...apuntes del libro nuevo:
Marta es de esas personas que te dicen de una manera ufana que los medios son polución intelectual. Se vanagloria de no ver las noticias y de no hacer caso a todo ese ruido que lo único que hace es manipular a los pobres de mente que siempre son los demás.
Un día, cenando con unos amigos veganos y modernos, de esos que parece que viven a dos palmos del suelo y hablan levantando las cejas, decidió vivir exclusivamente en las series de moda y convencerse que su vida no es más que una apasionante y poco premiada serie personal.
No lo hizo por convencimiento, sino por envidia. Cuando uno quiere ser alguien que no es, lo que hace es imitar lo que cree que es el otro para intentar que, con el tiempo y la perseverancia, sea la otra persona. Es una mezcla de eso y de procurar que los demás sientan la misma envidia que ella sintió aquella noche. Quería ser ellos. Hablar como ellos. Ser así de alta. Que no se le cayera ni una miga de pan en el mantel. Tener la piel tan clara y seguramente ser tan interesante.
En las conferencias hay dos tipos de ponentes. Uno explica y razona sesudamente el tema de la charla. Otro, independientemente de lo que diga, hace lo imposible para que te lo quieres tirar. Marta se hubiera tirado a sus compañeros de cena pero, como no pudo, siguió sus enseñanzas y es por ello que a partir de entonces se ponía magnífica contando el motivo intelectual por el que vivía desinformada.
Tampoco le importaba una mierda la actualidad antes de aquello. Simplemente encontró una forma de pasar de avergonzarse de su desconocimiento a restregarte por las narices que estaba en un mundo superior al de los manipulables mortales en el que , obviamente, estabas tú como escalón inferior en la pirámide evolutiva.
No sabía el nombre del alcalde de Barakaldo pero sí el nombre y raza del perro de la novia del ganador del último reality. Es de suponer que los huecos de información hay que llenarlos, de lo que sea.
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