Mal dia para buscar

14 de junio de 2025

La estupidez del juego de Buenos y Malos

Cuando juegas al juego de "buenos y malos", excepto si es un juego, siempre te equivocas.

Alguien afirmaba en la radio que, como Israel es de los malos y se enfrenta a Iran, los otros han de ser buenos. Ojo, los otros, que matan homosexuales, discriminan mujeres por vestir como no deben y también tiran bombas. Viene a ser lo mismo que cuando Errejón fue acusado y no podía serlo porque solamente intentan aprovecharse sexualmente de otros la gente de derechas, excepto si es Bob Pop de fiesta por Madrid. Con la corrupción pasa lo mismo. Parece que no nos queremos dar cuenta que ese discurso, infantil y absurdo, es indigno de personas adultas. Será, simplemente, que una democrática parte importante de las sociedades modernas no quiere ser adulto. Vivir en un mundo imaginario donde ellos residen en el lado correcto de la historia y la moral. Simplificar. Reducirlo todo a blancos y negros sin percatarse de los grises.

Cuando uno de los supuestos malos hace algo bueno o uno de los buenos hace algo malo, hay un bug en el sistema. Claro que el sistema no es un algoritmo y es solamente la realidad. La realidad, mal que nos pese, se compone de variables incontrolables que no vienen predefinidas por un nacimiento, una raza, una formación o una ideología. 

Los bulos y la ultraderecha de un lado son la ETA del otro. A ambos les perseguía una conspiración judicial y a Franco una conspiración judeomasónica. Donald dice que la prensa se inventa cosas sobre él y su familia. Pedro hace lo mismo. Todos, absolutamente todos, tratan a su público como si fueran niños irracionales. Incluso el feminismo moderno ( el malo) hace eso con las mujeres a las que juran defender: comunicarse con ellas con la premisa de que son incapaces de pensar solas. Todos compran un discurso de bandos y todos, si les pones cualquier cosa en duda, te ubican en el otro donde has de vivir siempre.

Si eres de un bando, como un estudiante de Stanford en un experimento, has de ser lo que te toque ser Todo El Tiempo. No vale aceptar que nadie es bueno o malo todo el rato.

Cuando A empezó a trabajar se vino conmigo. Formamos equipo. Sí que es verdad que yto era su jefe pero entendí que entre ambos se forjó una relación de confianza. Sin él y sin mi hubiera sido imposible haber estado sacando el trabajo adelante, de mejor o peor manera, tantos años. 18. Tuvimos alto y bajos, mejores o peores momentos pero ahí estábamos. El caso es que A se separó. Una de esas separaciones en las que ella, por lo que sea, se queda la casa, la custodia, el coche y la pensión. A, obviamente tocado por lo que es un fracaso común pero un fracaso al fin y al cabo, era pasto de relaciones infructuosas y se echó una "novia" lejana. Se compró un coche de tercera mano que le salió fatal y se percató que se había quedado sin dinero. Y metió mano en la caja. No de una manera obscena sino de esas en las que calmas la conciencia y no te das cuenta hasta que la bola de nieve es enorme. Le puse un despido disciplinario delante y le dije "firmas o me pongo a buscar". Firmó. A día de hoy no considero que fuera mala persona sino que , aun teniendo una esencia bondadosa, tomó malas decisiones. Pero, eso sí, tuve que actuar muy a mi pesar. Porque la realidad implica actuar. Si no actuas eres un imbécil. La línea entre la bondad y la imbecilidad es fina.

Ser un imbécil, en el sentido del estado anímico de la hipocresía en vigor, es jurar que no hay mujeres malas, que todos los inmigrantes vienen a trabajar honestamente, que nadie se aprovecha de las ayudas sociales, que los hombres hemos nacido para violar mujeres, que los curas se reúnen para violar menores y que cualquiera que tiene más de un millón de euros lo ha robado. También es ser un imbécil pensar lo contrario, que es el riesgo del cambio de modas morales.

Se puede ser judío y alemán, marica y de derechas, cantante de regetton con buena voz, político honesto, punky limpio, argentino sin conversación, árabe tolerante o agricultor cultísimo. Se puede ser trabajador y preocuparse por el rendimiento laboral del trabajo. No hay ni un solo oximorón en esas situaciones. Quien lo ve como algo imposible es un gilipollas infantil que demuestra que no es capaz de salir de la película imposible en la que ha decidido vivir. En un juego de buenos y malos que solo puede ser verdad si es un juego. Pero hay momentos en los que hay que dejar de jugar. A veces hay que lavarse los dientes, dormir tus horas, estudiar un poco, pensar antes de actuar y recoger la cocina.

Siempre se juega a contraponer el imperfecto mundo real en el que vivimos con un hipotético mundo maravilloso de ilusión perfecto al que deseamos llegar. Ese es el triunfo de los independentismos deseados y de los comunismos ansiados. Porque no ha existido en la historia un solo momento en el que cualquiera de esas utopías hayan salido bien y, por el contrario, podemos hacer una lista infinita de todo lo que está mal en nuestra capitalista y desigual sociedad.

Estoy totalmente seguro que sería mucho más feliz si pudiera teletransportarme hoy mismo para comer con mi madre o echarme la siesta a tu lado, pero estoy trabajando y tú tienes mejores cosas que hacer. Al fin y al cabo cuando conociste mi realidad imperfecta tomaste la decisión de buscar el amor utópico bajo las siglas de otro. ( Es una metáfora, porque las sociedades son como las relaciones). El caso es que no me puedo teletransportar así que en vez de quejarme amargamente echando la culpa a los malos de no haber logrado una solución imposible, la llamaré y la haré reir, a sus 93, para calmar mi necesidad de saber que está al lado de mi oído, que se comunica por proximidad con el cerebro.

Si un día vas por la calle y algún desaprensivo intenta robarte no te va a importar que esa tentativa la frustre un negro, un facha, dos travestis lanzándole las plataformas, un alemán, Maria del Carmen con el pelo morado, un israelí, un palestino o Donald Trump vestido de torero.

Con vivir, en realidad, pasa lo mismo. Deseamos vivir mejor y, ya si eso, que después vivan mejor los demás. Nos debería de dar igual. Pero en un mundo de mediocres incapaces de reconocer sus limitaciones alguien descubrió que reducirlo todo a buenos y malos funcionaba. Quizá porque somos una generación criada por películas. Quizá porque mientras nos estamos etiquetando y enfrentando entre nosotros algunos se sienten impunes. Hay zonas de Africa donde los aviones llegan cargados de armas. Se van al líder de una tribu, le dejan unos fusiles y le dicen que el de la tribu de enfrente le ha llamado gordo. Luego van a la tribu del otro lado del río, le dan ametralladoras y le dicen que el otro le apoda el carahuevo. Mientras las dos tribus se están aniquilando se llevan a los niños a la mina y se vuelven con el coltán de tu teléfono o los peces del lago Victoria.

Me la pelan, absolutamente, demasiada cantidad de detalles que se usan para catalogarte antes de ponerte a prueba. Cuando tuve que sustituir a A no pregunté si tenía mejor o peor nota, si adoraba a Dios o a Satán, si se follaba a una cabra los martes o si se autopercibía como helicóptero apache. Simplemente le pedí que cogiera un destornillador , montara un equipo e hiciera una configuración en red con acceso al nas.

Porque si en vez de jugar a "buenos y malos" nos preocupamos de hacer las cosas bien, salen las cosas bien.

En eso consiste y todo lo demás, es accesorio.

A ver si aprendemos, coño.

Anda, alégrame el día.

1 comentario:

pesimistas existenciales dijo...

El festival SONAR, identificado mayoritariamente como un festival que genera dinero para empresas que apoyan la confrontación de Israel y Hamás, gana asistentes. Seguro que muchos de ellos irán con banderas contra la muerte de inocentes pero, !qué coño!, un festi es un festi.