Mal dia para buscar

28 de abril de 2013

La degradación del elemento productivo

En un mundo en el que nos habían vendido que podíamos llegar a todo ahora nos bombardean con la sodomización de nuestros sueños.

Aparece por televisón una enana petulante contándonos que tendremos que hacer más hueco en nuestros anos y un calvo ceceante afirma que ya tiene preparado el dildo de nuestra penuria. Mientras tanto los informativos se llenan de parados que muestran, con algo parecido a un campo de prisioneros de la crisis, las caras de los que seguramente serán gaseados a lo largo de los próximos meses.

Y no hay ningún abrazo que compense la densa lluvia que cae al otro lado de la ventana.

Nos hablan de escapar de estas calles llenas de comercios vacíos hacia futuros inciertos, lugares a los que no pertenecemos como si fueramos ratas que debieramos de abandonar los barcos que creíamos de oro. Nos hablan, casi como si fueran expertos, del momento exacto en el que todo se fue a la mierda.

Y la inmensa mayoría del mundo se centra en el puto dinero como si fuera lo único, como si el ser humano hubiera nacido para eso y para ser inmensamente feliz en una opulenta casa llena de oro y con una pareja perfecta que le lleva al orgasmo múltiple todas y cada una de las veces que lo intenta.

Es lógico, entonces, desesperarse en el momento en que eso, exactamente eso, no sucede y, además, viene alguien a repetirnos que no va a pasar. En ese preciso instante es cuando entran las ganas de rendirse porque también nos cuentan que no se debe uno meter en guerras que no puede ganar.

Existe una campaña de pubicidad basada en un experimento. Básicamente una persona, experta en retratos robot, hace dos dibujos. Uno con lo que la propia persona le cuenta sobre ella misma y otro con lo que otras personas le cuentan de la primera. El resultado es que la impresión que uno tiene sobre si mismo es peor y más alejada de la realidad que lo que son capaces de ver los demás.
Con nuestra vida, con nuestras amistades y con nuestras parejas vivimos la misma situación. Creemos y nos intentamos convecer de excesos. Y esos excesos son muy negativos en este momento de nuestras vidas. Quisimos la perfección y si no se da, entonces, lo degradamos todo a niveles paupérrimos. Exactamente a los mismos niveles dramáticos que puede tener el periodismo destructivo que exalta la pena con el mensaje de que "puedes ser tu".

En los años 80 nos sorprendía ver a todos esos niños famélicos de Etiopia sonreir a las cámaras con una sinceridad pasmosa mientras nos contaban estadísticas mugrientas sobre las tasas de mortalidad. En el año 2013 los niños son los 6 millones de parados sin sonrisas como si hubiéramos admitido que el único parámetro válido fuera ese y que nos quisieran o que nos abrazaran no fuera algo que mereciéramos por el mero hecho de ser personas productoras que no pudieran producir.

Somos mucho mejores de lo que creemos ser, de lo que nos quieren hacer creer que somos en este momento. Arrastrarse es dejarse llevar.

Principalmente porque somos algo más que un elemento productivo y somos mejores de lo que creemos. Solo hay que mirar los retratos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente

Ses dijo...

Eso seguro, cada uno tenemos una percepción de nosotros misma muy distinta de la que nos rodean, es como cuando oyes tu voz en una grabación y no la reconoces.

Alberto Secades dijo...

Gran artículo. Muchos temas para reflexionar. Y un par de ellos que apunto:

1 - En el caso de que se hubiera planteado cómo se ven por dentro, ¿también sería mejor la impresión de los demás? ¿No será que todos nos creemos más feos pero mejores personas de lo que piensan de nosotros los demás?

2 - ¿Cómo distinguir a un experto de un crítico? ¿Existen rasgos distintivos para ambos tipos?

Gracias, Thor.