Caliéntame la cama

La cadena hotelera Holiday Inn ofrece servicio de calentadores humanos en sus camas. Nada erótico. Un par de empleados se meten en la cama antes que tú y te la dejan calentita. (Sólo disponible en el frío Manchester y el denostado Londres).

(Recordemos que las mujeres tienden a tener los pies (y extremidades en general) más frios que los hombres debido a una circulación sanguínea diferente que guarda mejor el calor interior)

Visto así es mucho mejor que el hotel de la Muette que está en Arles (Francia).

Un hotel es uno de esos lugares en los ir sólo resulta una especie de señal luminosa de error. Como ir al cine solo. Como llegar a un aeropuerto, obviamente de turista, y que no haya nadie esperando. Como ir a dar una sorpresa a alguien y pasar más de una hora en un bar mirando a todo el mundo por si fuera ella. Y nunca aparece. Quizá son los estigmas de la soltería.

Hay quien, en un alarde de la modernidad, considerará el duro peaje que es una mochila con forma humana pero al menos, y de una manera mucho más efectiva que una bolsa de agua o un nórdico, te calienta la cama sin recurrir a los servicios del hotel.

También es verdad que no hay peor noche que la que se pasa intentado que esa incómoda flatulencia salga en cualquier lugar menos en la cama sin poder decir realmente el motivo por el cual aún no te has dormido, no te encuentras sexualmente excitado y no haces más que visitar el baño.

Todo es bueno o malo depende cómo lo quieras contar. La cama resulta siempre un lugar en el que acabas en silencio después de entrar en calor de una u otra manera. En los hoteles pasa más o menos lo mismo, pero con desayuno continental.