Existen palabras de uso común (como demagogia o prevaricación) que estoy absolutamente convencido no sería capaz de definirlas correctamente el 60% de la población (y esto sin que sea un test del facebook)
De la misma manera existen determinados valores globalmente admitidos que no son capaces de expresarlos de la misma manera dos personas contemporáneas.
Un ejemplo es la ética.
Dicen por ahí que la ética es la ciencia basada en estudiar la bondad o maldad de los actos humanos.
Y dicen también que la ética son aquellas normas que salen de nuestro interior en contraposición con la moral que son aquellas normas marcadas por el exterior a nosotros.
Así que cada uno tenemos nuestra propia ética, es decir, nuestra manera particular de ver y actuar según lo que consideramos bueno o malo.
Se supone, dogmáticamente hablando, que la ética particular se forma mezclando en nuestra propia coctelera la búsqueda humana de lo que nos hace bien, las normas aprendidas en la infancia, las normas sociales, la presión social y aquellos valores que hemos ido originando en nuestra vida con el devenir de la propia experiencia.
Con todo eso es lógico pensar que resulta imposible considerar una serie de códigos deontológicos que compendien las orientaciones éticas de nada, porque esto habrá de variar según la persona que lo redacte.
Entonces ¿por qué se empeñan determinadas organizaciones (disfrazadas de bondades sociales) en llamar ética a las normas impuestas se empeñan en redactar?
¿Por qué a finales de s.XX y ahora se intentan establecer normas y líneas de actuación que nos hagan pensar que aquello que realizamos es ético cuando en realidad tratan de marcar nuestra libertad de aprender a diferenciar lo bueno de lo malo?
Sencillamente porque un gran porcentaje de la sociedad ha decidido dejar de pensar.
Esa es la razón por la que triunfa la telebasura, la politicobasura y los mensajes facilones e irracionales que te despiertan cada mañana.
Hay quien se rinde a pensar que la realidad es algo demasiado complejo para entenderlo, pero tengo el problema de querer saber de qué me hablan cuando veo el telediario. Desafortunadamente según pienso el problema va in crescendo. Si me inventase un producto, una tendencia, una práctica sexual, una droga, un programa informático o simplemente un yogurt debería de llevar implícitas unas siglas, un ritmo, un color, una luz y un target de mercado claramente definido. No vale con que sea un buen invento. ¿Es acaso el siglo del marketing?.
“Me gusta esa camisa”. En ese caso soy un hombre de 47 años, divorciado, con tendencias homosexuales, que le gusta el trance, tengo un teléfono GPRS, consumo antidepresivos y de vez en cuando se hace un porro. No, joder, solamente me gusta esa camisa.
“Me gusta esa camisa”. En ese caso soy un hombre de 47 años, divorciado, con tendencias homosexuales, que le gusta el trance, tengo un teléfono GPRS, consumo antidepresivos y de vez en cuando se hace un porro. No, joder, solamente me gusta esa camisa.
Así que la sociedad te obliga a situarte en algún lugar en este juego de buenos y malos en el que quien toma la ética precocinada triunfa mientras algunos sólamente intentamos ver cómo crece nuestra propia ética personal, lo cual no es bueno y sobre todo es mucho más cansado porque no tienes puesta la camiseta de ningún equipo y en invierno eso es helador.
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