Ayer acerqué a un colega, justo a la hora del anochecer, a ese lugar en el que Jaime Bertani (protagonista del libro Dame Cuerda) se esconde antes del desenlace a fumar un cigarro. Y nos fumamos un cigarro. Nos bebimos dos cervezas y nos comimos un par de Durum aunque yo soy más de Kebab. Es un lugar que da paz y miedo, como la situación que se acerca. El nuevo paradigma, me dice parafraseando a un coach de tercera división ( ¿hay de primera o es todo una chufa?). En realidad a lo lejos se ve la paz del mar y abajo, a los pies, muros de piedras que se van cayendo al mar sin protecciones . Hice una foto:
Si algo tuvo la crisis del 2008 fue la idea, equivocada en los resultados, de que aquello cambiaría la forma de actuar del supuestamente inteligente ciudadano medio. Que por ganar cinco mil euros un mes nadie se iba a comprar un BMW y pedir una hipoteca a treinta años. Que la estupidez salió a flote y se nos había llevado por delante. Y, sin embargo, hay que reconocer que no fue así como el que comete un error cada vez que se encuentra con la misma disyuntiva, como si nuestra sociedad fuera una yonki que no sabe decir que no a lo que le hace daño.
Poco tiempo pasó desde aquello y ahora, sin suficiente tiempo para que las cicatrices dejen de notarse, nos golpea una bofetada invisible. Nos golpea sin poder vender el BMW que no necesitamos y que está en el garaje o sin las escrituras de un piso que no podemos pagar en el cajón. Solamente nos golpea.
Y cuando lo hace salen a la luz, a veces como el pus de un grano que explota, nuestras infecciones. Supongo que por eso lo primero que se acabó fue el papel higiénico.
En estos seis meses nos podemos sentar a ver lo que ha pasado. Se vive sin comprar una camisa por semana o sin el ultimo móvil pero necesitamos las dos cosas. Preferimos el ordenador y nos sentamos delante de la tele rogando porque nos entretengan el mayor tiempo posible, aunque sean contenidos sin criterio pero que sean muchos. Si algo tienen las plataformas es la preferencia por la cantidad más que por la calidad, para darnos la anormal sensación de poseer algún tipo de control. Hemos aprendido a cocinar por obligación y a asomarnos al vecindario. Algunos han descubierto que hay tiendas debajo de casa y otros, bocazas solidarios (porque dicen amar al médico y al comerciante pero en realidad no), que hacen un click y tres días después aparece un tipo mal pagado que les deja un paquete en el ascensor.
No nos hemos comprado un coche ni nos hemos ido a Bali. Tampoco hemos tenido un affair con una checoslovaca (ellos) o un italiano ( ellas) porque se quedaron en sus casas. Algunos han descubierto que tener hijos es un trabajo a tiempo completo. Hay quien ha dejado a un lado el racismo, el machismo, la ecología, el animalismo e incluso la defensa activa de las libertades de las minorías porque se dio cuenta que tenía que limpiar el baño antes o usar la excusa de sacar la basura en una bolsa de plástico.
No conozco a nadie que se haya comprado un disco pero todos han estado oyendo canciones.
Me han preguntado cien veces que de donde se pueden descargar mis libros.
Así que todo eso nos da una pista de ese "nuevo paradigma" del que me habla mi amigo después de guardar el papel de plata que cubre el Durum en la bolsa y apurando la cerveza. Es un futuro en el que aprendemos que se vive perfectamente con lo necesario y en el que se llenan de buenos sentimientos los balcones pero si el repartidor (¿portes gratis?) aparece veinte minutos tarde con la trócola (producto inútil ficticio) rosa que pedimos a china ayer o si el rosa no es del mismo tono que soñamos al ver la foto nos indignamos con energía sacando toda la frustración que hemos acumulado en el niño consentido que creímos que merecíamos ser.
Quizá el futuro esté lleno de niños malcriados con cuerpos de adulto. Esos egoistas de manual que te quieren mucho hasta que te sacan la paga, que van al bar solamente la hora feliz y que exigen sentirse especiales mientras tratan a los demás como sus esclavos.
O quizá no.
Hay quien cree que esto nos hará reflexionar y valorar lo que realmente importa. Bueno, eso si te importan las trócolas rosas de oferta.
No puedo sé ser optimista.
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