Mal dia para buscar

20 de junio de 2025

Día mil doscientos cuarenta y dos.

Dia mil doscientos cuarenta y tres, el mar aún no ha llegado a Salamanca.

Desconozco lo que vendrá en el futuro. Las visiones solamente van en dos caminos: el de la apocalipsis y el de la modernidad limpia y feliz. Vengo a avisarte que las dos son falsas.

Cuando Marty McFly llega a su futuro, que es el 2015, se sorprende y se congratula por vivir en Hill Valley. En 1985 era un símbolo de estatus. En 2015 no. Cuando los supersónicos imaginaban el futuro todo parecía funcionar perfectamente. Es más, existen documentales sorprendentes sobre cómo se imaginaba el siglo XXI desde el siglo XX y casi ninguno evita caer en los coches voladores. De lo de transportarnos telepáticamente mejor ni hablo.

Probablemente era más que lógico creer que, dada la revolución industrial y la revolución tecnológica, el avance de la informática y la auto conciencia de la evolución humana, ese proceso de cambio era infinito. Algo parecido a la ley de Moore.

Después, metidos ya en las últimas décadas y tras el golpe de realidad de los primeros 90, la Idiocracia ganaba enteros. Claro que eso es como una apocalipsis zombie. Probablemente todos los Nostradamus olvidaron la naturaleza humana. Esta ha sido la misma durante miles de años y aunque hemos cambiado el sílex por los bits enviados por cables submarinos de uno a otro continente, seguimos siendo animales con comportamientos innatos. Seguimos dejándonos llevar por nuestro gen egoísta y eso no hace que la evolución sea a mejor sino que sea una evolución hacia lo desconocido. No niego que la edad me hace ser, cada día que pasa, menos devoto en la naturaleza humana. Vivo en un pragmatismo dramático.

Soy capaz de mirar atrás y descubrir con cuánta ilusión llegaron los coches y la clase media. Los felices años en los que la luz eléctrica, el teléfono, la televisión y los servicios públicos nos hicieron creer que esa mala pesadilla de las guerras mundiales eran cosas de un paleolítico. Si algo tuvieron los 80 fueron los colores y la sensación de poderlo todo. Si algo tuvieron los 90 fue golpearnos con la pobreza de los otros mundos que viven en éste. Si por algo se va a caracterizar la primera década del siglo XXI es por una necesidad reivindicativa e integradoramente buenista de cualquier tipo de causa que me haga sentir bien sin poner en perjuicio mi físico. Si por algo se va a caracterizar la siguiente década es por reconocer que aquello no solucionó nada más que nuestras necesidades morales. La que viene después, espero, podría caracterizarse por el baño de realidad que antepone las soluciones y la realidad a las ideologías imposibles.

Porque lo importante, igual que siempre, es comer, procurar reproducirse y hacer de la vida un trayecto lo más agradable posible. Lo quieren los perros y lo quieres tu. Después estamos los imbéciles que creemos que estamos por aquí con el desalentador objetivo de dejar algo de legado. Somos menos y algunos son castores. Más allá están, como los búhos, los que observan. Aquellos que saben que el mar Cantábrico será el Mediterráneo algún día. Y Laredo, Benidorm.

Eso fue unos siglos antes de que el mar superara los Picos de Europa filtrándose por el túnel de la última autopista, concedida a una empresa corrupta que se ahorró el estudio de freáticos, que atravesaba Covadonga.

En el futuro, igual que en el pasado, algo mejora y algo empeora. No hay, salvo en periodos puntuales, zombies por las calles. Lo que sí que hay es demasiados gilipollas. Y, como ha pasado siempre, humanos poniendo zancadillas a humanos. Podemos llamar de diferente forma a lo que hemos hecho siempre, pero seguimos haciendo lo mismo. Nuestros impulsos vitales son idénticos y es que nos hemos preocupado de mejorar las herramientas sin preocuparnos de nuestras taras.

Las personas más listas, aquellas que en su momento apostaron por la tecnología y la modernidad, van por ahí diciendo que tener un huerto, saber hacer pan, disponer de conocimientos mecánicos y dominar el bricolaje serán las aptitudes pro. Lo que está claro es que dentro de mil años seguiremos comiendo, cagando, follando y respirando. Quizá nos comuniquemos telepáticamente y viajemos en coches voladores. O no. Quizá ese barrio de ricos sea de traficantes de órganos o no exista barrio y vivamos en planetas por destrozar.

Quizá, en el día mil doscientos cuarenta y cuatro, el mar llegue a Salamanca.

Pero habrá algún imbécil que llamará bird wacthing a mirar pájaros, muffins a las magdalenas, poliamor a la promiscuidad sexual o pec a "por el culo". No deja de ser algo que también hacían tus abuelos y lo harán tus nietos. No me refiero a hablar como un idiota, sino a comer magdalenas.

Dia mil doscientos cuarenta y cinco, PEC te la hinco.

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