A veces es el desconocimiento absoluto de momento en el que hay que tirar la toalla o el lugar exacto de equilibrio entre sacrificarse hasta el punto en el que el dolor de los huesos sea algo conocido y la desconocida sensación de estar degustando el paso del tiempo sin preocuparse de nada más. Quizá encontrar ese lugar sea conocer un sitio en el que poder pararse. Los jueves se acumulan sobre los músculos de mi espalda. "no hay ningún ser vivo que me espere"- es la excusa que pongo a última hora para quedarme un poco más.
Un entrenador contaba que Drazen Petrovic se quedaba después de los entrenamientos para tirar triples. Uno detrás de otro hasta llegar a cien canastas. Yo lo he hecho alguna vez pero nunca me han llamado de la NBA. Al final del día, de noche, que es cuando las ruedas de los vehículos suenan sobre el asfalto como mil plantas de maiz azotadas por el viento en la soledad del campo, vuelvo a casa con otro músculo magullado.
Es jueves. Hay una luz con forma de sofá al fondo y nunca he entendido de donde saca la energía quien acelera el ritmo durante el viernes por la tarde hasta pasada la sobremesa del domingo. Creo en ese concepto anacrónico de la energía limitada, la economía no infinita y los medios reducidos a los que hay que sacar un máximo rendimiento. Genero muy poca basura y hay veces, no lo voy a negar, en la que me confundo con las bolsas que saco, cívicamente, antes de moder los dientes y gastar otro día más sin saber exactamente si llegaré a las cien canastas. Ni siquiera sé si, siguiendo la metáfora, me equivoqué de deporte.
Sigo lanzando triples cada día. Intento no pensar en haberme convertido en un experto en algo que ya no vale, como un fabricante de botas de vino con odre de animales curtidos. Un artesano sin industria. Un artista en el mundo digital que no quiere pagar por nada. Uno que vuelve a casa cada día para seguir mañana. Como la canción: "otro día en blanco, otro día sin premio, otra noche sin sueño y mañana otro tanto. Otro día vigilante y atento perdido en el inútil empeño de acabar lo que empiezo, de cerrar este circulo, de abrir otro nuevo que me lleve al siguiente. Llegar a algún sitio. Poder descansar"
Es jueves. Hay una luz con forma de sofá al fondo y nunca he entendido de donde saca la energía quien acelera el ritmo durante el viernes por la tarde hasta pasada la sobremesa del domingo. Creo en ese concepto anacrónico de la energía limitada, la economía no infinita y los medios reducidos a los que hay que sacar un máximo rendimiento. Genero muy poca basura y hay veces, no lo voy a negar, en la que me confundo con las bolsas que saco, cívicamente, antes de moder los dientes y gastar otro día más sin saber exactamente si llegaré a las cien canastas. Ni siquiera sé si, siguiendo la metáfora, me equivoqué de deporte.
Sigo lanzando triples cada día. Intento no pensar en haberme convertido en un experto en algo que ya no vale, como un fabricante de botas de vino con odre de animales curtidos. Un artesano sin industria. Un artista en el mundo digital que no quiere pagar por nada. Uno que vuelve a casa cada día para seguir mañana. Como la canción: "otro día en blanco, otro día sin premio, otra noche sin sueño y mañana otro tanto. Otro día vigilante y atento perdido en el inútil empeño de acabar lo que empiezo, de cerrar este circulo, de abrir otro nuevo que me lleve al siguiente. Llegar a algún sitio. Poder descansar"
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