Yo sé
que todos
los muertos son iguales,
pero no sé, no sé,
pienso
que aquel
hombre, a su modo, con la muerte
dejó de ser un pobre prisionero.
Hoy se publica en el suplemento Crónica de El Mundo la historia de Chemanel Calvo, un hombre que ganó casi 10 millones de euros hace seis años y que apareció muerto el lunes en su flamante coche suicidado con un tiro en la cabeza.
Se rumorea que en estos seis años se tuvo que enfrentar a la labor infame de ser un millonario conocido en un pueblo pequeño de más o menos 2000 vecinos. Se rumorea que sufrió un secuestro express, que alguna de sus empresas quebró y que el motivo real de su muerte era : "no saber ser milonario".
También se cuenta la historia de Feliciano, un bedel que ganó 76 millones de euros hace un año y devolvió el favor al empleado del banco que le concedió el último crédito cuando era pobre ingresando 45 millones/€ en la misma sucursal pero que este cambio de vida le ha llevado al anonimato por miedo a amenazas, robos o secuestros. El dinero, por ahora, solamente le ha hecho perder los amigos de toda la vida.
Supongo que el elemento de reflexión es el efecto inverso que puede realizar la consecución de los sueños para los que no estamos preparados.
Esos sueños pueden ser mútiples: dinero, amor, tenerla más larga que el vecino, dirigir una gran empresa, ganar un premio nobel... en realidad todos somos capaces de magnificar nuestras aspiraciones hasta los más altos límites y sin embargo cuando aparecen las historias anónimas de aquellos que hicieron realidad sus sueños (sueños que todos perseguimos), normalmente, acaban mal.
Por eso yo no juego a la lotería. Por eso intento soñar de una manera humilde.
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