En el siglo XXI estamos aprendiendo, con una celeridad casi pasmosa, la importancia del yo. En realidad hay una similitud tremenda entre una red social de ligue con el mundo real. En una red de aquellas pone, bajo la foto en la que la muchacha aparece estupenda a más no poder, que quiere un tipo de más de 1.80m, vegano, con bicicleta, que le guste bailar salsa, que sea independentista extremeño y que su perro tenga un nombre que empiece por la letra E. Por supuesto, insiste, que no tiene tiempo para perder y que lo que quiere es una relación seria que dure, a ser posible, para toda la vida. Ala, con dos cojones. Además lo curioso es que si acaso se le pregunta el motivo por el que parece que está haciendo la selección de personal del cuerpo de bomberos de su pueblo, se enfada. Jose Luis Lopez Vazquez (un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo) no tiene descendencia en el mundo que nos espera.
El problema es cuando el tipo de 1.80, vegano, no fumador y con su perro Elfo (porque es fan del señor de los anillos) resulta que es tonto o que la muchacha que ha puesto todas esas condiciones se coma unos filetes de un dedo de grosor. Quien sabe. Conozco empresas que piden ingenieros termonucleares para fregar el suelo de la oficina. Dicen que Escriba de Balaguer se jactaba de tener camareras con la carrera de derecho terminada. El caso es pedir porque lo que importa es el yo.
Pdro en el helicóptero es un ejemplo. Su mujer, Bgña, que ya es más conocida que la mujer del anterior presidente, es un ejemplo doble. Importa el yo. Lo curioso es que esa adoración del YO (Macrón, por ejemplo) tiene una especie de rentabilidad social extraña no muy diferente a ser adorado por tener un coche molón cerca de la crisis de los 50 y, además, irradiar la necesidad de ser adorado más porque uno se adora a si mismo de forma inconmensurable. YO MOLO. Y votarle o seguirle viene a ser como querer estar del lado del malo de clase porque si el se gusta quizá a su lado yo aprenda a gustarme un poco más. Cosas del comportamiento humano más ancestral.
Si me preocupo de los demás soy uno más pero si soy un ególatra que busco mi satisfacción personal me hacen líder. Los nuevos faros que guían el mundo (Trump, Putin, Chiripas, Pdro, el de los calcetines de Canadá, cualquiera de Sudamérica, Kim Nuclear...) están cortados por perfiles ególatras muy marcados. Un ególatra con poder es un tirano en potencia.
Esa extraña forma de ser líder, en menor medida, la hemos interiorizado en nuestro día a día. Cuando un muchacho accede a una entrevista de trabajo pregunta por su salario y sus vacaciones. Su. Dispone de herramientas en la cabeza para defenderse de un mundo en el que le han contado que va a ser pisado si no se hace valer. Y la manera de hacerse valer es olvidarse de todo lo que no le atañe. Cerrar sus, otra vez, responsabilidades al mínimo y encontrar, siempre, alguna excusa que le exima de responsabilidad. Hace una semana salió una chica detrás de unos niñatos que le habían robado la caja en una tienda. Yo la vi salir corriendo y me acerqué al local. Allí un chico, uniformado, miraba hacia la calle. "¿Eres de aquí?"- le pregunté. "Si". "Anda, llama a la policía"- le dije. Me respondió que sin una orden expresa de su jefa no podía hacer nada. "Pero tu jefa es la que ha salido corriendo"- le dije. "Si"- respondió mientras seguía abotargado mirando a la calle como un robot sin instrucciones. Y llamé yo. Pensé el motivo por el que actuaba así y llegué a la conclusión que para algunos la mejor manera de no cagarla es no hacer nada. O que simplemente en SU contrato no ponía nada de eso. "No ser un idiota" debería ser una cláusula obligada.
Estamos enseñando a poner las necesidades propias por encima de las del grupo, aunque el grupo sea la propia familia o los compañeros de trabajo. Jamás he entendido al trabajador que sabotea a sus compañeros perjudicando , con ello, a su propia empresa y en consecuencia a si mismo.
Y también, volviendo otra vez al principio, hemos aprendido a mentir como quien hincha su currículum con un par de másters. ¿Vegano y de 1.80m? Pues yo mismo. Me pondré alzas, como Sarkozy.
A ver si al final la verdad, que suele ser menos emocionante, no va a estar de moda.
No. No lo está. Tampoco hacer equipo.
Y cada vez más tu, y cada vez más yo. Sin rastro de nosotros. (2:14)
Pdro en el helicóptero es un ejemplo. Su mujer, Bgña, que ya es más conocida que la mujer del anterior presidente, es un ejemplo doble. Importa el yo. Lo curioso es que esa adoración del YO (Macrón, por ejemplo) tiene una especie de rentabilidad social extraña no muy diferente a ser adorado por tener un coche molón cerca de la crisis de los 50 y, además, irradiar la necesidad de ser adorado más porque uno se adora a si mismo de forma inconmensurable. YO MOLO. Y votarle o seguirle viene a ser como querer estar del lado del malo de clase porque si el se gusta quizá a su lado yo aprenda a gustarme un poco más. Cosas del comportamiento humano más ancestral.
Si me preocupo de los demás soy uno más pero si soy un ególatra que busco mi satisfacción personal me hacen líder. Los nuevos faros que guían el mundo (Trump, Putin, Chiripas, Pdro, el de los calcetines de Canadá, cualquiera de Sudamérica, Kim Nuclear...) están cortados por perfiles ególatras muy marcados. Un ególatra con poder es un tirano en potencia.
Esa extraña forma de ser líder, en menor medida, la hemos interiorizado en nuestro día a día. Cuando un muchacho accede a una entrevista de trabajo pregunta por su salario y sus vacaciones. Su. Dispone de herramientas en la cabeza para defenderse de un mundo en el que le han contado que va a ser pisado si no se hace valer. Y la manera de hacerse valer es olvidarse de todo lo que no le atañe. Cerrar sus, otra vez, responsabilidades al mínimo y encontrar, siempre, alguna excusa que le exima de responsabilidad. Hace una semana salió una chica detrás de unos niñatos que le habían robado la caja en una tienda. Yo la vi salir corriendo y me acerqué al local. Allí un chico, uniformado, miraba hacia la calle. "¿Eres de aquí?"- le pregunté. "Si". "Anda, llama a la policía"- le dije. Me respondió que sin una orden expresa de su jefa no podía hacer nada. "Pero tu jefa es la que ha salido corriendo"- le dije. "Si"- respondió mientras seguía abotargado mirando a la calle como un robot sin instrucciones. Y llamé yo. Pensé el motivo por el que actuaba así y llegué a la conclusión que para algunos la mejor manera de no cagarla es no hacer nada. O que simplemente en SU contrato no ponía nada de eso. "No ser un idiota" debería ser una cláusula obligada.
Estamos enseñando a poner las necesidades propias por encima de las del grupo, aunque el grupo sea la propia familia o los compañeros de trabajo. Jamás he entendido al trabajador que sabotea a sus compañeros perjudicando , con ello, a su propia empresa y en consecuencia a si mismo.
Y también, volviendo otra vez al principio, hemos aprendido a mentir como quien hincha su currículum con un par de másters. ¿Vegano y de 1.80m? Pues yo mismo. Me pondré alzas, como Sarkozy.
A ver si al final la verdad, que suele ser menos emocionante, no va a estar de moda.
No. No lo está. Tampoco hacer equipo.
Y cada vez más tu, y cada vez más yo. Sin rastro de nosotros. (2:14)
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