Cuando era pequeño , y me ponía a hacer la tarea como un aplicado niño que iba con jersey rojo y pantalon corto oscuro, mi madre me repetía de una manera bastante habitual que me tenía que esforzar, que tenía que ser un chico disciplinado. Me decía que si estudiaba terminaría acabando mis estudios y que si era bueno la vida me iba a compensar con mis buenas obras multiplicadas.
Eso me decía mi madre.Después, cuando yo tuve a mis comerciales, les indicaba que el mero hecho de esforzarse haría que los clientes terminaran respondiendo, y creía firmemente en ello.
Sin embargo descubro con estupor que esos valores de esfuerzo, sacrificio y mérito están anticuados. Mucha gente se sienta en su casa y se enfada porque no tiene aquello a lo que "tiene derecho". Mucha gente llega a su trabajo y solamente por ir cree que "merece" un aumento, unas vacaciones y un coche de empresa. Lo triste es que algunos lo consiguen.
Yo voy llegando a la decepcionante conclusión doble que dice que mi madre se equivocaba, pero la tengo dentro, tanto, que se que es un valor marcado a fuego en mi persona.
Y también voy llegando a la conclusión de que esos derechos se basan en que todos somos iguales, lo cual es muy bonito, pero el mundo está lleno de gilipollas. Y la opinión de un gilipollas vale lo mismo que la mía, por mucho que me esfuerce y me discipline en hacerle entrar en razón.
3 comentarios:
Cuanta razon.
La opinión... y el voto. Gilipollas que eligen a gilipollas que nos representen... Así nos va.
Yo debo ser una gilipollas, pero me gusta pensar que aunque sea una minoría, mi opinión también es importante.
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