Mal dia para buscar

10 de junio de 2025

La vida y la resolución gráfica.

Hay muchas obviedades que, puestas sobre el papel, pueden parecer de mal gusto. Entre dos personas igual de listas, de guapas, de coordinación mental y de todo, pero una podrida de pasta y la otra pobre como una rata... elige. Pues eso mismo. Cuando quien decide es otra persona te puede contar que el dinero enfanga la vida pero si la elección es para ti, está clarísimo. A ver si los servidores públicos no quieren ganar más haciendo el mismo bien a la comunidad. 

El dinero es como la resolución de las cámaras. Me voy a explicar con ejemplos tremendamente viejunos. El cambio de resolución de un megapixel a dos se nota una barbaridad. De aquellos teléfonos de concha que hacían fotos de mierda (y nos parecían mágicas) al primer smartphone que tuviste existía un salto cuántico. Del de 2 megapíxeles al de 10 la diferencia también era grande, aunque había que ampliarla para notar los detalles. Te lo digo yo, que cogía un teléfono y otro, hacía la misma foto y la ampliaba al máximo para que el cliente viera por qué era mejor. Sin embargo cuando ya pones uno de 50Mpx y uno de 200Mpx no te creas que se nota tanto. La sensibilidad humana no da. Quizá es por eso por lo que hay que buscar los elementos diferenciales en otro sitio. Una de las mejores ideas tecnológicas la llevó a cabo la marca, aquí desconocida, Transsion. Segundo vendedor en Africa. Lo que hizo fue añadir un software específico para mejorar las fotos en las que el sistema detectara una cara de color (negro) y ejecutar, por software, una mejora facial. No tiene más pixeles pero vas a salir más guapo, mi querido consumidor somalí. La clave está en que como ya no vas a notar a diferencia tengo que buscar algo que me posicione en algo especial respecto de la competencia. El truco del mp3 era algo tan sencillo como considerar que la calidad de la música ya era aceptable para tus orejas, asi que se eliminaban todas las longitudes de ondas que no eres capaz de notar y, de esa forma, ocupar menos en el envío de archivos de música por internet. Es lo mismo: hay valores añadidos que, sinceramente, te la pelan.

El triunfo, comercial en este caso, es saber qué es lo que le importa o no al cliente y desarrollarlo. Con los coches pasa algo parecido: como el número de válvulas por cilindro te da lo mismo pero no te da igual el tamaño de la pantalla del salpicadero, hagamos una pantalla más grande y pongamos un botón que cambie la iluminación interior. Que actualmente los motores más vendidos sean de tres cilindros no importa porque el automóvil se ha convertido en un dispositivo que es para ir del punto A al B.

Con las relaciones personales pasa algo similar, no nos engañemos. Lo que pasa es que en lo que se fija Maria del Carmen es diferente a lo que le parece importante a Juana. Normalmente son detalles y nada especialmente importante porque eso se da, erróneamente, por sobreentendido. Puede ser que te acompañe a los conciertos o que suba al monte, y eso son las pantallas del coche. Que te respete, te quiera y que puedas contar con esa persona cuando la necesitas sin tener que hacer una instancia (que es la bomba) se presupone. También se presupone que el coche te lleva pero hay más averías mecánicas que nunca y los Tesla son melones si lo ves con los ojos de un ingeniero en vez de un programador de software. Nuestros padres o nuestros abuelos se quisieron a pesar de todo pero nuestra amiga dejó al marido porque no bajaba la tapa ( obviando el hecho de que el viril caballerete con el que chateó en pandemia siempre estuvo disponible y no había puesto esperanzas, por lo que la decepción era imposible).

El caso es que el dinero (y muchas otras cosas) es como la resolución de las cámaras. La diferencia en los primeros escalones es descomunal pero llega un momento en el que ya no hay tanto salto y entonces empezamos a fijarnos en otras cosas que normalmente no son importantes pero las convertimos en esenciales. Creemos, erróneamente, que la utilidad básica primaria está cubierta: Que vamos a comer cada día, que podemos hacer una foto o que echaremos un polvo siempre que nos apetezca. Eso, e incluso que nos merecemos amor incondicional sin poner nada de nuestra parte porque para eso somos tan estupendos, lo hemos hecho todos alguna vez.  Uno de los dramas que vienen no tiene que ver con haber pedido un crédito para comer, los estudios o la casa y no llegar. Ni siquiera para un coche y no llegar. Tampoco para irse de vacaciones y no poder hacer frente a los plazos. El riesgo está en que ahora hay quien se pide créditos para ir a un concierto y luego se queja de lo mal que se lo hace pasar el turbocapitalismo. 

-Pero si yo te quiero- le dijo cuando le dejaba. -Si, pero el otro, que también me quiere porque quien no me va a querer a mi, tiene un yate.

Es lo del principio. Si me creo que es lo mismo, la decisión la tomo en parámetros absurdos. Probablemente no es lo mismo pero la diferencia entre 80 y 100 megapixeles no se nota pero en ese, al encenderlo, se ve una luz y puedo cambiar la carcasa a juego con la ropa de cada día. Conozco a quien se compró un mac porque era el color que mejor quedaba con el papel pintado de su salón.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Caballero... hay una especie por ahí, que va de vacaciones si puede, que no necesita amor con yate, que conduce un cupetazo clásico sin luces superfluas y que pudiendo echar un polvo sin más, decide ir por el camino largo... buffff.... super largo oiga