Hace muchos años tuve, durante una temporada, la costumbre de irme con unos compañeros de universidad a un bar junto a la playa en el que, los viernes, nos daban unos batidos gigantescos y jugábamos partidas de trivial. No se nos daba mal porque éramos, siento admitirlo, un grupo muy culto de estudiantes de ingeniería industrial que estaban al bode de la marginación social por aquel principio de los 90.
Nuestros compañeros de colegio habían disfrutado de los últimos coletazos del rock radikal vasco y de los conciertos con drogas en los Gaztetxes que, a golpe de cartelismo independentista, poblaban los cascos viejos de las ciudades cargados de reivindicaciones que, hoy en día, resultan un tanto intemporales. Nosotros, sin embargo, jurábamos disfrutar con chistes basados en el principio de indeterminación de Heissenberg o alteraciones imaginativas del teorema de Frobenius. Ahora seríamos nerds.
Pero éramos, ya en tercero de carrera, unos nerds que habían encontrado a otros nerds y eso de sentirse parte de un grupo siempre resulta reconfortante.
Así que nos lanzábamos preguntas que respondíamos con certeza o con mucha gracia si es que no la sabíamos. Me preguntaron: "¿cual es el mamífero con la boca más grande?". No la sabía, lo acepto. Sin embargo mi cabeza me dio una respuesta que me hizo mucha gracia. Tanta que me reí yo solo antes de decirla y hasta dejé gastar el tiempo para darle un componente de expectación en el último segundo.
Me empecé a carcajear. Ellos sabían que , por lógica, iba a ser muy gracioso. Así que entre mis propias risas dije: Steve Tyler.
Casi con lágrimas en los ojos los abrí. Y miré alrededor dándome cuenta que nadie, en esa mesa, sabía quien era el cantante de Aerosmith. Crazy, del grandes éxitos, era número uno en aquellos días pero ni aún así. "No sabeis quien es, ¿verdad?". Y negaban con la cabeza entre cierta incomodidad al no saber reconocer el lugar donde estaba mi humor. Se hizo un silencio.
"El mamífero con la boca más grande es..."- dijo girando la carta y poniéndola ordenada y en su dirección adecuada en el perfectamente rectangular montón de las tarjetas- "el ornitorrinco".
Y los demás asintieron con la cabeza.
Justo ahí , como Juan Salvador Gaviota pero al revés, volví a ser un nerd que volaba solo.
Y así , hasta hoy.
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