Mal dia para buscar

18 de febrero de 2010

Las cosas que nunca harías.

Cuando nació mi sobrina y mi hermana, ilusionada como la madre primeriza que era, hablaba de su futuro y de las ideas sobre su educación, confesaba que jamás convertiría a su hija en un monstruo consumidor de dibujos animados como anestésico para conseguir que comiera.

Año y medio después me pidió que pusiera un dvd en la cocina para ponerle dibujos a esa niña que no se quería comer sus purés.

Es lo mismo que el experimento con Wifi en un autobus escolar americano, del que se congratulan porque los estudiantes se quedan absortos en vez de gritar y pelear camino del colegio. El facebook y el porno son anestésicos.

En el momento en que después de un gran esfuerzo consigues cierta capacidad laboral lo que sucede es que fantaseas con tu gran trabajo, tus coches caros, tus viajes por el mundo, tu especialización personal y esa independencia maravilosa que se siente cuando puedes entrar en un bar, irte a tu cama con cualquiera y decidir cuando , cómo, cuantas veces e incluso de qué forma. Unos cuantos polvos después o algunas relaciones incorrectas después, tras descubrir lo sólo que alguien se puede sentir en su misma cama, descubres la falacia de ese pueril razonamiento. Descubres que es lo mismo que beber como un cosaco: el dolor de cabeza que te queda después es horroroso.
Las mujeres que se acercan o acaban de superar los 40 están viviendo algo parecido. 24 años, fin de carrera. 15 años de vida laboral intensa. Alguna que otra decepción sentimental. Siempre han dicho que esperarían el momento, oir violines, como decía Garci (*). Hermosa, con esas ropas interiores de ejecutiva que sujetan el culo de gimnasio y sus primeras arrugas se despierta en la habitación de un hotel con la lluvia de una ciudad ensoñada, moderna y cosmopolita golpeando los cristales justo antes de descubrir en el espejo que nunca se prometió tener una familia, pero sin saber si debe de ir al médico por ese vacío que nota y que quizá es tarde para llenar.

Lo cierto es que nos hemos olvidado del peso que tienen aquellas cosas "normales". Nos hemos jugado muchas cosas a la carta de la exclusividad, de la personalmente lícita carta egoista del sacrificio de lo que nos venía de serie para cambiarlo por la consecución de sueños como si esos sueños fueran excluyentes (cuando hay quien lo tiene casi todo). Matamos con absurdo desdén a quien nos quiso, como quien dice "aparta de mi ese caliz". Despreciamos las ciudades que nos acogieron. Esperamos para terminar lo interminable creyendo que habría tiempo para todo. No quisimos ver dibujos animados mientras nos daban de comer.

Y, pasado el tiempo, te pesan las cosas que nunca harías.

(*) Jose Luis Garci afirmó en un entrevista que la pimera vez que besó a una chica fue, para él, un momento decepcionante. Enganchado como estaba al cine siempre pensó que el amor se componía de situaciones románticas y edulcoradas, con música de fondo. Cuando sus labios se posaron sobre ella esperó, con los ojos cerrado, esos violines obvios del momento y por mucho que esperó, no sonaban. Descubrió que el amor es menos bonito que en el cine, al menos en lo musical.

3 comentarios:

Izaskun dijo...

"Y, pasado el tiempo, te pesan las cosas que nunca harías."

¡Ya te digo!

Marcela dijo...

Soy solo una ama de casa de 40 años..........pero Nunca me arrepentí de no haberme convertido en una mujer histérica y desbordada de ocupaciones, que ni sus hijos pudo ver crecer en realidad, ni estar con ellos cuando más la necesitaban.........
Y si hay algo que sí puedo decir con absoluta certeza acerca de mí, es que siempre me he sabido jugar entera por lo que quiero, y he tomado grandes riesgos también ( Hasta llegar a quedarme casi sin que comer.), es por eso que al menos, jamás llegaré a vieja preguntándome: ......." Y si yo hubiera....." Y eso querido amigo, No cualquiera lo puede decir.

Anónimo dijo...

Excelente.