Este domingo, en diferentes publicaciones (y ultimamente de manera sistemática) se trata de una manera mezclada pero no agitada el interminable asunto de la juventud.
En el suplemento del grupo correo (Xl Semanal) se habla de cómo son los adolescentes de 16 años, esa edad previa a los 18 en los que se empiezan a tener alguna que otra responsabilidad y más de un derecho pero se está competamente enganchado al tuenti.
En El Pais, haciendo gala de lo mal que se está en otros países y lo maravilloso que es vivir en éste, se resume la mala salud de la infancia mundial en un largo reportaje fotográfico.
Mañana, creo recordar, aparecen las cifras de un estudio realizado a jóvenes entre 17 y 22 años en los que en un 83% afirman que no quieren que en su grupo de amigos haya "gitanos ni moros".
Con todo eso es probable que alguno, pensando sinceramente que esos jóvenes son los que le tendrán que hacer un tacto rectal cuando sea mayor, se escandalice.
Sin embargo esta última semana salió a colación que el nuevo directo de RTVE será un señor de 81 años, cuando algunos estamos, por ley, obligados a jubilarnos 16 años antes.
Realmente soy de la opinión que la madurez (y en consecuencia la experiencia) ha sido infravalorada en los últimos años del siglo pasado sin darnos cuenta que los motivos por los que la jubilación ha sido una obligación están delimitados hacia la consideración atlética del trabajo. Es lógico pensar que un señor de 80 años no está capacitado físicamente para cargar sacos de trigo en el puerto pero , sin embargo, la raza humana ha desarrollado máquinas que son capaces de realizar ese trabajo mucho mejor que 40 zagales con brazos torneados.
Claro está que la rotación del mercado laboral es importante porque si no se generan vacantes, no entran las nuevas generaciones pero ¿no estaremos despreciando el valor de la experiencia?
En todas las culturas mundiales aquellos elementos sociales capaces de aglutinar sabiduría y conocimiento son citados como referentes en las direcciones que tomar por parte de los nuevos trabajadores. En la sociedad contemporánea los achaques se consideran una limitación y probablemente algún idiota disfrazado de especialista de recursos humanos prefiere a una guapa joven ejecutiva de piernas torneadas y excelso curriculum que a un vejestorio que empezó de contable y terminó dirigiendo la empresa.
Probablemente, y sólo de manera probable que no certera, en vez de ver a algunos fenómenos octogenarios cómo una caricatura de la tercera edad (que es lo que consigue la modernísima Alaska con este video: reirse de la senil (y otrora hermosísima) Sara) espero que todos esos niños o adolescentes que salen en los reportajes de hoy sepan aprender la importancia de las enseñanzas de sus abuelos.
Lo importante (y esto lo oí hace poco del fallecido sabio Francisco Ayala) no es aprender, sino no olvidar.
Pd: no me olvido. Un amigo tiene en su casa de Vigo enmarcada y puesta en el salón una portada de "El Jueves" de hace más de 10 años con una caricatura de Fraga y el titular: "Ahora parece que sí se jubila". (también hay que saber retirarse, sí)
1 comentario:
¿Será casualidad, que los que no se quieren jubilar, son los que por trabajo entienden cosas diferentes a los curritos de a pie?
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