Tengo un amigo que cuando toca la guitarra se acompaña con los gestos de la cara. Si no eres capaz de verle los dedos sobre el mástil puedes adivinar cuando va a lanzarse hacia los agudos porque lo adelanta cerrando los ojos y haciendo un gesto similar al que se hace después de chupar un limón.
La otra noche le ví improvisando con unos amigos y cuando llegué a casa recordé a John Frusciante (más conocido como el guitarra de los RHCP) que es uno de esos genios que andan por ahí escondidos entre una vida de estrella del rock y con ese halo de maldito que acompaña a muchos de los grandes de la música.
John, nacido en 1970 e hijo de ama de casa (vocalista accidental) y juez (pianista esporádico), se hizo fan de los grandes (Zappa, Hendrix, Page,...) y con 16 años descubrió a una banda ruidosa y excéntrica que se hacían llamar los Red Hot Chilli Peppers. Cuentan que en una conversación con el antiguo guitarrista, el Sr Slovak, se preguntaron:-¿Te seguirían gustando los Chilis si se convirtiesen tan populares como para tocar en el LA Forum?- Yo dije, -No. Lo arruinaría todo. Sin embargo unos años, algunos grandes éxitos y un buen porrón de dinero después, aquel vocalista (Anthony Kiedis) , el batería Chad Smith, el mismo Frusciante y el espectacular bajista (Flea) han perpetrado algunos de los que probablemente sean grandes conciertos (y discos) que yo recuerde, como es este directo en Slane Castle del año 2003.
¿Arruina el éxito?. Supongo que si eres un artista que, no literalmente, se quita unas costillas para "autofelarse" y te dedicas una y otra vez a repetir la misma canción (véase las últimas épocas de Phil Collins, Elton John o "comomegusto" Mcartney) el éxito te convierte en un idiota rico. Al contrario algunos te dan la sensación que podrás encontrarlos en la esquina de algún bar tocando por vicio y siendo felices por poder permitirse el gran lujo que es hacer lo que realmente te hace disfrutar.
Cuentan que cuando Supertramp era lo que ahora puede ser U2 buscaban algún garito donde poder tocar blues después de sus conciertos, que Rick Davies se sentaba al piano y Roger Hudson le hacía los coros. Al fin y al cabo ellos salieron de clubs de música en directo y allí tenían que terminar. (En la canción, pasar al minuto 2.50... y disfrutar con ese piano, !redios!)
Si John Frusciante no acaba consumido por las drogas y la maldad innata del éxito quizá algún día me lo encuentre tocando la guitarra con todos los músculos de su cuerpo como intenta hacer mi amigo, aunque a mi amigo le puede el lado oscuro del jazz y aunque es un sentimental investigando en su myspace, pero eso es otra historia.
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