(Oido, más o menos, o interpretado mientras me ducho oyendo la radio que habla y no canta ni se publicita como si fuera un mercadillo radiado (si, es una critica al exceso de anuncios de la SER))
Vivimos en una sociedad que ha aprendido a hacer de cualquier elemento un producto. Se venden los problemas familiares, los productos para reducir las hemorroides, los divorcios, los casamientos, las filias, las fobias, los excesos, sentimientos, amores, odios, pollas, vaginas en lata, fotos personales, fotos grupales.... No hay límite para lo comercializable.
Al igual que la pornografía que se mueve por cuestiones de rentabilidad y carece tanto de gusto como de ética. Al igual que la pornografía que sabe que la suma felacion+cunilingus+vaginal+anal+facial=éxito, las herramientas del comercio saben cómo convertir un producto en éxito de ventas igualmente. A los grandes vendedores que nos bombardean les da igual la calidad, la clase o la ética de la venta, sólo importa la rentabilidad.
Quiza por eso tenemos la sociedad que tenemos, porque hemos jugado con las claves de la pornografía, como si fuera el caballo ganador.
Así que nuestro problema ha sido el pornocapitalismo, se podría llamar.
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