En Botsuana alguien pensó en pintar unos ojos en el culo de las vacas para que cuando los depredadores llegaran tuvieran la sensación de estar siendo observados y así no matar las reses.
Oye, que les salió bien.
Así que en medio de la sabana un leopardo acecha a un rebaño de vacas para ver qué se lleva a la boca. Planifica su ataque por las partes traseras tal y como aprendió de sus mayores y descubre que le están observando. Igual que a algunos nos resulta incómodo que nos miren en determinadas actividades, se asusta con unos ojos saltones y una nariz que bien podría ser un rabo. Y se pira a casa mientras la vaca muge, que diría Gloria Fuertes.
Dicen que, como la estrategia del espantapájaros, funciona ese tipo de miedo burdo que se enfrenta al animal que se lleva dentro. Con los humanos pasa algo parecido cuando hay una señal de radar en la carretera, cuando hay una cámara falsa en un ascensor y te querías sacar un moco o cuando te han convencido que el gran hermano te vigila. Entonces se puede decir que no haces lo que te pide el cuerpo porque alguien dibujó algo parecido a unos ojos en los culos que te ven.
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