comidas ultraprocesadas que consume, llegó Maria José subida en lo alto de la montaña rusa del amor publicitado.
No te deseo lo peor pero si no estás preparado, desde arriba, solamente hay un veloz camino hacia abajo. Con susto.
Las personas excepcionalmente felices en sus proyecciones públicas, tengo la teoría, están podridos por dentro. La pareja, sonriente, que lleva a sus hijos al colegio todas las mañanas en sus bicicletas eléctricas, ella con la niña en blanco y él con el niño en negro, ambos con sus cascos de ciclista a juego, deben de ser una familia infernal en la intimidad. Unos traficantes de órganos asociados a la mafia calabresa. Defraudadores de impuestos. Especialistas en trata de blancas. Vendedores de productos mágicos en Internet. Son los mismos que, cuando eres capaz de reconocer que no estas pasando por un buen momento, se empeñan en torpedearte con consejos de la tercera división de autoayuda. No lo hacen por empatía sino porque disfrutan y necesitan ratificarse en que están mucho, muchísimo mejor que tú. La diferencia entre la gente aparentemente feliz y el tipo que se acostó con mi amiga de Logroño es que ellos huelen bragas en la intimidad y si les cuentas la anécdota del principio, ponen cara de asco.
23 de septiembre de 2024
El anuncio del AÑO
20 de septiembre de 2024
Cuando descubrí que no soy un hombre.
Decía, en su presentación, que le gustaba el cine, la música y las relaciones con base. El día que la conocí recibió varios mensajes. Confesó, quizá porque pensaba que eso le haría parecer más moderna o mas resolutiva, que unos eran de un tipo con el que había quedado hace un par de días. Los otros de un caballero, gentil y educado, con el que cenó ayer. La sinceridad, en su concepto basto del término, suele estar enfrentada al buen gusto y si alguien piensa que resulta moderno hacer ostentación , nada más llegar, de una azarosa vida sentimental o sexual podríamos pensar en qué hubiese pasado si le dijera que tengo que ir al baño a limpiarme del polvo que acabo de echar. Todo eso mientras pongo cara de travieso, moderno y gilipollas. Me resulta desagradable hasta a mi.
Tampoco pasa nada porque reconozco que hay determinadas licencias que algunos se permiten para parecer lo que creen que deben parecer. Es exactamente lo mismo que Maria del Carmen, 25 años de fiel matrimonio y recién separada, que al salir de copas por primera vez aparece embutida en un vestido animal printing y quiere tocar el culo a todos los camareros. Si queremos ser igualitarios podemos hablar de José Ramón y Eduardo que una vez al año, calvos con pelillo en las sienes, vaqueros de 1987 y camisetas de Barcelona 92 ( compradas en Barcelona, 1992), se fuman un porro pegando botes en la primera fila de un concierto punk moviendo la cabeza como si tuviesen cresta.
El caso es que, como soy un cabrón dialéctico, me quedé a investigar los extraños mecanismos de ese cerebro. Pregunté por aquellos muchachos. Obviamente, hablando en frío, hizo gala de modelos previamente aceptados. "Yo busco tener una relación con alguien y ya se verá. Quiero concer a las personas y después, solamente después, dar el paso a la intimidad". Correcto. Quise, por ahondar en ello, preguntar por su último año. "He tenido tres o cuatro relaciones". "¿A la vez?". "No, hombre"-dijo con cara de haber pensado mal sobre su integridad moral. "Entonces, si es un año y son cuatro, quiere decir que el tiempo que tardas en decidir que alguien puede ser el hombre de tu vida es"-y puse cara de hacer un cálculo mental.-"tres meses". Luego quise ser malvado y añadí: "dos si te das unos días para asimilar los fracasos. Eso, quedando los fines de semana alternos, son tres cenas. Así que la cuarta vez que quedas con alguien ya es el hombre de tu vida. La primera es un café, la segunda es una cena con beso en la despedida y la tercera ya está. ¿Ayer cenaste con el hombre educado?. ¿Qué numero de cita era?". Me miró enfadada: "La segunda". "Pero no te creas"- quiso puntualizar- "que soy como alguna de mis amigas que salen por las noches y si ven a un tipo que les gusta se acuestan con él".
Hicimos un silencio.
- Presupones que ellos no tienen capacidad de decisión.
- Los hombres sois todos iguales. Quereis lo mismo.
Curiosamente es obvio que llegados a ese punto o su afirmación era falsa o yo no era un hombre.
- ¿Ayer te despediste con un beso?
- Si.
No me iba a poner a preguntar sobre la ultima película que vio entera o el último disco que escuchó completo. Vivimos en una sociedad que pasa a la siguiente canción en menos de 10 segundos, que consume series porque son de media hora y se quedan en 20 minutos quitando la introducción y los créditos. Vamos camino de llegar a la conclusión que una relación estable dura lo que tarda el dedo en pasar al próximo perfil.
Aunque lo más importante es creer en la propia integridad. Asegurar que te gusta el cine, la música y las relaciones estables.
Me confesó que jamás llegaba al final de una película porque se queda dormida, supongo que en el sofá de su próxima relación estable de dos meses con un hombre muy hombre, no como otros.
11 de septiembre de 2024
Contra los poderosos, la excusa de los que mandan.
Existe toda una generación que irrumpió en este mundo para luchar contra los poderosos, y eso es bonito. Sentirse parte de un grupo maltratado. Buscar una manera de no discriminar al inferior, al pobre, al que ha tenido menos oportunidades. Cooperar. Reciclar. Establecer respuestas obvias a problemas complejos y escribirlas en carteles con rotuladores Carioca de colores. Sentirse un anarquista gritando a los cuatro vientos que no le dejan ser libre mientras le graban para el telediario y le escolta la policía en una manifestación autorizada por el ayuntamiento, con todos los permisos en regla.
Y un día, porque la vida avanza y porque la generación que viene por detrás es a la que le toca, se convierten en los poderosos.
Dirigen las empresas de sus padres, acceden a los puestos del consejo de administración, algunos tienen éxito en sus empresas y contratan empleados, se presentan a las elecciones y logran vicepresidencias, ministerios, salarios importantes. Alguno tiene un programa en prime time con su grupo de colegas de siempre.
Pero, como son incapaces de hacer lo que era "tan sencillo", siguen luchando contra los poderosos. Si no los encuentran, se los inventan. Si no se los inventan, crean conspiraciones o mantienen vivos a los muertos. Alguno, incluso, descubre que es poderoso sin saberlo mientras va en el metro a una empresa dirigida por un joven recién llegado que ha afirmado en una entrevista que lucha contra él. Viene a ser como cuando Sabina ya era rico y seguía haciendo canciones contando que se iba en furgoneta con una amante ocasional mientras les detenía la policía por quererse ( o algo así). El sueño americano no debería ser preparar paquetes en Amazon.
Así que tenemos empresas que dicen que son verdes y luchan contra la deforestación pero colaboran en las guerras de África para sacar los recursos más baratos. Políticos que nunca harían lo que están haciendo. Empresas que tratan a sus empleados (o falsos autónomos o lo que se llame) peor que el principio de la revolución industrial. Ni bajó la luz ni se acabaron los desahucios. Quizá porque ya ahorraron para pagarse una segunda vivienda y un coche de combustión. Algunos, ansiosos de experiencias, pagan billetes carísimos para hacer turismo espacial.
Pero lo más curioso, y en eso se diferencian de las generaciones anteriores, es que siguen teniendo que mantener el discurso de luchar contra los poderosos, aunque los poderosos sean, precisamente, ellos. Sabina tiene un buen disco llamado Juez y Parte. Cantaba "cuando era más joven".
9 de septiembre de 2024
Nuevo curso, nuevos titulados. Nuevas estadísticas.
Empieza un nuevo curso y tengo una buena noticia para ustedes: un porcentaje altísimo va a obtener su titulación. Eso, como diría la vicepresidenta, es bonito.
Hace bastantes años existía la idea, no sin base, de que estábamos viviendo en un pais con pocos titulados. Por eso mismo, haciendo la misma lógica, estábamos retrasados respecto de Alemania. Allí todos eran médicos, ingenieros y biólogos moleculares. Por ese mismo razonamiento si conseguíamos tener el mismo porcentaje de titulados por metro cuadrado llegaríamos a la felicidad extrema que se le suponía a la nación teutona.
Una de las formas de lograrlo era favorecer el acceso a la educación superior y otra, menos publicitada, era reducir el número de abandonos en ese periodo de la vida. Por alguna razón la titulación universitaria se convirtió en algo parecido al carnet de conducir: al final, con tiempo y dinero, siempre te lo sacas. Luego da igual que conduzcas como un retrasado o que te sepas las señales. Tienes el título y se puede afirmar que en España prácticamente nadie conduce sin carnet. Es casi como buscar esas estadísticas que afirman la inmensa cantidad de titulados superiores que hay a nuestro alrededor. Que sean buenos en lo suyo, incluso que es guste su trabajo o se esfuercen en hacerlo mejor es secundario. Por alguna razón alguien ha pensado que si eres futbolista federado del Club Deportivo Santutxu, tu desempeño es el mismo que el de Carvajal. Los dos tenéis la misma titulación. Es la misma base de razonamiento por la que Mari Tere, que juega al futbol los martes, debería de tener el mismo salario que Messi: mismo trabajo, mismo salario.
Políticamente hablando es chulísimo afirmar que, a dia de hoy, la mitad de los españoles entre 25 y 34 años dispone de una titulación superior. Es un porcentaje superior a la media europea. Nos podemos chupar las pollas mientras le decimos al francés de turno "a mi me lo vas a contar, que soy ingeniero agrónomo". Que sea un agricultor de Toulouse le quita toda la razón porque no tiene título.
La educación superior ha perdido desde hace tiempo su necesaria función de filtro. A alguien se le olvida decir al estudiante en cuestión que no, que no tiene madera de médico o de arquitecto. Que está muy bien que se sepa de memoria todos los capítulos de La Ley de Los Angeles pero que para estar en un turno de oficio del juzgado de Parla hay que tener otra actitud y preparación. Que si eres ingeniero industrial con tres máster en renovables pero no sabes coger un destornillador, algo falla. Vendría a ser alguien con el título de cantante, que hace poses en el escenario y lleva el pelo sorprendente, pero de cantar, poco. Bueno, eso es Samantha Hudson.
Siento estar en disposición de afirmar que cada vez me encuentro más titulados sin conocimientos. Por mi trabajo, cada año, recibo a media docena de personas en prácticas. Es su último paso a la inserción en el mundo laboral y no es que yo sepa más sino que cada vez saben menos y, curiosamente, les noto una menor gana de aprender o de hacer algo. Vienen, preguntan la hora de salida, están y se van poniendo cara de esfuerzo. Una conocida, cirujana, me comentaba que veía a los nuevos médicos bastante bien preparados en lo técnico pero que sentía un gran temor en los cambios de turno porque alguno dejara al paciente sin coser porque "si no me pagan horas extras no tengo por qué quedarme ni un minuto". Hemos pasado a una situación, básicamente en Europa, en la que en vez de aprender a mejorar el sistema es el sistema el que debe de proporcionarlo todo y donde si mis padres tienen un apartamento no puedo entender cómo no lo voy a tener yo, incluidas mis vacaciones, medios de transporte y plataformas de cine pagadas. Si ellos se esforzaron, yo me compré un samsung y no un iphone.
Es, como muchas otras cosas, un defecto cultural bastante cabrón basado en la exaltación de la individualidad por encima de todo, trabajo incluido. El tonto, y eso lo hemos hablado antes, es el que se esfuerza y el que trabaja porque los demás se sientan diciento:"yo lo merezco, que para eso tengo un título".
Al final la vida, como siempre, se impondrá y tendremos que encontrar un nuevo filtro para determinar las capacidades de las personas porque hoy por hoy tener un título ya no significa nada más que fuiste a la universidad pagando tus cuotas. Existe un político al que cada vez que se le recuerda lo mal que lo hizo, te recita su expediente académico. Mis compañeros con mejores notas normalmente no fueron los más brillantes en su trabajo, y eso que en primero estábamos 10 clases y en segundo, tres. Sin embargo alguien afirmará que el sistema es cruel con los sacrificados estudiantes titulados, presuponiendo que están preparados porque acabaron los cursos que empiezan hoy.
Y no, no somos Alemania.
30 de agosto de 2024
El seguidismo es la felicidad de los peces.
Definitivamente, para algún tipo de segmentación, hay dos tipos de personas. Unas son seguidistas y facilonas. Disfrutan yendo a las fiestas populares, disfrazándose en carnaval, tocando la turuta en medio de las charangas, manteniendo los discursos que estén de moda o convenciéndote de la bondad de la película taquillera y la serie más vista. Son esas personas que se divierten dejándose llevar y estableciendo como lo que debe ser a todo aquello que hacen, aunque pudiera ser incompatible entre si. Incluso aunque es imposible llegar a todo se intenta, como lanzarse al acantilado de la frustación Yolo ( acrónimo del inglés "you only live once" )
Sin embargo, como bien explicaban en "en la cama" ( película mucho más que recomendable), eso siempre es sospechoso porque no se pertenece a ningún conjunto o simplemente se es "feliz" aceptando el conjunto que toque en ese instante.
26 de agosto de 2024
53
Ultimamente me atormenta una tontería en forma de símil.
Imagina que eres un fabricante de hombreras. Montas una fábrica. Inviertes y arriesgas tu dinero y sueños en hombreras. En realidad es un producto más. Insulso, que normalmente pasa desapercibido, poco visible a la vista e incluso algo que, una vez acabada la raza humana, no será recordado si nos descubren civilizaciones alienígenas. Puede que descubran los motores de combustión, las grandes construcciones, quizá parte de nuestra tecnología o incluso los avances científicos que nos hicieron ser los reyes del planeta. Puede que, si lo hacen bien, conozcan a nuestros grandes artistas y pensadores. Quizá descubran a las figuras deportivas como quien encuentra un tótem en la campiña escocesa. Pero es muy complicado que se topen con las hombreras.
Y sí que es verdad que durante un breve periodo del tiempo, allá entre el final de los 80 y unos pocos años de los 90 estuvieron de moda y eran cool. Molaban. Estaba bien que se notara que las teníamos e incluso fueron unos años boyantes para la empresa pero, como todo en la vida, fue efímero. Como la juventud.
Así que hoy, que cumplo 53, iré a mi modesta fábrica de hombreras y me empeñaré en seguir empresarialmente vivo porque siempre hay alguien que necesita una hombrera. Me sentaré en algún momento del día a recordar lo que fueron los años dorados y querré pensar que no hay ningún motivo para pensar que puedan volver, aunque de otra forma. Y si no vuelven, pues no vuelven.
A veces no es la labor, sino la trayectoria. Y seguir. Del legado deberían de encargarse los arqueólogos de las civilizaciones que nos estudien.
Tampoco me importa que en los libros de historia se hable de las hombreras. O de mi, aunque sé que, como un replicante barato, es más improbable que lo que me contaron que iba a ser durante aquellos años en los que, hinchazo como una americana con hombreras, entraba en los bares haciendo el ridículo.