Mal dia para buscar

18 de enero de 2013

Los retos imposibles, la culpa y la balanza

Hace bastantes años conocí a una chica de cuerpo escultural y amplia sonrisa. Me invitó a ir a la playa y recuerdo una erección adolescente en el momento aquel que se sumergió en el agua, se quitó la parte de arriba del bikini y me abrazó con sus redondos y turgentes pechos. Después, secándose ella sobre la arena y quemándome la espalda yo, me propuso ir a tomar algo. Acepté con la condición de pasar por casa a cambiarnos de ropa. "Por supuesto"- me dijo con aquella sonrisa. Al llegar a casa yo me apropié de la ducha y me llevé mi muda. Mientras el vapor iba apropiándose de todo la puerta se abrió y ella se desnudó completamente para acercarse a mi lado. Me besó con cuidado y me dijo al oido: "¿donde tienes los análisis de sida y venéreas de esta semana?". Me quedé quieto. "No los tengo. Mucho menos de esta semana"- respondí. "Nunca pensé en copular esta semana"- añadí. "Lo que tengo son condones en la mesilla de la cama"- completé con una sonrisa pícara. "Veo que no sabes lo que puede pasar"- me dijo frontándose. "Ya, pero no me hago análisis semanalmente... tampoco tengo relaciones semanalmente...bueno, ni mensualmente... a veces ni semestralmente..."- dije mientras descubrí que aquello no podía salir como mis hormonas deseaban. "Es una pena"- me dijo casi a la vez en la que yo salí de la ducha y ella se quedó allí, gastándo mi gel.

No he de confirmar, por lógica, que jamás volvió a darse aquella situación aunque puedo certificar que estaba sanísimo.

En realidad ese no es más que un ejemplo novelado de todas esas veces en las que se ponen barreras tan altas que es imposible franquearlas. Una empresa que pide una persona de menos de 25 años con carrera y cinco de experiencia a la par que el control absoluto de varios idiomas está haciendo lo mismo. No es una exigencia, es una imposibilidad.

Nuestras exigencias, muchas veces, nos eximen de admitir que, en realidad, no queremos que sucedan ciertas cosas. Estoy convencido que ella, en algún momento de reflexión, afirmará que estuvo segura de querer llegar a más en aquel momento pero si me ciño a la realidad lo cierto es que puso un listón imposible que dejó la culpa en mi lado de la balanza. Eso, en realidad, es una manera hipócrita de decir que no.

Porque decir que no es de mal gusto y, además, te carga de culpa. Pedir lo imposible es una forma de poder afirmar que no fui yo, fuiste tú. Es una manera de dejar, como un gobierno autonómico, la culpa en el tejado del contrario. Es una forma de publicitar tu bondad y reconocer las flaquezas del contrario. Es una manera de ser un cabrón.

No tiene por qué pasar sólo en las alcobas y en las duchas. Pasa en las selecciones de personal y en las condiciones laborales de los comerciales. Pasa en las apuestas de los padres sobre los logros de sus hijos y pasa en la cantidad de goles que meten los delanteros despedidos y los entrenadores cesados. Pasa en las relaciones en las que uno dice estar dispuesto a todo si le llevan la cabeza de la luna en una bandeja junto con el desayuno (recordemos La Fábula de Alfredo) . Pasa en alguna pantalla del Angry Birds y más de una reunión social de antiguos alumnos. Pasa cuando tu trabajo no avanza y alguien te dice que el problema es que no has hecho un estudio de mercado ponderado.

Pasa en todas esas ocasiones en las que el reto roza lo imposible, te aseguran que es sencillo y te sientes un tremendo gilipollas.

A veces, lo admito, se da a la inversa.

Bunbury lo llamó el club de los imposibles.

5 comentarios:

Alberto Secades dijo...

¿Para qué te voy a decir que NO si puedo pedirte algo que NUNCA vayas a poder alcanzar?

Me apuntaré la estrategia.

Anónimo dijo...

O, tal vez, sólo fuimmos un poco cobardes.

pesimistas existenciales dijo...

Alberto: veo que lo pillaste a la primera.
Lo cierto es que la idea venia sobre los objetivos imposibles que nos ponen o que ponemos... no se, el déficit 0 o incrementar las ventas en un 90%... pero, al final y como siempre, terminé hablando de la naturaleza humana.
Anónimo: no es cobardía, quizá me dejé el caso en el que nosotros mismos nos ponemos unos retos que no podemos alcanzar para sabotearnos los sueños. Viene a ser como cuando, con 15 años, yo estaba convencido que antes de los 25 tendría un tremendo momento de lucidez que me llevaría a un reconocimiento publico y una estabilidad personal y economica que durase siempre. Y a los 25 me deprimí.

Ses dijo...

Pues yo soy de esas que cree que todo es posible, aunque debo reconocer que la situación en la playa nunca me ha sucedido (pensaba que eso solo pasaba en la ficción).
Seguramente es porque en mi vida ni hay estudios de mercado ni he intentado sueños imposibles, soy demasiado pragmática, o eso creo.

Alberto Secades dijo...

Compartiré algo contigo, que surgió cuando quedé atrapado por este blog (y la forma de presentar algunas ideas): me puse un objetivo que, entonces, parecía imposible. Primero, contestaste algún comentario. Luego, visitaste mi blog y dejaste allí elogios que paladeé con calma.

Ahora tengo otra idea, pero (como hice entonces) no la mostraré, para no obtener una negativa.

Veremos qué pasa.

PD - No soy un psicótico, ni tengo ninguna intención de perseguirte, ni mantengo obsesiones hacia ti, pero me interesa la forma (y el fondo) de los asuntos que planteas en público. Expreso este matiz para miradas de terceros que busquen explicaciones (demasiado) rebuscadas.

Saludos.