Estamos pasando una ola de frío que se parece mucho al invierno. Los modernos lo llaman temporal y mi madre lo llama Enero. Es algo parecido a llamar al Taxi o hacer un Uber. Son cosas que, a la larga, realizan la misma función (salvo las diligencias legales e impositivas) pero parece que pertenecen a diferentes glaciaciones. No hay grandes inventos en la modernidad salvo el cambio de nombre y que cada vez hay menos personas en medio del proceso. Mis abuelos ya tenían patinetes y electricidad, solo que no los habían puesto juntos. El Tinder eran anuncios por palabras y aunque se follaba menos los matrimonios duraban bastante más.
Sin embargo, embutido en mil capas contra la lluvia y el frío, contra Enero o contra la gran ola de aire siberiano, me detengo en un semáforo que hay junto a un colegio. La hora es justo esa en la que, alegres y despistados, salen mirando sus teléfonos cruzando sin cuidado debido al derecho infinito que les da el muñeco verde del semáforo. Pasa un primer grupo y un segundo. Van con bufandas y algo encorvados, protegidos por sus plumíferos. Pocos guantes veo y eso es por culpa de la telefonía. Entonces me doy cuenta de una situación que les define: no llevan calcetines y si los llevan son esas mierdas que llegan hasta el talón. Prácticamente todos dejan al aire ese hueso del tobillo que duele tanto si se golpea. Llevan la piel contra los elementos y contra el salpicar de los charcos. Desprotegidos. Los modernos,entre otras cosas, no llevan calcetines.
Dicen en las noticias que hay una epidemia de gripe.
1 comentario:
https://verne.elpais.com/verne/2018/12/21/mexico/1545416275_971703.html
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