Mal dia para buscar

20 de noviembre de 2020

La rentabilidad de ser un arquetipo.

Hay personas que son así y personas que son arquetipos.

Existe, digamos, un tipo sin empatía, sin vida de la que sentirse orgulloso, sin opinión formada y sin una idea clara de la concepción universal del bien y del mal. Entonces, con ese vacío en las entrañas, decide convertirse en arquetipo. Adopta, como quien ficha por un club y besa el escudo cuando entra en el campo, los comportamientos que se le suponen: si ha decidido ser moderno, hoy en día, se compromete de izquierdas, se hace vegano, fabrica cerveza artesana, grita contra el patriarcado, escupe a los coches contaminantes, mira con deseo los patinetes, usa palabras dramáticas en twitter y te recomienda música étnica africana. Si, por lo que sea, decide ir por el otro lado, adora el jamón serrano, hace fotos a botellas de whisky que tengan más de quince años, reclama la educación de toda la vida, conduce un Suv bien grande y jura ser un experto en Hard Rock Folk sureño americano ( del norte, se sobreentiende).

En realidad ninguno de los dos es así. Probablemente dentro de pocos años hasta se cambien los papeles de la misma forma que en España más de algún votante de Podemos luego lo fue de Vox porque lo importante no es lo que piensas o lo que haces sino sentir que se pertenece a algún grupo, por mucho que eso que aliene como persona. Pero, claro está, hemos partido de personajes sin personalidad.

Obviamente los dos, por igual, aborrecen el arquetipo contrario como los Punks y los Mods cuando quedaban para pegarse en los ochenta.

Todo esto es irrelevante cuando lo hace un cuñado o un, como decía Rafa Pons, capullotonic.

El problema resulta cuando alguno de ellos se convierten en algo parecido a un referente y, además, no tienen ni puta idea que son arquetipos. El problema es cuando alguien, que jura que dispone de criterio, abraza su papel más que el sentido común no sea que deba de admitir que lo que ha hecho es sobrevivir adorando la mentira que le hace creerse alguien. Y lo que es peor: creerse alguien con criterio.

Algunos quieren creer que Ronaldo amaba al Madrid pero ahora mismo ama a la Juve. La realidad es que, obviamente, se ama a si mismo.

Sin embargo a nosotros, que somos espectadores con aplausímetro, nos tranquilizan los arquetipos. Nos tranquiliza el izquierdoso con un poco de pinta de sucio que ve a Franco en todos lados o el trajeado soplagaitas engominado que vislumbra el desastre comunista en cada pasito para atrás que tiene el devenir de los tiempos. Nos tranquiliza, incluso y locamente, que se odien. Somos los niños que hacen corro en el patio arengando la pelea entre los dos malotes de clase. En realidad nos da igual quien gane.

Deseamos que todos los policías sean unos violentos hijos de puta. Que todos los hombres peguen a mujeres. Que todas las putas lo sean por explotación. Que todos los independentistas quieran ver al estado arder devorado por las llamas de la revolución. Que los superhéroes ganen todas sus peleas. Que los ricos pierdan sus cuentas corrientes. Que el amor sea eterno y para siempre. Que la cultura sea gratis y universal. Que la ciencia lo pueda todo y que haga sol los viernes. Todo eso nos tranquiliza.

Porque si resulta que aparece alguien que no vive en un arquetipo y un día nos cuenta que gracias a Hitler tenemos GPS pero el siguiente se enfrenta a la violenta irracionalidad de alguna lógica capitalista, nos volvemos locos. Si nos dice que Franco ordenó matar gente pero algunos de Bildu pegaron tiros en la cabeza a los padres de tu colega. Si en vez de responder como se supone que lo debe hacer el personaje lo hace respondiendo con lógica a cada reto, nos descoloca. Y, en ese caso, necesitamos quitarle de la ecuación por propia tranquilidad grupal.

Así que estoy empezando a pensar, seriamente, que si los políticos , futbolistas, músicos, periodistas o empresarios que tenemos parece que han salido todos de una mala película de sobremesa de domingo es porque fuimos nosotros los que les pusimos ahí.

Y porque antes de que llegaran ya les habíamos dicho cómo tenían que actuar. Así no nos pillan desprevenidos.

-Tú eres de esos tipos que quieren echar un polvo y desaparecer- me dijo- Tú no eres alguien que se pueda quedar. - ¿Por qué?- pregunté. -No me conoces-. - Lo sé- respondió con absoluta seguridad. Y me borró.

-Tú quieres alguien que te cuide y yo no estoy para cuidar a nadie- me escribieron, a la vez que la anterior (estas cosas tiene la multitarea). Y me borró.

En ambos casos lo que buscaban era un arquetipo. ¿Por qué?. Porque así saben lo que va a pasar y eso implica tranquilidad. Aburrimiento quizá, pero siempre puedes hacer como que la polémica del día te ha pillado de nuevo.

Habrá alguno que realmente se crea lo que dice, aunque sea una estupidez ( no sé, Willy Toledo, Irene , Espinosa de los Monteros o Iturgaiz). Pero cada momento estoy más convencido que alguno de los "propersonajes" están tan poseídos por sus arquetipos que son incapaces de ser otra cosa.

Y mientras les sea rentable con sus palmeros o plañideros haciendo la ola, cada día serán arquetipos más extremos.

¿Eres un mierda? Haz oposiciones a arquetipo. Sale a cuenta.


Pd: ¿Por qué en el experimento de Stanford sucedió lo que sucedió? . Pues eso mismo.

2 comentarios:

Orlando dijo...

Antes creia que
eras un rancio
que no veas, ahora
creo que era yo, quien
estaba embobecido con
toda la campañita
pseudoizquierdosa, y
es que no son de
izquierda de verdad,
ahora los tenemos a
todos identificados,
primero se retrató
la drecha y ahora
sus contrarios y
como hablas de arquetipo
yo dire que los mensajes,
tanto de unos y de otros,
no eran mas que mea
pareidolia , un saludo .

Orlando dijo...

Me equivoqué.
quise decir
mera pareidolia .