Hay componentes del
mundo que están desapareciendo de una manera galopante. El contacto humano es
uno de los primeros. Los supermercados y los bazares son una forma de ir de
compras sin la necesidad de hablar con
nadie. Pero tienen el problema del contacto visual al menos a la hora de pagar.
Cuando llegó internet se podía comprar sentado en el wáter. No es la logística
ni la amplitud de gama. Es la posibilidad de llevar a cabo el proceso sin tener
que interactuar con ninguna persona. Como es lógico eso llegó al mundo de la
seducción. Una foto que pueda ser más o menos intrigante y que nadie sabe en
realidad si eres tú. Esperar. Hacer un
match. Hablar y hablar. No hace falta peinarse, quitarse los pelos de las
piernas o esos tan rebeldes que salen por los agujeros de la nariz. Se puede
conquistar a otra persona sentado en el wáter y sin decir ni una sola palabra.
No hace falta ser alto, guapo o incluso listo. Hay que ser ocurrente y algunos
copian y pegan frases sólo con la intención de continuar el juego. Verse,
hablarse, mirarse e incluso dudar con el tono de voz son demasiados elementos
como para no fracasar en alguno. Hay quien ha pasado más de una noche en vela contando cosas y descubriendo enfoques de su cuerpo y de un cuerpo ajeno que si bien no suple a la verdad entusiasma a distancia. Hay relaciones
eternas que no han intercambiado una mirada. Hay sexo sin poder olerse
complementando las noches con instantáneas que adivinan las formas que imaginamos.
La falta de datos o el control de los mismos nos puede hacer creer que hemos
encontrado una perfección sólo y exclusivamente porque la otra persona es
consciente de sus puntos débiles y esos, justamente esos, no se mandan por
whatsapp. Incluso whatsapp es demasiado íntimo y pasar de una aplicación de
contactos ahí ya es casi como subir a casa a tomar una copa.
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